Con goles de Carvajal y Vinícius Jr., el Real Madrid venció 2-0 al Borussia Dortmund y se consagró campeón de la Champions.
Gary Lineker debería actualizar su discurso. "El fútbol es un deporte que inventaron los ingleses, juegan 11 contra 11 y siempre ganan los alemanes", dijo el fenomenal delantero inglés en el Mundial de 1990. Alemania, los alemanes... el... Real Madrid. Lineker, aquel goleador que en enero de 1987 le metió un hat-trick al equipo merengue en el Camp Nou cuando probablemente aún no conocía qué es y qué significa el Madrid, debería ahora, al cabo de 34 años, ponerse al día en cuanto a frases para la historia.
Sería necesario que alguien patentase una frase para el Real Madrid. Este Real Madrid que ha ganado las ocho últimas finales de UEFA Champions League que ha jugado y que, a veces sin merecerlo, a veces sin saber cómo, ni cuándo ni porqué, se lleva, se va llevando y se sigue llevando al museo del Santiago Bernabéu una tras otra Orejona. Mientras los rivales, incrédulos, no saben si reír o llorar.
En Wembley, la película no fue desconocida pero sí cruel para el Borussia Dortmund, un equipo que dominó con suficiencia al Madrid durante toda la primera mitad, que pudo, y mereció, irse al descanso con ventaja clara en el marcador y acabó, al cabo de una hora, aplaudiendo con tanta deportividad como frustración el título número 15 del Madrid.
Debe el Real Madrid tener un pacto con el Diablo. O con los santos o con todos a la vez. No se entendería su supervivencia de otra manera en la historia moderna de la Champions. Podría decirlo el Atlético Madrid, que perdió dos finales (2014 y 2016) inverosímiles. Y también el Liverpool. Y ahora el Borussia Dortmund.
Hasta cinco ocasiones de gol tuvo el equipo alemán durante la primera mitad. Tres de ellas muy claras, con un remate al palo de Niclas Füllkrug, paseándose después el balón burlonamente por delante de la línea de gol mientras Karim Adeyemi, Julian Brandt o Jadon Sancho celebraban un gol que no fue cuando, aún antes de llegarse a la media hora, ya empezaba a sobrevolar por Wembley la sensación de que el Madrid seguiría siendo inabordable.
Cuando Gregor Kobel, al comienzo de la segunda mitad, salvó un disparo de Toni Kroos comenzó a entenderse, a sospecharse, que el Borussia estaba condenado. Como tantos otros en el pasado. Cuando Dani Carvajal, el más bajito entre gigantes, acertó a conectar un cabezazo tan imposible de creer como inaudito de entender para avanzar al Madrid, ya apenas nadie dudó de que el título iba a ser merengue. Como casi siempre. O, bueno, como siempre cuando de una final de Champions se trata.
El Madrid de Ancelotti se proclamó campeón en Wembley, uno de los pocos santuarios del fútbol mundial que no le había visto celebrar un título, después de redondear una temporada casi perfecta en Europa, puesto que ni una derrota, ni una, encajó en todo el curso.
Sufrió, y no poco, en los octavos de final contra un RB Leipzig que se quejó amargamente tras su empate insuficiente en el Bernabéu, superó al campeón Manchester City en los penaltis de los cuartos y se cargó al Bayern Munich en semifinales. Y si empezó la Champions ganando a un equipo alemán (el Unión Berlín), la acabó en la final derrotando a otro, el cuarto, en Londres.
Al Borussia Dortmund le costará olvidar el nombre de Wembley. En este escenario perdió la final de 2013 ante el Bayern y volvió a caer al cabo de once años. En la despedida de Marco Reus y con Mats Hummels llorando otra derrota cruel. Un equipo enorme este Borussia…
Pero nada parece ser suficiente para evitar que el Madrid, con más épica que estética y/o con la suerte necesaria en el momento oportuno, siga ganando y aumentando su leyenda en una Champions que es su torneo, su casa, su dominio.
¿Podría Lineker actualizar su frase?