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Vendió bizcochos en la calle, fue a entrenar en bici y no cobraba: el adiós de Palito, jugador emblema de Uruguay

El almacén de los Pereira corría riesgo de desaparecer. Los números no daban. Cierto día, Palito, que era un adolescente que habitaba en el mundo de los sueños jugando en las formativas de Miramar Misiones, fue llamado por su padre. “¿Vos te animás a vender bizcochos?”, le preguntó el viejo. Palito no dudó. Su padre le armó un carrito y todas las mañanas se levantaba bien temprano para pararse en una esquina de su barrio, Punta de Rieles, para agarrar la pasada de los botijas rumbo a la escuela. Armaba una mesa y ponía un cartel: “A peso”.

Así construyó su carrera Álvaro "Palito" Pereira. A pulmón y sacrificio. Un sacrificio que lo llevó a convertirse en jugador emblema de la Selección de Uruguay.

La carrera de Palito tiene un antes y un después de una decisión que lo marcó. El jugador estaba a un paso de debutar en el primer equipo de Miramar Misiones cuando le pidió autorización a su DT de Tercera División para jugar un partido en Cuarta.

Quiso el destino que aquella estuviera en la cancha el técnico de la Selección Sub-20 de entonces, Gustavo Ferrín, que lo convocó al seleccionado. Al poco tiempo debutó en el primer equipo cebrita.

En el año 2005 emigró a Argentina para jugar en Quilmes. Allí sufrió dos golpes que templaron aún más su carácter: el club perdió la categoría y dejaron de cobrar. Pero lo peor fue la pérdida de un hermano de 32 años.

“Fueron seis meses muy duros. Lo de mi hermano y no estar jugando ni cobrando. Fue un conjunto de cosas”, reveló en el libro Vamos que vamos.

Pero Palito se levantó y peleó para lograr un largo recorrido en el fútbol que incluyó: Argentinos Juniors, Cluj de Rumania, Porto de Portugal, Inter de Milán, San Pablo, Estudiantes de La Plata, Getafe de España, Cerro Porteño, Nacional, River de Asunción y Estudiantes de Mérida.

Fue en Rumania justamente donde lo sorprendió el llamado del cuerpo técnico de la Selección que comandaba Oscar Tabárez.

Uruguay estaba en pleno proceso eliminatorio y luego del celebrado empate 2-2 contra Bolivia en La Paz, la Celeste enfrentaba a Francia en un amistoso en el Stade de France de París.

“En Rumania jugó Champions, en el primer partido le ganaron a la Roma, jugó muy bien y me pareció que era como para tener una oportunidad. Lo demás lo hizo él. Por ejemplo, llegó a Francia sobre la hora de partir del hotel al primer entrenamiento y le dije: “Vos no te enojás si ya nos vamos y te cambiás en el lugar donde vamos a entrenar”. Me dijo 'no, no, está bien'. Y cuando bajamos del ómnibus ya estaba vestido, se cambió adentro del ómnibus. A él le parecía un sueño y el otro día, cuando jugó contra Paraguay, entró a la cancha con los ojos vidriosos”, reveló su extécnico Óscar Tabárez sobre aquel día que lo convocó.

Palito Pereira fue titular en aquel partido contra los galos que terminó igualado 0 a 0 y donde recibió tarjeta amarilla.

Desde entonces se transformó en figura inamovible de la Selección, al punto tal de ser designado como el DJ del grupo.

“Los temas que no pueden faltar son: en Avenida Italia y Propios tiene que arrancar Gloriosa Celeste del Canario Luna, en el Clínicas, ahí doblando, Un grito de gol de los 8 de Momo y ya llegamos golpeando las ventanas. Y cuando bajamos, La Tuerca, con el tema Celeste hasta la muerte”, reveló Palito.

Defendiendo a Uruguay formó parte del histórico cuarto puesto en el Mundial de Sudáfrica y se consagró campeón de América en Argentina 2011. Pero acaso el título más importante fue ganar el corazón de la gente que vio cómo se le caían las lágrimas cantando el himno el día de la final contra Paraguay. O cuando, en pleno partido contra Inglaterra, por el Mundial de 2014, Palito recibió un golpe en la cabeza que lo dejó tendido en el campo de juego. Estaba inconsciente y se temió lo peor. La sanidad lo atendió en el campo de juego. Palito no reaccionaba hasta que, luego de unos minutos, se paró. Debido a que estaba visiblemente grogui, el doctor Alberto Pan ordenó su salida, pero Palito se enojó y empezó a discutir al punto tal de que logró su cometido. Volvió a la cancha.

Meses después le pasó lo mismo defendiendo la camiseta de San Pablo en Brasil.

Después de 18 años de trayectoria, Álvaro Palito Pereira decidió colgar los botines con la tranquilidad del deber cumplido. Como le dijo a Ana Laura Lissardy: “Todo esto fue por mi familia. Para que nunca puedan decir: ‘mirá, Palito está pidiendo en la calle. O mirá, Palito está limpiando vidrios en un semáforo’. Para que digan orgullosos: ‘Papá jugó un Mundial”.