Diego Armando Maradona en el Barcelona. La historia, breve y tan convulsa como salpicada de momentos sublimes, comenzó el 4 de junio de 1982 con su firma oficial por el club azulgrana, que pagó por él la entonces desorbitante cifra de 8.1 millones de dólares, lo nunca visto en el fútbol y que dio paso a dos años inolvidables.
Maradona estaba en la órbita del Barça desde casi cuatro años antes pero la indecisión primero, cuando era apenas un juvenil, y la negativa de la AFA después, en 1980, a permitir su salida de Argentina retrasó un fichaje que el club no pudo llevar a cabo hasta aquel verano, regateando toda clase de trabas burocráticas que llegaron a provocar que desde el gobierno español, a través de la Dirección General de Transacciones Exteriores del Ministerio de Comercio, se amenazase con negarle la autorización para el pago en divisas, cifrado en casi cinco millones de dólares a dividir en los seis años que se especificó el contrato inicial.
Maradona jugó apenas dos años en el Barça. Dos temporadas que deportivamente estuvieron marcadas por una hepatitis y una fractura en el tobillo izquierdo que penalizaron su éxito aunque, para nada, ocultaron el impacto que tuvo en el Camp Nou, desde el vestuario y hasta el graderío, donde su figura no tuvo discusión.
Recordar a Maradona rememora la grave lesión que sufrió en septiembre de 1983 por una criminal entrada a su tobillo de Goicoechea, pone en el plano la hepatitis que sufrió en su primera temporada y provoca que se hable de sus problemas con las drogas que, se afirma, comenzaron en Barcelona. Pero también alumbra momentos sublimes: un gol en el Bernabéu inolvidable, la final de Copa de 1983 disputada en Zaragoza precisamente el mismo 4 de junio, una actuación sobrenatural, con gol antológico, en Belgrado frente al Estrella Roja.
Cuando no existían las parabólicas y el fútbol, todavía, se tenía que explicar a través de los ojos del aficionado o el periodista que acudía al estadio, la figura de Diego significó en Barcelona un rayo de espectacularidad que, con todas las diferencias entre ambos, evocó al mejor Cruyff y motiva que casi cuatro décadas después su figura mereciera un reconocimiento que ha quedado un incomprensible olvido.
¿Títulos? Pocos, apenas una Copa del Rey y una Copa de la Liga. Su primera temporada, cerrada con aquella final de Copa, estuvo marcada por una hepatitis que se le diagnosticó en diciembre de 1982 y le mantuvo fuera de los campos hasta marzo del año siguiente.
La segunda comenzó con una exhibición en Magdeburgo, siguió con la gravísima lesión en el tobillo provocada por Goicoechea que le dejó KO durante cerca de cuatro meses, continuó con su alejamiento de la directiva y acabó tras una gira por Estados Unidos mientras se negociaba su traspaso al Napoli, días después de una bochornosa final de Copa frente al Athletic de Bilbao en el Bernabéu que acabó con una batalla campal en el césped del estadio.
38 goles en 58 partidos oficiales es el resumen estadístico de su historia en azulgrana, antes de convertirse en D10S vestido de celeste con el Napoli y alcanzar la eternidad con la selección en el Mundial de 1986. Para entonces, en Barcelona, había quien no comprendía quién y por qué no fue capaz de convertir a Maradona en una leyenda en el Camp Nou.