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Nueve meses después de Qatar, más cerca del aborto que del urgente Mesías

Casi nueve meses después, nada ha cambiado, aunque todo esté cambiado y aunque todo esté cambiando. Porque el cambio no siempre implica evolución, sino a veces, una regresión dolorosa y dolosa.

LOS ÁNGELES -- Están por cumplirse ya nueve meses. Noviembre 30 de 2022. México protagoniza su peor Mundial en Qatar.

Nada ha cambiado, aunque todo esté cambiado y todo esté cambiando.

Cabezas rodaron: Yon de Luisa fue obligado a un deshonroso harakiri, que es la manifestación suprema de honor en Japón. En el Sol Naciente morir así es dignificarse. De Luisa fue premiado desde la indignidad cínica de una “embajada” en FIFA y avecindado en Europa.

Un grupo tomó el poder. Nada bueno hubo detrás de él. Tomó por asalto al Tri, pero no alcanzó la silla infame e infausta de la Federación Mexicana de Futbol.

Fueron degradados y exiliados. Su propia incompetencia anudó la soga en su pescuezo. Grupo Orlegi, Grupo Azteca y Grupo Caliente fueron expulsados del Paraíso. Grupo Pachuca, agazapado, fue parte de la autoría intelectual de ese hacinamiento de apestados.

Desde el Salón Oval de Televisa, Emilio Azcárraga Jean ungió a sus nuevos emisarios. Algún día le preguntaron al nuevo delfín, Juan Carlos La Bomba Rodríguez, si su recurrente patrón, el mismo Emilio, era el proxeneta absoluto del futbol mexicano. Rodríguez respondió que no. Y hasta el burdel entero se carcajeó.

Nada ha cambiado, aunque todo esté cambiado y aunque todo esté cambiando.

Cierto, Juan Carlos Rodríguez ha presentado una fastuosa e inédita maqueta para el futbol mexicano. Es una especie de parcheo, de resanar una casa ruinosa de cimientos podridos. Cataplasmas de herbolaria, cuando se requiere una cirugía mayor.

El primer síntoma fue alentador. Un técnico mexicano para el Tri: Jaime Lozano, aunque ya lo reconvinieron sobre el tema de naturalizados en la selección. La libertad del Jimmy no comienza con sus necesidades ni termina con sus obligaciones. Va a ser ultrajada cuando sea necesario, aunque no como antes, cuando se imponían jugadores, patrocinadores, promotores, y hasta caprichitos de los bufones cercanos a Emilio y su séquito.

La Bomba ha hecho una promesa que suena a advertencia y a declaración de guerra: tiene más poder al frente de la FMF que el que tuvo cualquiera de sus antecesores.

Claro, ese poder de Juan Carlos Rodríguez es tal que pudo desparasitar la FMF al echar a Irarragorri y sus achichincles. Pero, es tan endeble, tan enclenque, como un súbito, menopaúsico y berrinchudo mensaje de WhatsApp del mismo Azcárraga Jean.

Tras el acierto con Lozano, La Bomba, en un dechado de ventriloquía, a través de Ivar Sisniega, anunció su consejo de chamanes. Fueron nombres rimbombantes, aunque el tipo de la cabecera permaneciera oculto: Ricardo Peláez.

La primera deserción, bajo el uniforme de la egolatría, fue de Ricardo La Volpe. Claro, quedó rasurado del proyecto, con veto temporal en Televisa, y ya anda tocando puertas en todas las televisoras. Cuando su alter ego divorcia la lengua del cerebro, suelen ocurrirle estas cosas.

Pero el daño directo al croquis, al proyecto del “Oppenheimer” Rodríguez, estaba hecho. A La Volpe se le botó una tuerca y al armatoste de cambio de la Nueva FMF, también.

Regresó la Liga MX tras la calamitosa Copa de las Ligas, ese cáliz futbolero engendrado por la MLS y USSoccer, y que de manera farisaica quisieron convertir en el Santo Grial tras la concurrencia de Lionel Messi.

Y regresó la Liga MX para contemplar de nuevo el siniestro panorama de sus miserias.

1.- Pésimos arbitrajes con un presidente como Armando Archundia, que pondera vivir en el error, el dolo y la sospechosa, desde el silbante que enturbia la cancha, hasta el VAR, esa versión hechiza, cínica y casi delictiva de la Inquisición.

2.- Pobre nivel futbolístico en las plazas, degradándose la calidad y capacidad competitiva, como ha ocurrido desde que, entre Alejandro Irarragorri y Decio de María, abrieron falazmente las puertas al aumento de extranjeros y a la emboscada de los naturalizados. “Tal vez el jugador mexicano no está hecho para jugar al futbol”, dijo en esos tiempos el capataz de Orlegi en Raza Deportiva de ESPNDeportes.

3.- Y sigue ahí la basura oculta en los clubes, en sus oficinas, en sus finanzas, en su corrupción. Promotores dirigiendo equipos, debiendo salarios, organizando contubernios, esquilmando talentos mexicanos y aficiones. Y todos fingen que no pasa nada, aunque la cancha se enfangue de toda esa podredumbre.

4.- La Liga MX y su aberración, la Liga de Expansión, siguen en manos de un tipo que en el culto desesperado, enfermizo, alucinante, patético hacia sí mismo, sigue construyendo sofismas con cifras, la mayoría inútiles y todas manipuladas, para hacer creer que este fracasado político sabe trabajar. Ya se sabe que Mikel Arriola es un supurante apéndice de la fallida aventura política de Emilio.

Insisto: casi nueve meses después, nada ha cambiado, aunque todo esté cambiado y aunque todo esté cambiando. Porque el cambio no siempre implica evolución, sino a veces, una regresión dolorosa y dolosa.

Pasarán años, tal vez generaciones para que el futbol mexicano emerja. Hoy acumula sus propias cenizas, antes que insinuar soluciones.

De momento, Juan Carlos Rodríguez embadurna con colores brillantes los temas mediáticos (selección, entrenador, amistosos, etc.), pero no se atreve aún –y tal vez nunca lo haga--, a meterse a los socavones corrosivos, sombríos y peligrosos del futbol mexicano.

Jactancioso, alguna vez, La Bomba dijo “me siento muy empoderado”. Una frase de John F. Kennedy reviste y resiste una doble analogía en este caso: “Aquellos que locamente buscaron el poder cabalgando a lomo de un tigre acabaron dentro de él”.