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Todo tiene su final

PARIS -- Amelie Mauresmo, la mejor tenista francesa de los últimos años, abandonó su carrera profesional, marcada por una fragilidad psicológica que le impidió brillar en los grandes torneos, aún cuando obtuvo dos coronas de Grand Slam, y atesorar el palmarés que le hubiera correspondido al tenor de su gran calidad.

La ex número uno del mundo, ganadora del Abierto de Australia y de Wimbledon en 2006, plata en Atenas 2006, se marchó entre lágrimas en una multitudinaria rueda de prensa en la que hizo público su "cansancio" del duro circuito que le ha llevado a tomar "una decisión muy reflexionada".

Pese a su corta edad, cumplió los 30 el pasado 5 de julio, la retirada de Mauresmo no ha sido una sorpresa, porque en los últimos años su rendimiento había bajado mucho, pese a que se mantenía en el puesto 21 del mundo.

Poco después de su derrota en el Abierto de Estados Unidos ante la canadiense Aleksandra Wozniak, el que será su último partido profesional, Mauresmo anunció a principios de octubre que, por falta de motivación, finalizaba su temporada. Y poco después su carrera.

"Si los he reunido, es para anunciarles que le pongo fin a mi carrera. Es algo emotivo. Una decisión que he pensado", declaró una emocionada Mauresmo, en una conferencia de prensa en la que acabó llorando y que se desarrolló en Issy-les-Moulineaux, localidad situada a las puertas de París.

"Estaba harta de entrenarme", dijo Mauresmo, tras describir que lloró para tomar la decisión. "Tuve que tomar una determinación que se hizo evidente en los últimos meses y semanas. Cuesta más mantenerte en la cima cuando te vas poniendo vieja".

"Es algo triste, pero es la decisión correcta", dijo Mauresmo. "Tuve la suficiente suerte para tener una carrera excepcional y vivir experiencias únicas".

Mauresmo relató lo difícil que fue prepararse en sus últimos torneos. "Se me hizo un calvario en la antesala al US Open", contó. "Si pudiese entrar a la cancha para jugar en forma brillante, pues claro que iba a seguir, pero para lograrlo se necesita un sacrificio enorme. Yo ya no tengo la capacidad para hacerlo".

Mauresmo manifestó que se despide sin lamentos y orgullosa por una trayectoria que comenzó en 1993. "Soñé con esto, soñé con ganar un Grand Slam", declaró. "Levanté trofeos en cada ciudad del mundo y viví 10 años que fueron mágicos y fabulosos", reconoció.

Desde que se destacara en la final del Abierto de Australia 1999, una adolescente Mauresmo (Saint-Germain-en-Laye, 1979) se convirtió en la esperanza del tenis femenino galo, ávido de grandes estrellas desde el reinado de Suzanne Lenglen en la década de 1920.

Sin embargo, su incapacidad para soportar la presión de los partidos importantes le impidió alzarse con su primer Grand Slam hasta 2006 y tras 32 tentativas. Lo logró al fin en el Abierto de Australia y parecía que ese paso iba a acabar con su maleficio en los grandes. Confirmó meses después al imponerse en Wimbledon, pero ahí detuvo el contador de sus Grand Slam.

Entonces contaba con 26 años, edad demasiado avanzada para una campeona de tenis, y había acumulado ya una larga serie de decepciones en los cuatro grandes torneos.

Pero las principales fueron las que cosechó en su casa, en un estadio de Roland Garros que se cansó de esperarla como la gran referencia del tenis francés y que, sin quererlo, puso sobre sus hombros una presión demasiado grande para Mauresmo.

A la tierra batida de París saltó en 14 participaciones sin lograr en ninguna de ellas superar los cuartos de final, con derrotas a menudo ante rivales muy inferiores.

En los demás torneos, con menos presión mediática, la francesa siempre saco su mejor juego, capaz de ganar a las más grandes tenistas de la época como las belgas Justine Henin y Kim Clijsters, a la rusa María Sharapova o, en menos ocasiones, a las hermanas Williams.

"Por más que he aprendido que nunca se debe decir nunca", dijo Mauresmo. "Las jugadoras que deben estar pensando pararon mucho más antes que yo".

Así, en septiembre de 2004 se convirtió en la primera tenista francesa en ocupar la primera plaza de la clasificación mundial, a pesar de no detentar todavía ningún título importante en su palmarés.

Pero su estilo elegante y elaborado en la pista, con una extensa paleta de golpes, y su carácter afable y carismático fuera de la cancha le valieron el aprecio y el cariño de un público que le perdonó siempre su inseguridad en los momentos cruciales.

Siempre hizo gala de un juego bonito en un circuito invadido por tenistas estandarizadas, apóstoles del raquetazo puro y simple.

Un juego contra el que el preciosismo de Mauresmo no siempre fue eficaz, sobre todo en los grandes torneos, donde penaba a alcanzar las rondas finales.

En las pistas tuvo la capacidad de ofrecer diferentes tácticas, adaptando su juego al terreno o al adversario, mostrando paciencia y construcción en la tierra batida y constantes subidas a la red en Wimbledon.

Sobre la hierba del torneo inglés, Mauresmo derrochó siempre una gran eficacia, que culminó en julio de 2006 cuando batió a Justine Henin en la final y logró su segundo Gran Slam, sólo siete meses después de haberlo hecho en Melbourne.

La técnica de la francesa, que destaca en el uso de la volea, no muy común en el tenis femenino actual, supo aprovechar la rapidez del césped o de la pista dura, para desplegar su juego más ofensivo.

Así, la actual número 21 mundial puede presumir de poseer el mejor palmarés del tenis galo contemporáneo con 25 títulos en el circuito WTA, conseguidos desde que comenzara su carrera en 1993 hasta el último, el Abierto de París de 2009.

Además, la medalla de plata de individuales femeninos de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 cuelga también de su cuello.