El 21 de febrero de 1993 no es un día más para los hinchas de Vélez Sarsfield y por qué no, del fútbol argentino. Ese día, dirigiendo al Fortín, Carlos Bianchi tuvo su presentación como director técnico en el fútbol argentino.
Vélez siempre fue su casa. Y eso que en Boca Juniors, uno de los clubes más grandes del mundo, ganó todo y se convirtió en el mejor entrenador xeneize de todos los tiempos. La Bombonera y los hinchas lo idolatraron, pero él siempre se ocupó de dejar en claro que su lugar en el mundo es Liniers.
Nació cerca del José Amalfitani y los primeros pasos como jugador los dio en el club de barrio Ciclón de Jonte, de donde surgían las figuras que luego pasaban a Vélez. Allí debutó de la mano de Victorio Spinetto frente a Boca el 23 de julio de 1967, con 18 años. El partido terminó 1 a 1. El Virrey no pudo convertir, pero estaba claro que tenía con qué comenzar a pelear por un lugar en el equipo titular.
Lo cierto es que poco a poco comenzó a sumar minutos y a afianzarse. El 7 de julio de 1968, un año después del partido debut, anotaba su primer gol con la camiseta velezana. Fue en la victoria por 4 a 2 ante Argentinos Juniors, en cancha de Atlanta.
Y como muestra de su gran momento y de lo que vendría, una fecha más tarde en el Monumental, le quebró a Amadeo Carrizo un invicto de 769 minutos sin recibir goles.
En 1969, Vélez se consagró campeón del Nacional, en lo que fue el primer título para el conjunto velezano en su historia profesional. El Virrey jugó ese torneo y anotó 7 goles, disputando la final ante Racing y jugando los últimos 45 minutos de ese partido.
Los 70' fueron años de crecimiento y consagraciones. En el Nacional de 1970 fue por primera vez goleador de un certamen con 16 tantos, y un año más tarde, en el Metropolitano, volvería a convertirse en máximo anotador con 36 tantos.
"Siempre digo que, a pesar de no haber nacido hincha de Vélez, me hice hincha de Vélez. Los hinchas dicen que los colores no se cambian, pero yo pienso que sí, por la simple razón que uno defiende una camiseta y termina queriendo esos colores. Es lo que me pasó a mí con Vélez Sarsfield", le decía a ESPN hace unos años.
"Yo nací a 10 cuadras del estadio, iba caminando a los entrenamientos. Viví hasta los 20 años en el barrio. Cuando debuté, me empezaron a mirar con otros ojos. Lógicamente, con aquel gol que le hice a Carrizo mi apellido tomó relevancia, y en ese mismo 1969 salimos campeones", agregó.
Como jugador con la camiseta de Vélez anotó un total de 206 goles en 324 partidos. Tras su paso por Francia, donde jugó para el Stade de Reims, Paris Saint Germain y Racing de Estrasburgo, regresó a El Fortín en 1980, hasta que en 1984 se despidió de manera definitiva como jugador en el fútbol argentino.
Pero faltaba lo mejor. La etapa como entrenador. En 1993 y tras el alejamiento de Eduardo Luján Manera llegó su momento. Venía de experimentar con el buzo de DT en Francia, dirigiendo Stade de France, OGC Niza y Paris FC, con algunos buenos resultados pero lejos del entrenador ganador que luego se vería en la Argentina.
Contaba con un gran plantel, integrado entre otros por jugadores con mucho carácter y también por varios jóvenes que pronto serían figuras. Ese equipo campeón, recordado por muchos, tenía su formación casi de memoria; Chilavert; Almandoz, Trotta, Sotomayor y Cardozo; Basualdo, Gómez, Bassedas y Pico; Flores y Asad.
Dicen que al Virrey, al principio, se le escapaba más de una palabra en francés, y eso generaba risas entre los jugadores. Pero poco a poco se fue ganando la confianza y el respeto de sus dirigidos, apoyado en dos pilares como Carlos Ischia y el profe Santella.
Vélez ganó el título del Torneo Clausura 1993 con autoridad, sumando 10 triunfos, 7 empates y 2 derrotas, 23 goles a favor y siete en contra. El equipo agarró la punta en la cuarta fecha y ya no la soltó más. Sería el primer título de los tres que lograría a nivel local, ya que luego se consagraría en el Apertura de 1995 y el Clausura de 1996.
En 1994 llegaría uno de los grandes logros de la historia del club: la Copa Libertadores de América. Luego de ganar su grupo, integrado por Palmeiras, Cruzeiro y Boca, llegó en octavos de final un duro Defensor Sporting: fue 0 a 0 de local y 1 a 1 de visitante, y Vélez pasó ganando 4 a 3 en los penales.
En cuartos de final superó a Minerven de Venezuela, empatando en Venezuela 0 a 0 y ganando 2 a 0 de local. En semis, esperaba Junior: otra serie dramática y definida por penales, donde se impuso el conjunto de Liniers 5 a 4.
La final con San Pablo fue puro sufrimiento. Vélez ganó con gol de Asad 1 a 0 de local, y perdió de visitante por el mismo marcador. Una vez más a los penales, donde El Fortín iba a coronarse ganando 5 a 3.
Vélez hizo historia de la mano del Virrey. Pero faltaba lo mejor, la final Intercontinental. Y allí esperaba el Milan de Capello. Con goles de Trotta y Asad, Vélez iba a sorprender al mundo ganando 2 a 0 y pisando fuerte ante un grande de Europa.
"En el vestuario del Olímpico de Tokio les pedí que seamos nosotros mismos, no teníamos que guardarnos nada. El equipo lo dio todo y de hecho no hice ningún cambio. Esa Intercontinental no la sufrí, estuve tranquilo. Y cuando expulsaron a Costacurta y Capello puso a Panucci por Savicevic, le dije a Ischia: están entregados. Ganamos 2-0, una diferencia inusual para este tipo de finales", decía más tarde el Virrey.
Bianchi lo hizo. Posicionó a Vélez como un equipo competitivo y ganador en el fútbol argentino y lo llevó a ganar un título mundial. Aquel fantástico goleador había quedado en el pasado, porque el entrenador demostró ser aún más grande.