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Selección Mexicana: Otra vez un triste penalti

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David Faitelson: "La Selección no tapa su crisis con este resultado" (1:05)

El especialista de Futbol Picante tachó de afortunada la victoria de México sobre Panamá por la mínima ventaja. (1:05)

De nueva cuenta el debate en torno a la Selección Nacional y al propio futbol mexicano tiene que ver con una polémica barata que radica en definir si una jugada fue o no penalti.

Exárbitros —algunos de ellos de poca reputación y capacidad— debaten en sus espacios televisivos y redes sociales acerca del tema; los diarios, la radio y programas deportivos centran su atención en este asunto por encima de cualquier otro, y ahí vamos de nuevo: ¿era o no penal? 


La discusión es la misma de hace ocho, diez o 20 años; es decir, no hay progreso alguno no solo en la agenda y prioridades de la mayoría de los medios de comunicación —que no es tema menor—, tampoco en el balompié nacional. 


En medio de un proceso eliminatorio rumbo al Mundial de Catar que ha sido desastroso, más allá de que prácticamente se tenga el boleto a la justa, se atiende la forma y nunca el fondo. 


¿Por qué de nuevo, como sucedió rumbo a Brasil 2014, México sufre para clasificar a la Copa del Mundo en la zona futbolística más pobre del planeta que otorga tres boletos y medio?

¿Por qué se ha normalizado que Estados Unidos y Canadá derroten al Tricolor con una mano en la cintura, y que otras selecciones tan limitadas y en franca decadencia como Costa Rica se metan al Estadio Azteca y consigan un empate 0-0?

¿Quién, con conocimiento de causa, le exige cuentas a un entrenador que lleva un año pasmado y aferrado a convocar y usar como titulares a futbolistas en plena decadencia como Héctor Herrera o Andrés Guardado, por citar solo dos ejemplos

¿Bajo qué argumento se convoca a un jugador naturalizado, Rogelio Funes Mori, que supera los 30 años y en lo absoluto tiene mayor nivel que un joven con gran proyección como Santiago Giménez? 


Hay una carencia de análisis alarmante en todos los sectores que conforman la finamente llamada ‘familia del futbol mexicano’. Y una complicidad implícita en la añeja medianía que desde hace casi 30 años tiene como principal sueño llegar a un quinto partido en un Mundial. 


La estructura del balompié nacional, el sistema de competencia de la Liga MX y las prioridades en la Selección no están enfocadas en el éxito deportivo, y no se descubre el hilo negro en este sentido; sin embargo, sí llama la atención que con la misma fórmula se busquen resultados diferentes.

Apelar a que Martino en nueve meses le va a cambiar la cara al equipo; que Héctor Herrera volverá a ser el de 2012, 2014 o 2018; que Jesús Corona recuperará el nivel que lo llevó a convertirse en el mejor jugador de Portugal, o que Memo Ochoa por fin aprenderá a salir por balones aéreos, no son más que utopías y un autoengaño.


Existe un miedo terrible a cambiar, a tocar a las ‘vacas sagradas’ que tienen dos, tres y hasta cuatro mundiales, y ya no se diga a reconocer que directivos, entrenadores y futbolistas han fallado y están en deuda, otra vez.

Prevalece un desconocimiento tremendo acerca de las causas que originan una victoria del futbol mexicano, lo mismo que cuando se pierde, con lo que se vuelve prácticamente imposible establecer un sistema que se acerque al éxito deportivo por encima del económico.

Se piensa que si se va Martino o regresa Chicharito las cosas van a cambiar por arte de magia, y demostrado está que la problemática no radica en uno o dos hombres, si no en un modelo a todas luces exitoso si se habla de dinero, pero no con los mismos resultados en la cancha.

“México se cree más de lo que es”, lanzaron desde Costa Rica antes de su visita al Azteca, y verdad no les faltó, aunque duela. A nivel mundial y con todo y algunos honrosos partidos ante potencias, el Tricolor está a años luz de ser una de ellas. 


Aquí seguimos discutiendo si era o no penalti un clavado flagrante que alguna ocasión fue marcado en contra y ahora a favor. Ese es el futbol mexicano, ahí está ubicado y no se ve que pueda subir escalón alguno en un buen rato mientras no se sacudan los cimientos de una estructura hecha a la medida de la medianía.