Uruguay cuenta con diez medallas olímpicas a lo largo de su historia, siendo en los Juegos de París 1924 donde obtuvo su primer gran logro con el fútbol masculino. La última vez que este país sudamericano logró una presea fue en Sydney 2000, cuando Milton Wynants terminó segundo en la prueba por puntos de ciclismo en pista.
Pudiendo considerarse como verdaderas hazañas estos logros celestes, es de destacar por ejemplo que deportistas uruguayos lograron ingresar en el podio en las tres primeras participaciones de este país sudamericano en los Juegos (París 1924, Ámsterdam 1928 y Los Ángeles 1932).
Aquí el repaso de las medallas olímpicas de Uruguay:
1924. Medalla de oro en fútbol y el nacimiento de la vuelta olímpica
Uruguay participó por primera vez de unos Juegos Olímpicos en 1924, año en que el dirigente Atilio Narancio cumplió su promesa e hipotecó parte de sus bienes para pagar los pasajes a Europa del extraordinario plantel de la Selección Uruguaya de fútbol. Como se relata en el libro ‘Memorias de la pelota’, del periodista Alfredo Etchandy, el político y legislador había prometido colaborar con los jugadores si éstos lograban consagrarse campeones del Sudamericano 1923. Obtenido el título, Narancio gestó el caro viaje celeste a los Juegos, programando también una importante gira previa que comenzó en Vigo para la preparación deportiva y para también obtener más recursos.
En esos encuentros previos, se pudo leer en alguna crónica española que intentaba destacar la calidad del juego de los sudamericanos: “Por los campos de Coya pasó ayer una ráfaga olímpica”. Ya en París, la competencia oficial no hizo más que ratificar esa expresión y el gran rendimiento de los uruguayos, que sorprendían al mundo con su 7 a 0 ante Yugoslavia en la fase preliminar.
En Octavos, los orientales vencieron a Estados Unidos pro 3 a 0, 5 a 1 ante Francia en Cuartos y en semifinales eliminaron a Países Bajos (2-1). La final ante Suiza se disputó en el estadio Olímpico de Colombes, y Uruguay ganó por 3 a 0 con goles de Petrone, Cea y Romano, obteniendo el título olímpico.
Una vez terminada la final del 9 de junio, la extraordinaria actuación celeste a lo largo del campeonato determinó que los aficionados locales agradecieran y felicitaran sin cesar a los sudamericanos, quienes de manera improvisada retribuyeron el saludo pasando por cada sector del estadio, inventando e inmortalizando ‘la vuelta olímpica’.
Uruguay disputó la final con el golero Andrés Mazali, José Nasazzi y Pedro Arispe, José Leandro Andrade, José Vidal y Humberto Tomassina, José Naya, Héctor Scarone, Pedro Petrone, Pedro Cea y Ángel Romano. También fueron parte del plantel Pedro Casella, Pedro Etchegoyen, Alfredo Ghierra, Zoilo Saldombide, Santos Urdinarán, Fermín Uriarte, Alfredo Zibecchi y Pedro Zingone. El kinesiólogo fue Ernesto Fígoli.
1928. Medalla de oro en fútbol tras ganarle la final a Argentina
Teniendo claro que ya no podía sorprender al mundo del fútbol, el equipo uruguayo viajó a Ámsterdam en 1928 con el desafío de defender el título olímpico y lograr el campeonato que en esa edición tendría la participación de su histórico rival: el elenco argentino.
El debut de la Celeste fue en Octavos ante Países Bajos, a quien derrotó 2 a 0 con goles de Scarone y Urdinarán. En cuartos de final, fue triunfo 4-1 sobre Alemania (hat-trick de Petrone y un gol de Castro), y en semifinales la Celeste derrotó 3 a 2 a Italia con tantos de Cea, Campolo y Scarone. En ese encuentro, el ‘Vasco’ Cea marcó el empate parcial, algo que ya había hecho en las semifinales pero de los Juegos de 1924, por lo que recibió el mote de ‘empatador olímpico’.
Por su parte, Argentina había vencido 11-2 a Estados Unidos en Octavos, 6-3 a Bélgica en Cuartos, y 3 a 0 a Egipto en semis. La final del 10 de junio terminó igualada 1 a 1 (gol de Petrone para los celestes), por lo que se debió jugar un segundo encuentro tres días más tarde; los tantos de Figueroa y Scarone sellaron el triunfo por 2 a 1 y un nuevo título celeste.
En la segunda final olímpica de 1924, Uruguay formó con Mazali, el capitán Nasazzi y Arispe, Andrade, Juan Píriz y Álvaro Gestido; Juan Arremond, Héctor Scarone, René Borjas, Cea y Roberto Figueroa; en el plantel también estaban Fausto Batignani, Venancio Bartibás, Juan Anselmo, Antonio Campolo, Adhemar Canavessi, Héctor Castro, Lorenzo Fernández, Ángel Melogno, Pedro Petrone, Domingo Tejera, Urdinarán y Eduardo Martínez, muchos de los cuales dos años más tarde repetirían el éxito en la disputa de la primera Copa del Mundo.
Las tribunas Ámsterdam y Colombes del Estadio Centenario, inaugurado en 1930 en función de ese primer mundial, recuerdan las gestas celestes en los Juegos de 1924 y 1928.
1932. Medalla de bronce con el solitario esfuerzo de Guillermo Rafael Douglas
Como se remarca en el libro ‘El motor de la superación. La historia de los Juegos Olímpicos’ (Ediciones del caballo perdido), la delegación de Uruguay en los Juegos de Los Ángeles 1932 ha sido la más pequeña de la historia celeste, dado que sólo contó tres integrantes, entre los cuales había un único atleta.
De todas maneras, el remero Guillermo Rafael Douglas pudo finalizar en el tercer lugar en single scull, detrás del australiano Henry Pearse y del estadounidense W. Miller, lo que le permitió a Uruguay obtener su primera medalla fuera del fútbol.
La reducida delegación celeste fue integrada por Guillermo Fernández Correa (presidente), Juan Norberto Inda (técnico) y Douglas (atleta).
1948. Medalla de plata del remero Eduardo Risso
Habiendo comenzado en el ciclismo, Eduardo Risso decidió pasar al remo en la segunda mitad de la década de 1940, obteniendo importantes triunfos (incluido el campeonato sudamericano de 1948) que le permitieron su participación en los Juegos de Londres.
En la competencia olímpica, Risso venció en semifinales, y en la final en single scull se enfrentó al australiano Mervyn Wood, que derrotó al uruguayo en la regata definitiva quedándose con la medalla de oro con 7.24 minutos, catorce menos que Risso.
En 1952, el remero uruguayo compitió en los Juegos de Helsinki, aunque en esa oportunidad no pudo repetir el éxito logrado en Londres.
1948. Medalla de bronce en doble scull
Los sanduceros Juan Rodríguez y William Jones, quienes defendían al Club Remeros de Paysandú, obtuvieron la medalla de bronce al sólo ser superados en la categoría doble scull por el equipo de Gran Bretaña y el de Dinamarca.
Los locales se quedaron con la presea de oro con un tiempo de 6.51 minutos, los daneses terminaron segundos con 6.55, y los uruguayos culminaron el recorrido tras 7.12.
Dicha pareja uruguaya obtuvo el campeonato sudamericano en 1956 en Perú. Rodríguez ya había ganado la medalla de oro en la categoría single scull en el Sudamericano de 1954 disputado en Río de Janeiro.
Para Londres 1948, la delegación celeste estuvo integrada por Luis Debali y José Vallarino Veracierto (delegados), el técnico Wilfredo Raymondo y los atletas Risso, Juan Rodríguez y William Jones; destacándose que los tres deportistas alcanzaron el podio en sus respectivas competencias.
1952. Medalla de bronce en remo, otra vez con Juan Rodríguez en el podio
En los Juegos de Helsinki, Juan Rodríguez pudo cosechar una nueva medalla de bronce en doble scull, aunque en esta cita olímpica fue acompañado por Miguel Seijas, defensor del Montevideo Rowing Club.
En la competencia de 1952, el ganador fue el bote de Argentina con un tiempo de 7.32, seguido por la URSS (7.38), y Uruguay completando el podio con 7.43.
Contabilizando este podio, el remo es el deporte que más medallas le brindó a Uruguay, totalizando cuatro preseas (una de plata y tres de bronce).
1952. Medalla de bronce para el básquetbol uruguayo
En su tercera participación olímpica (ya había estado presente en Berlín 1936 y Londres 1948), el básquetbol uruguayo alcanzó el podio en Helsinki.
El debut celeste fue con triunfo ante Checoslovaquia por 53 a 51, luego venció a Hungría (70-56) y cayó en la última etapa de la serie de clasificación frente a Estados Unidos (44-57). En la segunda ronda, fue derrota en el choque con Francia (66-68), pero logró dos victorias (ante Bulgaria 62 a 54 y frente a Argentina 66-65) que determinaron la clasificación a las semifinales.
Uruguay no pudo acceder a la final al caer 61 a 57 ante la URSS, y en el partido por el tercer puesto venció a Argentina por 68 a 59, obteniendo así la medalla de bronce. En ese último encuentro, la Celeste jugó los últimos nueve minutos con cuatro jugadores, dado que sólo pudo afrontar el partido con ocho deportistas en su plantel, y las faltas fueron limitando los basquetbolistas a disposición del técnico Olguiz Rodríguez. A pesar de que también sufrió algunas bajas en el transcurso del partido, Argentina realizó todo el esfuerzo posible para forzar un alargue, pero no logró doblegar a los estoicos Lovera, Baliño, Cieslinkas y Lombardo, los cuatro uruguayos que pudieron culminar el cotejo rioplatense.
Los jugadores del plantel celeste, que terminó detrás de Estados Unidos y la URSS, fueron Martín Acosta y Lara, Enrique Baliño, Victorio Cieslinkas, Héctor Costa, Nelson Demarco, Héctor García Otero, Tabaré Larre Borges, Adesio Lombardo, el capitán Roberto Lovera, Sergio Matto, Wilfredo Peláez y Carlos Roselló.
Cabe señalar en particular la actuación de Lombardo, quien fue el goleador celeste, anotando 24 puntos ante Checoslovaquia, 14 frente a Hungría, 12 a Estados Unidos, 17 a Francia, 12 a Bulgaria y 21 ante Argentina. En semifinales le convirtió 13 tantos a la URSS y terminó con 23 en el partido por el tercer puesto, totalizando 137 puntos en el certamen.
1956. Medalla de bronce, la segunda para el básket
La Selección de Básquetbol pudo repetir el éxito conseguido en Helsinki, y en los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956 los uruguayos volvieron a terminar terceros, esta vez con Héctor López Reboledo como técnico.
En la primera fase, la Celeste integró el Grupo C con la República de China, Corea del Sur y Bulgaria. El debut fue ante los europeos y Uruguay ganó 70 a 65; luego fue victoria ante China (85-62) y cerró de forma perfecta la serie de clasificación al derrotar a 83-60 a Corea.
En la segunda ronda, los orientales enfrentaron a Chile (victoria celeste 79-70), Filipinas (triunfo 80 a 73) y Francia, contra quien se perdió el invicto cayendo 62-66. En semifinales, Estados Unidos ganó de manera incontestable 101 a 38 y la Celeste debía enfrentar, ahora por el tercer puesto, a Francia, con quien había caído en Helsinki 1952 y también hacía apenas algunos días en Melbourne. Sin embargo, Uruguay pudo imponerse 71 a 62 y así lograr una nueva medalla con un 49,22% de efectividad en tiros en cancha y un 79,77% en libres a lo largo del torneo.
El plantel estaba integrado por Carlos Blixen, Héctor Costa, Nelson Chelle, Nelson Demarco, Oscar Moglia, Héctor García Otero, Carlos González, Sergio Matto, Raúl Ebers Mera, Ramiro Cortez, Ariel Olascoaga y Milton Scarón.
En particular, fue brillante la actuación de Moglia, para muchos, el mejor basquetbolista uruguayo de toda la historia. Con 182 tantos y jugando un partido menos (fue reservado en el choque ante Estados Unidos ante la imposibilidad de ganar aún con todo el potencial), Moglia fue el goleador de los Juegos Olímpicos de 1956 (distinción individual que su compatriota Horacio ‘Tato’ López también lograría en Los Ángeles 1984).
1964. Medalla de bronce, la primera y única en boxeo
Con 20 años y con Francisco Constanzo como entrenador, el boxeador Washington ‘Cuerito’ Rodríguez obtuvo la medalla de bronce en la categoría peso gallo de Tokio 1964, los primeros Juegos en territorio asiático.
El ganador de la competencia fue el japonés Tarao Sakurai, que venció en la final al coreano Shin Cho Chung.
El pugilista uruguayo, que tuvo una breve carrera y que falleció el 31 de diciembre del 2014 a los 70 años, compartió el tercer puesto del podio con Juan Fabila, el único mexicano que obtuvo una medalla en Tokio 1964.
Esa fue la única oportunidad en que Uruguay consiguió una medalla olímpica en este deporte, fue la novena presea para el país sudamericano y luego debieron pasar 36 años para ver a un uruguayo nuevamente en un podio olímpico.
2000. Medalla de plata con la velocidad de Wynants y el ‘¡Uruguay pa’ todo el mundo!’ en Sidney
Los Juegos Olímpicos volvieron a jugarse en Australia y, como en Melbourne 1956, Uruguay volvió a conseguir una medalla olímpica, en este caso con el agregado de cortar una racha de 36 años sin hacer podio. El protagonista para esta nueva hazaña charrúa fue el ciclista Milton Wynants, quien quedó en el segundo puesto en la prueba de ciclismo en pista, en la carrera por puntos.
Daniel Gutiérrez fue el delegado de la delegación de ciclismo de Uruguay, que también contó con el técnico Hugo Skricky, el mecánico Julio Fuentes y los atletas Wynants y Gregorio Bare.
El ciclista nacido en Paysandú en marzo de 1972 únicamente fue vencido en Sidnay por el español Joan Llaneras. El uruguayo pudo terminar en el podio gracias a un enorme último sprint, donde terminó segundo y obtuvo los 18 puntos necesarios para lograr la medalla de plata y por ejemplo relegar al ruso Alexei Markov al tercer puesto.
Con 28 años, y luego de haber llegado por la tarde al velódromo justamente en bicicleta, Wynants culminaba su participación olímpica de Sidney en la noche australiana del 20 de setiembre, subiéndose al podio y escuchando el ‘¡Uruguay pa’ todo el mundo!’ que se gritó desde la tribuna para quedar grabado entre los momentos más emotivos del deporte nacional.
De esta manera, Uruguay ha logrado hasta el momento diez medallas olímpicas y son trece los atletas orientales que han alcanzado el podio en dos oportunidades: Mazali, Nasazzi, Arispe, Andrade, Urdinarán, Scarone, Petrone y Cea en 1924 y 1928; Juan Rodríguez en 1948 y 1952; y Héctor Costa, Demarco, Matto y García Otero en 1952 y 1956.
A pesar de que ya podría considerarse la participación olímpica de cada deportista uruguayo como una hazaña atendiendo el contexto, los recursos y la infraestructura con la que cuentan, ellos mismos se exigirán al máximo para conseguir lo que es que es y era casi imposible, teniendo esas diez medallas como antecedentes suficientes para confirmar la calidad y esmero de los atletas celestes, su inconformidad permanente y su afán de seguir contagiando la pasión por el deporte.