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Seba Coates: el flaco solidario que no hizo baby fútbol y fue sostén en los peores momentos de Suárez en Inglaterra

El defensor uruguayo que luchó y atraviesa su mejor momento en Europa. EPA

Espíritu solidario. La definición tiene motivos. Su niñez la vivió en una cooperativa de viviendas compartiendo con amigos. De chico ayudaba a su mamá en un centro de rehabilitación de niños con Síndrome de Down. En la Selección fue rueda de auxilio. Siempre a la orden, siempre dispuesto. En Inglaterra fue sostén de Luis Suárez y su familia en los momentos más duros de su carrera. Y en Portugal no dudó un instante en solidarizarse con un rival que recibió insultos racistas.

Sebastián Coates es un canto a la humildad. Líder positivo. Silencioso. Siempre dispuesto a dar una mano. Su niñez la vivió con una pelota bajo el brazo, pero con un diferencial: no pasó por el mundo del baby fútbol.

A pesar de su insistencia, su madre Mónica se negaba porque no soportaba que los padres anduvieran presionando a los niños en las canchas.

Se tuvo que conformar con correr detrás de sus sueños en la canchita cercana a la cooperativa de viviendas de Jardín de la Cruz, donde vivía. Sebastián también jugaba al básquetbol y alguna que otra vez lo tentaron para ir a algún club. Después apareció Danubio, pero el Flaco no quería traicionar su corazón tricolor.

Con el tiempo lo inscribieron en la escuelita de Banco República hasta que, cuando tenía 11 años, llegó la posibilidad que tanto esperaba: probarse en Nacional.

Así como lo vieron lo ficharon. Sus padres Mónica y Peter pidieron como único requisito que no abandonara los estudios.

Sebastián arrancó jugando de volante. No fue sencillo encontrar su espacio. Es más, estuvo a punto de dejar Nacional como reveló en el libro Vamos que Vamos: “Pruebo un año más y si no juego me voy a otro cuadro”, le dijo a sus padres. Fue ahí que surgió la posibilidad de jugar como zaguero.

Y Sebastián terminó explotando. Fue campeón en Quinta y Cuarta División.

El zaguero entró rápidamente en el radar de la Selección uruguaya y comenzó a ser citado por los entrenadores juveniles. Allí tomó contacto con el técnico de la mayor, Oscar Tabárez, que lo identificó por su altura. Es más, cierto día se le arrimó y le dijo: “Sebastián, con tu altura en el área rival no te pueden marcar”. Coates defendió a la Selección Sub 20 en el Sudamericano y el Mundial de 2009.

Simultáneamente, el técnico de Nacional, Gerardo Pelusso, lo ascendió al primer equipo. Un sueño hecho realidad.

Sebastián debutó con la camiseta del club de sus amores el 18 de abril de 2009, frente a Bella Vista, por el Torneo Clausura. No salió más del equipo. Ese año Nacional alcanzó las semifinales de la Copa Libertadores. Coates entraba en la mira del fútbol internacional.

Además, se consagró campeón Uruguayo siendo protagonista directo en las cinco finales contra Defensor Sporting donde marcó dos goles que le dieron el título a Nacional.

LA DESPEDIDA

Coates se consolidó en el primer equipo tricolor al punto tal que sus actuaciones lo llevaron a la Selección mayor. Oscar Tabárez lo convocó para el Repechaje de las Eliminatorias clasificatorias para el Mundial de 2010. Tenía 19 años cuando se incorporó al plantel junto a su compañero Nicolás Lodeiro.

Finalmente el debut en la Selección llegó el 23 de junio de 2011 en un amistoso contra Estonia.

La Copa América de Argentina estaba a la vuelta de la esquina. Coates fue confirmado en el plantel y la lesión de Diego Godín lo terminó metiendo en el equipo. Su actuación le valió el premio al mejor jugador joven del torneo.

Su compañero de zaga, Diego Lugano, sugirió su incorporación a los dirigentes de San Pablo. Pero Coates tenía destino europeo. Un día le sonó el teléfono. Del otro lado lo saludó su compañero de Selección, Luis Suárez, que le dijo: “Acá en el Liverpool te quieren”.

El 30 de agosto de 2011 se concretó el pase a Liverpool que pagó 14 millones de dólares, de los cuales 8 fueron para las arcas de Nacional, en lo que significó el pase más caro en la historia del fútbol uruguayo hasta ese momento.

El día que se despidió de Nacional narró sus sentimientos en una charla que tuvimos para el diario El Observador dentro del vestuario del Parque Central.

“Acá lloré y vi llorar a compañeros, despedí a amigos como el Morro García y Mauricio Pereyra, escuché charlas, vine siempre temprano a tomar mate. Festejé campeonatos y me fui con bronca alguna tarde. Cuando vine por primera vez con 11 años no podía creer que estaba acá adentro. El Parque no era así pero el vestuario era parecido. Me acuerdo que miraba para todos lados y no me caía la ficha que estaba en el vestuario de Nacional. El técnico era Jorge Saavedra y el preparador físico Jorge Galán. Es gente que uno no olvida porque muchos de los que nos vieron crecer en juveniles nos dejaron enseñanzas y compartieron experiencias de vida juntos a nosotros”, expresó.

ESPÍRITU SOLIDARIO

En Inglaterra, Sebastián fue apadrinado por Luis Suárez. El salteño lo llevó a su casa y lo hizo parte de su familia. Eran inseparables. Y Coates, fiel a su estilo solidario, fue sostén de los Suárez-Balbi cuando al delantero le tocó vivir la etapa más dura en el fútbol inglés cuando fue acusado de racismo. Ahí estaba Sebastián para apoyar y acompañar.

Coates debutó en el fútbol inglés, estuvo dos temporadas en Liverpool y previo al Mundial de Brasil regresó al país para tener rodaje en Nacional. Posteriormente volvió a la Premier para defender al Sunderland.

Hasta que encontró su segundo lugar en el mundo: Portugal. El 28 de enero de 2016 firmó contrato con Sporting Lisboa, club en el que se terminó transformando en referente y capitán.

Desde aquella citación a la Celeste, en el año 2009 para formar parte del plantel que jugó el sufrido Repechaje contra Costa Rica, Sebastián fue número puesto en la Selección. Sus antecedentes son dignos de mención: jugó cuatro Eliminatorias, dos Mundiales, cinco veces la Copa América y una Copa Confederaciones.

Su nombre quedó en la historia. En el Complejo Celeste quedará para siempre un mural que lo muestra sonriente, junto a sus compañeros, con la medalla de campeón de América en el pecho