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Barcelona, a 30 años de la trágica final de Sevilla

BARCELONA -- 1986. Sevilla. Steaua de Bucarest. Ducadam. Tragedia. El 7 de mayo no es un día cualquiera en la memoria del Barcelona. En absoluto.

En la mayor parte de enciclopedias de historia ni aparece la reseña y en las pocas que pudiera aparecer lo hace como una nota mínima, pequeña y prácticamente invisible. Pero en la del Barcelona es un puñal ensangrentado imposible de olvidar.

Este 7 de mayo se cumplen 30 años de la derrota probablemente más dolorosa en el centenario recorrido del club azulgrana. En Sevilla, en el Sánchez Pizjuán, disputó la segunda final de la Copa de Europa de su historia y 50 mil hinchas acudieron al estadio convencidos de conquistarla...

El 7 de mayo, un día con especiales connotaciones, no puede enterrarse, para mal, en el imaginario del Barça.

Un 7 de mayo de 1824 Beethoven estrenó en Viena la Novena Sinfonía, considerada como una de las mayores y más trascendentales de sus obras. El mismo día, en 1973, se concedió el Premio Pulitzer a The Washington Post por su investigación en el caso Watergate... Al barcelonismo militante, sin embargo, se le atraganta la fecha en cuestión.

No hay barcelonista que no tenga una historia que contar alrededor de aquel maldito partido de Sevilla. Quien estuvo en el choque por lo que ello significó y quien no fue porque conocía a alguien que sí.

Y porque el Barça ganó aquella final... Antes de jugarla. Nada ni nadie podía sospechar que ocurriría lo que al final ocurrió.

Ocurrió que el partido acabó con 0-0, que la prórroga acabó con 0-0 y que la tanda de penalties se convirtió en la mayor crueldad recordada por el barcelonismo.

Alexanco, Pedraza, Pichi Alonso y Marcos fallaron consecutivamente sus penalties ante Ducadam y a pesar de que Urruti atajó los dos primeros lanzamientos de Majaru y Boloni, aquel Steaua del que nadie tenía apenas referencias conquistó un título que quedó clavado como una estaca en el corazón del Barcelona.

Fue el principio del fin para Schuster, que sustituido antes de acabar el choque se marchó del estadio al hotel sin esperar a la conclusión. Y fue, también, el principio del fin de una era que estalló al cabo de dos años, con la llegada de Johan Cruyff al banquillo para empezar a cambiar la historia.

Hay quien dice que "sin Sevilla no habría existido el Dream Team" dando por buena aquella tragedia por lo que después ocurrió en el club. Pero para quienes estuvieron en el Sánchez Pizjuán es imposible de olvidar lo sucedido.