NOTA DEL EDITOR: ESTA NOTA SE PUBLICÓ ORIGINALMENTE EN OCTUBRE DE 2018
MÉXICO (enviada especial) -- Tommie Smith entra al Estadio Olímpico Universitario de la ciudad de México por la arcada principal con el cuerpo erguido y la mirada puesta en el horizonte. Desde la pista de tartán me pregunto qué estará sintiendo, al estar de regreso en el predio que marcó un antes y después en su vida. El viento no corre, como si hasta las fuerzas de la naturaleza se detuvieran ante la presencia imponente de quien supo llamar a silencio a cerca de 70,000 personas presentes el 16 de octubre de 1968. Este jueves se cumplen 55 años del arranque de los Juegos Olímpicos de México.
Camino hacia él y mis manos se ponen frías. Esa sensación me transporta a mis días como velocista amateur y conecto con el momento de partida de la carrera. Se me acelera el corazón, y cuando levanto la mirada, él está ahí.
Tommie Smith, 50 años después, volvió al lugar donde hizo historia
Por alguna razón ya le contaron de mi humilde paso por el atletismo, y la conversación se da de forma natural. Sin importar la pronunciada diferencia en talento y nivel de competición que haya vivido cada uno, el diálogo es el de dos atletas. En ese momento me nace confesar: “Me palpita el corazón y tengo las manos frías, como si estuviera por correr una carrera”, y me mira con sus ojos profundamente cargados de emoción y sabiduría, y dice: “Delfina, han pasado 50 años, y a mis 74 años de edad, yo también me sigo emocionando y poniendo nervioso cada vez que entro a una pista de atletismo”.
El 6 de junio de 1944, por esas paradojas de la historia, mientras un ejército aliado liderado por Estados Unidos desembarcaba en Normandía para iniciar la reconquista de una Europa controlada por Adolf Hitler, en un pueblo rural de Texas, cerca del límite con Oklahoma, nacía Tommie C., el séptimo de doce hijos de Richard y Dora Smith. Se trataba de una familia humilde, cuyo único medio de subsistencia era el dinero obtenido a partir del trabajo recolectando algodón en el campo de una familia de blancos. A pesar de la falta de recursos, Richard y Dora educaron a su familia en los valores cristianos. Sin importar la pobreza que los acechaba, no perdieron la fe en Dios y, a seis años del nacimiento de quien sería uno de los atletas más icónicos del siglo XX, decidieron mudarse a California en busca de mejores oportunidades.
Desde muy chico, Tommie sabía que contaba con una fuerza interior especial. Ese chico callado, alto, flacucho y de orejas grandes, que solía usar su destreza física para escapar de sus siete hermanas cuando éstas lo agobiaban, no reconocería su velocidad inhumana hasta quinto o sexto grado de la escuela primaria. Poco sabía él que un simple juego de niños no solo le traería gloria olímpica, sino que también lo pondría frente a la lucha más importante de su vida.
Cuando el director de la escuela secundaria descubrió el talento natural de Tommie, lo que siguió fue inevitable. Tommie ganaba cuanta carrera en que se anotara y su velocidad le servía para destacarse en cualquier deporte; así llegó a ser “All American” en básquetbol, fútbol americano y pruebas de pista.
Premiado con una beca a San José State University, Tommie se lució dentro y fuera de la pista. Allí conoció a John Carlos, quien subiría al tercer puesto del podio de los 200 metros llanos en los Juegos Olímpicos de México ’68, junto a quien se uniría al Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos, una asociación civil creada por el sociólogo Harry Edwards que denunciaba la segregación racial en Estados Unidos. Tras graduarse en 1967, Tommie sabía cuál era su misión.
En un año de álgida tensión racial en los Estados Unidos, marcado por el asesinato de Martin Luther King, el Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos inicialmente promovía el boicot a la participación de los atletas afroamericanos en los Juegos Olímpicos de 1968. Una vez determinado que el boicot no se llevaría adelante de forma explícita, Tommie se prepara para, de cualquier manera, dejar su marca y su mensaje en el evento.
Sus inicios en la pista y la desigualdad social
De la infancia a la adultez, Tommie relata los momentos más importantes de su vida.
Tommie Smith aún recuerda cómo alentaba el público desde las gradas del Estadio Olímpico Universitario, hoy atesorado como patrimonio cultural de la humanidad por su emblemática simbología y construcción, a pesar de seguir siendo utilizado para partidos de fútbol por equipos locales. Y que mientras los atletas se preparaban para dar comienzo a la final de los 200 metros llanos, él se sentía más nervioso que de costumbre. Preocupado por el tirón que padece en la pierna, no podía evitar mirar como su compatriota Larry Questad y el australiano Peter Norman entraban en calor.
“Si tan sólo pudiera darme el permiso de hacerlo yo también”, recuerda que era su pensamiento. Procurando evitar la desconcentración, Tommie rememora cómo lo ayudaron las lecciones que aprendió a lo largo de su vida como atleta: “Debo entrar en calor y practicar con mi mente, con la imagen-reflejo de lo que he aprendido intrínsecamente en el camino hasta aquí”. Pero hay algo más que ocupaba un espacio importante en su cabeza. Sin importar el resultado de la carrera, tenía claro que era hora de hacer visible al mundo entero la necesidad de un cambio social. Su lucha en la pista sería personal, pero fuera de la pista lo sería por todas aquellas personas oprimidas.
Llegó el momento del disparo en la largada, ese momento sagrado donde ya nada más importa, y su mente se despejó… Sólo restaba enfrentarse a los siete hombres más rápidos del mundo.
“Di las primeras 15 zancadas y todo entró en perspectiva. Es como si se hubiera encendido una luz verde y pensé ‘ahí vamos’. ¡Había salido ileso de la curva! Entré en la recta final y al levantar la pierna no sentí dolor, me dejé llevar y corrí con todas mis fuerzas. Fue en ese preciso momento que se materializó todo lo que había aprendido... Corrí la carrera más rápida de mi vida”.
Las adversidades que superó para ganar en México '68
El velocista se expresa sobre las dificultades a las que se enfrentó, el día que cambió su vida para siempre.
Como bien establece la dualidad del yin y el yang en el taoísmo, el mejor momento de tu vida puede ser el peor momento de tu vida. Ese 16 de octubre de 1968, Tommie Smith se subió a lo más alto del podio tras ganar la prueba de los 200 metros llanos, batiendo el récord del mundo con una marca de 19.83 segundos. Sin embargo su misión no estaba completa. “Mezclas lo bueno con lo malo y esperas que los ingredientes que pusiste tengan un buen sabor”, recuerda Tommie.
Lo que siguió es historia, y quedó para siempre plasmado en la icónica foto de ese podio. Tommie y John Carlos subieron descalzos con un par de medias negras cada uno, en representación de la pobreza en la América racista. En el pecho, sobre las siglas de EE.UU., lucían un distintivo con el emblema del Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos. Tommie se anudó una bufanda negra al cuello como símbolo del orgullo negro. Todo para recordar la discriminación que sufrían los de su raza en su propio país. Y cuando empezó a sonar el himno estadounidense, ambos inclinaron la cabeza y alzaron un puño, Tommie el derecho en representación del Black Power, John Carlos el izquierdo en símbolo de unidad, ambos enfundados en negro. Juntos formaron un arco de unidad y poder. Solo tenían un par de guantes y lo compartieron.
Para completar la escena, Peter Norman, el australiano blanco y rubio, también subió al podio y recogió su medalla de plata con el símbolo del Proyecto Olímpico pegado en la campera, en símbolo de apoyo a sus compañeros.
En la conferencia de prensa posterior al evento, Tommie enfatizó: “Si gano soy norteamericano, y no afroamericano. Pero si hago algo malo me llaman ‘negro’. Somos negros y estamos orgullosos de serlo. La América negra va a entender lo que hicimos esta noche”.
Sólo se necesitó un par de horas para que las acciones de Tommie y John fueran condenadas por el Comité Olímpico Internacional.
El hecho irritó especialmente a Avery Brundage, presidente del COI, que era estadounidense, multimillonario y blanco y a quien el comportamiento de Smith y Carlos le pareció absolutamente inaceptable. Los expulsó de la delegación estadounidense y de la Villa Olímpica.
En su regreso a Estados Unidos fueron criticados y les fue imposible seguir compitiendo o ser contratados para algún empleo. Los hijos de Carlos fueron insultados y abucheados en la escuela y su primera mujer se suicidó en el año 1977. Para entonces su matrimonio ya se había acabado, pero Carlos sostiene que la muerte de Kim, quien fue la persona encargada de comprar el par de guantes que utilizaron Tommie y John en el podio, se debió al resultado de la constante interferencia del FBI, que lo había puesto bajo vigilancia desde su regreso a los Estados Unidos. Recibieron amenazas de muerte, cartas y llamadas intimidatorias. Tommie logró 11 récords del mundo, pero el único trabajo que encontró fue lavando autos en un estacionamiento, y lo echaron porque su jefe dijo que no quería que nadie trabajara con él.
Tommie pasó a jugar al fútbol americano, como receptor de los Cincinnati Bengals, sin demasiado éxito. En el atletismo era persona no grata. Sin embargo, lentamente las cosas empezaron a cambiar y su valentía fue reconocida.
Décadas más tarde fue rehabilitado por los responsables olímpicos nacionales e internacionales. Hoy, una escultura en la Universidad de San José conmemora su gesto y el de John Carlos en el podio de México'68.
Peter Norman falleció a los 64 años, el 3 de octubre de 2006 de un infarto. Tras los Juegos Olímpicos de México él también pagó por su osadía. Cuatro años más tarde no fue convocado para los Juegos Olímpicos de Múnich, a pesar de lograr hasta trece veces la marca mínima necesaria para los 200 metros y en cinco oportunidades la que se exigía para los 100 metros. Hastiado, decidió abandonar el atletismo.
Encontró ocupaciones temporales en una carnicería y en espectáculos teatrales, pero sin lograr establecerse en ninguna actividad relacionada con su deporte. Tras un accidente, se volvió adicto a los calmantes, tuvo depresiones y cayó en el alcoholismo. Varias veces le propusieron que renegara de su colaboración en la denuncia del Black Power, pero siempre se negó.
Seis años más tarde, el parlamento australiano aprobó una declaración de disculpas con Peter Norman y lo rehabilitó “tardíamente” para la posteridad, reconoció su coraje al lucir el símbolo del Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos y calificó de “error” que no fuera seleccionado para los Juegos de Múnich en 1972.
A 50 años de aquel día ilustre, Tommie reflexiona sentado en un banco al borde de la misma pista que lo vio ganar el oro, “Yo quería que el mundo entendiera algo acerca de Tommie Smith y descubrí que el silencio vale oro. Y también vale oro la gente que comprende por qué ese momento de silencio debió suceder. Ese momento fue un pedido universal de libertad en muchos aspectos, no sólo por la gente de color. Fue un pedido de libertad, por los derechos humanos y por todo lo que cae debajo del paraguas de los derechos de las personas”, concluye y se llama a silencio.
Tommie Smith y el gesto que marcó al mundo
El ex velocista habla sobre todo lo que implicó ser parte del podio más controvertido de la historia.
El Tommie de la actualidad cuenta con más logros de los que conoce el común denominador de la gente. Entró en el Salón de la Fama de California y fue reconocido públicamente como un héroe. Posteriormente fue entrenador en el Oberlin College de Ohio y se licenció en Sociología. Junto a su esposa, Delois Jordan Smith, recorre el mundo contando su experiencia de vida y complementando la labor que hizo en favor de la igualdad.
En Francia fue invitado para inaugurar un espacio polideportivo en Saint-Ouen, al que se puso su nombre. En la Universidad de San José hay una estatua en su honor. Lidera diversas ONG y junto a la marca Puma recorre el mundo promoviendo el cambio social a través de #REFORM.
“Es tiempo de reformar, de reafirmar quien eres en el sistema. Digo esto porque hay una generación de niños venidera que espero no tenga que pasar por lo que yo pasé. No me importa quién escuche esto, sólo espero que se unan a la causa porque es momento de avanzar hacia el futuro. No necesitas ser un gran corredor o jugador de básquetbol… Basta con ser una persona con un corazón solidario”, transmite entusiasmado.
Es sumamente difícil no conmoverse por actos de valentía y coraje, pero más difícil es no emocionarse al ver a un hombre recordar en carne viva el momento que marcó su vida irrevocablemente. En medio de la pista y para los medios presentes, Tommie se sube al podio una y otra vez, levantando su puño en alto con la cabeza hacia abajo y los ojos cerrados, recreando ese momento, como si por arte de magia el repetirlo pudiera multiplicar ese llanto interior que ruega libertad e igualdad.
El puño está más firme que nunca, pero detrás del aparente semblante de satisfacción por todo lo acometido, hay un velo de tristeza que temo es irreparable. Y como quien quiere acompañar a alguien que sufre en un momento de dolor, me nace preguntarle qué cambiaría de su historia si tuviera el poder de hacerlo: “Dijiste algo que nadie mencionó antes, ‘si yo tuviera el poder’, y no tengo ese poder. Estoy contento con lo que sucedió porque tenía que pasar. Y sí, me han lastimado mucho y estoy lastimado aún, pero sigo tratando de motivar a las personas a unirse al cambio. Sonríe, sé una identidad de vida y no de muerte. La muerte nos va a llegar a todos, pero mientras estemos aquí, ¿por qué no ayudar al prójimo a respirar mejor?”.
Tommie Smith: "Es tiempo de reformar, de reafirmar los sentimientos"
El texano habla de los desafíos que quedarán para generaciones venideras e incentiva al mundo a sumarse al cambio.
Volvemos caminando hacia la arcada de la entrada, y como dos desconocidos que probablemente no se vuelvan a ver pero conectaron en un único momento mágico, me atrevo a decir que los nervios que ambos sentíamos al entrar al estadio se disiparon. Y me animo a hacerle una última pregunta: ¿cómo le gustaría ser recordado?
Piensa apenas un segundo y contesta: “Sabes, cuando la gente se me acerca y me dice ‘Wow Tommie, eres un gran corredor’, yo sólo contesto: ‘Simplemente soy un viejo recolector de algodón de Texas que trata de hacer lo mejor que puede’. Así que recuérdenme como alguien que dio su vida por la humanidad. Punto y aparte”.
Delfina Moyano fue atleta amateur, destacándose como velocista. Tras estudiar Periodismo, su interés por los deportes la llevó a ESPN, donde se desempeña como editora de ESPN.com en Sudamérica y como comentarista de X Games para Latinoamérica y la audiencia hispanoparlante de los Estados Unidos.
Nicolás Biagioni estuvo a cargo de la producción y edición del video que forma parte de esta nota.
La charla con Tommie Smith fue posible gracias a PUMA, la marca que lo patrocina y que facilitó la realización de la entrevista en el Estadio Olímpico Universitario de la Ciudad de México.