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El caso Fernando Valenzuela: ¿tiene méritos suficientes para Cooperstown?

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La figura del lanzador mexicano tuvo un impacto cultural trascendental en MLB, junto a una carrera productiva que ahora recibe una nueva oportunidad de ser evaluada rumbo al Salón de la Fama.

La leyenda de Los Angeles Dodgers y del béisbol mexicano, Fernando Valenzuela, es parte de la boleta del Comité de la Era Contemporánea del Salón de la Fama de Cooperstown, donde un panel de 16 votantes determinará si los peloteros incluidos merecen entrar a la inmortalidad. Dentro de este proceso, alcanzar el 75 por ciento necesario (12 votos) suele ser una misión compleja, aunque para muchos el impacto cultural de Valenzuela le otorga una oportunidad real.

Para entender por qué el mexicano llega a este comité es necesario recordar su historial previo en la votación. Valenzuela apareció por primera vez en la boleta tradicional en 2003, cuando obtuvo solo el 6.3 por ciento, por debajo del 75 por ciento requerido, pero suficiente para permanecer un año más. Sin embargo, en 2004 cayó a 3.8 por ciento, perdiendo su elegibilidad por la vía regular.

Fue en noviembre pasado cuando se anunció que Valenzuela, junto a otros nueve exjugadores, sería reconsiderado por el comité, que revisa casos cuyo impacto merece una reevaluación más profunda.

Aquí es donde debemos iniciar por analizar los argumentos que explican por qué Fernando Valenzuela sí podría entrar al Salón de la Fama.

Su temporada de 1981, su primera campaña completa, fue una demostración de grandeza inmediata. La “Fernandomanía” tomó el control de MLB y movilizó a las comunidades mexicana y mexicoamericana a llenar Dodger Stadium como nunca antes. Esa temporada ganó el Cy Young y el Novato del Año, siendo el único lanzador en la historia en lograr ambos premios en la misma campaña. También obtuvo un Bate de Plata, acudió al Juego de Estrellas y lideró la Liga Nacional en partidos iniciados, entradas, juegos completos y ponches, además de encabezar MLB en blanqueadas. Terminó quinto en la votación para el MVP.

A ese año le siguieron cinco temporadas en las que fue invitado al Juego de Estrellas, ganó un Guante de Oro, sumó otro Bate de Plata, recibió votos para el Cy Young en tres ocasiones y también para el MVP. Entre 1981 y 1986 acumuló un WAR de 27.1, el mejor entre todos los lanzadores en ese periodo, lo que marca la solidez de su pico de rendimiento. A eso se le suma que fue el primer lanzador mexicano en lograr la hazaña de tirar un partido sin hits ni carreras.

En postemporada, Valenzuela elevó su nivel aún más, con una efectividad de 1.98 en 63.2 entradas, un WHIP de 1.225 y un FIP de 3.34, cifras que sustentan su rol determinante en el campeonato de los Dodgers en 1981.

Como línea general de carrera, terminó con un WAR de 37.3 como lanzador (41.4 si se incluyen sus aportes ofensivos), efectividad de 3.54 en 2,930 entradas, 2,074 ponches, ERA+ de 104 y un récord de 173–153 a lo largo de 17 temporadas.

Sin embargo, también existen argumentos sólidos que justifican por qué podría no ser elegido. El WAR promedio de los abridores ya inmortalizados ronda los 73, mientras que el de Valenzuela se queda muy por detrás. Comparado con Tom Glavine (80.7), John Smoltz (69.0) o Jim Palmer (68.5), es evidente que su producción acumulada fue menor. Incluso frente a lanzadores que no entraron al Salón de la Fama, como Kevin Brown (67) y David Cone (62), el mexicano luce rezagado.

En cuanto al pico de carrera, aunque dominante, no alcanza el nivel histórico de otros. Sandy Koufax ganó tres Cy Youngs unánimes entre 1961 y 1966 y registró un ERA+ de 156 en ese período. Incluso al compararlo con otro latino que tampoco ingresó a Cooperstown, Johan Santana, el venezolano tuvo un pico más dominante y estadísticamente superior entre 2003 y 2008, con WAR, ERA+, ponches y control más sobresalientes.

Otra métrica que trabaja en su contra es el ERA+. El 104 de Valenzuela indica que fue apenas cuatro por ciento mejor que el promedio de su era, muy lejos de lo que fueron Pedro Martínez (154), Greg Maddux (132) o Tom Seaver (127) en las suyas. Esta brecha muestra que, aunque muy bueno, no fue un lanzador consistentemente dominante a lo largo de toda su carrera.

Tampoco lo favorecen los números de acumulación: 173 victorias quedan lejos de las 250 que suelen asociarse al estándar histórico para un abridor élite (aunque la métrica pierde relevancia con el paso del tiempo), y sus 2,074 ponches quedan distantes de los grandes acumuladores como Nolan Ryan o Randy Johnson, así como muchos otros que bordean los 3,000 ponches de carrera, el número considerado como élite.

El caso de Valenzuela, por lo tanto, es sumamente particular. Estadísticamente, su carrera no se acerca al estándar de la élite inmortalizada en Cooperstown; sin embargo, su impacto cultural, social y deportivo, así como el significado histórico de la "Fernandomanía", superan en trascendencia a muchos pitchers ya en la inmortalidad.

La decisión final depende de qué valoren más los 16 votantes encargados de reevaluar su legado: si las métricas cuantitativas que comparan carreras completas o el significado de un jugador cuya influencia desbordó el terreno de juego. En ese choque entre legado e indicadores estadísticos es donde la "Fernandomanía" sigue viva, décadas después.