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En 1943, la mayor goleada en clásicos

MADRID -- En Cataluña lo recuerdan como el 'escándalo de Chamartín'. El 13 de junio de 1943 permanece en la memoria colectiva como el día en que realmente nació la enemistad entre Real Madrid y Barcelona. Hace 71 años, ninguno de los dos podía presumir de grandeza alguna; sin poder, sin dinero, con planteles en plena reconstrucción y sin tener una idea muy clara de cómo dar un giro a su situación, apenas subsistían. También España como país.

Ese miércoles, Barcelona visitaba al Real Madrid en el antiguo campo de Chamartín en la Vuelta de la Semifinal de Copa, entonces llamada del 'Generalísimo'. Barcelona llegaba con una ventaja de 3-0 cosechada una semana antes. En la Ida, disputada en Les Corts, el equipo de la capital había sido recibido con hostilidad por la afición azulgrana, que miraba hacia la capital con recelo debido a las políticas opresoras del régimen militar -que después mutaría en el nacionalcatolicismo, instaurado cinco años antes.

Al finalizar la Guerra Civil en 1939, Francisco Franco había asumido el poder imponiendo un régimen autoritario que tuvo en esos primeros cinco años su etapa más represiva contra la población. La pobreza, consecuencia de la post guerra, había tocado su punto más bajo un año antes y la situación estaba lejos de mejorar. El partido se disputó, además, en un momento delicado para la política exterior del General. En los días previos al partido, la Segunda Guerra Mundial tomaba un giro poco favorecedor para las fuerzas del Eje. El 12 de junio, la isla italiana de Lampedusa se había rendido a las fuerzas aliadas; un día antes, se había rendido la guarnición de más de 11 mil soldados italianos en Patelaria. El régimen de Benito Mussolini estaba por caer. En mayo, los aliados habían logrado una victoria clave en Túnez y se había proclamado el alto al fuego en África. Alemania perdía terreno y Franco, que simpatizaba con el régimen fascista, comenzaba a replantearse su postura.

Presionado por Estados Unidos, que había entrado a la guerra seis meses antes, Franco había retomado la 'neutralidad' inicial de España. Las tropas de la División Azul habían sido repatriadas y los medios, todos bajo control del gobierno, publicaban las noticias internacionales a cuentagotas, aunque todavía se mostraban los sucesos en Alemania con luz favorecedora (faltaban dos años para que el Ejército Rojo se topara de bruces con los horrores de Auschwitz al entrar en Polonia).

Para cuando el balón rodó en Chamartín, ajeno a lo que ocurría más allá de los Pirineos, se acababa de prohibir el uso del término fascista para referirse al régimen español -el dictador, preocupado por el giro de la guerra, quería desvincularse del fascismo. Se habían acabado los saludos con el brazo en alto. Se promulgó la Ley de Cortes, en la que se permitía la sindicalización, aunque las Cortes no tenían poder y sus miembros eran minuciosamente elegidos por Franco. A la vida española se le daba una apariencia de normalidad hacia el exterior. La principal preocupación de la población era comer. Dada la devastación de la Guerra Civil, el aislamiento comercial y el control del régimen, se impuso un racionamiento de productos básicos que permaneció hasta mayo de 1952. En 1943, las 'cartillas de racionamiento' habían pasado de ser familiares a individuales, lo que de ninguna manera mejoró las condiciones de vida. Los precios en el mercado negro eran desorbitados, la corrupción, descontrolada, y los salarios, regulados por una división de zonas industriales, precarios.

No había gran cosa en qué entretenerse; los hombres iban al futbol o al bar, donde escuchaban los partidos por la radio, y poco más. En aquel entonces los precios de las entradas eran todavía accesibles pues era del interés del gobierno mantener a la masa en calma. Los medios, como voceros del poder central en su gran mayoría, hacían coloridos reportajes de las fiestas veraniegas o los eventos propagandísticos del 'caudillo'. Sin gran cosa con qué llenar páginas, 'calentaron' la Vuelta de la Semifinal un poco más de la cuenta.

Enrique Piñeiro, entonces presidente del Barcelona, había enviado una carta al club rival expresando su malestar con la creciente hostilidad a su equipo.

"No queremos juzgar los comentarios más o menos autorizados aparecidos en la prensa", indicaba. "Perderemos o ganaremos ante ustedes el día 13, saldremos o no eliminados, pero lo que nos interesa es seguir honrados con la amistad de ese gran Club, de la que tantas pruebas tenemos recibidas".

Y vaya que fueron recibidos con violencia. Desde su llegada a la estación de tren y en su trayecto en el autobús que lo transportaba, el Barcelona fue apedreado de camino al hotel donde pasaron la noche. La oscura leyenda -una de tantas- cuenta que horas antes del partido los jugadores del Barcelona fueron amenazados. "Tranquilitos todos que están aquí por generosidad del régimen". Hay quien cuenta que fue José Moscardó, jefe del Ejército y presidente del Comité Olímpico Español. Versiones, todas. La más descabellada cuenta que Franco en persona se presentó en el vestuario (ese día había presidido un 'Concurso Hípico' a unos cuantos kilómetros, en la Casa de Campo).

Lo cierto es que el árbitro del encuentro, Celestino Rodríguez, fue puesto sobre aviso por alguien que portaba uniforme militar. Muchos años después, Fernando Argila, portero suplente de aquel Barcelona, dio su testimonio en una entrevista con el Periódico de Catalunya.

"No fue necesario que la policía entrase en nuestro vestuario, como se ha escrito", relató. Pero aunque no fuera un soldado en persona quien amenazó, recibieron el mensaje por parte del colegiado: "Mire cómo está la grada. No podemos permitir que aquí ocurra algo. Usted ya sabe lo que tiene que hacer". No fue Franco quien pidió que estuvieran 'tranquilitos', pero como si hubiese sido.

A Franco no le podía importar menos el futbol como aficionado. Él era más de pescar o cazar. Eso no significa que no viera en el futbol un arma efectiva para el control de masas. Y aunque su adherencia natural era al Athletic Club de Madrid, renombrado Atlético-Aviación, hoy Atlético de Madrid, era casi natural que, eventualmente, terminara por dejarse ver con el equipo en sus años dorados. Pero en 1943 todavía faltaba mucho para las Cinco Copas de Europa.

Real Madrid apenas podía permitirse gastar en jugosos contratos; invirtió en Ipiña, el primer 'gran capitán'. El resto, o bien tenían contratos amateur, o habían llegado de rebote al equipo de la capital. Su gran atractivo (como instrumento de control) constaba en que era el más popular. Y con esa gran popularidad llenó las gradas de madrileños que no olvidaron el trato que el equipo recibió en la más industrializada Barcelona (el resentimiento era de ida y vuelta). Y lo hicieron pagar caro a la visita.

El domino pertenecía al 'Atlético' de Bilbao y al Atlético-Aviación. Barcelona apenas había podido agarrarse a la tercera posición y Madrid vivía más allá de la media tabla y casi coqueteando con el descenso. No fue ni remotamente normal que tras una ventaja por 3-0 en la Ida Barcelona se fuera al descanso perdiendo 8-0. Y con un hombre menos.

Según relatos, Luis Miró, portero azulgrana, no pudo ni ponerse bajo el marco pues le llovían pedradas de la grada. Otros relatan que eran cientos de monedas; infinidad de objetos. ¿Exagerado? No tanto. Las monedas, estará por verse; con salarios controlados y familias que alimentar a través del mercado negro, no estaban para tirar cohetes. Las piedras, esas eran gratis.

Se le anularon cuatro goles al Madrid antes del silbido final, que concluyó con la victoria más abultada de la historia por 11-1 para avanzar a la Final, donde, por supuesto, sucumbió ante el poderoso club vasco. Madrid no pudo ganar la Copa hasta 1946 y pasaría una década hasta que pudieran verse campeones de Liga.

Además del entusiasta Marca, que dedicó una portada halagadora al club blanco, no hubo quien escribiera una historia épica sobre la victoria, ni el Real Madrid hace gran alarde de su añeja gloria. Y hasta el diario capitalino tuvo la delicadeza de apuntar que se había tratado de un juego, de menos, anormal.

"Un extraordinario partido del Madrid. El Barcelona, en un encuentro de incomprensible anormalidad, se derrumbó ante la codicia, la rapidez y el magnífico juego desplegado por los vencedores", rezaba.

El Mundo Deportivo, basado en Barcelona, apenas dedicó unas líneas. El ABC, diario de información general con gran adherencia al régimen, llevó en portada el 14 de junio al Generalisímo entregando el trofeo en el mencionado 'concurso hípico'. A la victoria del Madrid, apenas espacio y sin mucho alarde. De la guerra se acordaron en la página 7, en la que se reportó la formación del gobierno polaco.

Hubo alguien, sin embargo, que intentó explicar lo ocurrido con un dejo de reproche hacia Madrid: Juan Antonio Samaranch.

"Ya hemos dicho que el Barcelona no jugo ni bien ni mal. No existió. No se le vio en toda la tarde: Era lo mejor que podía pasar en aquellas circunstancias. Así han quedado las cosas y hasta aquí podía llegar. Para ellos es la final. Son lo mismo 11 que 50. Pero esto ha sucedido a costa de perder Madrid y el Madrid aquella fama de caballerosidad de que tanto y tantas veces nos hablaban esos cronistas de gran renombre y prestigio, que más bien en lugar de dar ánimos como era su obligación han sido lo que han inducido a crear el estado de ánimo para superar el 3-0 favorable al Barcelona con un resultado y una descortesía mucho mayores".

Ese día, el futuro Presidente del COI, perdió su trabajo y puso fin a su carrera como periodista. Abandonaron sus cargos, también, los presidentes de los dos clubes, Antonio Santos Peralba, en Madrid, Enrique Piñeiro, en Barcelona. Meses después, en septiembre, llegó Santiago Bernabéu a la presidencia del Real Madrid y con él, el impulso político y económico para empezar a construir un equipo que a la postre dominaría Europa.

En cuanto a los vencedores de la tarde, cayeron, en su mayoría, en el olvido. Fue la generación previa a Alfredo Di Stéfano. A los años dorados. Marzá defendió la portería un par de años más antes de ir al Celta de Vigo hasta su retiro, a principio de los años 50. Al defensa José Llopis Corona se le recuerda no por la goleada, sino por haber sido el último superviviente de la inauguración del Nuevo Chamartín, hoy Santiago Bernabéu, en 1947. Murió en 2011. El 'primer gran captián' Juan Antonio Ipiña, que había llegado del Atlético de Madrid para acabar su carrera con el club merengue, intentó sin mucho éxito hacerse nombre como entrenador tras su retiro.

José Ramón Sauto, nacido en México aunque criado en España, colgó las botas para continuar sus estudios en medicina. El jugador, que nunca tuvo contrato como profesional, había esquivado la muerte durante la guerra por casualidad, pues 1936 lo pilló haciendo el servicio militar en el hoy desaparecido Cuartel de la Montaña y gracias a su condición de futbolista, que le concedía privilegios, no estaba ahí cuando estalló el conflicto. Su condición de militar lo llevó a buscar refugio en la Embajada de México y en Valladolid.

Prudencio Sanchez, autor de cuatro tantos aquella tarde, permaneció como parte de los servicios médicos del Real Madrid y 15 años después se le rindió homenaje. Chus Alonso, famoso por haber anotado el primer gol oficial en el Bernabéu, se retiró para ser directivo de la Federación Española y Castellana de Futbol. Sabino Barinaga, autor de otros cuatro tantos, se convirtió en entrenador internacional y llegó a tener a su cargo a la Selección de Marruecos y al América de México, en la temporada 1968-1969. Pascual Botella se retiró poco después de la goleada, antes de que el Madrid pudiera, por fin, levantar la Copa en 1946 y 1947.

LA FICHA DEL PARTIDO
Real Madrid: Marza, Querejeta, Corona, Sauto, Ipiña, Moleiro, Alsua, Chus Alonso, Pruden, Barinaga, Botella.
Barcelona: Miro D., Benito G., Curta, Raich, Rosalench, Calvet, Sospedra, Escola, Martín, César, Valle Mas.
Goles: 1-0 Pruden (5'); 2-0 Barinaga (30'); 3-0 Pruden (32'); 4-0 Pruben (35'); 5-0 Alonso (37'); 6-0 Curta (39'); 7-0 Barinaga (42'); 8-0 Barinaga (44); 9-0 Alonso (74'); 10-0 Botella (85'); 11-0 Barinaga (85'); 11-1 Martín (89')