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Lo importante es estar vivo

Quien repentinamente acaba de anunciar su retiro del básquetbol no fue un jugador más. Fabricio Oberto quedará para la historia, sin dudas, como el mejor pivote argentino. Pero también se resaltará su calidad humana y su compañerismo. Esas cualidades seguirán vigentes afuera de la cancha, en cualquier actividad que decida hacer.

El cordobés de Las Varillas fue un jugador de rol en sus seis temporadas como NBA. Los que solamente lo vieron en acción en la mejor liga del mundo, a la que llegó recién a los 30 años luego de perseguir ese sueño desde el inicio de su carrera, se perdieron la versión completa del interno que se inició en Atenas. En el club cordobés tuvo su pico de rendimiento en la temporada 1997-1998 en la que fue elegido MVP de las finales en las que vencieron a Boca 4-0, coronándose en el mítico Luna Park.

El paso siguiente fue una enorme actuación en su primer Mundial, en Grecia 1998 (cuatro años antes había ido al de Toronto para ganar experiencia). Oberto fue segundo en rebotes detrás de José Piculín Ortiz con 10,4 por partido, tercero en porcentaje de cancha con 62,2 y vigésimo en puntos con 12,9 de promedio (segundo en Argentina detrás de Juan Espil), lo que le valió un lugar en el quinteto ideal más allá del octavo puesto argentino.

De allí, el salto a Europa rumbo al Olympiakos griego. Su primera experiencia internacional, a la que le costó adaptarse, tendría un final poco feliz. Luego de fracturarse el metacarpiano de la mano izquierda y perderse la definición del torneo local decidió rescindir el contrato para concretar su sueño NBA con los New York Knicks. El desembarco a la gran manzana no se dio y parecía que el mundo se le venía abajo. Recurrió, justamente, a su corazón a y su entrega para mantenerse en pie tras siete meses sin jugar por las duras negociaciones de salida con los griegos.

Finalmente llegó a España y, de la mano de Julio Lamas, se recuperó. Brilló en Vitoria con el Baskonia , donde ganó una Liga ACB, una Copa del Rey y estuvo a un paso de ganar la Euroliga. Fabricio ya tenía el talento para colaborar con los aspectos del juego que menos se ven y que no reflejan las estadísticas, pero también se ocupaba de anotar puntos con facilidad y de encontrar siempre al compañero mejor ubicado para repartir algunas asistencias.

Antes de su traspaso a Valencia, donde ganaría la Copa Uleb, llegó el recordado Mundial de Indianápolis. Fabri era fundamental en ese equipo que hizo historia al provocar la primera derrota de un equipo de Estados Unidos formado por jugadores de la NBA. Y por si no bastaba con su aporte de intangibles, tuvo una final soñada ante Yugoslavia con 28 puntos y 10 rebotes que sólo fue opacada por un tal Dejan Bodiroga y por los polémicos fallos arbitrales del cierre del tiempo regular.

Dos años más tarde no podría ser protagonista de la final olímpica por la lesión que le provocó Stephon Marbury en las semifinales en la segunda victoria de Argentina sobre un Dream Team (nadie olvidará el insulto desde el banco de suplentes). El oro que se colgó en el pecho lo hizo superar rápidamente la bronca por no enfrentar a Italia en el choque decisivo.

La llegada a la NBA es lo que está más fresco en la memoria de todos. Ya con su rol de obrero asumido consiguió un anillo de campeón en 2007, al lado de su amigo Manu Ginóbili y habiéndose ganado un lugar en el quinteto titular formando dupla de internos con Tim Duncan.

En su período en los Spurs consiguió el cuarto puesto en el Mundial Japón 2006 y su segunda medalla olímpica, esta vez de bronce, en Pekín 2008. Lo negativo fueron los primeros problemas cardíacos a los que se enfrentó con la misma valentía que tenía adentro de la cancha.

Su paso por Washington fue de poco juego y con reiteración de los inconvenientes de salud. Igualmente, Oberto continuó en su lucha y se propuso estar en el Mundial de Turquía 2010. Para esa cita recuperó algo de su poder ofensivo y brindó todo su repertorio de jugador sacrificado por el equipo. Cortinas, defensa, experiencia y demás armas insustituibles para que se lucieran sus compañeros. Luis Scola, goleador del último Mundial, siempre estuvo muy agradecido de poder tener a su lado a un pivote que le facilitara tanto el trabajo como el cordobés.

En Turquía coronó 15 años de carrera en el seleccionado mayor argentino. Un camino que había comenzado con la medalla dorada en los Juegos Panamericanos de mar del Plata 1995. A la ciudad feliz no volverá como jugador para el próximo Preolímpico. El corazón volvió a protestar en su breve paso por los Blazers de Portland. Y Oberto supo escucharlo.

Su condición de excelente profesional y amante del básquetbol nunca le impidió poder poner el foco en otras pasiones. La música, la preponderante. Por eso, ya desde su estadía en Valencia despuntó el vicio de la guitarra con una banda de amigos que integraba también su compatriota Federico Kammerichs. Luego, en Estados Unidos logró relacionarse con músicos a los que idolatraba, como los integrantes de Pearl Jam. También le surgió la pasión por la radio. Lo nómade de su profesión de basquetbolista le impedía hacer un programa en una radio convencional, por eso se propuso hacer uno de forma itinerante a través de internet con su música preferida y conversando con amigos en charlas inolvidables.

Los que se terminó de Oberto es su carrera como basquetbolista. Su vida, nutrida por muchos otros placeres le permitirá seguir disfrutando de sus seres queridos, especialmente de su hija Julia, y de mantenerse activo disfrutando de lo que el básquetbol algunas veces le impidió, como por ejemplo disfrutar del concierto de U2 en Estambul en plena disputa del último Mundial. Como dice su banda favorita Pearl Jam en Alive, Fabri debe haber pensado: "todavía estoy vivo". Y eso es lo importante.