En uno de sus momentos de mayor franqueza en la temporada recién concluida, el comisionado de la NBA, Adam Silver, confesó sentirse preocupado por la salud mental de los jugadores de la NBA.
“Muchos jugadores se sienten infelices”, comentó Silver al periodista Bill Simmons en la Conferencia MIT Sloan Sports Analytics, atribuyendo mucha de esa ansiedad a las redes sociales.
Existe cualquier cantidad de factores ambientales o químicos presentes en una sensación de “infelicidad”. Ciertamente, las redes sociales pueden ser uno de ellos; probablemente, otro factor son la presencia de condiciones de salud mental sin diagnosticar ni recibir tratamiento apropiado. Un elemento menos obvio dentro de las vidas de los jóvenes jugadores de la NBA es que la vasta mayoría de estos juegan en ciudades, para jefes, con colegas y a favor de marcas en los cuales tuvieron cero influencias a la hora de elegirlos.
En la NBA, un elegido en primera ronda del draft que muestra promesa se encuentra efectivamente bajo control del equipo que lo tomó durante las primeras siete temporadas de su carrera. Eso significa que, en el periodo de años más formativo de su desarrollo profesional, los jóvenes más talentosos del mundo del baloncesto no tienen injerencia alguna para decidir lo que la mayoría de nosotros da por sentado: dónde viviremos, trabajaremos y echaremos raíces en nuestras vidas como adultos.
Mientras Anthony Davis se preparaba para convertirse en el seleccionado número 1 en el draft de la NBA en su edición 2012, escribí un artículo en el cual proponía que la NBA eliminara el draft. Si bien la idea fue presentada como una forma de arreglar el llamado “tanking” o perder a propósito, también quería enfatizar el principio de trabajo justo. Sugería que, entre los efectos derivados de la abolición del draft, “se encontraría un ligero incremento en los índices de retención de jugadores. Un joven que decide su destino de acuerdo con sus criterios personales tiene muchas mayores probabilidades de quedarse en el mismo sitio a largo plazo”.
Siete años después, Davis ha demostrado ser un ejemplo apropiado de los efectos negativos del sistema del draft. Si estaban buscando un caso de esa infelicidad de la cual Silver hablaba el invierno pasado, ese era Davis. Independientemente de las conclusiones que se tomaran con respecto a la conducta de Davis y su grupo durante el caótico enfrentamiento que paralizó a dos franquicias y perjudicó a otras tantas antes de que Davis fuera canjeado el sábado pasado a los Lakers, vale la pena preguntarse el rol que el actual sistema del draft desempeñó en todo este asunto. Davis jamás eligió jugar en New Orleans y si bien acordó firmar una onerosa extensión multianual con los Pelicans en 2015, fue atado a la agencia libre con restricciones en ese entonces.
Que los jugadores disfruten de libertad de elección debería ser un principio sagrado, particularmente en una liga que se ufana de valorar la meritocracia.
Revisando el roster actual de propietarios de equipo en la NBA, cuesta creer que estos multimillonarios dueños de equipo, muchos de ellos con fortunas forjadas por esfuerzo propio, no están de acuerdo con dicho principio. ¿Podrían imaginarse que algún miembro de una autoridad supervisora de las grandes tecnológicas le preguntara al dueño de los Grizzlies, Robert Pera (quien después de graduarse de la Universidad de California en San Diego con una maestría en ingeniería, decidió llevar sus talentos a Apple), “¿A dónde no quieres ir a trabajar?”, para ponerle precisamente en ese sitio?
Actualmente, vemos que los jóvenes jugadores de baloncesto de elite, incluso antes de su llegada a la NBA, son capaces de apreciar el valor de la libertad de elección más que nunca. Tenemos el caso de RJ Hampton, quien decidió jugar profesionalmente en Nueva Zelanda en vez de ir a una universidad para practicar deportes sin remuneración alguna. La NBA ha reconocido esta situación al constituir a la G League como ruta alternativa para prospectos que, al igual que Hampton, desean alejarse del baloncesto de la NCAA.
Aquellos a favor del draft generalmente mantienen la tesis de que ésta es la única forma de asegurar cierta equidad dentro de una liga con 30 equipos en la cual algunos equipos constituyen plazas más atractivas que otros. Cuando un prodigio de la talla de Zion Williamson se declara elegible para jugar en la NBA, el hecho justo de que se le permita dar su opinión con respecto a dónde quisiera jugar queda relegado, teniendo prevalencia la justicia de darle a los equipos de la liga en problemas una inyección de talento.
No obstante, Williamson podría estar considerando ideas con respecto a la clase de entrenador con quien le gustaría jugar, o el tipo de ciudad dónde le gustaría vivir, o los distintos tipos de jugadores con quienes le gustaría compartir la cancha. Considerando que Williamson es un jugador con una fuerza poco común cuya producción deberá ser gestionada cuidadosamente, quizás no desee confiar su cuerpo a cualquier cuerpo médico o de preparadores físicos.
En una liga en la cual el producto es el talento, ¿por qué los empleadores pueden entrevistar a los empleados potenciales y no al revés? Mientras Williamson se apresta a convertirse en una marca global producto de una carrera cuyo apogeo llegará y se irá en aproximadamente doce años, éste podría incluso pensar en ciertos estándares con respecto a qué clase de persona u hombre de negocios debería ser un dueño de la NBA. ¿Por qué la descalificación es una calle de una sola vía, en la cual ningún equipo se ve obligado a emplear un jugador con un carácter que considere cuestionable, pero ningún jugador tiene derecho a desestimar a un dueño de equipo que él y/o su familia perciban como engañoso?
Los equipos de la NBA varían muchísimo con respecto a sus identidades. Algunos de ellos son organizaciones altamente estructuradas, regidas por el orden y disciplina que han estado en pie durante un largo tiempo (Por ejemplo: Miami Heat, Oklahoma City Thunder). Otros se sienten como si fueran una start-up, con aspiraciones en pie, donde todo es nuevo y en constante cambio… y ¡vaya qué es emocionante! (Por ejemplo: LA Clippers, Brooklyn Nets). Los equipos son muy similares en ese sentido a sus jugadores y sus decisiones sobre personal son, frecuentemente, expresiones de dichas identidades. Sin embargo, actuar de acuerdo con sus preferencias personales no es un privilegio que disfrute el recién elegido en el draft.
Si los equipos de la NBA tuvieran que venderse a la camada de novatos, la calidad general de las gerencias en la NBA y la competitividad de su producto podría mejorar considerablemente. Es probable que los dueños de equipo estén conscientes de ello, porque muchos de ellos han ganado cientos de millones de dólares aprovechando las estructuras de incentivos presentes en los mercados. Incluso a pesar de que la liga este año ajustó la estructura en pie para hacerse con los puestos de selección más altos del draft (ajustes que perjudicaban a los equipos espectacularmente malos a favor de los equipos bastante malos), el fracaso sigue siendo el camino para conseguir el mejor talento del draft de la NBA.
La mayoría de los aficionados y aquellos dentro de la propia liga reconocen que el producto mostrado por la NBA en las siete semanas finales de la temporada regular es una versión diluida del real nivel que se puede constatar en la cancha. Eliminamos el incentivo a perder y la NBA podría elevar la calidad de su juego en el último tercio de la temporada regular. Más allá: la liga podría hacer que ganar partidos constituya una verdadera ventaja (y no un impedimento) para conseguir que un equipo se haga con un prospecto joven de alto calibre.
Imaginen un sistema en el cual los novatos recién ingresados disfrutaran del poder de elegir; digamos, una especie de agencia libre sin restricciones. Los críticos responden que esta situación haría que los mejores novatos terminen acaparados en franquicias más establecidas y/0 atractivas. Sin embargo, en un sistema con un tope salarial restrictivo, un equipo ya fuera del tope salarial no contaría con los recursos para ofrecer a Williamson lo que éste exija como agente libre. Los Golden State Warriors quedarían atados en su búsqueda de Williamson, Ja Morant o cualquier otro elegido entre los cinco primeros del draft, de la misma forma como lo estarían si buscan a Kawhi Leonard y a Kyrie Irving.
¿Los Lakers tendrían asegurado un talento a nivel de los tres primeros del draft cada año sólo porque son los Lakers? Quien sabe. El caso es que, en el sistema actual, la marca de mayor reconocimiento en el deporte profesional norteamericano eligió al segundo del draft durante tres años consecutivos, entre 2015 y 2015 y están pautados para elegir en el cuarto puesto esta temporada. Si los novatos fueran agentes libres, los Lakers no solo tendrían que hacerse con prospectos gracias a sus poderes de persuasión, también tendrían que remunerarles con salarios cercanos al valor del mercado.
Con los equipos de la NBA teniendo prácticamente el mismo poder de gasto y operando bajo las mismas reglas en la actual estructura del tope salarial, los clubes que emplean jugadores estrellas a salarios ostentosos no tendrán muchos recursos para superar a los equipos en circunstancias distintas, cada vez que pujen por los servicios de los novatos más talentosos. Solo uno de los ocho equipos que disputaron las semifinales de conferencia (los Philadelphia 76ers) tendría espacio significativo dentro del tope salarial para superar a los poco favorecidos y si el mercado de agentes libres novatos comenzara a regir después de la agencia libre de veteranos, los Sixers solo podrían hacer un movimiento importante si dejan ir a uno de sus agentes libres estrellas con veteranía.
No se trata de que los equipos malos no tendrían nada de qué preocuparse. Sin embargo, esto sería un elemento dentro del mercado y no una falla. Los equipos que han estado cayendo en el foso durante años ya no podrían darse el lujo de perpetuar su círculo vicioso sabiendo que tendrán ayuda por venir gracias al draft. Por el contrario, las franquicias con pobre desempeño se verían obligadas a hacer todo lo necesario para llamar la atención de los mejores prospectos. Tendrán que ganar partidos de baloncesto o armarse con los mejores programas de entrenamiento y acondicionamiento físico, o bien contratar ejecutivos y entrenadores que sean deseados como jefes por estos jugadores jóvenes. Por lo mínimo, las franquicias tendrán que acercarse a los novatos deseables con elementos suficientes para decirles con confianza: “Este es un sitio donde podrás convertirte en rostro de la franquicia, ganar y crear tu marca personal”.
Normalmente, los matrimonios obligados no resultan en las uniones más felices, lo cual podría ayudar a explicar por qué existen tantas relaciones problemáticas en la NBA. Un sistema más equitativo redundaría en menos historias sobre jugadores descontentos y estrellas que deseen ir a otro lado una vez terminados sus contratos… lo cual es mejor para el negocio del baloncesto.
Los equipos más capaces, por supuesto, encontrarán a su Kawhi Leonard, Draymond Green, Klay Thompson, Kyle Lowry o Pascal Siakam, ninguno de ellos, por cierto, elegido en el top 10. Lo identificarán pronto como el valor en la clase entrante, una docena de rivales invierten sus recursos y atención en obtener una de las tres mejores selecciones en un "draft de tres jugadores".
Escenarios como estos obligarían a las oficinas centrales a actuar estratégicamente, ya que hay una gran cantidad de jugadores muy buenos que firmarán gustosamente con una organización inteligente que los valora como una pieza fundamental del futuro y lo demuestra, no como una escuela segura para un equipo que hace swing y falla en sus dos primeros lanzamientos.
Para aquellos que creen que la agencia libre sin restricciones sería demasiado punitiva para los equipos de mercados menos atractivos, la liga podría desarrollar un "sistema de emparejamiento", como el Programa Nacional de Emparejamiento de Residentes (o NRMP, por sus siglas en inglés o "The Match"), que los economistas laborales siguen considerándolos como un modelo extraordinariamente efectivo para asignar talento entrante a los empleadores que lo necesitan.
¿Como funciona? Cada año, los graduados de escuela de medicina, los futuros médicos de la nación, clasifican los lugares donde les gustaría ser médicos residentes en orden de preferencia, mientras que las instituciones médicas clasifican a los graduados que más quieren contratar. Un algoritmo luego procesa las elecciones y emite las coincidencias. Los doctores jóvenes más talentosos son frecuentemente emparejados con las instituciones más prestigiosas, porque a menudo hay interés mutuo.
Pero como Alvin Roth, quien dirigió el rediseño del NRMP en 1995, escribe en "Quién obtiene qué, y por qué", The Match es un sistema en el que "ningún programa de residencia y postulación no coinciden entre sí, se prefieren entre sí a sus pareos asignados.
En un sistema de "pareo de la NBA", si Nassir Little de Carolina del Norte terminó con Charlotte, existe una garantía matemática de que ningún equipo que él prefiera lo clasificó más alto que los Hornets. Del mismo modo, si Detroit terminó con Romeo Langford, es seguro que a ningún novato que le gustó a los Pistons más que a Langford, se le ubicó más alto que a Langford.
En un sistema de pareo de NBA, el afecto mutuo entre el jugador y el equipo es reconocido y respetado. En general, los mejores jugadores y los equipos más deseables se beneficiarían claramente en un sistema de partidos, y en este sentido, la NBA comenzaría a parecerse al resto de la vida profesional.
Las preocupaciones sobre si Morant, la elección proyectada número 2, simplemente elegirían un ganador ignorarían las realidades prácticas de la NBA que informan el comportamiento. ¿Morant realmente estaría dispuesto a jugar detrás de Stephen Curry y Klay Thompson con Golden State o Damian Lillard y CJ McCollum con Portland? ¿Elegiría voluntariamente jugar con James Harden y Chris Paul de Houston? ¿Qué tal Ben Simmons en Filadelfia, Russell Westbrook en Oklahoma City o la mayoría de los equipos de la liga que están comprometidos a largo plazo en la posición de Morant?
¿Cómo clasificaría Morant a sus equipos preferidos si tuviera la oportunidad ofrecida a todos los graduados de escuelas de medicina del país, o si estuviera dotado de total libertad, como los ingenieros más inteligentes que están saliendo de la universidad en este momento?
¿Buscaría una situación como la de Trae Young, en la que le entregaremos las llaves de una franquicia el día 1? ¿Elegiría jugar con LeBron James, suponiendo que James tenga algún interés en los últimos años de su carrera enseñando una educación remedial en la vida de la NBA a un joven de 19 años? ¿Buscaría un equipo que pudiera ofrecer un sabor diferente a la tutoría de veteranos? ¿Prefería un mercado más pequeño el nativo del condado de Sumter, Carolina del Sur, que jugó en un programa universitario de bajo perfil?
Cualquiera que sea el criterio que Morant aplicó para elaborar su lista, el denominador común sería “¿Qué me haría feliz?”. Y una liga que ha pasado la mayor parte del año retorciéndose las manos por la infelicidad de muchos de sus mejores jugadores podría considerar que la próxima generación de estrellas sea la amenidad más básica de la felicidad profesional y personal: una opinión sobre dónde trabajas y vives.