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De nuevo, Henry Martín, el bendito entre los malditos

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Vázquez: Veo al equipo con grandes posibilidades de clasificar (0:37)

El entrenador de Necaxa declaró que su equipo tiene condiciones para conseguir un boleto a la Liguilla, pero primero tienen que sumar los puntos necesarios. (0:37)

LOS ÁNGELES -- América sigue maldito, pero Henry Martín sigue bendito y con 10 hombres, empató 2-2 con Necaxa.

Y El Nido sigue maldecido, porque sus colosos se desploman en tiempos de guerra. Se habían equivocado antes, de manera costosísima, Memo Ochoa y Bruno Valdez y ahora Emmanuel Aguilera regalaba un autogol y de expulsados, ni hablar.

Este sábado por la noche, cuando Guido Rodríguez se fue con una roja rigorista al ‘38, se irguieron los espectros del 5-2 sufrido ante Cruz Azul tras la expulsión a Roger Martínez y se izó la franela de la histeria.

Falsa alarma. Los héroes salieron de sus tumbas ante un equipo sólido y ambicioso al abordaje, como el Necaxa, ansioso de desplumar a la recientemente desplumada Águila.

Ochoa hizo tres atajadas espectaculares, de esas que lo han convertido en capataz del arco del Tri, mientras Renato Ibarra, entre la fortuna y el chiripazo, sacó un escopetazo de zurda abajo a la derecha de Hugo González para el 0-1, ya con Guido rumiando en el vestidor.

Relevante Necaxa, esforzado, aseado, pero Miguel Herrera había hecho la tarea tras la tunda deportiva, emocional y táctica que le había dado Cruz Azul. El Piojo, resignado, dejó hacer travesuras por las bandas a los Rayos, pero le cortó los enlaces, los relevos, los hombres libres en las diagonales. Ahí emparejó el juego de ajedrez, a pesar de que el Pizzero Benedetti se dedicó a dar vueltitas inútiles en la cancha.

El 0-0 se alargó, sin bostezos, hasta el gol de Ibarra al ’67, que fue como un latigazo en la cautela con el que Necaxa sobrellevaba el juego y, entonces, de la elaboración generosa y vistosa, los Rayos recurrieron al desborde y el centro, aprovechando la fragilidad americanista por los costados.

En tanto, América, con el “Oso” González y el chamaco Ramón Juárez (18 años), mucho más eficiente que Benedetti, compactó más al equipo, resignado a las fugas por su costado. De esa manera, al ’72, Quiroga se eleva cómodamente y de seco cabezazo, ante el pasmado Aguilera, abajo, a la izquierda, donde Ochoa se lanza hurgando una esperanza, pero el balón ondea en las redes para el 1-1 que revive al Necaxa.

Entonces, el villano que América habilita en cada partido. Centro por izquierda de Salas y el balón, potente y franco a los pies de Aguilera, se emborucó física y mentalmente y choca el esférico para vencer al atónito Ochoa: 2-1 al ’80.

América tenía tufo a fiambre y aún con ese hombre menos, ya con Ibarra fuera de la cancha, propulsados por ansiedad, temeridad, audacia y desesperación, los de Coapa inventan en el laboratorio de lo inesperado, en esos minutos cuando ocurren las pesadillas y así, al ’87, Ibargüen va a fondo, sirve al área, Bruno Valdez rebota el balón hacia Henry Martín, quien en un palmo y en un segundo, controla, acomoda y bloqueando la marca con el cuerpo y en una media tijera, sorprende a sus captores y al mismo arquero para rescatar el 2-2.

Puede, El Nido, organizar su kermés por el empate con un hombre menos, pero América sigue con sólo una victoria en nueve juegos, compartiendo con Cruz Azul el reino pusilánime de los empates con siete cada uno, pero América sigue arrastrando la abominación fatalista de expulsiones o de insospechadas bajas de juego de sus referentes y poco consuelo debe ser el saber que recibirán al Puebla.