En la última década, el término "cultura" ha adquirido una especie de valor mítico, aunque sin sentido. Cuando un equipo o una empresa tiene éxito, no podría haber ocurrido sin una fuerte "cultura organizativa" o si alguien no hubiera establecido una "cultura ganadora". Cuando se produce algún tipo de fracaso espectacular, no había "cultura de la responsabilidad". O, peor aún, había una cultura, pero ésta era una "cultura tóxica".
Obviamente, la cultura importa. Hay malos sitios para trabajar y hay sitios para trabajar. Si has laborado en más de un empleo, sabes bien que no existen dos organizaciones idénticas, y eso también es válido con los equipos deportivos: las vibraciones pueden ser maravillosas, las vibraciones pueden ser terribles. Sólo que a veces (muchas veces), la cultura sirve como sustituto de todas las cosas que no podemos controlar, no podemos entender o medir. Y, bueno, raras veces escuchamos hablar de los equipos que pierden a pesar de contar con una cultura maravillosa, o aquellos que triunfan a pesar de tener una cultura tóxica (quizás, con la excepción de los Houston Astros). Entonces, ¿ganar genera una cultura? ¿O viceversa?
Independientemente de la dirección a la que apunte la flecha causal, hay un equipo de fútbol que nunca ha ganado eso que tanto quiere obtener y no tiene ninguna cultura establecida.
Este mes, nuestro compañero de ESPN Julien Laurens informó que Kylian Mbappe, pocos meses después de haber firmado uno de los contratos más lucrativos de la historia del balompié, había decidido marcharse del Paris Saint-Germain en enero próximo. Entre sus múltiples frustraciones: el club no fichó un '9' para que le sirva de complemento, la carecía de fichajes en la posición de central y la prolongada presencia de Neymar dentro del club.
¿Cómo pudo desintegrarse todo tan rápidamente? En el París Saint-German, es imposible distinguir la falta de cultura de su sequía de triunfos.
¿Qué culturas han ganado?
Mi colega Kevin Arnovitz ha escrito de forma elocuente y exhaustiva con respecto a la "cultura" de la NBA. Las superestrellas surten un mayor impacto sobre los éxitos de sus equipos en el básquetbol que en cualquier otro deporte y las estrategias de armado de equipos que han prevalecido en los últimos 15 años encajan dentro de una de las tres categorías siguientes:
Congregar la mayor cantidad de superestrellas posible
Mantener suficiente flexibilidad dentro del roster mediante contratos a corto plazo y jugadores jóvenes para eventualmente reunir a las superestrellas apropiadas
Intentar activamente perder la mayor cantidad de partidos de baloncesto posibles, para así ser recompensado con un puesto de selección alto en el draft, que eventualmente redundará en la llegada de una superestrella que a su vez pueda atraer más superestrellas.
Obviamente, la pura priorización del talento está reñida con la cultura... o podría ser toda tu cultura. El equipo de Los Angeles Lakers nunca ha hecho innovación alguna en su deporte; sin embargo, se ha definido como el sitio donde se congregan las estrellas. Esto ha conducido a éxitos inmensos (la era de Kobe Bryant y Shaquille O’Neal, un título de la mano de LeBron James) y algunos fracasos de igual tamaño. (Véase: esta portada de la revista Sports Illustrated sobre el estado actual del equipo). Los Houston Rockets, bajo el mando de su ex gerente general Daryl Morey, quien ha sido frecuentemente catalogado como el Billy Beane del baloncesto, remozaba constantemente su roster en busca de mejoras menores que, según redacta Arnowitz, alentaban a sus empleados a creer que "están comprometidos con un propósito mayor, de innovar e influir en su deporte".
Por su parte, los San Antonio Spurs a las órdenes de su entrenador Gregg Popovich ganaron cinco títulos con un equipo de superestrellas muy específicas y que parecían haberse desprendido de sus egoísmos. Todas fueron adquiridas en el draft y desarrolladas en su propia cantera. El Miami Heat, dentro de lo que se denomina con un dejo de ironía como "La Cultura Heat", ha construido una organización en la cual, según indica Arnowitz, "florecen los perfeccionistas y adictos al trabajo". Esto les permitió atraer superestrellas de la talla de James y Chris Bosh en el verano de 2010... y luego hizo que el equipo siguiera brillando, a pesar de la salida de ambas figuras.
Entonces, ¿cuáles son las culturas predominantes dentro del fútbol? Demos un repaso a los cuatro clubes más exitosos del último lustro: Bayern Munich, Real Madrid, Liverpool y Manchester City.
Desde la contratación de Pep Guardiola en 2013, el espíritu del Bayern dio un giro hacia jugadores con linaje, sumamente atléticos y con vocación atacante. Para bien o para mal, existe una jerarquía establecida (llena de exjugadores del Bayern) en la que encajan tanto técnicos como jugadores, y hay un estilo de juego que evidentemente intentan implementar.
En el Madrid, tenemos la versión futbolística más cercana al modelo de los Lakers: un equipo que ganó en el pasado con figuras y ahora puede afirmar con toda credibilidad que es el equipo donde las estrellas deben llegar si quieren seguir ganando. La versión actual del club ha combinado hermosamente una cantidad de jóvenes incipientes con el núcleo remanente de aquel plantel que alzó tres títulos consecutivos de Champions League. El técnico (bien sea Zinedine Zidane o Carlo Ancelotti) funciona mejor cuando es una especie de figura gurú: alguien querido por los jugadores, en vez de un capataz o exigente fanático de la táctica. A pesar de todos sus éxitos, el club ha tenido muy poca influencia dentro del arco táctico de su disciplina deportiva... y eso no podría importarle menos.
Para el Liverpool, la cultura se encuentra firmemente establecida por Jurgen Klopp: un entrenador sumamente enérgico y de alta exigencia, que también es una de las figuras más empáticas que podemos encontrar en una posición de tanto poder en el mundo del deporte profesional competitivo. Desde la llegada de Klopp en 2015, se han generado aproximadamente cero noticias con respecto a discordias o dramatismos dentro del vestuario. Existe una cultura de mentes abiertas y agresividad que considero funciona particularmente bien debido a los futbolistas que suelen buscar: talentos subvalorados en vez de figuras establecidas. Thiago Alcantara es realmente el único veterano famoso fichado durante la era Klopp y encaja muy bien dentro del espíritu actual del club.
En el Manchester City existe una cultura construida a imagen y semejanza de Pep Guardiola, y con mucho más dinero disponible que el resto. Se han expandido agresivamente por todo el mundo, contratando a algunos de los analistas más astutos: de cierta forma, parecen disfrutar asumiendo el papel del cerebrito villano de la película. ¡Sólo vean a su técnico!
Si bien el Liverpool ha dado mucho espacio a jugadores con perfiles técnicos limitados o mucho menos refinados, prácticamente todos los jugadores fichados por el Manchester City deben ser capaces de bajar un balón lanzado desde el espacio exterior y desbordar a un rival dentro de una cabina telefónica. Desde la llegada de Guardiola, han hecho una sola excepción a la norma y está a punto de batir el récord goleador de la Premier League.
Pero ¿qué hay del PSG?
Queda muy en claro la clase de marca que el PSG aspira ser: quiere que todos los seguidores del fútbol menores de 25 años vistan su camiseta. Esa es la razón por la que utilizan uniformes de la marca Jordan y por la que ficharon a Neymar, Mbappé y a Lionel Messi. Por eso ficharon a Zlatan Ibrahimovic. Por eso ficharon a Thiago Silva y a Gianluigi Donnarumma, a Sergio Ramos, a Achraf Hakimi, etcétera.
Entonces, ¿qué clase de equipo quieren ser... más allá del favorito de los videojuegos?
Pues bien, realmente el PSG no quiere ser un equipo. El Fondo Qatarí Soberano de Inversiones adquirió al club en 2012 y no adquirieron al PSG porque quisieran experimentar cómo se siente ganando muchos partidos de fútbol. No: compraron el equipo como parte de un esfuerzo concertado, que culminará con la celebración del Mundial entre noviembre y diciembre próximos, para cambiar la percepción que se tiene a nivel mundial sobre el estado de Qatar.
Ésta es una percepción posible, de acuerdo con el informe más reciente publicado por Amnistía Internacional: "A pesar de las reformas gubernamentales, los trabajadores migrantes siguen enfrentando abusos laborales y tienen dificultades para cambiar de empleo libremente. Se incrementaron las restricciones a la libertad de expresión durante los meses previos a la Copa del Mundo FIFA 2022. Las mujeres y miembros de la comunidad LGBTI siguen sufriendo discriminación en la ley y en la práctica".
El presidente del club Nasser Al-Khelaifi no tiene reserva alguna al respecto. Siempre vuelvo a esta declaración que dio en 2016: "Nuestro objetivo es hacer del club una institución respetada en todo el mundo", expresó. "Si queremos conseguirlo, debemos ganar la Champions. Eso llevará al club a una nueva dimensión. Cualquier equipo que la gane es visto de forma distinta por todos los demás".
No quiere ganar la Champions League sólo por ganar la Champions; quiere ganar porque cree que ganar cambiará la forma en la que la gente ve a su club. Y si estás más preocupado por las apariencias que por logros sustanciales, ¿acaso sorprende ver que tu organización se quede sin nada? ¿Una suerte de organismo autodestructivo que se desmorona por completo ante cualquier signo de adversidad, pero que también parece cortejar activamente esa misma adversidad que tanto le cuesta afrontar?
Y así te quedas con un equipo que, de acuerdo con todas las estadísticas, está jugando su mejor fútbol de las últimas temporadas. Este tridente ofensivo conformado a los golpes y lleno de fama funciona a su máxima potencia... y a pesar de ello, uno de sus miembros quiere dejar el equipo.
Desde afuera, las exigencias de Mbappé parecen ser muy absurdas. Apartando todo el drama con Neymar, su deseo de jugar con un '9' tradicional y otro central parecen no entender en absoluto las tendencias que actualmente prevalecen en este deporte (jugadores completos que corren por todo el campo) y la composición de su plantel actual (¡El PSG tiene muchos centrales!). En septiembre, el astro francés se quejó de la poca libertad que tiene dentro de la estructura táctica del PSG, en comparación con la selección de Francia y, vaya, es prácticamente la única persona en el mundo que cree que la Francia de Didier Deschamps es un paraíso creativo. Además, si quieres formar parte de un equipo ganador de la Champions, se espera que todos hagan al menos algunos sacrificios menores para adaptarse al sistema mayor. Así funciona este deporte.
Pero quizás Mbappé (y todos los demás) no sabe qué esperar. Como jugador, sabes exactamente lo que tendrás en manos si fichas por uno de esos cuatro clubes.
A pesar de que mantengo mi escepticismo sobre la tesis de que la "cultura" es el verdadero impulso tras los éxitos de dichos clubes, todos ellos cuentan con bases sólidas. El Bayern Múnich tiene muchos años de memoria institucional y si bien la identidad de "FC Hollywood" no es la más elegante, sigue siendo una identidad. El Real Madrid ha ganado Copas de Europa desde mediados de la década de 1950 y en los buenos tiempos, los jugadores fichan por el Real Madrid con la expectativa de que ganarán la Champions.
El Liverpool se ha hecho con expectativas similares de éxitos en Europa y han restablecido su estatus entre los mejores equipos del mundo al contratar un técnico que entiende de forma innata la relación particularmente íntima que el club tiene con su hinchada. Y si bien los propietarios del Manchester City con sede en Abu Dabi están inmersos dentro de un proyecto bastante similar de lavado de reputación, sus dueños al menos entienden que debían establecer alguna clase de identidad para tener éxito. Han intentado resolver el problema arrojando toneladas de dinero, pero también les dieron las llaves a los hombres que ayudaron a construir la cultura mejor definida dentro del fútbol de clubes del Siglo XXI: el Barcelona de principios de los años 2000.
En el Bayern, se espera ganar todos los partidos que se disputan. En el Madrid, se juega para ganar la Champions. En el Liverpool, eres miembro a partes iguales de una banda de rock pesado. Y en el City, intentas deconstruir el fútbol hasta su nivel molecular. Lo sabes bien desde el momento que estampas tu rúbrica sobre el contrato.
En el PSG, la única certeza es que ganarás un montón de plata. Cambian técnicos cada temporada o dos, y el entrenador se ve frecuentemente debilitado por sus jugadores, o el nuevo director deportivo o incluso, por el propio Al-Khelaifi. En otras palabras: no hay cultura... más allá de fracasar constantemente en competiciones europeas y sentirse increíblemente agraviado por fuerzas externas cada vez que se produce ese desenlace inevitable.