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Hacerlo ver fácil

Los logros de Pep Guardiola deberían ser suficientes para entender que se está ante un caso excepcional, pero…

Pensaría que el máximo nivel de excelencia se alcanza cuando uno cumple con una tarea y es capaz de ejecutarla de manera adecuada y, además, hacerlo ver fácil. Que la naturalidad con la que se realiza dicha acción se vuelve ya no solo una característica, o una costumbre…es ya casi una constante.

Lograr esto además compitiendo contra los mejores del mundo, resulta todavía más complicado. No se trata de algo que solo depende de ti. Tiene que ver por supuesto con talento, pero para mantenerlo de forma sostenida, tiene que involucrar más aspectos. Preparación, actualización, planeación, hambre de estar en la cima; la lista completa la desconozco, pero, así como resulta complicado enumerar todos los ingredientes, es todavía más difícil poder llevar todo a cabo.

A lo que quiero llegar con esta larga introducción, es que con todo y que creo entendemos lo complicado que es lograr la excelencia, la menospreciamos con singular facilidad. Nuestro umbral de aburrimiento es mínimo y cuando empezamos a ver a alguien consolidarse y quedarse un buen rato en la cima, deja de parecernos novedoso, sorprendente y por ende ya no nos causa impacto. No se queda ahí la cosa, lo que antes aplaudíamos, deja de entretenernos. Por increíble que parezca, se vuelve normal.

Con Guardiola pasa seguido. El tipo está por ganar su décimo título de liga en 13 temporadas que lleva dirigidas, números históricos en cada equipo que ha entrenado, y no basta. Apenas segundos después de que alguien reconoce lo hecho, llega el reclamo de “no ha ganado la Champions”. Y es algo que obviamente tiene pendiente, pero por lo que hace y sobre todo por cómo lo hace, termina siendo una tristeza que el análisis sea tan superficial y se quede simplemente en lo que no ha logrado, cuando evidentemente es mucho más lo que sí gana.

Pensando en números, solamente en números, no puedo creer que alguien se atreva a hablar de fracaso, con lo que ha ganado Pep. Pero lo que antes nos causaba sorpresa, impacto, ha dejado de hacerlo. Ya no impresiona. Hablan de cifras de dinero gastado, de jugadores que se han comprado y parece que ahí radica la exigencia sobre el resto. Perdón si les digo esto, pero otros equipos también gastan; otros equipos también contratan jugadores y además de los resultados que no están garantizados, el estilo, la forma dista mucho de lo que históricamente han jugado sus equipos.

A las puertas de un Derby de Manchester, donde seamos honestos la Premier no está ni cerca de estar en juego, con 28 partidos sin perder, 21 triunfos al hilo, es increíble que haya ‘peros’. No puedo creer que no haya certeza de que se trata del mejor equipo del momento. La temporada de Guardiola y su equipo dependerá para muchos de lo que se logre en exclusiva en solamente un torneo.

El pecado de Pep está lejos de ser lo que no gana. La culpa ha dejado de ser del artista y radica más en un espectador que ha sido malacostumbrado a ver normalmente, algo que está lejos de serlo. Ante la rápida pérdida de asombro se exige más y más, sin estar conscientes que lo que se tiene por delante es mucho más difícil de lograr, de lo que los insaciables jueces pueden imaginar.