Lourdes Viana conversó con ESPN y narró su historia en el fútbol, que comenzó pateando contra la pared de su casa en Juanicó usando la pelota que su hermano rechazaba. La actual número ’10’ de Peñarol repasó su camino, que incluye artes marciales, que tiene un paso frustrante por el tradicional rival que fue ‘traición a la infancia’ sin ninguna recompensa, y que mantiene los mismos sueños de hace una década.
En Juanicó (departamento de Canelones) es seis de enero y los Reyes otra vez dejan una pelota que el hermano de Lourdes va a rechazar inevitablemente aunque los mayores insistan. Lourdes primero observará con curiosidad, luego se acercará acelerada y torpemente a ese objeto mientras los adultos miran sospechosamente la situación sin llegar a convencerse.
Papá y abuelo repetirán los regalos, y otra vez se reiterará la escena de rechazo y curiosidad, pero se agregaron unas entusiasmadas patadas a la pelota y entonces Lourdes con su sentimiento de propiedad infantil la guarda bajo el brazo. “Tengo una foto que estoy con tres años y ya tenía la pelota en la mano, ese es mi primer recuerdo, te puedo asegurar que desde que tengo consciencia me conozco con una pelota”, apunta la actual delantera del Club Atlético Peñarol y la Selección Uruguaya.
“A mi hermano, un año mayor que yo, no le gustaba y nunca le gustó el fútbol, así que yo terminaba quedándome con las pelotas que le regalaban a él”, subraya la nacida en febrero de 1990 y que a los cinco años comenzó a entrenar en el Juanicó martes y jueves pero los domingos no podía jugar. “De niña me gustaba pelear y jugar al fútbol, entonces lo que hicieron en mi casa fue decirme que me habían anotado para que vaya a hacer artes marciales, pero que no podía seguir en el fútbol porque coincidían los días de entrenamiento, fue para que no sintiera tanto que no iba a poder jugar a la pelota”.
“Yo no entendía pero era como algo impuesto, ‘tenés que ir a jugar a esto, pero no a lo otro’, como que fue raro. Como niño uno se da cuenta y siente, eso no está bueno, un niño debe jugar divertirse y hacer lo que le gusta, y me tocó vivirlo a mí como a muchas de mi generación”, recordó Viana, quien seguía pateando la pelota entre varones en los recreos de la escuela hasta que a los ocho años en la liga de Las Piedras le dijeron que sí aceptaban a niñas jugando en el baby por lo que se sumó al 19 de abril y entonces chau artes marciales.
La relación de Lourdes con el fútbol se inició con aquellas pelotas inicialmente del hermano y luego se alimentó con las historias del abuelo sobre Peñarol y el ecuatoriano Alberto Spencer, creciendo en paralelo con el segundo quinquenio del club en el fútbol uruguayo (1993 – 1997).
Hoy leyendo un libro para ponerle nombres propios a esas increíbles historias donde el abuelo resaltaba más la anécdota que quién la protagonizaba, la jugadora también repasa la época donde tuvo que dejar de lado a esa niña fanática del club carbonero para aceptar ir al Club Nacional de Football.
Es que el baby ya se había terminado, condiciones técnicas y físicas habían en la adolescente pero Peñarol carecía de equipos de fútbol femenino. “Hice un año en las inferiores de Nacional pero al año y medio dejé de jugar, y por tres temporadas no competí hasta que fiché en Cerro, volví a jugar y no paré más”, señaló Viana.
Es que lo que también escaseaba, y escasea, era la información del desarrollo y la importancia a la rama femenina de parte de los clubes uruguayos profesionales, profesionales sí pero sólo en el fútbol masculino. Viana había fichado por Nacional porque la familia insistía de que era lo más cerca del profesionalismo que podría estar, pero estaba a años luz: “En su momento me encontré con una realidad similar al baby fútbol, donde teníamos que vender rifas para tener indumentaria. Fue un golpe porque no lograba avanzar en pos del profesionalismo y a la vez sentía que traicionaba a esa gurisa hincha rabiosa de Peñarol”.
“Con el tiempo decís ‘te traicionaste a vos mismo’ y capaz alguna vez en la vida toca traicionarse a uno mismo, o por el trabajo o por conseguir objetivos que tal vez no están rumbeados a lo que vos pensabas pero el objetivo sí lo conseguís. En mi caso ni siquiera pasaba eso. Hoy no sé cómo es la realidad de Nacional, yo cuento lo que me pasó a mí hace mucho tiempo atrás y en inferiores donde no daban plata para los boletos. Todo eso fue un choque y me llevó a sentir rechazo por el fútbol”, comentó.
“Yo no quiero esto”, dijo en su momento Lourdes que se concentró en terminar el liceo y generar y alimentar esas amistades de la adolescencia. Tres años después sintió la necesidad de volver para saldar una deuda pendiente: jugar en la Selección Uruguaya, vestir la Celeste. Fichó en Cerro y a los pocos meses ya era convocada a la sub 20, luego participando de la mayor.
A su vez, Peñarol había competido en el Campeonato Uruguayo femenino 2012 y 2013, regresando para establecerse de forma definitiva en el 2016. “Yo llegué a jugar un año (2013) contra Peñarol y quien nos avisa que la idea es armar el equipo de nuevo para el 2016 fue Daniel Pérez, quien me había dirigido en Cerro. Él nos dijo a varias jugadores de Colón que quería que nos sumásemos, pero nosotras ese año teníamos la posibilidad de jugar Copa Libertadores porque habíamos salido campeonas a nivel local”.
La decisión fue difícil pero se terminó optando por ir a Peñarol, no sólo por el amor a los colores, sino por entender todo ‘lo que podía generar en el fútbol femenino un Peñarol fuerte y que compitiera con Nacional’. Y entonces Viana pasó a ser la ‘10’ aurinegra: “Cuando era chica pateaba la pelota contra la pared, me relataba el partido en la cabeza y yo siempre ‘tenía’ la 10 de Peñarol porque mi ídolo, Pablo Bengoechea, usaba ese número. Luego usar yo esa camiseta me pone feliz, y siento que trabajé para eso también, no fue que vino de arriba, obvio que me siento orgullosa porque acá si no estoy traicionando a nadie, acá sí soy yo”.
Lourdes se halla en Peñarol, encuentra ahí a aquella gurisa fanática del Carbonero y a la jugadora técnica, con buena pegada y con potencia física que pasó a jugar de número nueve en el 2018 y que, con la camiseta aurinegra, obtuvo el tricampeonato entre 2017 y 2019, llegando así a cinco títulos uruguayos dado que se agregan los ganados con Cerro (2012) y con Colón (2015).
En particular, la temporada 2019 fue especial porque Peñarol se consagró campeón del Apertura venciendo a Nacional en el Gran Parque Central el 20 de julio, y obtuvo el Clausura y el Campeonato Uruguayo ganando en el clásico del 10 de noviembre jugado en el estadio Campeón del Siglo.
Si bien el triunfo en el Parque Central fue muy emotivo (era la primera vez que carboneras y tricolores se enfrentaban en ese escenario), Lourdes se queda con el triunfo de noviembre como locales porque para el hincha mirasol el Campeón del Siglo es especial, porque les permitió el tricampeonato y también ser las primeras jugadoras en dar una vuelta olímpica en el escenario aurinegro. A su vez, Viana abrió el marcador en la victoria por 3 a 1 por lo que es la primera mujer en anotar un gol oficial en el CDS por la Primera División del fútbol uruguayo.
Con el objetivo de volver a ser campeona con Peñarol en este 2021, Viana habló de sus desafíos y las metas individual y colectiva son una sola: llegar al profesionalismo. “Yo como futbolista quiero ser profesional en Uruguay, es una meta que tenemos todas las que estamos jugando acá, pero vemos otras realidades y hay que considerar todo, uno debe pensar en su institución pero también hay que abrir el espectro y queremos que mejoren las condiciones en otros equipos, donde hay compañeras que no tienen ni cancha para entrenar”, indicó.
Lourdes entiende el contexto del fútbol uruguayo pero también marca que a la hora de competir internacionalmente el no profesionalismo es una clara desventaja; en Uruguay no se puede entrenar en doble horario porque las jugadoras también deben trabajar y/o estudiar, y cuando practican no lo hacen con el descanso adecuado.
La pasión por este deporte en el país rioplatense permite el continuo surgir de futbolistas de calidad y ambición, mientras que el contexto económico de los clubes impide mejores condiciones de competencia interna y por ende un mayor potencial deportivo. ¿Cuánto mejor podría jugarse en Uruguay si los y las deportistas entrenaran con una óptima infraestructura? ¿Cuánto talento futbolístico se pierde porque en determinadas situaciones el seguir jugando a la pelota no es posible?
“Yo me planteo terminar mi carrera siendo profesional”, afirma Viana y le gustaría conseguir ese objetivo en Peñarol pero tiene claro que lo más probable es que para lograrlo deba salir al exterior, habiendo tenido algunas conversaciones para ir a Brasil o a España.
“Que lo poco que me queda de carrera pueda vivirlo de la forma más profesional posible para estirar un poco más mi etapa como futbolista”, repite la jugadora de 31 años y explica que si tuviera la oportunidad de descansar adecuadamente (por ejemplo sin tener que ir a trabajar en otro rubro), si pudiera alimentarse como corresponde, su carrera podría pasar de culminar en cuatro años a finalizar en seis o siete.
Viana participa en OFU (Organización de Futbolistas Uruguayas) donde se busca la forma de seguir mejorando las condiciones. “Es como un sindicato en el fútbol femenino, estamos de todos los clubes, se conversa todo y se proponen varias cosas”, explica y agrega que, atendiendo que a nivel estructural aún se está lejos (en el femenino, en el masculino y en las formativas), la idea es ir paulatinamente para que no se generen excepciones:
“Por nuestro contexto, nosotras tenemos que ir paso a paso. Si algo queremos es que si yo Lourdes Viana juego y tengo la 10 de Peñarol puedo ser profesional, la que esté afuera esperando para entrar también lo sea y tenga las mismas condiciones que yo, no sólo once jugadoras, acá queremos contratos para las 23 que vamos a entrenar, esa es nuestra idea y lo que queremos, no las cosas a medias”, finalizó.
