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Ahora, la marea naranja

Argentina y Países Bajos se enfrentarán este miércoles en Colombes. AP

La naranja se pasea
De la sala al comedor
No me tires con cuchillo
Tírame con tenedor

PARÍS (Enviado especial) -- El tren, la calle y el estadio son monocromáticos. Desde que comenzó la competencia de hockey sobre césped en los Juegos Olímpicos de París 2024, Colombes y el Yves-du-Manoir se tiñen de naranja.

Después de la agónica victoria por penales australianos ante Alemania, Argentina conoció a su rival para las semifinales: Países Bajos, que derrotó 3-1 a Gran Bretaña en el siguiente turno.

Mayoría incluso cuando sus seleccionados, ambos semifinalistas, no juegan, los neerlandeses contarán con el apoyo absoluto de su público frente a Las Leonas, que buscarán su sexta medalla olímpica en el siglo XXI.


Quizás no sea casualidad que el exfutbolista francés Michel Platini, tres veces Balón de Oro, haya dicho que lo que Zinedine Zidane hacía con la pelota era extraordinario, pero que Diego Maradona, fiel fanático de Las Leonas, lo podía hacer con una naranja, apenas dos meses antes de que Argentina venciera por primera y (hasta ahora) única vez a Países Bajos en unos Juegos Olímpicos.

Quizás no sea casualidad que Jorge Luis Borges, que no vivió en Ámsterdam pero sí en París, ciudades separadas por 500 kilómetros, haya aprendido lo que era el idealismo con una naranja, cuando su padre le mostraba la fruta, le pedía que cerrara los ojos y le preguntaba si existía la naranja, o qué gusto tenía, o qué color tenía, o qué forma tenía.

Quizás no sea casualidad que Julio Cortázar, que emigró a París, donde vivió, escribió y murió, pero aun desde el exilio fue mucho más argentino que muchos argentinos, haya hablado de la abstracción de una naranja justo un miércoles, mismo día en el que Argentina y Países Bajos chocarán por un lugar en la final olímpica.

Quizás no sea casualidad que Silvina Ocampo, que desde joven estudió en París, haya titulado uno de sus libros de cuentos para chicos como La naranja maravillosa.

Quizás no sea casualidad que María Elena Walsh, otra argentina que vivió y brilló en París, haya puesto al Mono Liso a perseguir justo una naranja, con las estelares presencias de una Reina y un Rey Bobo en su icónico twist.


En la estación anterior al estadio, baja del tren una señora con un vestido naranja que tiene poco y mucho que ver con Países Bajos al mismo tiempo. En la siguiente, decenas de neerlandeses descienden de la formación, como hicieron los del tren previo y harán los del tren posterior, y empiezan a entonar el monótono Holland, Holland, demostrando que nos preocupa más a nosotros que a ellos si se le dice Países Bajos u Holanda.

El primer gol naranja lo marca Xan de Waard a los 48 segundos de partido, mientras el Yves-du-Manoir se termina de llenar de camisetas naranjas, generalmente no acompañadas por banderas, a diferencia de lo que ocurre con las otras naciones representadas en París 2024. Sobre el final del segundo cuarto, Luna Fokke pone el 2-1 y, en el último parcial, la joven centrocampista sentencia la historia.

Los neerlandeses, tranquilos y seguros, casi pecando de soberbios, palpitan la semifinal con Argentina. Y caminan hacia el tren, que otra vez, como la calle y el estadio, será monocromático.