"Yo tenía muy claro que después de mi carrera deportiva, que gracias a Dios fue muy larga y exitosa, quería seguir un camino diferente". La frase pertenece a Silvia Poll, la nadadora que en los Juegos Olímpicos de Seúl le dio la primera medalla dorada a Costa Rica, quien mantuvo una charla imperdible con Fernando Palomo en la nueva entrega del podcast 'Nos Ponemos las Pilas'.
Su carrera en la natación comenzó por accidente. "Con mi hermana Claudia no teníamos a nadie en la familia que practicara este deporte. Caímos en la natación cuando emigramos a Costa Rica por la guerra en Nicaragua, y este deporte me ha formado en muchísimos aspectos. Me dio una perspectiva interesante y las cosas que aprendí las he aplicado en la vida. Algunas cosas las hice bien y otras no tanto, pero apliqué la misma receta de luchar siempre, trabajar a mediano y largo plazo, tener objetivos, ser perseverante, aprender de triunfos y fracasos. Esas son lecciones de vida que aprendí gracias a la natación".
En la nueva entrega de "Nos Ponemos las Pilas', Silvia recuerda del esfuerzo que tuvo que hacer para llegar a lo más alto, aunque le cuesta hablar de ello. Francisco Rivas fue su entrenador y guía, además de ser quien le inculcó valores que todavía conserva. "Cuando él nos conoció yo tenía 9 años y mi hermana Claudia 7 y nunca nos dijo que éramos las que más talento teníamos entre las nadadoras. Ello nos llevó a entrenar mucho (5 horas por día), a que nunca faltáramos a una práctica", dice Silvia quien además reconoce que el talento no puede faltar para conseguir llegar a lo más alto pero que no es el único aspecto que hace la diferencia.
Como todo el mundo sabe, su máximo logro fue en Seúl 1988 ganando la primera medalla para Costa Rica, plata, pero la preparación comenzó cuando apenas tenía 13 años. "A esa edad, mis padres y Francisco Rivas hicieron un plan para llegar a esos Juegos. Yo creo que fui conciente de que lo podía hacer en Los Angeles '84. Mis tiempos me hubieran permitido clasificar, pero estaba tan tan niña que el mismo Francisco decía que no tenía la experiencia emocional ni la madurez para competir. Pero yo ya soñaba desde el 83 con participar en unos Juegos Olímpicos".
Cuando se le preguntó lo que recordaba tras ganar la medalla plateada en 1988, Silvia lo explicó en detalles. "Lo primero que recuerdo es que vi los resultados y no lo creía. Es una sensación extraña porque es algo por lo que uno ha trabajado tanto, soportando incluso la muerte de mi papa, que en ese momento uno no logra digerir todo a la misma velocidad. Me llevaron al área de premiación sin poder ver a Francisco ni a mi mamá. Eso paso muy rápido y cuando eso terminó me pude abrazar con mi mamá, con Francisco, con mis compañeras de equipo y hasta periodistas. Todo el mundo lloraba y gritaba, entonces allí empecé a entender un poco lo que había sucedido". La anécdota que también recuerda es que una hora y media después de la euforia, le dijo a Francisco Rivas que tenía hambre y que quería ir a comer.
Entre otras anecdotas que contó en el podcast, Silvia Poll destacó especialmente que "varias veces lloré, me sentí mal, entrené enferma o lesionada... Pero no me gusta mucho usar la palabra sacrificio ni sufrimiento porque suena que a uno lo obligaron a hacer algo y yo siempre lo hice voluntariamente". Además resaltó que su madre siempre la mantuvo con los pies sobre la tierra. "Mi mamá es mi heroina, es muy especial. Me decía cosas como que aunque tuviera una medalla olímpica tenía que arreglar mi cuarto o sacar la basura. Incluso Francisco siempre me decía que, precisamente por ser medallista, debía dar el ejemplo, ser la primera en ayudar y trabajar con el equipo, limpiar o arreglar algo y demostrar que no tenía privilegios".
Tras retirarse a los 24 años del deporte, Silvia Poll había completado dos ciclos olímpicos y sumado más de 600 medallas en su carrera. Pero lejos de seguir ligada al deporte, sus intereses fueron otros y de esa manera se dedicó a terminar sus estudios universitarios, convertirse en profesional y trabajar tanto en el sector privado como en el gobierno de Costa Rica. Hoy se desempeña como embajadora adjunta de su país ante las Naciones Unidas en Ginebra.
