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1988: El fin de la historia para los equipos uruguayos en la Copa Libertadores

Los equipos uruguayos quedaron relegados en el plano internacional y no compiten hace 32 años. -

Nacional y Peñarol fueron protagonistas de la Copa Libertadores desde su surgimiento en la década del 60'. Ambos equipos ganaron el torneo en varias ocasiones (Peñarol en 5, Nacional en 3) y disputaron varias finales del máximo certamen continental.

A partir de 1988, cuando Nacional obtuvo su última copa venciendo a Newell's en el Centenario, los equipos uruguayos desaparecieron del mapa. Salvo en contadas ocasiones, como Danubio (semifinales en 1989), Nacional nuevamente (semifinales en 2009), Peñarol (final en 2011) y Defensor (semifinales en 2014), los equipos han disfrutado más de las derrotas de sus clásicos rivales que de sus propias victorias.

Los factores que intervienen a la hora de jugar una Copa Libertadores son múltiples: el aspecto económico (y la presión por ganar para cobrar los premios de CONMEBOL), los viajes, las lesiones, no descuidar el campeonato local, la cantidad de variantes que tiene cada equipo, el rodaje, y un largo etcétera. Son un sinfín de cuestiones que echan por tierra cualquier planificación.

Lo cierto es que ningún equipo (y mucho menos uno uruguayo) puede proponerse ganar una Libertadores. No es cuestión de endeudarse, invertir y ganar. El fútbol es más complejo, y en un deporte tan parejo y que se define por detalles, la copa es algo que termina dándose en algún momento en que varios factores no del todo controlables confluyen a favor de uno. Aspirar a ganarla puede ser un horizonte para los clubes o puede darse eventualmente, pero una apuesta así, en un torneo tan parejo, es imposible.

A continuación, analizamos algunas de las causas por las cuales los clubes uruguayos quedaron relegados en el plano internacional.

EL FACTOR ECONÓMICO
El fútbol y su relación económica fueron variando a lo largo de éstos últimos años. El dinero que se maneja en el mercado es cada vez más abundante, por eso el valor de los jugadores se disparó. La aparición de jeques árabes, por ejemplo, catapultó a equipos que antes no competían a nivel internacional a los primeros planos del fútbol mundial, como fue el caso de PSG y Manchester City.

La brecha entre los más adinerados y los menos pudientes se incrementó, y el cambio en los valores de referencia del mundo del fútbol también impactó en Sudamérica (y obviamente en Uruguay). Los sueldos de los jugadores se inflaron, lo que hizo que los clubes tuvieran que recaudar más dinero para, aunque sea, "empatar" los balances. El otro camino fue el del endeudamiento.

Los equipos europeos despegaron y los sudamericanos ya no pudieron hacerles frente tras la desaparición de la Copa Intercontinental. Lo mismo ocurrió con un fútbol uruguayo golpeado: Brasil empezó a traer figuras de Europa y Argentina siguió el mismo camino.

El camino que le quedó a Uruguay fue sacar cracks de las formativas, mantenerlos e ir reforzándose con lo necesario, pero eso no sucedió. Los clubes cada vez son más dependientes de sus ventas, lo que hace que no puedan mantener a sus futuros cracks aunque sea dos o tres años, que sería lo ideal, no sólo a nivel formativo, sino también a nivel competitivo.

Además, comenzaron a utilizarse ingeniosos métodos como el de negociar porcentajes de jugadores o venderlos "a futuro", para poder hacer ingresar dinero y no resignar la partida de ninguno del plantel principal.

EL FORMATO COPA LIBERTADORES
No es ningún secreto, pero el formato de la Libertadores no es para nada favorable a los equipos uruguayos. Que sea ida y vuelta, implica que necesites tener variantes para llevar a cabo un fútbol de propuesta que te permita dar vuelta resultados adversos. El secreto de Peñarol (2011) y Nacional (2009) fue justamente que llegaron lejos porque lograron evitar definir series en desventaja. De hecho, el Bolso se despidió de esa copa ante Estudiantes cuando se volvió a Montevideo con un uno a cero en contra y la obligación de darlo vuelta para avanzar.

Es un camino posible, claro, pero también es más difícil. Que un equipo conozca sus limitaciones, por otro lado, es una virtud.

Las estadísticas son terminantes: desde la final con Newells de 1988 a la fecha, Nacional sólo pudo remontar dos series adversas; la primera fase de la Libertadores de 2014 contra Oriente Petrolero y los octavos de final de la Sudamericana de 2018 ante San Lorenzo.

Peñarol, en cambio, estuvo ausente en varias ediciones y en otras no tuvo el mejor rendimiento en fase de grupos desde aquel año a la fecha, pero también remontó apenas dos series: en 1997 ante Millonarios por los octavos de final del torneo, dando vuelta un 0-2 e imponiéndose por penales y en 1998, cuando se recuperó de un 0-1 ante Alianza Lima y también lo ganó desde los doce pasos.

La Libertadores ha sufrido varios cambios sustanciales que la han convertido en el torneo que conocemos hoy, y casualmente fue en 1989 cuando comenzó a disputarse la fase final en octavos-cuartos-semifinales y final, y los mano a mano empezaron a definirse por diferencia de gol.

De haberse instaurado antes, por ejemplo, Peñarol no podría haber conseguido la Libertadores de 1987, en la que cayó en el encuentro de ida de la final ante América de Cali por 1-0, se impuso como local por 2-1 y llevó la definición a un partido desempate, donde Diego Aguirre le dio el triunfo agónico por la mínima.

El fútbol de respuesta, que es el que mejor les cabe a los equipos uruguayos en general, probó no ser el ideal en este formato de Libertadores, pero además Conmebol decidió instaurar el gol de visitante en 2004 para reducir las definiciones por penales. Esto minimizó un poco las chances de los equipos menos fuertes de poder aguantar y forzar esas definiciones, además de reducir la ventaja de definir como local. Los equipos, jugando en casa, se volvieron más conservadores a la hora de atacar, e incluso un 0-0 se convirtió en un buen resultado para apuntar a buscar un gol de visitante en el encuentro de vuelta.

EL MANEJO INSTITUCIONAL, UNA DE LAS CLAVES
Más que preocuparse por volver a ganar una Libertadores, los equipos grandes deberían enfocarse en el manejo institucional, qué esta estrechamente relacionado, aunque no directamente. La meta debería ser buscar soluciones para volverse económicamente menos dependientes de sus ventas. Obviamente Uruguay no puede competir a nivel de ingresos televisivos y sus jugadores valen menos que en otros mercados, por lo que cual no está en igualdad de condiciones, pero quizás el camino sea revisar la política de contrataciones que han venido llevando a cabo en estos últimos años.

Los equipos grandes ya no pueden ni van a poder contratar jugadores de selecciones de primer nivel como ocurría antes. El único camino que queda es apostar a los juveniles, que son los que terminan haciendo la diferencia antes de partir. El desafío es mantenerlos más tiempo jugando en Uruguay, pero si la apuesta es traer jugadores caros desde el exterior hasta encontrar alguno que haga la diferencia, los presupuestos se inflan y el hilo se corta por lo más fino: hay que vender.

Por otro lado, tiene que haber una decisión política de los grandes, que actualmente sólo se enfocan en el torneo local, donde llegan lejos con poco. Si Peñarol o Nacional comenzaran a volverse competitivos en la Libertadores, uno obligaría al otro a no quedarse atrás.

Además, si el fútbol uruguayo mejorara su competitividad, la situación económica de los clubes también mejoraría: de base, los jugadores se valorizarían más y obtendrían más premios de Conmebol, además de generar un efecto dominó en otras áreas (socios, venta de camisetas, etc).