El Barcelona sobrevivió en el infierno helado de Kiev y ganó un partido innegociable. La próxima jornada, quien lo iba a decir, podría sentenciar su pase a los octavos de final de la Champions. Beneficiado por la derrota del Benfica ante el Bayern Munich, al equipo azulgrana le bastará con ganar por la mínima al equipo portugués en el Camp Nou para viajar a Múnich con la clasificación solventada.
Le costó, y no poco, al equipo de Sergi Barjuan imponerse a un Dynamo que se estrelló dos veces ante un magnífico, por fin, Ter Stegen, y que no pudo sacar provecho a su dominio hasta bien entrada la segunda parte, ya con Dembélé en el césped, como recurso casi de urgencia para romper una igualada que amenazaba muy mucho su futuro en el torneo.
Se estrelló una, dos, tres y hasta cuatro veces contra la ferrea defensa del equipo rival, cuyas salidas a la contra pusieron de los nervios, como es habitual, a la zaga azulgrana. Mientras, en el centro del campo, Nico se crecía otra vez de manera espectacular, quedando en segundo plano Gavi, situado de extremo por la lesión de Dest y que se dejó notar en una menor incidencia del juego.
Volvió, eso sí, a mostrar buenas sensaciones en su juego. Más junto, con la defensa más avanzada para provocar los fueras de juego del rival, abriendo fútbol a los extremos, disparando desde lejos, combinando con rapidez... Y probablemente insistiendo más de lo aconsejable en los centros, fue dueño de un partido que sin embargo, no pudo desnivelar de su lado hasta el latigazo de Ansu Fati, a quien el VAR anuló anteriormente un penalti y que hasta su sustitución en la recta final volvió a ser de lo más destacable en ataque.
Venció el Barça, por fin, un partido lejos del Camp Nou y no pudo ser uno más trascendental. Si en la próxima jornada se impone, aunque sea por la mínima, al Benfica en el Camp Nou estará en octavos. Hace dos semanas todo eran lamentos, terror y desconfianza. Hoy Europa vuelve a mirarse con otra mirada.