La tecnología, las nuevas generaciones de atletas, los pensamientos diferentes y la aceptación propia son el nuevo símbolo del olimpismo
En el 2013 se anunció que Tokio sería la ciudad anfitriona de los Juegos Olímpicos en el 2020, y si de algo estábamos seguros, era que Japón se luciría en el tema tecnológico. A partir de ahí empezaron a surgir rumores de todo lo que podríamos esperar en la justa veraniega, y muchos de ellos se volvieron realidad, desde los robots, el reconocimiento fácil, los uniformes especiales para los atletas, etc.
Los nipones no decepcionaron en ese tema, al contrario, una de las imágenes que más recordaremos de la ceremonia de inauguración son los 1824 drones volando sobre el Estadio Olímpico de Tokio formando diferentes figuras en el cielo. Sin embargo, esta modernización en la justa veraniega ha llegado mucho más allá que el simple hecho de la tecnología, estoy hablando de los deportes, de los atletas, de la forma en la que vemos o hablamos de las competencias, y por supuesto, del mismo espíritu olímpico. Se sintió diferente, rejuvenecido.
El 4 de agosto de 2016, el Comité Olímpico Internacional aprobó la inclusión de cinco nuevos deportes para Tokio 2020. Además del regreso del béisbol y el softball, se sumaron el karate, el surf, la escalada y el skateboard, todo con el fin de atraer publico más joven. Cinco años después podemos decir que la apuesta del COI fue ganadora.
El debut del skateboarding no fue indiferente para nadie, y menos para los jóvenes interesados en el deporte urbano. Pero lo que más llamó la atención fue la juventud de las ganadoras, y no era para menos. El podio de la modalidad de parque estuvo conformado por tres deportistas que si sumamos su edad daría un total de 44 años: las locales Sakura Yosozumi y Kokona Hiraki de 19 y 12 años respectivamente que ganaron el oro y la plata, y la británica Sky Brown de 13 años que se llevó el bronce. Mientras que en la modalidad de Street presenciamos el podio más joven de la historia olímpica, con dos atletas de 13 años: la japonesa Momji Nishiya, que se llevó el oro, y la brasileña Rayssa Leal que se quedó con la plata, mientras que el podio lo completó la nipona Funa Nakayama de 16. Pero, ¿Qué hay detrás de estas jóvenes atletas?
Hablando específicamente de Sky Brown y Rayssa Leal, sus números van mucho más allá de su edad. La británica tiene más de un millón doscientos mil seguidores en Instagram y un millón cuatrocientos mil en TikTok, mientras que la brasileña tiene seis millones setecientos mil en Instagram y tres millones quinientos mil en TikTok. Estamos hablando de dos atletas de 13 años que le pueden llegar a más de doce millones de personas con el simple hecho de subir una foto o un video.
Esto nos habla de lo poderosas que pueden llegar a ser estas nuevas generaciones de atletas, ya que estos Juegos Olímpicos llegaron a revolucionar no solo la forma de ver el deporte, sino también de cómo se habla de él. Vimos a una Simone Biles confesando problemas de salud mental, un Tom Daley tejiendo para relajarse durante la competencia y hablando abiertamente de su sexualidad, también se hizo historia con la primera participación de atletas transgénero con la neozelandesa Laurel Hubbard en halterofilia y la canadiense Quinn, ganadora de la medalla de oro en el futbol femenino.
Los Juegos Olímpicos de Tokio se rigieron bajo el lema de “Unidos por la emoción”, promoviendo ese sentimiento que nos causa el ver una competencia, la felicidad que puede traer el deporte, y más después de toda la incertidumbre que vivimos con la pandemia, teniendo que alejarnos de nuestros seres queridos y del mundo entero.
Sin embargo, el mensaje que quedó al terminar la justa veraniega fue mucho más fuerte que eso, fue un golpe de realidad, de diversidad e inclusión, en donde los atletas a través de sus redes sociales nos hicieron parte de su día a día. Nos pudimos sentir cercanos a ellos, desde cómo vivían en la Villa Olímpica, hasta cómo se preparaban para su competencia, pudimos entender un poco más de cómo pensaban o sus gustos, incluso nos quitaron las dudas de las camas de cartón. Al final pudimos verlos más humanos, más parecidos a nosotros los mortales, con emociones y miedos, llanto y risas.
Claro que es importante tener en cuenta que esta tecnología puede tener su lado positivo y negativo, pero viendo el lado bueno en un mundo en el que no sabemos cuando podremos regresar a nuestra vida prepandemia, es reconfortante saber que podemos sentirnos cercanos de alguna u otra forma. Y creo que Japón lo representó de la mejor forma posible en la ceremonia de Clausura cuando las luces de los teléfonos de los atletas empezaron a inundar todo el Estadio Olímpico de Tokio, para que miles de partículas de luz terminaran formando los aros olímpicos.
Dejándonos claro que hoy en día la tecnología, las nuevas generaciones de atletas, los pensamientos diferentes y la aceptación propia son el nuevo símbolo del olimpismo, haciendo estos Juegos Olímpicos de Tokio los más modernos de la historia moderna.