Fin del martirio. Peñarol cerró su participación en la CONMEBOL Sudamericana con una nueva derrota. El equipo llegó al Estadio Centenario en medio de un clima sumamente particular. La hinchada explotó, la grieta directriz se incrementó y los jugadores son criticados y están en el ojo de la tormenta. En medio de ese clima, se produjo el debut de su nuevo entrenador Darío Rodríguez.
¿Qué mostró el equipo y qué conclusiones dejó para el futuro?
Por lo pronto Peñarol fue el fiel reflejo de lo que había anunciado su entrenador: un equipo armado de atrás hacia adelante.
A primera vista se plantó con un 1-4-2-3-1 que se transformó en un 1-4-1-4-1 a partir del momento en que América Mineiro comenzó a manejar la pelota.
Los números se traducen en Cardozo en el arco, cuatro defensas (Aguirregaray, Menosse, Rak y Lucas Hernández) por delante de ellos jugó Damián García. El otro bloque estuvo conformado por los extremos Mansilla y Kevin Méndez y dos volantes por dentro que fueron Seba Rodríguez y Cristóforo. Y arriba, como única referencia ofensiva, Matías Arezo.
El que rompía la línea para presionar al rival en la salida era Cristóforo. Pero al no lograr su cometido el equipo se replegó con los dos extremos (Mansilla y Méndez) prácticamente incorporados a la línea de cuatro defensas.
Esto le permitió cerrar los caminos al arco de Cardozo y que los centrales -sobre todo Menosse- lucieran más confiable.
EQUIPO DE RESPUESTA
Bajo estas características, Peñarol se presentó como un equipo de respuesta y no de propuesta. En el viejo idioma: se replegó e intentó sorprender de contragolpe.
En el primer tiempo lo hizo con un Mansilla participativo. Por esa vía generó la acción del primer gol, inició otra jugada donde Arezo quedó mano a mano, y en el segundo se perdió la oportunidad de sentenciar el partido con el arco a disposición.
A la hora de salir del fondo, el Peñarol de Darío optó por dividir la pelota. Saltó líneas con pelotazos porque los centrales y los volantes nunca salieron con el balón claro.
SUFRIÓ LA PELOTA QUIETA
América Mineiro no había rematado una sola vez contra el arco de Thiago Cardozo. La única vez que amenazó fue a la salida de un tiro de esquina que conectó Martínez en el primer palo.
A la hora de defender las acciones de balón parado, se produjo un cambio. Con Alfredo Arias marcaba en zona. Esta vez tomó hombre. El resultado fue el mismo: Peñarol recibió un gol de pelota quieta, un mal del fútbol uruguayo de los últimos tiempos.
El equipo de Darío Rodríguez llegó más que su rival, mereció mejor suerte ya que generó siete situaciones de gol, pero convirtió una sola. Su rival, en cambio, llegó dos veces y convirtió dos goles.
En líneas generales Peñarol mostró una leve mejoría, pero se fue como siempre. Frustrado, con las manos vacías, y con silbidos y cánticos que comienzan a ser habituales.