PARÍS (Enviado especial) -- Luego de su caída en la primera ronda, el francés Anthony Jeanjean salió a buscar el oro en casa. 60 segundos después, la Plaza de la Concordia, uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad, explotó. El ciclista y el público local no tenían dudas: iba a ser campeón olímpico.
Pero los jueces marcaron un puntaje de 93.76 y el anfitrión exhibió una mezcla de felicidad y decepción. Luego, las cámaras apuntaron a José "Maligno" Torres. El argentino, menos eufórico tras sus rutinas, había dejado el listón muy alto en el inicio de la final de BMX Freestyle, con 94.82 puntos.
"Es real que el festejo suma para los jueces, que a veces se dejan guiar por la euforia. Hasta se les puede pasar algún truco cuando escuchan a toda la gente, puede llegar a sumar. Todo el mundo, incluida mi familia, me dice que tengo que gritar, tirar la bici, tirar una granada, festejar, pero nosotros no somos así, porque sentía que todavía no había logrado una ronda en la que hubiera salido lo que yo quería", indicó el cordobés en diálogo con ESPN.
Y completó: "Como no lo había logrado, no me ha nacido todavía el festejar, porque no quiero festejar 'al pedo' cuando los otros me pueden superar fácil. Pero esta vez sabía que estaba muy bien, por primera vez logré hacer lo que quería con prolijidad y funcionó todo". Torres, el tercero en largar en la final de este miércoles, por haber finalizado séptimo en la clasificación, levantó la bicicleta con cierta timidez después de su brillante performance.
Su segunda rutina tuvo un puntaje de 92.12, por lo que predominó su primer acto, el más importante de una carrera ya plagada de éxitos: en los últimos dos años, había sido campeón sudamericano, panamericano y de los X Games, logro inédito para el deporte argentino.
Finalmente, llegó el turno del británico Kieran Reilly, líder de la qualy, quien tenía la medalla de bronce asegurada. Otra gran actuación le puso suspenso a la definición en la calurosa tarde parisina, e incluso brindó la imagen del Maligno aplaudiendo a su colega y rival, pero el 93.91 lo dejó por debajo del argentino, que consiguió el primer oro para Sudamérica en Francia.
Poner la vara tan alta de entrada fue clave, admite, todavía sin creer lo conseguido. El Maligno parece estar en un sueño del que no quiere despertar. Agradece cada felicitación, entre las que destaca la maravillosa bienvenida de la delegación nacional en la Villa Olímpica, pregunta por Eurodisney, entusiasmado con la idea de aprovechar los días en París, luego de tomar la decisión de extender su estadía, y se sienta para hablar con SportsCenter.
Emocionado, pese a no considerarse muy demostrativo, parece dispuesto a charlar durante toda la tarde-noche en Saint-Denis. Solo una cena del Comité Olímpico Argentino lo obliga a levantarse y seguir su ruta. Torres, nacido en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, hace 29 años, quiere que este día sea eterno.
Lo que todavía no concibe es que ahora, y para siempre, él es eterno en el deporte argentino, que después de ocho años volvió a colgarse una medalla de oro en los Juegos Olímpicos.