LOS ÁNGELES -- Grandeza. Fácil de definir. Difícil de cuadrar. Más aún en el futbol mexicano. No hay un sastre capaz de ceñir impecablemente semejante traje a los amorfos cuerpos de los equipos de la región.
Grandeza. La Real Academia Española (RAE) traza un perfil tan simple, pero tan amplio, que complica aún más vestir a alguien con semejante seda. “Majestad y porte”, explica la RAE. “Elevación de espíritu, elevación moral”. “Extensión, tamaño, magnitud”. “Tamaño excesivo de algo, respecto de otra cosa del mismo género”, agrega la RAE.
En el uso falsificado del término, y en el abuso del mismo, en el futbol mexicano se exaltó a tales condiciones de "grandeza" a Chivas, América, Cruz Azul y Pumas. El tiempo, la sequía, su demografía, su menor trascendencia y su inconsistencia derrumbaron los frágiles nichos de La Máquina y de la UNAM. Vivían de prestado.
Más allá de términos como “elevación de espíritu y elevación moral”, o “majestad y porte”, que evidentemente riñen con el americanismo por los vínculos perniciosos con el poder que manipula y maniata al futbol mexicano, El Nido la ha refrendado en cancha, con base en consistencia y protagonismo, de todo tipo, desde la gloria de las conquistas hasta el impudor de los escándalos.
Todo eso y la población creciente de fanáticos, permite que ante los bajos estándares del futbol mexicano se le mantenga como pegoste el término de “grandeza”. Sí, América paga la cuota para el título nobiliario del Quinto Patio del futbol mexicano. Con más títulos ganados, además, ha encontrado la forma de entrometerse en todas las conversaciones, gracias a su pérfido bautismo como el #ÓdiameMás.
Pero, ¿y Chivas? ¿Merece seguir ahí? ¿Chivas empequeñece el término de grandeza? ¿O es la misma palabra grandeza, la que empequeñece a Chivas?
El Guadalajara vive de sus títulos nobiliarios. Ha sido el aristócrata del barrio. Ostenta un blasón, una heráldica que es la envidia de todos en el futbol mexicano. Alcurnia, rancia, ciertamente, pero alcurnia: “El Campeonísimo”, por aquella era, legendaria, sin duda, en la que expropió el liderazgo de su vecindario futbolístico.
Entre 1956 y 1965, el Guadalajara reclutó glorias y trofeos. Siete títulos de Primera División; seis de Campeón de Campeones; una Copa México y un Campeón de Campeones de Concacaf fue su cosecha. Nada mal para un equipo que había enarbolado orgullosamente la bandera del mexicanismo.
Además, la Copa Challenger, hecha de oro macizo, para el equipo que sumara tres títulos consecutivos o cinco alternados, fue entregada sólo una vez en la era profesional del futbol mexicano. La ganó Chivas al coronarse en 1959, 1960 y 1961. En la era amateur, la ganaron el América (1924-1927) y el Real Club España, éste dos veces, y por cierto el autor intelectual del original trofeo.
Pero, este tipo de grandeza, la del Campeonísimo, está expuesta a dos fenómenos. Puede añejarse, enriquecerse, fortalecerse… o pudrirse, marchitarse, avejentarse hasta la decrepitud.
Ese término “Campeonísimo”, se ha convertido en la obsesión de muchos. Salvador Martínez Garza en la época de la Promotora Guadalajara, y Jorge Vergara prometieron una nueva versión de ese equipo de leyenda. Incluso, para Emilio Azcárraga Jean, es una tara, un trauma, heredado de su padre, que a pesar de sus esfuerzos, no ha podido construir su propia versión del “Campeonísimo de Coapa”.
Una leyenda innegable del futbol mundial, pionero de la estructura del Barcelona, el holandés Johan Cruyff, fue contratado por Chivas para reconstruirlo. Con la franqueza descarnada de Los Países Bajos, cuestionó la grandeza del Guadalajara.
“Si tomas la historia de 1960 hasta hoy, es pobre, quizá no los primeros diez años, pero los últimos 40...”, dijo Cruyff en octubre de 2012. El neerlandés quiso realizar una operación mayor, hasta los cimientos, hasta las entrañas. Terminaría despedido a través de un correo electrónico mientras dormía.
En su momento, Cruyff culpó a Jorge Vergara y a Angélica Fuentes, “quien –aseguró--, toma todas las decisiones”, por no respetar los acuerdos, especialmente, en un trabajo de fondo en la administración y organigrama del equipo.
“Un título en 13 años, eso no es grandeza”, dijo Cruyff tras romper con el Guadalajara.
Chivas vive una nueva crisis. Este sábado, dentro del Apertura 2021, con un hombre más, empata ante Monterrey. Suma seis puntos de 18 posibles. Y saca esa igualada sin goles bajo la doctrina mezquina con la que dirige Víctor Manuel Vucetich, quien, además, hace seis cambios respecto al anterior encuentro, desesperado por ese humillante 0-3 ante León.
Monterrey y Chivas reparten en puntos en Nuevo León. 🤝
— ESPN Deportes (@ESPNDeportes) August 22, 2021
A pesar de jugar más de 30 minutos con un futbolista más, los 'rojiblancos' no pudieron romper el empate y terminaron 0-0. 🔵 🐐 pic.twitter.com/dxqVGzgvX2
En 34 años, Chivas ha ganado cuatro títulos. Y hoy parece muy lejos de poder conseguir otro más. ¿Y la grandeza?
A fines de 2019, Chivas comenzó un proyecto para hacer del éxito un inquilino de sus memorias. Ha fracasado. Desde entonces, ha invertido poco más de 50 millones de dólares, desde la firma de Ricardo Peláez como director deportivo hasta una caterva de presuntos refuerzos que pasaron de ser futbolistas rentables a jugadores de medio pelo, como Alexis Vega, Uriel Antuna, Chicote Calderón, Canelo Angulo, entre otros.
El equipo ha tenido estruendos de esperanza, como eliminar al América en Cuartos de Final, con tres golazos del Chicote, pero, ni el jugador ni el equipo pudieron sobrevivir a ese momento refulgente.
Y la grandeza de Chivas, la empequeñece Chivas. Y la clasificación de grandeza, por definición, en el orfanatorio del futbol mexicano, se empequeñece por Chivas.
“Saldremos adelante”, prometió Peláez antes del juego ante Monterrey. No ocurrió. Vucetich ensayó con un cuadro distinto y no funcionó. Ha elucubrado más de 30 alineaciones desde su llegada. No encuentra la cuadratura al círculo.
Este sábado, en la conferencia de prensa, el ex Rey Midas acudió, pero sólo a dar un mensaje, tan escueto, inconsistente, frágil, insostenible, como el equipo mismo en su futbol.
“Lo que hemos venido viviendo nos incomoda. Los hechos son los que tenemos que estar comentando. ¡No más excusas! La afición quiere resultados y es lo que tenemos que buscar, es lo que estamos buscando constantemente y seguiremos así”, dijo Vucetich. Una pequeñez de discurso para un desastre tan grande. Una retórica pobre para la grandeza de un equipo como Chivas.
Así, a Chivas lo hace grande su historia, pero lo empequeñece su presente. Es el equipo más popular en dos países: México y Estados Unidos. Su gente es el más poderoso y valioso de sus haberes. Eso lo sabía y lo entendía Jorge Vergara. “Este equipo le pertenece a su afición”, dijo en su momento.
Hoy, día a día, semana a semana, queda claro, Chivas empequeñece su grandeza.
Por eso, necesario insistir: ¿Chivas empequeñece el término de grandeza? ¿O es la misma palabra grandeza la que empequeñece a Chivas?