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Botafogo, entre la ilusión de la Libertadores y el sino trágico ante la gloria

Botafogo es el nombre de un barrio de Río de Janeiro. Remite a João Pereira de Sousa Botafogo, un portugués del siglo XVI dueño de esas tierras. El término refiere a su profesión, encender los cañones de la escuadra lusa. Un barco con fuego. La imagen es perfecta. Sus hinchas adoptaron la identidad con orgullo, hay valentía y poder en esas llamas internas. El resto de los clubes brasileños solo ven un barco incendiado que navega hacia la gloria para naufragar en la derrota. Ese estigma, también, estará en juego este sábado, en la gran final de la CONMEBOL Libertadores ante Atlético Mineiro. Y se verá en vivo por Disney+.

La palabra es “pipoqueiro”. Hay pocos consensos en la actual cultura brasileña: la pelota se juega por abajo, la cerveza se toma fría y esto. Todos los hinchas, salvo los de Botafogo, claro, están de acuerdo en que el Fogão es el club “mais pipoqueiro do Brasil”. Un equipo pecho frío, temeroso, que en las difíciles afloja, que cuando está por salir campeón se le escapa de las manos el título y se lo lleva otro.

La poco poblada vitrina de trofeos de Botafogo da cuenta de este sino trágico. En sus 120 años de vida, el equipo carioca suma más subcampeonatos en el Brasileirao, 3 veces, que títulos, 2 (1968 y 1995, su última gran conquista). Igual cantidad de trofeos tiene en Serie B, sus copas más recientes (2015 y 2021). Ganó 21 estaduales y 20 veces fue segundo. La única vez que llegó a la final de la Copa Brasil, la última definición que disputó, perdió 2-1 con el humilde Juventude, en 1999. A nivel internacional solo conquistó la Copa Conmebol de 1993, a Peñarol, y, al año siguiente perdió la Recopa Sudamericana, contra San Pablo. Casi más frustraciones que títulos.

Como todos los apodos, es cruel e injusto, pero también está basado en hechos reales. Muchos hechos reales. Y como en todas las tragedias, es difícil encontrar una fecha exacta para el comienzo de la maldición. Aunque en el caso de Botafogo podríamos hacer el esfuerzo de precisar el inicio de sus desgracias.

Los títulos más increíbles que dejó escapar Botafogo

Podríamos decir que todo comenzó el 19 de marzo de 1963, en San Pablo. Botafogo, único representante de Río de Janeiro, llegó hasta la final del primer torneo nacional en el que compitió, la Taça Brasil 1962, que se definió al año siguiente. El rival era el mítico Santos de Pelé. Todo un desafío. Pero Botafogo no era un cuadro menor. En sus filas se destacaban Nilton Santos, Amarildo, Zagallo y Garrincha, ni más menos.

Botafogo comenzó ganando la primera final con un gol de Quarentinha a los 13 minutos, pero terminó perdiendo 4-3 con un tanto agónico de Amarildo para decorar la derrota. Pelé fue la figura, con un doblete. En la revancha, en el Maracaná, el Fogão incendió al Santos con un claro 3-1. El título se definió 48 horas después, el 2 de abril, otra vez en el estadio Mario Filho. Luego de la exhibición de la revancha, el favoritismo del equipo de Garrincha era tal que el estadio no llegó a completarse. Apenas fueron 70 mil personas a ver a Botafogo ganar su primer campeonato brasileño. Pero ocurrió todo lo contrario. Los paulistas golearon 5-0, con goles de Doval, Pepe, Coutinho y doblete de Pelé para cerrar la cuenta y abrir el mito.

Unos meses más tarde, en agosto, Santos y Botafogo volvieron a enfrentarse. Ahora, en semis de la Libertadores a la que habían clasificado por jugar aquellas finales. La ida en Pacaembú terminó 1-1. Pelé empató el juego para el campeón defensor en el último minuto. El 28 de agosto, una vez más en el Maracaná, Botafogo era favorito para alcanzar su primera final continental. Sin embargo, a la media hora Pelé ya había terminado con ese sueño con un triplete demoledor. Al final, fue 4-0 para el futuro bicampeón de América.

Pasó casi una década hasta que Botafogo volvió a dejar escapar un título. En este caso, el campeonato carioca de 1971. El Fogão había sido el mejor durante todo el torneo y era cómodo líder, pero empezó a hacer agua en las últimas tres fechas. Primero, perdió 2-0 ante Flamengo. Después, empató 1-1 con América. Fluminense aprovechó para recortar la ventaja a 1 punto, antes de que se enfrentaran en la última jornada. Botafogo era local y le alcanzaba con empatar para gritar campeón. En las tribunas del Maracaná había más de 142 mil personas para ver al campeón de Río de Janeiro. Un gol de Lula en el minuto 42 del segundo tiempo rompió la paridad y le dio el título al Flu que dirigía Zagallo, para más inri, un histórico botafoguense.

Ya en este siglo, a Botafogo se le escaparon varios Cariocas, sobre todo los de 2007 y 2008, después de perder, una y otra vez, ante Flamengo. En 2007, empataron las dos finales y perdió por penales. En 2008 se jugaban dos etapas y sus ganadores definían el campeón. En la final de la primera fase, el Fla le ganó 2-1. El Fogão tuvo revancha en la otra etapa, lo goleó 3-0 en semis y, después, venció a Flu, 1-0. En las finales, Botafogo volvió a perder con Flamengo las dos veces que se enfrentaron, 1-0 y 3-1. La seguidilla de derrotas golpeó fuerte a sus hinchas y consolidó el estigma de “pipoqueiro” en el fútbol brasileño.

Botafogo y el insólito papelón del Brasileirao 2023

Y así llegamos a la historia reciente. Con estos antecedentes, nadie se sorprendió demasiado cuando, en el Brasileirao 2023, Botafogo fue líder durante 31 fechas y desaprovechó una ventaja de hasta 14 puntos para terminar el año apenas en 5to lugar.

Botafogo comenzó esa temporada sin grandes expectativas. El equipo había vuelto a Primera apenas una temporada antes y no tenía plantel para hacer mucho ruido pese a que, desde marzo de 2022, era parte del Eagle Football Holdings, propiedad de John Textor, un millonario de Missouri experto en efectos especiales y animación para cine. Mucho de FX tuvo ese comienzo, ganó 13 veces en las primeras 15 fechas, récord en el torneo brasileño, y tomó un cómodo e inesperado liderazgo. Cuando terminó la primera rueda, contra todo pronóstico, Botafogo era puntero con 47 de 57 puntos posibles.

El segundo era Palmeiras, a 13 puntos, que terminó siendo el campeón con 70 unidades. En el medio, a Botafogo le pasaron muchas cosas. Primero, perdió a su DT. Luis Castro dejó el cargo en la fecha 12 para irse a dirigir a Cristiano Ronaldo en el Al-Nassr. Lo reemplazó otro portugués, Bruno Lage, que impuso un juego más directo. El fuego sagrado se empezó a apagar. En los 10 juegos que duró su nuevo técnico apenas sumaron 13 puntos.

Algunos ubican el punto de quiebre de esa temporada en la revancha de los cuartos de la Sudamericana, en Buenos Aires, ante Defensa y Justicia. La derrota 1-2, tras el 1-1 en Río, no solo dejó eliminado a Botafogo, además le cortó un invicto de 18 partidos y arrancó una nefasta racha de 4 derrotas seguidas. Al DT lo reemplazó su asistente, Lúcio Flávio, pero tampoco funcionó. La ventaja de Botafogo se iba haciendo humo y todo el fútbol brasileño augura el final del siempre para los cariocas. Una vez más, tuvieron razón.

El final de temporada parecía guionado a imagen del mito de derrota que padece Botafogo. No solo iba a dejar escapar un título que parecía servido, aunque nadie imaginaba que podía ganarlo. La cuestión era la forma increíble en la que iba a perderlo. En la segunda rueda solo sumó 17 puntos. En las últimas 11 fechas no pudo ganar, apenas rescató 5 empates. Y dejó escapar victorias servidas cumpliendo con todos los estereotipos posibles de su apodo.

En la fecha 31, se fue al descanso en su estadio 3-0 arriba de Palmeiras, su escolta en la tabla. Terminó perdiendo 3-4 por un gol en el 9no minuto de adición. Dos semanas después, le ganaba 3-1 a Gremio, otro de sus perseguidores, pero un triplete de Luis Suárez, en 19 minutos durante el segundo tiempo, puso otro 3-4 y lo dejó con las manos vacías. A la fecha siguiente, la 34ta, RB Bragantino le igualó 2-2 en el 6to minuto de descuento. Palmeiras aprovechó ese traspié para bajarlo de la cima del Brasileirao.

Textor, su dueño, aprovechó para cambiar de DT. Llegó el curtido Tiago Nunes. Fue más de lo mismo. Una semana más tarde, Santos le empató 1-1 a los 90. Luego, en la jornada 36, sufrió para ponerse en ventaja ante el débil Coritiba pero el rival sacó del medio y puso el 1-1 final en la última jugada. Cuando llegó la última jornada, Botafogo, que había sido líder casi toda la liga, ya no tenía chances de ser campeón. El Fogão terminó 5to con 64 puntos, a 6 de Palmeiras, el ganador del Brasileirao.

La calamidad anunciada de 2023 renovó el estigma perdedor de Botafogo. Muchos hinchas, incluso algunos que trabajan de periodistas, comenzaron a decir que deberían rebautizarlo como Não-fogo. Con maldad, agregan a la lista de infortunios la derrota en la final del Brasileirao 1992, ante un Flamengo de Junior que lo aplastó en los dos partidos; el agónico 2-4 ante River, en el Monumental, con triplete de Falcao, en 8vos de la Sudamericana 2007; y la caída en 4tos de la Libertadores 2017 ante Gremio, en una serie igualdad. Desastres rutinarios a comparación con los anteriores.

Esta temporada, Botafogo construyó bien sobre los despojos del naufragio del año anterior. Está puntero en el Brasileirao desde la fecha 21, aunque acumula 3 empates seguidos y este martes enfrenta a Palmeiras, que acaba de alcanzarlo en la cima a 3 fechas para el final. Y jugará este sábado, por primera vez, la final de la Libertadores, a la que llegó goleando a Peñarol en semis.

Algo de la historia del Bayer Leverkusen, el Neverkusen hasta la última campaña, debe resonar en el pecho de los hinchas de Botafogo. Si los alemanes lograron en la última temporada ser campeones de la Copa Alemana y la Bundesliga, es cierto, dejando escapar la Europa League en la final, quizás ahora sea el turno para la versión sudamericana del ave Fénix.

Por eso son tan importantes estos días para Botafogo. Porque juega dos partidos decisivos para ganar dos títulos y porque tiene la chance de empezar a reescribir su propia historia. Una semana para sacar el fuego sagrado. Cortar con el estigma. Renacer, campeón, de las cenizas. O incendiarse, una vez más, justo antes de llegar a buen puerto.