En el deporte, como en la vida, ocurren los milagros. Uno se levanta inspirado, tiene sensaciones positivas que se repiten en una misma jornada, y obtiene resultados memorables que rompen pronósticos. A veces, presentan conclusiones apresuradas. Otras veces, es el despegar de situaciones hasta entonces desconocidas.
El 27 de agosto de 2004, hace exactamente 20 años, Argentina volvía a derrotar al Team USA en Atenas 2004. El recuerdo, borroso de momentos, confunde situaciones. Porque claro, decimos "volvía" porque no fue la primera vez que pasó. Eso había ocurrido dos años antes en el Mundial de Indianápolis 2002, cuando el equipo de Rubén Magnano destruía el orden mundial de este deporte al ganarle por primera vez a un equipo compuesto íntegramente de jugadores NBA.
Aquel equipo de Indianápolis era básquetbol-arte. Una sinfonía en la que cada dribbling, cada pase, era una nota musical perfecta para encontrar cohesión entre partes. Esa Selección Argentina, que luego fue emulada por Gregg Popovich y los Spurs, debió ganar aquel Mundial. La derrota en la final ante Yugoslavia, con polémica incluida tras una falta no sancionada por la dupla arbitral Mercedes-Pitsilkas contra Hugo Sconochini, fue un golpe difícil de asimilar. Sobre todo porque, a decir verdad, el equipo de Rubén Magnano se puso, por sus propios medios, en situación de padecer ese cobro polémico. ¿La razón? Dejó pasar una ventaja en el marcador que terminó costando el partido. Y el campeonato.
Dicho esto, ese equipo, con semejante piña de nocáut, pudo no ser la Generación Dorada. Esa Selección, que había hecho historia contra aquel equipo estadounidense entre los que figuraban Reggie Miller, Paul Pierce, Shawn Marion y Jermaine O'Neal, entre otros, pudo quedarse ahí, en la orilla de la gloria. Si eso sucedía, aún la recordaríamos en grande.
Pero no sería eterna.
Las cosas no terminan hasta que terminan. Y en este caso, aquel trago de cicuta deportiva en el último instante de aquel mítico certamen sirvió de prólogo de lo extraordinario.
Argentina no jugó tan bien en Atenas como en Indianápolis. Sin embargo, se movió con la experiencia de quien sufre una ruptura inesperada. Un desamor que ayuda a crecer. La palomita de Manu Ginóbili en el inicio de los Juegos Olímpicos sirvió para borrar la pesadilla llamada Dejan Bodiroga.
La revancha contra Estados Unidos llegó, entonces, luego de que Argentina, con Walter Herrmann en versión Julius Erving, derrote a Grecia en cuartos de final.
Este partido fue, lo que se dice, un juego de confirmación. Alguien puede ganar de casualidad la lotería, pero hacerlo dos veces seguidas en un margen menor a dos años, es imposible.
Algo especial debía haber en el corazón de esos muchachos.
La dirigencia de USA Basketball tuvo un año y medio para prepararse para esta revancha. Dicen, los que no saben demasiado, que al Team USA le faltaban muchas estrellas de cartel. Es un pecado de arrogancia común querer bajarle el precio a un rival que gana como ganó Argentina aquella tarde. Con un baile para el recuerdo, desde el minuto cero hasta el final.
Pepe Sánchez volvió a manejar los tiempos a su antojo, Manu Ginóbili con 29 puntos hizo lo que quiso, Luis Scola lastimó en la pintura con Fabricio Oberto, el Puma Montecchia anticipó con sus puntos lo que luego confirmaría en la final ante Italia, Herrmann volvió a ser factor X, y el Chapu Nocioni fue el jugador-equilibrio perfecto.
"Nos sirvió mucho más saber que ese equipo ya había perdido con Puerto Rico y que no era invencible porque en nombres parecía que lo era y que iba a ganar los Juegos Olímpicos. Por más que ahora empiecen a buscar que LeBron James, Carmelo Anthony y Dwyane Wade eran jóvenes sin experiencia y que nos quieran pintar otra historia, lo que puedo decir es que nosotros a priori cuando vos veías ese equipo armado con Tim Duncan, Allen Iverson, y Stephon Marbury realmente era poderoso. Shawn Marion y Lamar Odom estaban en su mejor momento.Y no eran para nada viejos, entonces daban miedo. Y lo de Indianápolis sirvió como experiencia para dejar de ver al Dream Team como un rival para sacarse fotos. Lituania, por ejemplo, había estado a un triple de dejar afuera a Estados Unidos en Sídney 2000 con un tiro de Jasikevicius. Entonces, el mundo ya se empezó a tomar cada vez más en serio el partido contra Estados Unidos y se dejó de pensar que eran dioses o jugadores absolutos a los que no se les podía ganar", contó Andrés Nocioni a ESPN.com.
Iverson, Marbury, Duncan, LeBron, Anthony, Wade, Stoudemire, Odom... ¿Ese es un equipo B o C? ¿En serio? Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.
Argentina empezó a hacerse dorada aquel 27 de agosto de 2004 en Atenas. No se trata de llegar, sino de mantenerse. El tiempo, entonces, puso todo en el lugar que le corresponde. De ese equipo albiceleste, ocho jugadores pisaron la NBA (Sánchez, Ginóbili, Nocioni, Scola, Herrmann, Oberto, Rubén Wolkowyski y Carlos Delfino), otros brillaron en Europa, todos se mantuvieron vigentes en el tiempo. Fue, lo que se dice, la estructura perfecta: dos jugadores por puesto para que nunca exista desbalance.
El mundo, como había nacido en 1992 con el desembarco del Dream Team al planeta tierra, ya no existía. Las distancias se acercaron, los sueños se derrumbaron, y los límites dejaron de existir.
Ya no hubo lugar para los mitos.
El sueño dio lugar a la pesadilla.
Y el Redeem Team, con Kobe Bryant a la cabeza, empezó a gestarse.