Sí, un 2-2 que alivia, pero no ilusiona, que podrá alucinar a algunos, pero que reclama prudencia en una Selección Mexicana, cierto, herida de ausencias, con abusos de confianza del cuerpo técnico
LOS ÁNGELES -- Cambios sabios a comportamientos bobos. En el que debe ser el partido del adiós y del olvido para Héctor Herrera, México resucita de entre un 0-2 para resoplar con la fragilidad de un 2-2. No debe haber festejo en el Tri, sino apagar la luz discretamente y viajar a Atlanta ante Uzbekistán.
Sí, un 2-2 que alivia, pero no ilusiona, que podrá alucinar a algunos, pero que reclama prudencia en una Selección Mexicana, cierto, herida de ausencias, con abusos de confianza del cuerpo técnico, ante una Australia que trata de cimentar y cementar el proyecto diseñado en 2016.
Entiéndase que la fatuidad de vanagloriarse por salirse de la tumba del 0-2, es un impulso que se debate entre el cinismo y el conformismo.
El análisis debe ser más estricto de cara al drama del 2-0 que en la kermés oportunista del 2-2. No era un partido para que México terminara envuelto en la advenediza bandera del envalentonamiento y la heroicidad ficticia, sino en aceptar la autopsia con la que el equipo se encontraba al minuto 63, con dos boquetes por torpezas defensivas.
Bobos. Así los goles que sufre México. El primero, lo envuelve para regalo Guillermo Ochoa al obsequiar un cobro de esquina, y Johan Vásquez queda un metro detrás, milésimas de segundo entumido, libras de impacto rezagado, y un año luz de ingenuidad en la marca. Harry Souttar se expone a una tortícolis en gesto de avestruz, agachando el pescuezo para el 0-1.
El segundo igual de despistado. Atrabancado, distraído, precipitado, Luis Romo embiste por detrás a Riley McGree, quien trataba de desbordar a Julián Araujo. Rudeza innecesaria. Martin Boyle la cobra luego de mofarse de Ochoa en duelo de miradas. 0-2.
Hablando de momentos bobos, Santi Giménez se anota en la lista. Entre los dos goles australianos, el delantero del Feyenoord suplica a Orbelín Pineda que le ceda el cobro de un penalti. Santiago golpea con potencia, pero estrella su disparo en el poste, en su segundo penalti fallido con el Tri, pese a su eficiencia en la Eredivisie.
Inexplicablemente, Jaime Lozano burocratiza los cambios. Héctor Herrera, con todo y sus lágrimas, estremecido y enternecido por el Himno Nacional, después en la cancha, y al paso del tiempo, terminó yéndose tarde del partido y de cualquier futura convocatoria. Pero, el Jimmy especulaba.
¿Y Alexis Vega? Ridiculizado quedó cuando ingresó El Chino Huerta, segregado de Chivas, para mostrarse con toda la viveza y descaro a los que le pusieron grilletes rojiblancos. Encima, más allá de generar, hace el gol del empate en un zapatazo de volea.
Antes de ese 2-2, al salir Giménez, la entrada de su homónimo fonético, Raúl Jiménez, y homólogo de obligaciones, había servido el 1-2. Con su especialidad en el cobro desde el manchón, había hecho su ritual habitual para rescatar la bandera que los australianos parecían tener cautiva.
Ese sería parte del saldo. Jaime Lozano despertando de su propio coma, de su propia narcosis, y empezando a cambiar piezas ya desgastadas y caducas, por algunas que prometen y están hambrientas, para que, además, azucen a los que deberán reportarse desde Europa próximamente.
Queda además en evidencia la mano sólida y solidaria de Lozano. Se atreve a la temeridad de poner bajo ensayo y bajo fuego a posibles prospectos y soluciones, pero en el puesto de Herrera hay mejores opciones y Vega, con este Huerta, la urgencia de Julián Quiñones y el ansia de revancha de Hirving Lozano, podrá quedarse a tiempo completo en Chivas.
Así, al menos, parece que México encontró en el segundo tiempo el equipo para solventar los compromisos de septiembre y organizar los de octubre. El martes enfrentará a Uzbekistán (0-3 ante EEUU este sábado) en Atlanta, y el próximo mes a Ghana en Charlotte y a Alemania (1-4 con Japón) en Filadelfia.