El estreno del Barça de Flick no decepcionó. Sorprendió el entrenador y respondió su equip durante los 90 minutos... decidiendo al final un gran Astralaga en la tanda definitiva.
El Barcelona debutó en Orlando con victoria. En la tanda de penalties pero superando al Manchester City por 4-1 en la tanda definitiva después del 2-2 con que concluyeron los 90 minutos. Una muy buena puesta en escena del nuevo Barça de Flick ante 63.237 espectadores que llenaron las gradas del Camping World Stadium y que se rindieron finalmente a Ander Astralaga, suplente de Iñaki Peña y que atajó los dos primeros lanzamientos del City para encaminar el éxito azulgrana.
Buen debut, buena puesta en escena, buen desenlace y buenas sensaciones, con dudas, siempre, para empezar una gira que dejó claro que el nuevo proyecto ha comenzado a andar con buen pie.
Puede decirse, fácilmente, que al Barça le falta medio equipo. Tiene lesionados, jugadores de vacaciones y futbolistas en los Juegos Olímpicos. Incluso puede insinuarse, a media voz quizá, que la plantilla está a la espera de reforzarse en este mercado de verano... Pero mientras, contra todo, eso los jugadores que se llevó Flick a Estados Unidos mostraron en el Camping World Stadium que se toman la pretemporada como un auténtico examen en el que quieren ganarse la confianza de un entrenador que, por otra parte, se resistió de entrada a dar pistas respecto a sus elecciones y/o descartes.
Dominó el Manchester City pero golpeó el Barça en una primera mitad que comenzó con hora y media de retraso y en la que Hansi Flick sorprendió a propios y extraños con el once que puso en liza. Capitaneó el descartado Lenglet, cuya actuación fue más que correcta, Casadó y Bernal ocuparon el teórico doble pivote, Julián Araujo actuó de carrilero/extremo por la banda derecha y el delantero centro fue Pau Victor, desplazando a un decepcionado y desesperado Vitor Roque al extremo izquierdo.
Correr sin descanso, en una presión en ocasiones descabezada y sin sentido en el área de Éderson pero siempre con una intensidad a toda prueba. Así se podría resumir el paradigma azulgrana durante la primera mitad en cuanto a su juego defensivo, apretando al rival desde arriba y jugando con rapidez el balón cuando lo tenía en su poder.
Combinaciones rápidas, transiciones veloces buscando el juego por bandas, donde Araujo mezcló aciertos con despistes en la derecha y Roque tuvo una actuación mucho más mediocre en la izquierda, quedando muy fuera de vista viendo el rendimiento excelente de Pau Víctor por el centro, autor del 1-0 y 'asistente' sin tocar el balón en el 2-1 de Pablo Torre.
Ese 1-0, a los 24 minutos, nació de una asistencia soberbia, de espaldas, de Marc Casadó, doble pivote pero con llegada, velocidad, criterio e inteligencia. Le regaló el balón a Pau Víctor, veloz y decidido, para anotar el gol de disparo cruzado y elevar la ilusión de una afición que, llenando el graderío reconoció con su ánimo la intensidad y ganas de este nuevo Barça.
Igualó O'Reilly aprovechando una asistencia de Gvardiol y a pesar de su mayor dominio y ocasiones (Iñaki Peña salvó hasta tres grandes ocasiones y el árbitro no quiso ver un gol de Haaland que sacó el meta azulgrana de dentro), al descanso se llegó con ventaja del Barça, gracias al remate cruzado de Pablo Torre después de que Pau Víctor despistase a todo el mundo dejando pasar el balón centrado por Valle.
FUERZA... Y BISOÑEZ
La segunda mitad, interrumpido el ritmo en ocasiones por el carrusel de cambios que se vivió en ambos banquillos, no decepcionó ni desentonó respecto a lo visto en la primera. Entraron de principio Junyent, Valle y Toni Fernández por Fort, Ronald Araújo y Roque y lo hizo más tarde Robert Lewandowski, chocando que dos jugadores como Oriol Romeu e Iñigo Martínez, que han entrenado desde el primer día, fueron de los que menos minutos tuvieron, puesto que no ingresaron hasta el minuto 75, cuando ya había igualado Grealish.
El Barça mostró entusiasmo pero también bisoñez, falta de experiencia que quedó reflejada en el gol de Jack Grealish, cuando fue incapaz de cortar un contragolpe que desde el principio se adivinaba mortal y desembocó en el empate para el City, que siempre, o casi siempre, expresó un mayor criterio global en el juego colectivo.