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No nos confundamos

México jugará otra final de un Mundial Sub-17. Eso se tiene que reconocer y que aplaudir.

Está claro que el futbol mexicano es, desde hace tiempo, una potencia en la categoría y, como tal, lo ha reflejado en sus actuaciones.

Si jugó mejor o peor, si Holanda tuvo más oportunidades durante el partido o si los penaltis de los europeos estuvieron mal pateados, no le quita ningún mérito a lo hecho por los jugadores de Marco Antonio Ruiz.

Ahora, no hay que confundirse. Las experiencias de 2005 y 2011 nos deben de servir de ejemplo. Quiero ser el primero en reconocerlo. Yo mismo escribí el otro día que el reto de este grupo no estaba en el juego ante Corea –estaba por disputar aquel partido de cuartos de final- sino en ser capaz de no perder en el camino a la mayoría de estos jugadores.

Pero llevo algunos días reflexionando el tema y me he dado cuenta, con base a lo que ya sucedió que, como la mayoría, estoy mal enfocado.

Desde que terminó el partido contra Holanda leí por todas las redes ¿qué hacer para que estos jugadores destaquen también en selección mayor? O ¿cómo lograr que estos jugadores no se pierdan como los de 2005 ó 2011?

Creo que antes de preguntarnos eso deberíamos cuestionarnos ¿cuántos de los jugadores que hoy andan en Brasil estarán dispuestos y serán capaces de llegar y de destacar en el futbol profesional?

Y es que parece que se nos olvida que lo que se está jugando es un Mundial Infantil. Que ninguno de estos jugadores es profesional. Que si bien juegan en clubes profesionales están en categorías menores, muy alejados hoy de los grandes reflectores.

Claro que hay casos de futbolistas con estas edades en la órbita de primera división en muchos países; pero la mayoría de ellos no acuden a estos torneos justamente por eso.

Existen poquísimos casos en cualquier selección en el mundo que hayan destacado en un Mundial como este y lo hayan hecho después con una selección mayor; y quienes los han conseguido, son una excepción a la regla.

Y hay una lógica en eso. Porque, ¿qué nos hace pensar que todos estos niños quieren o pueden ser profesionales después? Haría más hincapié en lo de poder. La diferencia entre el nivel Sub-17 y el profesional es, contado por quienes sí llegaron, abismal.

Pensar que por jugar hoy en básicas de América, Cruz Azul, Chivas, Pumas o Pachuca se consolidarán después, es absurdo. Sería igual pensar que todos los niños que se inscriben en las escuelitas de los equipos de futbol llegarán a sus primeros equipos. Quienes lo hacen son absoluta minoría.

Tampoco se puede imaginar que si estos chavos le ganaron hoy a Holanda, o a Brasil en 2005 o a Uruguay en 2011 en el marco de este torneo, harán lo mismo después en otros niveles del mismo deporte. Insisto en remarcar la categoría de futbol infantil.

O no me digan que todos los amigos que tuvieron en la escuela y que sacaron siempre las mejores calificaciones son hoy, en la vida laboral, los más exitosos. Y aplica viceversa. Tampoco creería que aquellos a los que vieron reprobar más materias, están hoy desempleados o en la ruina.

Así como la vida escolar no tiene por qué regir después la laboral; el nivel de un futbolista de 16 años no debe necesariamente de proyectarse con el que pueda tener a los 21 0 25 en caso de convertirse en tal.

Esto, sin mencionar los obstáculos que enfrentarán después aquellos que, como dije antes, puedan y quieran ser profesionales. Nivel, exigencia, compromiso, falta de espacio, número de extranjeros etc, etc, etc.

Me dirán negativo, pero con esta reflexión veo más fácil que los García, Pizzuto, Álvarez o Muñoz de hoy ante Holanda, acaben como los Gómez o Espericueta de 2011; o los Arias, Sánchez, Esparza o Guzmán de 2005; con carreras casi efímeras o hasta inexistentes dentro del profesionalismo.