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Octavio Colo, de la frustración en Peñarol a encontrar su lugar en el futsal de Colonia

@OficialCAP

Fue figura de la selección de Colonia campeona del Interior sub-18. Se probó en Colo Colo y Boca Juniors. Peñarol lo llevó a sus inferiores y llegó a ser parte del plantel principal. Sin embargo, no encontró minutos de juego y el fuego sagrado se fue extinguiendo. “Fui perdiendo la ilusión de ser jugador de fútbol”, contó a ESPN Octavio Colo, de 26 años.

Un atacante con un talento precoz que parecía destinado a protagonizar grandes capítulos; hoy en día, el coloniense se desencantó del mundo profesional de la pelota. Lo alejaron cosas como la incidencia de factores externos al talento a la hora de armar planteles y alineaciones, el “manoseo” de personas y carreras, o el amiguismo; aspectos que, entiende, son comunes a todos los ambientes laborales.

Aunque hubo un punto de quiebre aún mayor. En diciembre de 2017, perdió el ascenso con Villa Teresa (donde estaba cedido desde Peñarol) y regresó a entrenar con el mirasol, pero el fallecimiento de su abuelo le provocó un cambio profundo a nivel emocional. “Después de eso, como que no estaba contento. Estaba entrenando en Tercera, nunca avanzaba nada y decidí abrirme. Tampoco me llamaba mucho el fútbol”, explicó. Se fue libre del carbonero y retornó a su Colonia natal.

En total, desde Peñarol lo cedieron dos veces a Villa Teresa (donde hizo su debut oficial en Primera División ante Wanderers en 2015 y donde más minutos tuvo), una vez a Racing (donde dijo que no era considerado para jugar), y otra a Plaza Colonia. En su cuenta de Twitter, se ha mostrado crítico con la política de juveniles de Peñarol. En febrero de 2019 escribió: “Se equivocó el Loly (Piñeiro) al demostrar que andaba bien. En nuestro club si anda bien no sirve, va a préstamo”. Sobre esto, contó que entiende que hoy en día la situación en inferiores ha mejorado, que “parece más organizada y que le dan más pelota a los pibes del club”, aunque opinó que la gestión de Juan Pedro Damiani no fue buena. A su vez, dijo que ya no tiene contacto con nadie de Peñarol, club del que sigue siendo hincha fervoroso.

Desde que se alejó del profesionalismo, se ha buscado la vida de distintas formas. Se desempeñó en restaurantes, está vendiendo tallarines caseros con su novia, y antes vendió viandas de comida. “Con el tema este del virus, es complicado, pero vamos viendo, inventando”, comentó.

En su Twitter también escribió el pasado diciembre que si bien extraña el fútbol, se encuentra tranquilo con su decisión de dejarlo cuando ya no lo estaba haciendo feliz. El alivio para sobrellevar la falta de contacto con la pelota llegó de la mano del futsal. Se sumó a Danubio Futsal Colonia, y allí lo apoyaron cuando lo necesitaba, encontró un lindo grupo humano y una comunión de valores como la solidaridad y el compañerismo. El club no tiene relación con el de la Curva de Maroñas, ya que intentaron un acercamiento, pero no encontraron demasiada respuesta de parte de los franjeados. Esto llevó a que cambiaran sus colores de negro y blanco a verde y blanco, aunque mantuvieron el nombre porque, de cambiarlo, debían empezar desde la categoría más baja del torneo como un equipo nuevo.

En este equipo, Colo volvió a sentir la pasión por competir y se enamoró del esfuerzo colectivo que representa llevar el club adelante. El jugador contó que muchos le dicen que todavía es joven y debería intentar regresar al fútbol profesional, pero él no quiere saber nada. “Capaz que es un poco por no dejar el club que tengo ahora. Acá se me aceptó pila y no me dan ganas de jugar en otro lado. Para mí es muy importante el club, significa mucho. Se hace todo a pulmón”, contó.

Después de entrenar con destacados cracks, de probarse en el exterior y de conocer los aspectos menos agraciados del mundo del fútbol, Octavio Colo encontró su lugar en un club de amigos de su ciudad, donde lo importante siempre es lo grupal, y donde pudo mantener su relación de amor con la pelota y las redes rivales.