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Doug Glanville: Jugué limpio en la era de los esteroides, y los PED hicieron más daño que el robo de señas

Sporting News via Getty Images

CUANDO FUÍ cambiado a los Philadelphia Phillies durante el invierno de 1997, me aprestaba a entrar en competencia por el puesto con Lenny Dykstra. Él se encontraba en el ocaso de su carrera, las lesiones le atormentaban y la nube del consumo de sustancias prohibidas se posaba sobre él.

Entonces me vi, de forma inmediata, en la imperiosa necesidad de superar a un pelotero que posteriormente sería mencionado en el informe Mitchell. En definitiva, Dykstra se retiró durante esa temporada y así comenzaron mis primeros años con el equipo de Filadelfia. En cuestión de cinco campañas, estaba envejeciendo, era menos productivo y la inminente era de los jardineros centrales estaba golpeando a la puerta. Para 2002, mis días como pelotero activo estaban contados.

Fue en ese entonces cuando Marlon Byrd irrumpió con los Phillies.

Si bien comencé fungiendo como mentor de Marlon, también construimos una amistad. Cuidé de él, de la misma forma que Shawon Dunston y Garry Maddox lo hicieron por mí. Marlon fue galardonado en dos ocasiones como Pelotero del Año de la organización de los Phillies en Ligas Menores (en 2000 y 2001) y en resumidas cuentas, terminó reemplazándome como center fielder titular del equipo. En 2002 (mucho antes de que comenzara algún programa de repercusión contra el uso de sustancias prohibidas), cuando estaba a punto de cumplir 32 años, perdí mi puesto de titular y al año siguiente, ya había señales evidentes de que, si permanecía dentro de los Phillies, sería en calidad de suplente de Byrd. Por eso, partí a Texas en 2003 en condición de agente libre.

En 2004, había vuelto a Filadelfia en el papel de sabio veterano. Byrd confrontó dificultades en esa temporada; a pesar de ello, ya no era percibido como jugador con nivel de titular; y en 2005, decidí retirarme. Byrd pasó a tener una carrera de 15 años en Grandes Ligas, repleta de muchos éxitos pero también manchada, debido a que cumplió con dos suspensiones por consumo de sustancias prohibidas y en ambos casos, Marlon negó su uso con el explícito fin de mejorar su desempeño en el terreno. Sentí orgullo por sus logros, pero en esos momentos en los cuales se dieron a conocer ambas suspensiones, percibí cierta traición de su parte. La segunda suspensión (por 162 partidos) obligó a Byrd a retirarse, lo cual fue un doble golpe al estómago: decepción y la responsabilidad que sentía como su mentor. Si bien su primera suspensión no se produjo hasta 2012 y yo me retiré en 2005, seguía reflexionando en busca de respuestas a esta interrogante: ¿Marlon me reemplazó limpiamente? Incluso, cuestioné una tradición común dentro del béisbol: ayudar a tu reemplazo.

Las desigualdades causadas por el uso de sustancias prohibidas hacen que el tema se torne personal. Con la proliferación de las sustancias para mejorar el desempeño deportivo, siempre había la posibilidad de que te encontraras apoyando a un compañero que las utilizaba con el objetivo de reemplazarte, incluso si esa no era su intención original. Puede encontrarse justo frente a tus ojos. A medida que los peloteros comenzaron a entender por completo el impacto del consumo de sustancias prohibidas en sus carreras, los jugadores que desempeñaban su labor limpiamente empezaron a sentirse inseguros con respecto a quienes eran amigos o enemigos a la hora de determinar su estabilidad laboral. Si jugabas limpio, las sustancias prohibidas te empujaban, inmediatamente, a los tramos finales de tu carrera y si ya te encuentras en declive natural, como era mi caso en 2002, el consumo de sustancias prohibidas te arrojaban al precipicio.

Los efectos del robo de señas no son similares.


EXISTEN unos cuantos pasos necesarios si se desea llegar a Grandes Ligas y permanecer allí.

Primero que todo, se necesita recibir una oportunidad. Después, hay que acumular las estadísticas o demostrar un valor suficiente, que te haga merecedor de un rol consistente. Una vez alcanzado ese rol, hay que mantener ese nivel y, ojalá, conseguir una remuneración cónsona con dicho nivel. Y hay que seguir demostrando esa calidad, una y otra vez.

Si te puedes mantener sano, un salario a largo plazo y la producción consistente son las claves para obtener estabilidad laboral y poder de negociación. Si se cuenta con alguno de esos elementos, se te dará una oportunidad. En algún lugar. En alguna ocasión.

Ciertamente, ayuda mucho si se cuenta con ambos elementos.

Entonces, ¿cuál es el efecto nocivo del consumo de sustancias prohibidas sobre el futuro de un pelotero que juega limpio?

Uno mucho más dañino que el robo de señas por parte de un equipo.

Recordemos cómo se obtiene seguridad laboral en este deporte. Cada año que sobrevivas en Grandes Ligas, serás objeto de comparaciones: directamente, con otros peloteros que forman parte de tu misma organización con el fin de obtener un puesto específico; y de forma indirecta, con otros jugadores con tu misma antigüedad y que juegan esa misma posición. Dichas comparaciones te asignan un valor determinado dentro del mercado.

Cada vez que un pelotero se sienta frente a la mesa de negociaciones, está siendo comparado con otros jugadores, basándose en tres grupos de datos principales: productividad, tiempo de servicio, posición.

En la era del consumo de sustancias prohibidas, las estadísticas fueron infladas y cuando cuentas con una buena cantidad de peloteros consumiendo esteroides, esto eleva la vara de medir en cualquier posición. Y no lo digo de forma espiritual y en referencia a la grandeza. El consumo de sustancias prohibidas cambia radicalmente las expectativas con respecto a la producción dentro de cualquier posición y lo hace de manera artificial. Surte influencia en la cantidad de dinero que una organización está dispuesta a invertir en ti y directamente, influye sobre las oportunidades que puedes tener.

En mi caso particular, si ocho jardineros centrales consumen esteroides, tengo un problema que me afecta para proseguir con mi carrera. Puedo perder ocho oportunidades laborales. Súbitamente, el jardinero central promedio debe lidiar con unos estándares de promedio de poder más altos que antes, y si sigo siendo bateador de sencillos, mi carrera cambia para peor. Podría verme relegado a un puesto de cuarto jardinero (eso, si sigo dentro del equipo). Esto ocurre con mucha rapidez sin la presencia del consumo de esteroides y solo se acelera si entran en la ecuación.

Luego de retroceder y analizar las figuras con las cuales yo era comparado en aquél entonces, me di cuenta que había competido contra semidioses.

Los Astros (o cualquier equipo que robe señas) se beneficia en conjunto; no obstante, desde el punto de vista de un jardinero central que necesita buscar trabajo para la temporada siguiente, exceptuando que el jardinero central del club tramposo batee bien debido al sistema de robo de señas, esto no eleva el nivel de toda la posición en el resto de la liga. Si termina la temporada y se me compara con un jardinero central ladrón de señas, podría afectarme un poco, pero no del mismo modo que lo haría si la mitad de los center fielders de la liga consumieran sustancias prohibidas.

Y podemos sustituir "jardinero central" por cualquier otro pelotero de posición; el efecto seguiría siendo el mismo.

También podríamos incluir en la ecuación las transgresiones colectivas cometidas por un equipo con mayor facilidad. Le puedo decir a mi agente: "Muy bien, es injusto que me comparen con un jardinero que sabía cual sería el próximo pitcheo durante toda la temporada" y sería un argumento convincente. Podríamos argumentar a favor de tratar a los jardineros de Houston como un caso anómalo y podríamos decir lo mismo sobre los jugadores de los Colorado Rockies y la altitud de su parque sede. Un caso atípico. Es probable que un center fielder "clarividente" de Houston no me haga quedar fuera de las Ligas Mayores. Un grupo de diecisiete outfielders consumiendo esteroides sí lo haría. Y hay que tener presente que tuve que batear contra lanzadores que consumían sustancias prohibidas. El robo de señas no afecta a los pitchers (son ajenos a dicha trama y si existe un grupo que pueda sentirse afectado por el robo de señas en lo personal, son ellos, aunque en una escala mucho menor).

Si la mitad de las ofensivas de la Liga roban señas de forma ilegal durante un periodo extenso de años, la expectativa sobre un jardinero central podría cambiar, pero se requeriría de una conspiración duradera por parte de la liga, para que dichos cambios se produzcan de forma significativa. Una epidemia en toda la liga inflaría colectivamente las cifras ofensivas, pero ese no fue el caso de los Astros. Incluso si aceptamos el caso probable de que se produjo algo que va mucho más allá de un simple engaño por parte de los Astros, no podemos decir que fue el caso preponderante en todo el Béisbol de Grandes Ligas. Obviamente, esto dependerá de las medidas que tomen la Oficina del Comisionado y el Sindicato de Peloteros en el futuro próximo para evitarlo.

Si bien es cierto que no puedo afirmar que sé con exactitud el porcentaje de peloteros que utilizó sustancias prohibidas durante mis días como pelotero activo, sí hubo una cantidad de jugadores consumiéndolas superior al valor aportado por un solo equipo y esta situación se mantuvo por largo tiempo. Si extraemos la lista de nombres mencionados en el informe Mitchell (89 peloteros) y consideramos que dicho informe sólo vio de forma somera el problema, al ver los nombres que se han visto implicados en el consumo de sustancias prohibidas desde entonces, es evidente que el problema no se limitó a un pequeño grupo de peloteros rebeldes que formaban parte de la clientela de BALCO o Biogenesis.


EN 2003, firmé con la organización de Texas en condición de agente libre; no obstante, dos semanas después de iniciada la temporada, sufrí una rotura del tendón de la corva, mientras corría hacia la primera base. Después de haberme sometido a una cirugía y su posterior rehabilitación, pasando horas y días en el salón de entrenamientos y en asignaciones en Ligas Menores, regresé a las Mayores en el mes de junio. Fernando Viña, quien era infielder de los St. Louis Cardinals en aquél entonces, había sufrido esa misma lesión una semana antes de mi regreso tras seis semanas de rehabilitación. Me llamó para pedirme le ayudara a recobrar la plenitud de sus condiciones. No era mi compañero, no era mi amigo, pero se trataba de un colega que formaba parte de la fraternidad del Béisbol de las Grandes Ligas.

Por eso, cuando años después, Viña confesó su uso de hormonas para el crecimiento humano que le llevó a ser mencionado en el Informe Mitchell, lo tomé como algo personal, porque él hizo referencia a la lesión que ambos sufrimos como la razón que le llevó, tristemente, a ingerir hormonas para el crecimiento humano durante su proceso de recuperación. En aquélla época, acabábamos de cumplir 30 años, y cualquier pelotero que sufre una lesión de ese tipo en el ocaso de su carrera se enfrenta a la posibilidad de ser desechado como si fuera la basura de la semana. Todos los peloteros conocen ese temor. Su desesperación, afirmó Viña, le llevó a tomar una triste decisión. Sin embargo, yo me ofrecí a ayudarle francamente, compartiendo con él mis rutinas de rehabilitación... entrenamientos bajo el agua, terapias de ultrasonido, etcétera. Ver su nombre mencionado en el informe Mitchell me hizo sentir como si hubiese ayudado e instigado al enemigo.

Fui canjeado a los Chicago Cubs en julio de 2003 y pude encontrarme con Viña cuando nos enfrentamos a los Cardinals en septiembre. Aún seguía cojeando, producto de su lesión. Al terminar la temporada Viña, con 34 años, pactó un contrato multianual y multimillonario con los Detroit Tigers. Por mi parte, a los 32 años, suscribí un contrato por un año con los Phillies asumiendo una reducción salarial cercana al 50% en el último año de mi carrera. Si bien no jugábamos en la misma posición, ambos éramos toleteros con categoría de primer bate, con carreras comparables, pero la diferencia en las oportunidades que ambos obtuvimos al final de nuestras respectivas carreras fue pronunciada.

El robo ilegal de señas no genera directamente una brecha similar entre peloteros. Sin embargo, el robo de señas y el consumo de sustancias prohibidas comparten los elementos de avaricia y cobardía. Con el uso de esteroides, te conviertes en paranoico y terminas creyendo que cualquier pelotero podría ser un enemigo de la competencia limpia, incluso entre tus propios compañeros. El terreno no es igual para todos: juegas a un nivel completamente distinto.

Competir en Grandes Ligas, al igual que en cualquier otro deporte, se trata de mucho más que, simplemente, vencer al equipo sentado en el dugout de enfrente. Se trata de superar a algunos que juegan en tu mismo equipo. Luchas por mantener un puesto y el hombre que tienes frente a ti viste el mismo uniforme, incluso a pesar de la tradición, que insiste en que ayudes a tu hermano. Transmitir los principios del deporte. Claro, uno desea ganar, obviamente; todos remamos en la misma dirección cuando suena la campana; pero, cuando el otro pelotero consume sustancias prohibidas, tu carrera se hace más breve.

Y el lugar en el cual te encuentras en tu carrera determinará los riesgos que estás dispuesto a asumir. También determinará las repercusiones de no asumir ciertos riesgos. Cuando te encuentras dentro de una burbuja y necesitas un impulso extra, cuando estás lesionado y trazas un mapa que te llevará a la recuperación, cuando te encuentras en el último año de tu contrato, cuando te sometes a un arbitraje o la agencia libre, cuando estás envejeciendo, todos estos números dan vueltas por tu cabeza y hacen que se asome la tentación de hacer algo "extra", solo por este año, sabiendo que podría convertirse en un hábito por el resto de tu carrera. Robar señas no es una decisión del individuo, como sí lo es el consumo de sustancias prohibidas. Puede que tu equipo se salga con la suya, hasta podrías ganar la Serie Mundial, pero la inflación de estadísticas en toda la liga, el punto de comparación característico de este deporte, es relativamente mínima cuando se contiene dentro de un solo equipo.

A pesar de ello, no hay dudas de que el robo de señas ilegal constituye una seria amenaza a la integridad de este deporte, que afecta tóxicamente el valor de un campeonato y es un veneno para el principio medular del juego limpio. No podemos subestimar el daño duradero e indeleble causado por los hechos conocidos con respecto a la temporada 2017, cuando los Astros se alzaron con la Serie Mundial, y la forma en la cual este equipo abusó de la tecnología. Sin embargo, cuando afirmamos que esto es peor que el consumo de esteroides, debemos estar conscientes del punto de vista que nos lleva a hacer dichas afirmaciones. A los ojos de un pelotero de posición que decidió jugar limpio durante la era de los esteroides, las sustancias prohibidas te acosaron hasta que llegó una edad en la cual no podías seguir escapando de ellas. En ese momento, tu carrera había terminado.

Es importante sopesar los efectos de cualquier escandalo sobre aquellos que deciden adherirse a las normas. Esos peloteros que jugaron limpio no solo disputaron unos partidos con balance desfavorable debido al robo de señas; compitieron durante varios años mientras que una legión de súper humanos inclinaron todo el terreno de juego a su favor.

En retrospectiva, es desalentador entender que la totalidad de mi carrera transcurrió durante la era de los esteroides. Saber que, cuando ascendí a Grandes Ligas, mientras luchaba para mantener mi puesto de titular y cuando daba mi último aliento en el mundo del béisbol como pelotero activo, el uso de sustancias prohibidas alteró la balanza. Pero no fui el único. Mi historia es la historia de muchos peloteros.

Las sustancias prohibidas tienen el poder de sacarte del béisbol, de forma mucho más rápida y directa que un equipo que roba señas ilegalmente.

Y quizás el hecho más cruel de todos es que, en ocasiones, ese empujón final al precipicio proviene del mismo hombre que te saluda chocando los cinco en el dugout, vestido con el mismo uniforme que tú.