MMA
Brett Okamoto | Escritor de ESPN 5y

Con el sueño olímpico perdido por el cáncer, Tatiana Suárez ha reorientado su búsqueda por el oro

RANCHO CUCAMONGA, California – Las dos peores semanas de la vida de Tatiana Suárez ocurrieron en el año 2011, dentro de una pequeña habitación que ella compartía en ese entonces con su novio. Acababa de someterse a una cirugía para extirpar una tiroides cancerígena en su cuello y el cuarto en el cual le obligaron a permanecer estaba cubierto con hojas de plástico. Tenía 20 años.

Como parte de su tratamiento, Suárez tomó una dosis de yodo radioactivo. Una rápida lección de medicina: Cuando el yodo ingresa al cuerpo humano, es absorbido por la tiroides. Por eso, introducir yodo radioactivo a un paciente en proceso posoperatorio es una forma efectiva de eliminar cualquier célula cancerígena residual en dicha área. No obstante, también significa que el paciente emitirá radiación de forma temporal y por ello, debe ser aislado.

Es una situación difícil que a nadie puede gustar, especialmente en el caso de una joven y activa dama que hasta ese momento había dedicado todos y cada uno de los momentos de su vida a convertirse en la atleta perfecta. Suárez, quien se enfrentará a Nina Ansaroff en el evento UFC 238 este sábado, ahora se ríe al respecto (sus dos semanas dentro de una celda de plástico) pero en ese momento, ella habría hecho lo que fuera para salir de esa habitación.

“Me decían que mientras (el yodo) saliera más rápido de mi sistema, uno no tenía que seguir metida en esa dichosa habitación de aislamiento”, expresó Suárez. “Por eso mi idea radicaba en expulsarlo lo más rápido posible. Recuerdo haber bebido, aproximadamente, dos galones de agua”.

“Me volví loca. Empecé a hacer ejercicios. Mi novio me decía: ‘¿Qué estás haciendo ahí?’. Él estaba en la otra habitación. Le contestaba: ‘Estoy haciendo ejercicios, tratando de sacar la radiación de mi cuerpo’. Hacía rutinas de lucha libre, jumping jacks. Soy muy impaciente. Eso es algo que sé muy bien sobre mí”.

Ese no es el único recuerda de su experiencia como paciente con cáncer del cual Suárez ahora se ríe. Aunque parezca increíble, ella ahora se ríe con respecto a prácticamente toda su experiencia. Se reirá al afirmar que ella es el primer miembro de su familia en padecer cáncer y cómo la única cosa que realmente le preocupaba era cómo iba a darle la noticia a su madre (mucho más ansiosa que ella).

De hecho, Suárez se preocupó por otra cosa. Justo antes de someterse a la cirugía, los médicos le informaron que existía una muy pequeña probabilidad de que ella perdiera su voz. Por eso, tuvo un mini ataque de pánico al respecto.

“Pensaba: ‘¿MI VOZ?’”, dice entre risas. “Estaba tan preocupada. Cuando me desperté, apenas podía hablar, pero pensaba: ‘¿Perdí mi voz?’. Y me respondieron: ‘No, pero tu tráquea está un poco dañada”.

Esas anécdotas contadas con desenfado no son los recuerdos selectivos de una sobreviviente aliviada. Pregúntenle a cualquiera que estuvo presente durante la enfermedad de Suárez y les dirán que ella no se está riendo ahora del cáncer. Lo hacía en ese entonces. Si bien suena como una locura, enfrentarse a esa enfermedad no fue gran cosa para ella. Nunca le tuvo miedo.

No obstante, hay algo que Suárez no encuentra divertido y es algo que cambia la expresión de su rostro cada vez que habla al respecto. Si bien el cáncer no le arrebató su vida, o su voz, no se fue con las manos vacías.

El cáncer le arrebató su sueño de ganar una medalla de oro olímpica.

“Con Tatiana, siempre tuvo este espíritu de lucha dentro de ella, por eso nunca temí por su vida”, dice Lisa Padilla, madre de Suárez. “Cuando tuvo cáncer, no pensé que esa enfermedad se la llevaría. Siempre pensé que lo superaría, porque así es ella”.

“Sin embargo, realmente me preocupé porque ella no pudiera luchar. Era una gran parte de su ser. Ganar una medalla de oro siempre había sido su sueño. No creo que pueda recordar un momento en su vida en el cual no lo fuera. Por eso, sí, esa fue una época difícil para ella. Fue difícil para mí. Estuve preocupada. Realmente preocupada”.


Los dos mejores años de la vida de Tatiana Suárez ocurrieron en 2010 y 2011, justo antes de ser diagnosticada con cáncer. Esa fue la época en la cual estuvo en el Centro de Entrenamiento Olímpico de Colorado Springs.

Esos años representaron la cúspide del trabajo duro hecho por Suárez al igual que la plataforma necesaria para proseguirlo. La entera existencia de Suárez desde que ella tenía 3 años giró en torno a la lucha libre. Creció luchando contra varones, porque virtualmente no había competidoras femeninas contra quien enfrentarse. En la secundaria, pasaba su hora de almuerzo corriendo, dando vueltas a un campo abierto al lado de la escuela. Nunca asistió a un baile escolar y raramente compartía con sus amigos los fines de semana.

“Tatiana era una luchadora única en su generación”, expresa Bobby Belamy, entrenador de Suárez en secundaria, con 20 años de experiencia. “Fue campeona nacional en cuatro ocasiones. Sus objetivos son muy altos. Y si ves la forma en la cual ella entrena, eso la separa del resto. Pudo haber sido All-American en carreras campo traviesa si así lo hubiese deseado. Es así de motivada”.

Cuando tenía 12 años, Suárez le dijo a su hermano mayor Chris López que tenía intenciones de ganar el oro olímpico. López, siete años mayor que ella, respondió: “No hay lucha libre femenina en los Juegos Olímpicos”.

“Muy bien”, respondió Suárez. “Seré campeona olímpica en lucha masculina”. (De hecho, la lucha libre femenina se convirtió en deporte olímpico cuando Suárez cumplió 14 años).

Suárez asistió a un año de estudios universitarios, pero los abandonó para poder radicarse en el Centro de Entrenamiento Olímpico y competir a nivel internacional. Permanecía en su dormitorio y entrenaba sin parar. Solía ver a Michael Phelps en el comedor y sentía inspiración por parte de los atletas paralímpicos presentes. Esta experiencia era todo lo que ella deseaba y le conducía a participar en los Juegos Olímpicos de Verano de 2012.

No obstante, seis meses antes de las pruebas del equipo olímpico, Suárez sintió dolor en su hombro y cuello, por lo cual se sometió a una resonancia magnética. Los resultados mostraron un nodo en su tiroides.

“No pensé que fuera algo serio”, afirma Suárez. “Tenía 19 años, era una persona saludable. Todo lo que hacía era entrenar. ¿Cómo pudo ocurrir? Pues bien, terminó siendo cáncer. Entonces, ocurrió”.

Suárez venció al cáncer en el transcurso de los 18 meses siguientes. Hasta el día de hoy, su madre atribuye a esas lesiones en su cuello y hombro haber salvado su vida. No hay forma de saber lo lejos que se habría esparcido el cáncer de no haber sido por la resonancia magnética practicada a Suárez.

Sin embargo, en ese verano de 2012, ella no pudo volar a Londres para participar en los Juegos Olímpicos, como ella siempre aspiró hacer. Se resignó a ver la final femenina desde su hogar en California.

“Eso fue difícil. Sumamente difícil”, dijo Suárez. “Ni siquiera la vi muy detenidamente, porque era demasiado difícil”.

De manera inevitable, la vida empezó a seguir su curso después de ello. Suárez tomó un empleo en PetSmart. Comenzó a sentir interés en entrenar perros, pero su familia y amigos percibieron un cambio significativo en ella. No se veía feliz. La única vida que conocía giraba en torno a conseguir un logro atlético. Su nueva vida se sentía extraña, como si perteneciera a otra persona.

“En una ocasión, tuvimos una conversación con respecto a lo que estaba haciendo después de la lucha libre”, dice López. “Y ella empezó a… (no creo que ella tenía intención de hacerme sentir mal) pero me decía: ‘Hombre, tengo un empleo normal. Soy esta… persona normal’. Y le respondía: ‘Hombre, yo tengo que ir a trabajar. Yo soy una persona normal’”.

“Ella me dijo: ‘Sí, pero, no es quien soy’. Y uno podía darse cuenta de que ella realmente no estaba contenta, ¿me entiendes? No quería ser como nosotros, las personas normales”.


Suárez no recuerda exactamente cuándo fue la primera vez que alguien le llamó “la Khabib Femenina”. Nos quiere decir que fue a finales de 2017, lo cual habría sido tres años después de haber iniciado su carrera en las artes marciales mixtas.

Las implicaciones de su apodo, que cobra impulso cada vez que Suárez pelea, son obvias para cualquier aficionado a las peleas. Suárez ha convertido el “dar el tratamiento Khabib” a sus oponentes en un hábito. Las domina con herramientas de lucha libre, similar a lo que hace el rey invicto de los pesos ligeros Khabib Nurmagomedov. Su estilo es asfixiante y desmoralizante. Hasta humillante.

La transición de Suárez a las artes marciales mixtas ocurrió casi de la noche a la mañana. En 2013, luego de más de un año de haberse librado del cáncer, aceptó una propuesta de intentar practicar jiu-jitsu en un gimnasio cercano. Luego de unas pocas sesiones, la competidora dentro del espíritu de Suárez resurgió. Anunció con confianza que se convertiría en campeona mundial con cinturón negro.

Sus instructores le sugirieron otra cosa.

“Me decían: ‘No, no, no, tú estás destinada a alcanzar la grandeza. Serás mucho más que eso’”, afirma Suárez. “Y yo pensaba: ‘¿De verdad? ¿Qué voy a ser?’”.

“Respondieron: ‘¿No quieres intentar en artes marciales mixtas?’”.

Durante los últimos seis años, Suárez se ha establecido como la gigante en la división de las 115 libras de la UFC. Fue contratada por la promotora después de ganar la temporada 23 del reality televisivo “The Ultimate Fighter” y desde entonces, ha rematado a tres de las cuatro rivales a las cuales se ha enfrentado. Mientras Suárez se apresta a su quinta pelea en la UFC este fin de semana, muchos la consideran como la futura reina en su categoría de peso.

De corazón, Suárez sigue siendo una luchadora y probablemente siempre tendrá un vacío en su corazón del tamaño de una medalla olímpica. ¿Pensó en intentar clasificar para los Juegos Olímpicos de 2016? No, jamás lo hizo. Porque al haber intentado incursionar en las artes marciales mixtas, se dedicó en pleno a ello. Es la única mentalidad que ella puede tener. Esa misma intensidad que la impulsó a ser luchadora de elite fue la misma que le evitó volver a esa disciplina deportiva.

Había encontrado algo distinto.

En los Juegos Olímpicos de Verano de Rio de Janeiro en 2016, Helen Maroulis se convirtió en la primera norteamericana en ganar el oro en lucha libre femenina estilo libre. Suárez vio la final desde California, tal como lo había hecho en 2012. Reconoció a la ganadora, viéndola en su televisor. Suárez venció a Maroulis en las World Team Trials de 2010.

“Allí pensé: ‘Oh, hombre’. ¿Sabes?”, dijo Suárez. “Pero en ese momento me sentía feliz, porque finalmente, una mujer oriunda de Estados Unidos había ganado una medalla de oro. Era algo que jamás había ocurrido. Por eso, realmente me sentí contenta en ese momento”.

Suárez tiene 28 años y potencialmente se encuentra a un triunfo de asegurar la posibilidad de luchar por un título en la UFC. Intentar conseguir un oro en una disciplina atlética. Ciertamente, no es el oro con el cual soñaba de niña, pero ¿bastará?

“Creo que el hecho de no haber competido en los Juegos Olímpicos siempre formará parte de ella, forma parte de algo que perdió”, afirma la madre de Suárez. “Pero también creo que, al haber perdido, pudo salvar su vida y eso le permitió encontrar un nuevo deporte que ahora ama”.

“Y creo que, quizás, le terminen gustando las artes marciales mixtas un poco más. Quizás”.

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