PARÍS (Enviado especial) -- Son las 23:37 y quiero llorar. No sé bien por qué, pero quiero llorar.
Quiero llorar porque el escáner del policía de la esquina no lee mi código QR, no sé si por falta de brillo del celular o porque el uniformado está cansado de escanear códigos QR y no pone tanta voluntad.
Quiero llorar porque los protocolos de seguridad me hacen dar otra vuelta, la enésima, a la manzana.
Quiero llorar porque cuando los barquitos de las delegaciones salen del Puente de Austerlitz, como si fuera parte de la puesta en escena, empieza a llover.
Quiero llorar porque no para de llover. También porque cuando la muchacha de al lado escurre su paraguas dejo el Puente del Arzobispado y me introduzco en la Garganta del Diablo.
Quiero llorar porque no miré el pronóstico, y en vez de agarrar una de las cinco camperas que traje, me puse protector solar, como si fuera retroactivo y así compensara la insolación del jueves.
Quiero llorar porque estoy convencido de que esto es un mensaje del barón Pierre de Coubertin, en sus Juegos, en su ciudad, pero no sé cómo ponerlo en palabras. Tampoco si es un mensaje bueno o malo.
Quiero llorar porque el barco de Argentina, que no es solo de Argentina, sino también de Arabia Saudita, Antigua y Barbuda, Aruba y Armenia, pasa rápido, y yo quiero que ese momento sea eterno, o que al menos dure un par de minutos.
Quiero llorar porque los franceses cantan juntos, abajo de la lluvia, La Marsellesa y, y yo pienso 'pucha, qué linda es La Marsellesa', aunque no tan linda como La Marsellesa abajo de la lluvia.
Quiero llorar porque ahora no solo llueve, sino que también hace frío, y solo un grupo de 10 uruguayos que agitan cuando pasa su barco, uno de los últimos, me hace olvidarme de que llueve y hace frío.
Quiero llorar porque el métro me deja lejos de la Torre Eiffel y tengo que correr para llegar a tiempo, pero también -y quizás principalmente- para minimizar el tiempo de contacto con la lluvia, aunque la física indique lo contrario.
Quiero llorar porque me ofrecen un paraguas a cinco euros, lo rechazo por tacaño, con la excusa de que ya está parando, y se larga otra vez el diluvio.
Quiero llorar porque escucho a Lady Gaga, a Céline Dion y a Juliette Armanet.
Quiero llorar porque Francia y los Juegos Olímpicos organizaron la mejor ceremonia de inauguración de la historia de cualquier deporte.
Quiero llorar porque levanto la vista y veo esto.
Entonces la bajo y veo el celular. 23:37. Y me pongo a llorar.