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'Nos ponemos las pilas': Para Jean Maggi, subir al Himalaya fue un sueño y no un imposible

Jean Maggi y el Himalaya. Un logro que representa que perseguir sueños no le da sentido a la vida JeanMaggi.com

Si algo trajo esta pandemia que afecta a la humanidad desde hace meses, es la necesidad de reinventarse día a día. Sin embargo, hay personas que han nacido con la condición de la reinvención permanente. Jean Maggi es una de ellas, y gran parte de su historia quedó registrada no solo en el documental 'El límite infinito', sino también en la última entrega del podcast 'Nos Ponemos las Pilas'.

Nacido hace 58 años en Córdoba, Argentina, lleva apenas 8 pudiéndo pararse por sus propios medios. La poliiomielitis lo afectó desde niño obligándolo a convivir con una discapacidad que, curiosamente, no le impidió desarrollar sus sueños ni ponerle límites a su actividad. Pero para que ello sucediera, tomó mucho tiempo, esfuerzo y dedicación.

A sus 37 años, tras sufrir un infarto, comenzó su epopeya como deportista de alto rendimiento. Y la lista de logros es variada y abultada: la Maratón de New York, participar de un medio Ironman, practicar esquí, equitación, jugar golf, cruzar la Cordillera de Los Andes a caballo y subir al Himalaya en una bicicleta de manos, acaso su proeza más grande, figuran en sus registros. Lo que para muchos hubiera sido una locura, para Jean Maggi fue solamente cumplir con la decisión de perseguir sueños.

"Hay varias cosas imposibles en la vida", le confieza a su interlocutor Fernando Palomo, "pero a medida que la vida transcurre y uno toma confianza en si mismo, esos imposibles se van corriendo. Igualmente no es allí donde radica lo importante en la vida. Yo creo que lo importante en la vida es intentar todo lo que tenemos ganas de soñar. Probablemente haya cosas que no las logremos pero cuando uno intenta perseguir un sueño y hace los deberes para conseguirlo, si no se logra es anecdótico. Es parte de la vida caerse y levantarse. Para mí sería imposible no intentar algo".

Reconoce que la vida lo golpeó y que le tomó 37 años asumirlo. "Fue duro mientras no acepté que me había golpeado. Quien se cree que pasa por la vida sin problemas, le vendieron el manual equivocado. El hecho de no haberlo aceptado a tiempo, me llevó a sufrir un infarto que me terminó salvando la vida. En una ambulancia sentí que estaba perdiendo a mis hijos, mi esposa, el trabajo, mis amigos... y allí empecé con la reconstrucción. Después, la vida misma me llevó al Himalaya".

La charla fluye por distintos matices y detenerse en cada uno de ellos provoca asombro y admiración. "Yo empiezo a hacer deportes de alto rendimiento a los 40 años", explica Maggi. "Esa es la edad en la que los deportistas se convierten en periodistas o entrenadores o se retiran. Empecé corriendo la Maratón de New York y pude cruzar la meta en el Central Park. Y eso que parecía una locura, después se transformó en parte de mi entrenamiento diario para cruzar la meta del medio ironman de 70.3 km en 7 horas y 45 minutos. Tuve que nadar 2 km en el mar, andar 90 km en bicicleta de mano y correr 21 km en una silla de atletismo. Y ese logro se transformó en parte de mi entrenamiento diario durante 109 días para poder llegar al punto más alto del planeta".

Al hecho de tener que aceptar su condición de no poder caminar pero tener que valerse por si mismo lo define como "un cóctel explosivo. Por entonces había que desarrollarse en el círculo íntimo de su familia, porque una persona con discapacidad era sinónimo de pobrecito. Pero lo peor de todo eso fue que tantas veces me dijeron pobrecito que me lo terminé creyendo. Y vino la etapa de no aceptación de mi realidad y de no pelear por mis derechos porque no tenía amor propio. Creía que como había tenido poliomielitis nada más podía pasarme porque pensaba que la vida ya me había castigado lo suficiente".

"Haber llegado al punto más alto del mundo con una bicicleta", reflexiona Jean Maggi, "tiene mucho que ver con el mensaje de aquellas epocas cuando mis padres, con buen criterio, me obligaban a hacer cosas. Hoy puedo entender o perdonar si en algún momento los juzgué o pensé que ellos tenían la culpa. No guardo ningún rencor, aunque si debo decir que en algún momento creí que la situación era injusta. Hoy creo que fue lo mejor que me pudieron enseñar".

Describir lo que fue llegar a cumplir el sueño de subir el Himalaya, lo lleva a recordar como fue esa experiencia, que dista mucho de haber sido un paseo por el parque. "Siempre pensé que era posible haciendo todo lo que había que hacer. Y lo subestimé pensando que sería una cosa y cuando llegué me di cuenta de que era 100 veces peor".

Fue una experiencia única e irrepetible. Las 11 jornadas en las que estuve pedaleando 480 kilómetros hasta llegar a los 5600metros de altura, la pasé mal todos los días. Cada jornada era de 12 horas. Me subía a la bicicleta y me preguntaba que estaba haciendo en ese lugar". Pero el amor propio y la decisión de conretar el sueño derrotaron a las dificultades.

El presente encuentra a Jean Maggi pensando que lo que alcanzó es apenas un logro personal y que por eso se esfuerza en dejar huellas ayudando a quienes les ha tocado padecer un problema similar al suyo, a perseguir sueños. Lo hace a travéz de su fundación repartiendo bicicletas como las que usó para llegar al Himalaya.

Pero sus planes no se detienen y el cierre de la conversación define perfectamente de lo que está hecho. "Ojalá pueda hacer deportes hasta el último día de mi vida. Espero estar siempre ligado al deporte y que surjan un montón de sueños más a perseguir, porque si subir al Himalaya fuera lo último importante que hubiera hecho, mi vida se hubiese acabado en el 2015. Todavía tengo muchas ganas de seguir persiguiendo sueños".


Escucha 'Nos Ponemos las Pilas' - Jean Maggi, su vida, el Himalaya y sus sueños