LOS ÁNGELES -- El hombre de las jornadas perturbadoramente suicidas, perturbó a los cuatro presuntos homicidas. Dicen que los héroes hablan antes con los dioses para exorcizar a sus demonios. Éste, primero habló con los demonios para invocar a sus dioses.

Tal vez, sólo tal vez, eso hizo o eso pretendió hacer Nahuel Guzmán, el encantador de serpientes, el hipnotizador de susurros, de murmullos, que condenó a sus presuntos verdugos a accidentales suicidas y víctimas.

En la cultura mapuche, la etimología mística araucana explica que el nombre de Nahuel, significa El Tigre. ¿Una mejor analogía? ¿Designio del arcano de los araucanos? El Tigre caudillo de los Tigres de la Quinta Estrella.

Nahuel lo había hecho antes con Oribe Peralta. Le cambió el nombre condenado en su sentencia de muerte. El cazador de El Tigre terminó cazado.

Y lo hizo de nuevo este domingo, en plena Navidad. Los villancicos se esfumaron prófugos ante el truhan de la palabra. Parlanchín envenenado.

Y el arquero de la trencita del ocultismo y la cábala, reincidió. Se acercó a William, a Romero y a Güemez. Una sonrisa larga y ladina. Y con los guantes ostentosos como abanico ocultando la ignominia de su discurso. Hasta Mata Hari tenía más recato. Lucrecia Borgia vendía ilusiones lúdicas, antes de besarles con cicuta.

Con el perpetrador de atracos, vestido de la impunidad criminal de árbitro, Isaac Rojas, como testigo y cómplice, Nahuel Guzmán fue más eficiente que John Milton con Gignac. Sedujo con el improperio de su lenguaje clandestino a los tres americanistas. A los tres fusileros, los convenció de pegarse un tiro en el pie.

Claro, Nahuel debió hacer más, mucho más, que cuchichearles farsas y fantasías al oído a los tiradores americanistas. Más que musitarles, en medio del orfeón y de la consternación decibélica del Volcán con la lava musical del delirio, el arquero debió ser arquero. El Tigre debió ser el más tigre.

El heroísmo requiere más que empalagar con palabras, requiere de la cirugía brutal de los hechos. Y Nahuel, tras el acto de prestidigitación de su evangelio profano, tras engatusar a los que habitualmente deben ser infalibles cazadores de las presas amarradas en las porterías, fue, además, la mejor versión de sí mismo.

Y El Tigre araucano atajó a los tres. Abajo a su derecha, arriba por el centro y a media altura a la izquierda, con esa puntualidad del más perfecto metrónomo de un pianista, dominando los 180 grados de su presunta vulnerabilidad.

El Patón se convirtió en los cinco picos de la quinta estrella en el uniforme de Tigres. Cierto: Gignac, Juninho y Pizarro debieron palar la tierra sobre las tumbas que excavó su arquero. El heroísmo, está dicho, es tarea de uno, pero labor de varios.

Nahuel recompensó de las jornadas de agruras y cólicos a los aficionados de Tigres. Desde 2014, el argentino ha recopilado un catálogo de formas estrambóticamente absurdas de castigar a su equipo, desde goles en contra, pasando por expulsiones bobaliconas, hasta soponcios que pasan salivando de angustia sus tres palos.

Pero, este domingo, El Patón se absolvió a sí mismo de todos sus pecados. En el altar de los campeones las indulgencias y las redenciones enjuagan y enjugan todos las transgresiones y pecados de todos... hasta los de Nahuel.

Sólo él sabe cómo lo hizo. Sólo El Tigre de los mapuches sabe cómo embaucó a tres jugadores consignados y asignados para fusilarlo desde el epicentro circular y blanco de las tragedias y los dramas.

Él guardará el secreto. Sus víctimas, por pudor, decoro y vergüenza innoble, también serán tumbas selladas de su propia debilidad.

Sin imaginarlo siquiera, aquel febrero de 1986, cuando Jorge Guzmán y Patricia Palomeque eligieron el nombre de Nahuel, nunca imaginaron que en los recónditos simbolismos del mapuche y el araucano, estarían ungiendo el destino de El Tigre de la Quinta Estrella de los Tigres.

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LOS ÁNGELES -- Tigres cumple con su obligación. Y América fracasa y no cumple sus promesas ni sus necesidades.

Tigres Campeón. Desde el manchón de los veredictos fatalistas. Y Nahuel Guzmán como héroe: atajó los tres disparos de las anémicas y bulímicas Águilas.

Y sí, el América de Ricardo La Volpe sigue invicto en México, pero con las manos vacías. La virginidad sigue a salvo, pero ha hecho jirones el vestido de novia.

El Centenario es un monumento al fracaso, un mausoleo al holocausto de la soberbia y la pedantería. América se hinchó de promesas y se atragantó con ellas. Decepción y frustración es el estigma de este americanismo.

100 años y "El Más Grande" se queda en el séquito de los enanos. Después del Campeón, ya se sabe, los otros 17 son perdedores.

Tigres se salió de la tumba. Abajo en el marcador y con un hombre menos, estaba sentenciado al cadalso, especialmente porque enfrentaba al más brillante embajador moderno del lapuentismo.

Un arbitraje que apesta, que hiede a sospecha, a torpeza, a pánico, a infamia, fue acuchillando el partido. Isaac ("Aquel que hará reír", es su dignificado) Rojas fue el bufón patético y tétrico de la noche. Todo comenzó desde su mezquindad hormonal, al no expulsar a Arroyo.

Y después, el achichincle de Decio de María, estercoló la Final de vileza y deshonor, a la altura, sin embargo, del nivel y de los valores misérrimos de la FMF, su presidente y su alcahueta Comisión de Arbitraje.

Tras el gol de Álvarez, entre la sonámbula zaga de Tigres, debió aparecer Dueñas para conseguir el empate con el drama provocando combustión en la cancha, hasta una zacapela, en la que de nuevo Rojas y sus auxiliares demostraron su castración mental, moral, física y hormonal.

Ayer, Isaac Rojas, como antes Paul Enrique Delgadillo, y como seguramente lo habría hecho el lesionadito Roberto García Orozco, ratificó que está lleno de eunucos morales y honorables el arbitraje mexicano.

Una Final con un trámite con sus primeros 90 minutos cargado de intensidad, pero con el terror táctico apoderándose de las trincheras. Dos equipos que su último tercio lo ocupaban, de inicio, hasta con diez hombres.

Primeros 90 minutos de pánico, de pavor defensivo, en una descripción perfecto de la desesperación de náufragos, pero en tierra firme. Ahogados y sin meterse al agua.

América se había escurrido vivo en la cacería. Disparos a los postes, atajadas de Moisés Muñoz, histerias arbitrales, y esa confrontación tácita de buscar provocar errores, antes que generar aciertos.

Si el término justicia cabe, Tigres recibe lo merecido, aunque sin merecimientos de la grandeza acorde a su plantel, a las ventajas con que llegaba a la Final, pero, al menos, cumple una misión, algo que ni en la manifestación suprema del cinismo, podrían hacer los Ricardos, Peláez y LaVolpe.

Nahuel hecho figura; Oribe Peralta, el villano; Sambueza confirmándose como la gran mentira de los dos últimos años con América, mientras Gignac desapareció, nuevamente, en la crucial cita de una Final.

Y por supuesto, si la vileza del trabajo de Isaac Rojas se lleva la noche, el toque fúnebre, sucio, canallesco, enmarca la salida de jugadores del América, en especial de Moisés Muñoz, vendido como esclavo a Chiapas, y con él salen Oswaldo Martínez, Ventura Alvarado, Michael Arroyo, Hugo González... y contando.

Tuca Ferretti entrega su tercer título, que estuvo a punto de escapársele, por ese estilo atemorizado con que juega y contagia, pero al menos cumple con el protagonismo de la inversión que hay detrás del equipo. Para festejar, pero sin blasones de orgullo.

¿Ricardo La Volpe? Dice que sigue, eso dice Ricardo Peláez, pero ¿alguien le asegura a Peláez que seguirá después de la mayor burla de la que ha sido víctima el americanismo en este año, el año en que se prometieron las grandes glorias y las bacanales de conquistas y festejo?

Hoy, Peláez, el maestro de ceremonias de todos los carnavales anunciados y abortados, puede ser el capellán de su propio sepelio, el clérigo de su propio entierro.

Peláez lo sabe: en el Salón Oval de Televisa sólo hay un inamovible, aunque, seguramente, tampoco es imprescindible.

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LOS ÁNGELES -- Tigres salió con vida, pero bajo amenaza de muerte. 1-1 ante el América, en el Estadio Azteca, pero con un daño sin cuantificarse aún: André Pierre Gignac, en el temido cilindro de las tomografías axiales computarizadas.

Mientras no emitía su primer graznido el siempre sospechoso árbitro Paul Enrique Delgadillo, Tigres estaba investido de campeón. Era favorito absoluto. 90 minutos después, los escalofríos se mudaron de la Ciudad de México a Monterrey. Hoy América, equilibra pronósticos.

El empate escoltaría, en condiciones normales, en el paseíllo de campeón a los Tigres, pero hay un gesto de damnificado en el séquito felino: Gignac está en duda y, en manos, ya no del hipnoterapeuta John Milton, sino de especialistas médicos, que tratarán de poner en pie y sin riesgos a Gignac, quien pernoctaría en el hospital tras el golpe con el hombro que le asestó Valdez en la espalda.

Sí, el paraguayo fue el villano de la doble heroicidad de la noche para Tigres: hace el gol del empate y le despunta la lanza al ataque felino al enviar al francés al hospital y a la sala de terapia de las angustias.

El juego no se alejó mucho de lo previsto. Poco espectáculo, poco atrevimiento, poca osadía, muchos roces, un arbitraje oscuro, torvo, a lo Delgadillo, con un penalti obsequiado a la teatralidad torpe de Oribe Peralta, quien al final lo estrella en el larguero.

Y tras un esplendoroso y espléndido gol de Gignac, torpeza en la marca de Tigres permite un remate con el cogote encogido de Aguilar y el roce letal de Valdez. Un gol que el francés festejó en homenaje a JC Chávez, y un empate que debió soltarles los ácidos gástricos de la rabia a 'Tuca' Ferretti.

Al final, los lloriqueos de La Volpe por el desgaste del viaje a Japón, quedaron caducos, porque fue evidente que la pausa de espera, la antesala aburrida, en la que se metió Tigres, terminó por afectarlo más.

Encima, alguien podría preguntarle a Tuca Ferretti qué esperaba de Zelarayán, que terminó agotado, sin aportar al ataque y sin auxiliar en defensa con inteligencia. Tigres jugó con diez mientras estuvo en la cancha. Y en el regate de balones, Guido Pizarro tuvo su mejor versión a lo Gerardo Torrado: quitaba algunas y las entregaba mal todas.

Y ya que se trata de que alguien le cuchichee a Ferretti, ¿habrá notado que la mayoría de los despejes de Nahuel Guzmán eran anticipados y recuperados por el América? Cada despeje era un balón dividido o perdido. Y no es culpa sólo del arquero, sino de la irresponsabilidad de los posibles destinatarios.

América, entonces, ha volteado los momios. Cierto: debe meterse al Volcán, donde los Tigres imponen su ley, pero después de la exhibición viril, comprometida, no para atacar ni encandilar a las masas, sino para protegerse y asfixiar al adversario, las Águilas hoy tienen 72 horas de calma.

Y claro, la afición lo agradece. El Centenario aún aviva una tenue flama de esperanza para que no termine como un fiasco.

Si América le restringió manejo de pelota, circuitos y relevos a Tigres, y le anuló a las supuestas bayonetas caladas de Aquino y Damm, seguramente forzará aún más los cerrojos en los callejones en el Juego de Vuelta el domingo.

En 90 minutos, el Nido, tuvo la mejor terapia a la secuela atormentadora y tormentosa del fracaso en Japón. En 90 minutos, la historia se trastocó: llega en igualdad de condiciones al juego de Vuelta, pero además encenderá veladoras solidariamente para que Gignac se recupere totalmente, pero, de preferencia que se mantenga con el collarín hasta el lunes por la mañana.

¿Podrá combatir solo el 'Tuca' Ferretti la evidente #GignacDependencia de su equipo? ¿O buscará una terapia grupal con John Milton? Hoy, debe entenderlo, el marcador está 1-1, perdiendo Tigres.

Sería absurdo incluso preguntar qué pesa más: jugar de local o Gignac en la cancha. Ferretti tiene un acertijo en sus manos.

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LOS ÁNGELES -- América es la víctima propiciatoria. Las circunstancias lo condenan. La cimitarra babea ansiosa de cortarle el cogote al ave en desgracia. Los Tigres salivan por los pellejos del mártir.

Atosigado El Nido. Fatiga mental y física; resaca por el fracaso en el Mundial de Clubes; jugadores desechados precipitadamente, y el acecho histórico de consumar un calamitoso, frustrado y frustrante Centenario. Bajo pena de muerte.

Pero, ¿es América capaz de una hazaña? ¿Están las Águilas capacitadas para rebelarse desde el patíbulo a punto para la sentencia?

Dejemos la respuesta al español Calderón de la Barca: "Vencerse a sí mismo es tan grande hazaña, que sólo el que es grande puede atreverse a ejecutarla".

Entonces, América puede, si quiere, porque, sin duda, debe. Futbolistas capaces tiene. En condiciones de tutearse, de desafiarse, de confrontarse, con los de Tigres.

La hazaña de sobreponerse al dictamen popular, e incluso al deseo popular de la humillación del "Ódiame Más", está en manos del mismo América.

Mexsport

El americanismo no ha olvidado, no puede hacerlo, dos gestas recientes de su equipo en Liguilla. Y bajo el mando de Nacho Ambriz, lo que lo colocaba aún más cerca del sarcófago del fracaso.

¿Alguien olvida cómo el América llegó condenado al juego de vuelta ante UNAM? ¿Y alguien no recuerda la forma tan espeluznantemente dramática en la que estuvo a punto de domesticar a Pumas y ponerlo a ronronear fúnebremente?

¿O alguien olvida cómo, condenado también, se soliviantó, se sublimó, se sublevó ante el Monterrey, que exasperado consiguió sobrevivir gracias a aquel dudoso penal marcado a Samudio, convertido por Cardona?

En dos Liguillas, con Ambriz, América demostró que tiene savia rebelde para atreverse a las proezas, a heroicidades factibles sólo en el futbol.

"Vencerse a sí mismo", dice Calderón de la Barca, como condición para una hazaña. ¿Querrán? ¿Podrán? Citemos ejemplos.

1.- Vencerse a sí mismo... como Paolo Goltz, quien se ha hecho expulsar en las tres más recientes eliminaciones del América en Liguilla. El argentino hasta hace ya sospechoso ese afán por arruinar las rebeliones de sus compañeros.

¿Y si Goltz juega menos al carnicero y al bravucón, y si deja de traicionar a sus compañeros y se dedica, entre sus limitaciones de Cromañón, a sólo jugar al futbol?

2.- Vencerse a sí mismo... como Rubens Sambueza, quien lleva un año echado a dormir en el diván de la burguesía, y sus más recientes exabruptos fueron hacerse expulsar ante Pumas en el Juego de Ida de hace un año, y el bochorno con Darwin Quintero en el Mundial de Clubes de 2015.

Y si Sambueza se olvida del lío de faldas que tuvo con Paul Enrique Delgadillo, y se dedica a desarrollar su talento, olvidándose de rencillas machistas y hormonales con el silbante, que es el juez del Juego de Ida.

3.- Vencerse a sí mismo... y si Carlos Darwin Quintero salda de una buena vez todas las cuentas pendientes con las Águilas. La vida le dio una segunda oportunidad para mostrar el derroche de virtudes con el que le bendijo.

El colombiano escapó de un peligro mortal, y está de nuevo jugando al futbol... ¿necesita más alicientes para volver a ser aquel magnífico futbolista de Santos?

4.- Vencerse a sí mismo... Y se pueden seguir colocando jugadores. Desde un camorrista natural con aire de matasiete como Pablo Aguilar, hasta un narcisista del balón como Michael Arroyo, quien ha consumado, cuando se lo propone, ser un vivo ejemplo del arrepentimiento.

5.- Vencerse a sí mismo... como ya lo hizo William da Silva, quien ha narrado a varios medios sus dos dramáticas muertes, para regresar a la vida para ser jugador de futbol, con demostraciones puntuales en los últimos meses.

Visto así, y con los ejemplos, inconclusos cierto, pero referentes sin duda, de las eliminaciones ante Pumas y Monterrey, América se encuentra puntualmente apto para vencer a Tigres.

Está en ellos. Dentro de ellos. A la vista de ellos. No en los árbitros, ni en el adversario, ni en la tribuna, sólo en ellos.

Porque, insisto, es irrefutable la reflexión del español Calderón de la Barca: "Vencerse a sí mismo es tan grande hazaña, que sólo el que es grande puede atreverse a ejecutarla".

¿Querrán vencerse a sí mismos Goltz, Sambueza, Quintero, Aguilar, Samudio, William, Oswaldito? América y su enigma: "vencerse a sí mismo".

¿Querrán acaso? Porque, poder, pueden; porque, deber, deben.

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Al finalizar la participación del América en el Mundial de Clubes, los reflectores volvieron al fútbol mexicano. Tigres esperó 19 días para disputar la final del Apertura 2016, que se alargó hasta el 25 de diciembre, una Navidad que por primera vez atestiguará un juego por el título de la Liga MX.

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La espera valió la pena. Ambos son de los más ganadores, América con 12 títulos y Tigres con cuatro. Dos técnicos experimentados manejan a estos equipos que se verán las caras por quinta vez en una final (América ganó las últimas tres).

FINALISTAS LÍNEA POR LÍNEA

Portería

Si esta fuera la última vez que Moisés Muñoz vistiera los colores del América, dejaría el arco tras su peor torneo con las Águilas, estadísticamente hablando.

Sus dos partidos sin recibir anotación del rival, 22 goles recibidos y porcentaje de atajadas del 65.1 por ciento fueron sus cifras más bajas en temporada regular con América (10 torneos).

Aunque el porcentaje de atajadas del 84.6 por ciento en esta Liguilla es su segundo más alto, solo superado por el 92.6 por ciento del Apertura 2014, cuando fue campeón.

Nahuel Guzmán ha visto su mejor temporada con Tigres. Sus nueve partidos sin recibir gol fueron la mayor cantidad en el Apertura durante el torneo regular.

Su porcentaje de atajadas fue 78.6 por ciento, solo detrás de Federico Vilar (78.7 por ciento) entre arqueros con más de tres juegos disputados.

Sus 55 atajadas fueron 10 más que en cualquier otro torneo con Tigres. En la Liguilla ha dejado su arco en cero nueve veces en 20 juegos (45 por ciento).

Defensa

Los equipos de Ricardo Ferretti suelen ser fuertes a la defensiva. Solamente en tres ocasiones un equipo del 'Tuca' permitió menos goles que los 13 que admitió durante el Apertura 2016, eso ocurrió en el Clausura 2011, Bicentenario 2010 e Invierno 2001.

Eso ha continuado en la Liguilla, siendo la cuarta mejor defensa. Tigres también es el equipo que menos pases completos permite del rival en su propio campo, con un 61.4 por ciento.

Con la llegada de Ricardo La Volpe, América mejoró su cuadro bajo. Solo Chivas permitió menos goles que las Águilas con el 'Bigotón' al mando con ocho. Otra cosa que América hace bien es defender balones aéreos. Sus defensores han ganado el 60.9 por ciento de duelos disputados por arriba; ningún club superó el 60 por ciento.

Mediocampo

El orden y toque de balón distinguen a ambos clubes. Los felinos tuvieron tres de los cuatro jugadores que más pases completaron en temporada regular: Juninho con 883, Hugo Ayala con 824 y Guido Pizarro con 821.

Rubens Sambueza con 629, Pablo Aguilar con 587 y Osvaldo Martínez con 624, fueron los únicos del América que superaron 500 pases completos. Seis jugadores lo hicieron por Tigres.

Cuatro jugadores tienen múltiples asistencias en esta Liguilla, dos pertenecen a Tigres, ellos son Ismael Sosa y Jürgen Damm.

A pesar de que el mediocampo contribuyó solo para 14 por ciento de los goles del América en temporada regular, los tres goles de William da Silva han sido el 60 por ciento de la ofensiva del club en esta Liguilla.

William también lidera al equipo en remates con ocho.

Carlos Darwin Quintero tiene 14 oportunidades creadas de gol en esta Liguilla, dos más que cualquier otro jugador. Mientras Tigres domina el esférico, América genera y es eficiente.

Ataque

André-Pierre Gignac ha encontrado su ritmo con Tigres en la liguilla.

Los cinco tantos del francés en esta liguilla no solo le ayudaron a romper su sequía goleadora más larga en México (nueve partidos), sino que superó a Walter Mantegazza como el goleador histórico del club en liguillas.

Oribe Peralta es el referente de gol para el América. Solamente tres jugadores tienen más goles en Liga MX desde que el 'Cepillo' llegó al nido de Coapa en el Apertura 2014 (38 goles). Sus 20 tantos en liguilla lo colocan en séptimo lugar histórico, empatado con Benjamín Galindo y Luis García.

Los Tigres ya han marcado más goles (10) en esta Liguilla que en cualquier otra durante torneos cortos. Su efectividad de remates al arco de 62.5 por ciento esta liguilla también es su más alto en las últimas siete apariciones en esta fase final.

En ninguna de esas anteriores liguillas, los universitarios registraron un registro mayor al 38 por ciento. Aunque el de América no es tan alto (31.3 por ciento), solo en dos de las últimas nueve liguillas ha tenido un porcentaje mejor.

Técnicos

Ricardo Ferretti se encuentra en su tercer ciclo con los felinos mientras que Ricardo La Volpe está en su segunda etapa con las Águilas.

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A pesar de iniciar su carrera ocho años después que La Volpe, Ferretti ostenta tres títulos y seis finales más dirigidas que él. Esta es la primera vez que se enfrentan en una final de liga.

El partido de vuelta será el partido mil dirigido del 'Tuca' en Liga MX y lo puede culminar con su quinto título de liga, y así estaría empatando como el tercer entrenador más ganador en la historia.

El paso de La Volpe por México ha sido basto, pero su único campeonato de liga con Atlante fue en la campaña 1992-93. En caso de ganar, ese lapso de 23 años y medio, sería el más grande entre campeonatos por un técnico en Liga MX en la historia.

Al momento la única derrota en esta era de La Volpe con América fue contra Real Madrid, club que atraviesa la racha invicta más larga en su historia (37 juegos).

La Volpe ahora tiene como misión rescatar un título en el Centenario del América. De hacerlo, sería el quinto técnico consecutivo del América con un campeonato en cualquier competencia (Ignacio Ambriz, Gustavo Matosas, Antonio Mohamed y Miguel Herrera).

Alex Peña es parte del equipo de Estadísticas e Información de ESPN, síguelo @alejandropena

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LOS ÁNGELES -- Con todo a favor, Ricardo Ferretti ni se siente favorito ni se siente favorecido. Para el 'Tuca', Tigres aún tiene una labor titánica por delante para cocinar a las Águilas.

El discurso de Ferretti hacia sus huestes es más válido y valioso que valeroso. Ya le ha pasado: el muerto se le sale del ataúd y lo entierra vivo.

1. América llega a la Final del Apertura 2016 hecho una piltrafa. Guiñapos de jugadores constipados de fracaso y frustración en el Mundial de Clubes. Hasta su sombra de fe renunció a ellos.

2. Y otros que ya saben que han sido desahuciados por su club: Moisés Muñoz, Ventura Alvarado, Oswaldo Martínez, Michael Arroyo. Y contando. Les preocupa más su futuro, con otra camiseta, que su presente con esta.

Han sido exhibidos como desechos tóxicos para una institución a la que han sido leales. ¿Cómo puede pedir el club que mueran por él, si el club los aniquiló primero? La lealtad es una autopista de dos sentidos, y no un callejón sin salida.

3. El Inde-Centenario del América es hoy un lastre, una lápida, una sobrecarga para los 180 minutos de la Final. El contingente elegido para escribir un año glorioso en los 100 años del Nido, está más cerca del patíbulo que de la gloria. Ora pro nobis, ora pro eis.

Una lápida sobre la lápida implícita que representa jugar en el América. Ninguno tiene la bravura estoica de El Pipila. ¿Rescatar el homenaje a los 100 años en 90 minutos, tras 359 días de desfachatez y cinismo? ¿Qué afición puede perdonar semejante traición?

4. Y la voraz Espada de Damócles que se mece siniestra sobre los cogotes expuestos de Ricardo La Volpe y Ricardo Peláez, manejada a control remoto desde el suntuosamente perfumado Salón Oval de Televisa, con un pulgar inquieto, nervioso, desesperado, inquisidor e intolerante.

Los métodos de ambos, de Peláez y La Volpe, están a juicio en Navidad y ya se les apaga la Estrella de Belén. Puede ser el último villancico en Coapa. El tiki-tiki tiene descripción de epitafio.

5. Y claro, agreguemos el agobiante traqueteo de los vuelos, pues Emilio Azcárraga Jean, quien pensaba premiarlos con un jet para transportarlos de regreso a México si tenían un digno Mundial de Clubes, ante su misérrima actuación, los trepó a un vuelo comercial, con seis horas de escala en Houston. Más horas de vuelo y aeropuertos, que de reposo y cancha.

6. Y este América que juega más a lo que tanto repudiaba su entrenador. Hoy, Ricardo La Volpe es el supremo exponente de ese Lapuentismo que tanto criticaba. Hoy, La Volpe juega más a lo Nacho Ambriz o a lo 'Turco' Mohamed que a esa cátedra lavolpista que tanta fantasía de oropel le etiquetó

Y así, y aún así, Ferretti no se siente favorito ni favorecido. Ni cree que el título se lo entreguen las circunstancias en bandeja de plata, para almorzarse a su víctima plácidamente después de meter al platillo a un recalentado rápido en el microondas.

Cierto que Tigres pudo perder una pizca de ritmo competitivo, pero América llega abrumado por un declive anímico, un desgaste físico, y una crisis futbolística. Si las Águilas iban a Japón por una revaluación, terminaron devaluados en todo sentido.

Ferretti dispondrá de su mejor plantel. Todos están sanos, ansiosos y hasta recibieron el arrullo extra del hipnoterapeuta John Milton, quien hace una semana se encerró con ellos para tratar de espantarles sus demonios del subconsciente, como lo ha hecho eficientemente con André Pierre Gignac.

La cautela, las precauciones, la prudencia, suelen ser un don, aunque en este caso, la postura de Ricardo Ferretti parece perfectamente definida por el italiano Arturo Graf: "Hay algunos obsesos de prudencia, que a fuerza de querer evitar todos los pequeños errores, hacen de su vida entera un solo error".

¿Intimidan, inhiben más al 'Tuca' los vestigios, los residuos de su rival en la Final, o es, acaso, el temor a su incapacidad para manejar, correctamente, las circunstancias tan favorables que le rodean?

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LOS ÁNGELES -- Estas ruinas que ves. Título de la novela de Jorge Ibargüengoitia perfectamente aplicable, en este momento, a las Águilas del América.

Ruinas. Morales, futbolísticas, deportivas, físicas, competitivas. Ruinas. El cuarto lugar en el Mundial de Clubes es un mezquino paliativo sólo para espíritus pusilánimes de algunos fanáticos.

No se trata de resultados, se trata de futbol. Y de las actitudes y las aptitudes para jugar al futbol. La derrota no la dignifica un marcador o un resultado, sino la gallardía, el garbo honorable en el combate.

¿Acaso el americanismo se consuela, se reconforta, se soba frenéticamente de resignación al ver que los 11 japoneses del Kashima fueron más honorables en la batalla ante el Real Madrid que los nueve extranjeros que terminó utilizando el América?

No, el americanismo debe estar indignado. Sus ídolos, sí, esos, sus ídolos, desertaron hormonal y neuronalmente ante el Real Madrid primero y ante el Nacional después.

Ruinas, sólo eso regresa del peregrinaje calamitoso por Japón. Ruinas, insisto, desde los 360 ángulos de ese círculo vicioso y enviciado de una excursión fatídica, a menos claro, que haya -- y seguro lo hay -- quien beba a sorbos el jarabe conformista, pobretón, miserable, del triunfo sobre el Jeonbouk

Por eso, el retorno de las Águilas a El Nido, tiene la cadencia de la eutanasia del tango: "Volver, con la frente marchita...".

La colosal tarea, la herculina encomienda es rescatar entre esos escombros, entre esos despojos, un equipo capaz de jugar la Final ante Tigres.

MexsportRicardo La Volpe y Ricardo Peláez deberán comenzar los trabajos de rescate entre los vestigios.

La misión queda en mano de los Ricardos, La Volpe y Peláez. En su nombre llevan la facultad para tener éxito: Ricardo significa "rey con mucho poder". Veremos el músculo sabio de su oratoria, que suele ser poderoso ante los medios.

Con Tigres descansado, vigilante, más allá del berrinche consuetudinario del Tuca Ferretti por la inactividad, América, por su parte, llega con más equipaje que la prolífica y feliz fayuca tras la incursión feroz de sus jugadores en las tiendas exclusivas de Shibuya y Daikanyama.

Las Águilas llegan con lastres de gran tonelaje. Su casi día completo, en horas, de regreso a casa, debió convertir el avión en un tormentoso y atormentado claustro, a sabiendas que el fracaso es el único legado envenenado tras su pase por el Mundial de Clubes.

Con la resaca a cuestas, en la infelicidad de expiar a solas sus culpas, ese viaje de regreso debió ser una jornada calamitosa de sufrimiento, con más vigilia que sueño, y sin espacios para una terapia grupal.

El cortejo fúnebre americanista salió del estadio con el epitafio de los penaltis errados, para treparse a un vuelo doliente de autoflagelación. No hubo diálogo entre el grupo, el cuerpo técnico y los directivos, para una catarsis colectiva.

No hubo tiempo, pues, para que los vivos de la Final ante Tigres, pudieran, ya, enterrar, a sus muertos del Mundial de Clubes.

La Volpe y Peláez, y eventualmente, si lo hay, algún líder del grupo de jugadores, deberá comenzar los trabajos de rescate entre los vestigios.

A marchas forzadas, La Volpe intentará resucitar moralmente a ese grupo, y persuadirlo de que la odisea fatalista en Japón, tiene un magnífico purgatorio y redención, en 180 minutos, al menos, ante los Tigres.

Pero, obviamente, lo preponderante es ese trabajo en el diván. Por extraño que parezca, para rescatar las piernas millonarias, y algunas talentosas, del América, es necesario, primero recobrar y redimir, las cabecitas emproblemadas de los futbolistas.

Y eso lo saben bien los dos Ricardos: ni el mejor preparador físico, ni el mejor médico, ni el mejor técnico, podrán poner en pie de guerra al América para enfrentar a los Tigres, sin, primero, sacar toda el cochambre de remordimiento y autoflagelación, de las cabezas de los jugadores.

A menos, claro, que el cinismo haya hecho de manera eficiente e inmediata ese trabajo de desazolve, y expulsado los remordimientos de la azotea de cada jugador.

En este caso es fundamental rescatar la fortaleza mental de jugadores, que, insisto, en total, suman más de 48 títulos a nivel nacional e internacional. Los jugadores del América saben lo que es ser campeones varias veces. El trabajo de rectificación anímica, entonces, debe ser menos complejo para LaVolpe y Peláez.

Y, lo saben: si no enderezan mental y espiritualmente a los jugadores, serán, estos, entonces, unos zombis futbolísticos, expuestos ante unos voraces Tigres, que saben que hoy tienen una oportunidad inmejorable de ser campeones.

Estas ruinas que ves... en El Nido. El mismo Jorge Ibargüengoitia, enLos pasos de López, cita que "fue una de las raras batallas, en las que los muertos victoriosos tienen peor entierro que los vivos vencidos".

Y así se siente, así regresa el América, del surrealismo en el Mundial de Clubes, al surrealismo mexicano de una Final aplazada.

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LOS ÁNGELES -- Del hipnotismo de Gignac, a la camisa de Javier Torrente hasta la corbata amarilla de Ricardo La Volpe, parecería que la Liguilla desea jugar su Final en Catemaco, en Tateposco o en la cancha del Colegio Hogwarts.

De la terapia con John Milton, al modisto leonés, hasta la corbata "curada" por la mentalista Cathy, la Liguilla parece enfilarse a una confrontación en la Final de tipo paranormal, y con Stephen King para redactar la crónica.

Pero, aún, la pelota sigue en la cancha, con 90 minutos pendientes para ambas semifinales, y tanto León como Necaxa apelan al derecho del discurso final, como acto de rebeldía suprema o como plegaria de extremaunción.

América saca el empate (1-1) en Aguascalientes, mientras desde la banca del Necaxa se reclama el "cocowash" hecho por Ricardo La Volpe a los ternuritas cerebrales de los árbitros, mientras el argentino legitimiza, aún con la eliminación en la Copa MX, el #PeroSigoInvicto.

Si bien Sosa puede quejarse de que la tarjeta roja le fue perdonada a Samudio, o de que un fuera de lugar en evolución de jugada de gol fue injusto (Beckeles), la verdad es que el arbitraje se jugó la ruleta rusa, cuando validó el gol del Necaxa, sin duda legítimo, pero en una jugada extremadamente apretada, que de haber existido consigna a favor de las Águilas habría sido anulado.

Como la Semifinal de Tigres y León, Necaxa y América pagaron la generosidad de la atención de la afición. El encuentro se nutrió de intensidad, para resumir así la actitud, la devoción, la testosterona puesta en la cancha, que si bien es obligación absoluta del jugador, a veces se olvida.

Mientras Necaxa regala, nuevamente un gol entretejido con tersura, América, en el empate, lo hace a empujones, a músculo, a persistencia.

Los Rayos bordan con 11 jugadas hasta la red el 1-0, desde que El Chino Romero (¿de verdad vale 7mdd?) pierde el balón, hasta que Gallegos le pone la bendición absoluta en los faldones del arco de Moisés Muñoz.

Mientras tanto, América, con desvío incluido por un defensa, consuma el empate con la purificación que le da la jugada previa de Oribe Peralta, que ayer tuvo más puestos en la cancha que dueño de panadería rural: de extremo izquierdo fue recorriendo posiciones hasta incursionar por derecha.

Con los arqueros activos, pero Muñoz con una atajada espectacular, para ser el soporte del #PeroSigoInvicto, queda claro que con una nómina menos ostentosa, el Necaxa iguala en la cancha con el principio de jugar bien al futbol, a la nómina, que ya no asusta a nadie, del América.

Incluso, aquella frase de #EnLoTácticoRoboYRobo, quedó bajo cuestionamiento cuando LaVolpe enfrentó a Luis Alfonso Sosa, quien en su segunda incursión en Primera División está cerca de la Final, quedando claro que la gran diferencia entre atacar con Puch, a hacerlo con Anangonó, es como asaltar un banco con una bazuca o con un cortaúñas. El chileno derrumba muros, el ecuatoriano hace pedicure.

Así, Necaxa sigue saludablemente con vida, aunque con la desventaja por reglamento, de la posición en la tabla. América sólo necesita del #PeroSigoInvicto, es decir, un empate sin goles o a uno, lo clasifica, pero la victoria de Rayos o un empate de visitante a dos goles, lo coloca en la Final.

Será pues un fin de semana en el que las ciencias ocultas salgan a la luz. Pero, como siempre el protagonismo absoluto debe ser del balón, en la cancha, con la única magia que sean capaz de improvisar futbolistas generosamente pagados, y no la devoción por la invocación de otro tipo de favores.

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LOS ÁNGELES -- Hipnotizado o no, André-Pierre Gignac está más despierto que nunca. El francés debió de haber dado, ante el León, este miércoles, uno de sus mejores partidos con Tigres.

Cierto: el gol de la victoria reúne a todos los comensales a honrarlo como la figura del juego, pero su trascendencia fue más allá.

Lo he sostenido: la televisión muestra retazos del juego de futbol. La jauría de transmisión, comenzando con la cámara, persigue al protagonista absoluto: el balón. Y claro: si es la doncella de la noche.

Este miércoles, Gignac resolvió el juego ante León, en otros terrenos, más allá de un par de equivocaciones que sulfuraron al nitrotolueno en reposo que es el Tuca Ferretti. "El futbolista puede equivocarse con los pies, pero no con la cabeza", dijo alguna vez el legendario Renato Cesarini.

Y tal vez para las pulgas en celo que carga siempre el Tuca en la mollera de su intransigencia, Gignac se equivocó ese par de veces, pero con los pies, nunca con la cabeza.

Su gol es estupendo. Recrea con un colorido magnífico los ensueños de todo futbolista: acurruca, primero, en el pecho un pase magnífico de Sosa. Esa bendita telepatía entre ambos, que les permite susurrarse complicidades obscenas a más de 40 metros. La mímica del crimen.

Y Gignac deja que la pelota ejecute la perfección de sus habilidades: rodar. El amague, el recorte, la elección del buzón donde quiere depositar la pelota, y el viaje al marcador, y tal vez a la final, son de una perfección cinéfila.

Antes de enriquecer su museo de obras fantasiosamente personales, porque también ha marcado goles que debieron ser anulados por su rústica obviedad, y después de ese gol, el peso del delantero francés fue evidente.

Quitó balones en media cancha, jugó incluso espalda con espalda con el exquisito carnicero Guido Pizarro, y gasta proyecto un par de veces a Dueñas, alimentándoles sus ansias de gol. Sí, Gignac, hipnotizado, está más despierto que nunca.

¿Fue la hipnosis? Bendito John Milton. ¿No fue la hipnosis? Maldito gitano francés que se fugó de vacaciones más de 800 minutos. Pero está de vuelta.

La fiera cazando fieras y casando ilusiones: victima a Pumas con goles soberbios, especialmente con el sadismo con que resuelve el primero, y ahora se apodera de la jungla mexicana de futbol, finiquitando, aparentemente, al Rey de la Selva y de los pronósticos calientes.

Pero el Tuca Ferretti tiene razón. Totalmente. Solos, Milton, el diván, Gignac y el estadio de vigilia hipnótica, no ganan partidos, aunque en la manifestación colectiva desembocan en resultados.

Ojo: queda claro que la curación de Gignac es la sanación de Tigres. Hipnosis o no, lo cierto es que la abrupta exposición del francés ante Pumas significó la catarsis de todos los miedos en Zuazua.

Porque, hace tiempo, hace más de mil minutos ya, la manada felina cazaba chimuela. Sin Gignac era un felino desesperado de zoológico. Hoy, aparentemente, la jungla le pertenece.

Fue, por lo demás, una noche notable de Aquino, Damm, Dueñas, Pizarro, especialmente Estrada, mientras estuvo dentro de la cancha, y Sosa hubiera consumado una jornada perfecta si no desperdicia o desprecia el arrebato pasional de un gol que se le ofreció en el área.

Absurdo sería sacrificar al León. Reaccionó al gol en contra, se posesionó de la pelota y obligó a la cólera táctica del Tuca a pegar más gritos y reacomodar a Damm y a Aquino por momentos.

Y Ferretti lo sabe. Porque lo ha sufrido. Al Tuca se le han levantado los muertos de la mesa de autopsias y lo han liquidado.

Claro, hoy tiene al mando de su patíbulo a un Gignac despiadadamente sensible, bastó ver cómo en el homenaje previo a las víctimas del Chapecoense, las lágrimas, esos pétalos marchitos del alma, le iluminaron la mirada.

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