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Las frases de Napoleón: las increíbles cábalas de Pablo Bengoechea en Peñarol

Pablo Bengoechea en Peñarol. @OficialCAP

Encontrar un carro tirado por caballos, antes de llegar al Estadio Centenario, era una especie de religión para los jugadores de Peñarol. La cábala había nacido de la mano de Ruben Pereira cuando el plantel salía desde la concentración de Los Aromos. Y arriba de ese ómnibus, en la búsqueda del carro, iba el capitán Pablo Javier Bengoechea.

En su etapa de futbolista el 10 de Peñarol también se aferraba a las cábalas, y en el quinquenio logrado por los aurinegros entre 1993 y 1997, las mismas se multiplicaron.

El profesor Alejandro Valenzuela reveló que, por culpa de Bengoechea, poco menos que debió aprender la biografía de Napoleón.

El profe, que generalmente arenga y brinda mensajes motivadores apelando “a los guerreros”, se encontró con Pablo y resulta que previo al primer partido del año 1996: “Yo era un saco de nervios. La verdad, estaba medio asustado (risas) por no decir otra cosa… Entonces, entre los nervios y las pocas palabras que me salen en esos momentos, se me ocurrió decirle a los jugadores la única frase de Napoleón que yo sabía, no sabía ni una más: ‘Vístanme despacio que estoy apurado’. Fue una forma de decirles que jugaran tranquilos para no correr riesgos de una lesión muscular”, narró el profe en el libro Quinquenio.

Peñarol, que ese año fue conducido técnicamente por Jorge Fossati, ganó aquel primer amistoso 2-1 ante la selección de Armenia en el Campus de Maldonado.

Claro, lo que jamás imaginó el profe fue que, terminado el partido, el capitán Bengoechea se le arrimó, lo miró, y le trasladó un mensaje cortito: “Mire que esa de Napoleón es ganadora…”.

El profe se quedó pensando. Entendió el mensaje. Pero desconocía la cara oculta de Pablo. Sus cábalas. “¡Me tuve que comprar la biografía de Napoleón! Uno de los libros que recuerdo era ‘Reflexiones de Napoleón’ (una antología de frases) y el otro ‘Biografía de Napoleón Bonaparte”, rememoró el preparador físico.

Las frases de Napoleón pasaron a ser sagradas para aquel grupo. Todos los partidos, antes de salir para el Estadio, el profe tenía que decir una frase. Pasaron dos amistosos, el clásico de verano, una serie de partidos del Apertura y de la Copa Libertadores, y siempre estaba Napoleón.

Resulta que allá por abril de 1996, luego de 11 partidos sin conocer la derrota, Fossati terminó la charla técnica y como siempre ocurría le preguntó a Valenzuela: ‘¿Algo para decir profe?’.

Fossati también tenía claro que el hombre debía citar la frase ganadora. Sin embargo, el profe sorprendió diciendo que no tenía nada que decir. El silencio se apoderó de la sala. Y así el plantel partió rumbo al Centenario para jugar contra Universitario de Perú. “Y no perdemos ese partido…”, recordó Valenzuela.

Luego de aquel encuentro, Bengoechea se fue a jugar con la Selección por lo que Valenzuela pensó que el tema pasaba al olvido.

“¡Qué se va a olvidar! Al regreso, apenas me vio me vino a buscar. ¡Mamita querida! Me miró con esa cara seria que tiene, y me dijo: ‘Usted no mencionó a Napoleón’. Por culpa de Bengoechea supe que Napoleón había sido general con 24 años, fue el más estratega en guerra, y creó la artillería. Me aprendí la vida del hombre”, rememoró.

Otras cábalas

Cuando el ómnibus de Peñarol llegaba a 8 de Octubre y Centenario tenían que ver a dos señoras que desde lo alto de un edificio esperaban para saludar y los jugadores respondían con las manos. Otra: el técnico Gregorio Pérez se tenía que sacar el saco antes de llegar al Estadio.

El preparador físico del último año del quinquenio, el Bocha Gonzalo Barreiro, vivió otra memorable con Bengoechea.

“Cuando yo llegué a Peñarol era vegetariano. Pero un día me dice Pablo con ese modo tan particular de hablar que tiene: ‘¿Qué vos no vas a comer milanesas?’ Le expliqué que era vegetariano. Y me dice, ‘bueno, entonces te vas’. Y arranqué a comer las milanesas, que eran sagradas. Como también era sagrada la sopa del mediodía, las milanesas; a la noche una copa de vino con Sprite y helado de crema con dulce de leche caliente. Ese menú fue el clásico de Peñarol durante muchos años”.

Pero la cábala más insólita que vivió Barreiro con Bengoechea fue cuando, yendo en su auto rumbo a Los Aromos, junto con el 10 y su compadre Oscar Aguirregaray, se pasó de la entrada a la calle de tierra que daba al lugar de concentración y entrenamiento. Entonces, pegaron la vuelta y llegaron al lugar. Aquel fin de semana Peñarol ganó el clásico.

“Al otro partido voy manejando y cuando voy a doblar me dice Bengoechea: ‘¡¿qué hacés?!’. Voy a doblar, le digo. ‘¡Pasate, pasate!’, me gritaba. Bueno, desde ese momento, previo a todos los partidos me tenía que pasar unos 300 metros de la entrada”, recordó Barreiro.