<
>

Ashley Wagner: "Creen que somos como muñecas de porcelana"

Esta es una historia exclusiva de la edición 2017 del Body Issue de ESPN The Magazine. Suscríbete ahora

Un implacable régimen de entrenamiento. Batallando a través de los golpes. La habilidad de soportar cientos de libras de fuerza impactando contra tu cuerpo. Si eso se parece más a lo que se necesita para ser un linebacker en la NFL que a una patinadora artística, entonces no conocen a Ashley Wagner. Después de posar para el "Body Issue" de este año, la atleta olímpica de 26 años de edad se sentó con el periodista Morty Ain para explicar cuánta fortaleza y estado atlético se necesitan para hacer que todos esos triples parezcan no requerir esfuerzo y combatir la imagen de las patinadoras artísticas como muñecas de porcelana. Aquí presentamos la descripción del cuerpo de Wagner y su deporte según sus propias palabras:


Creo que el patinaje artístico tiene el estereotipo de ser un deporte para niñas pequeñas – y que nosotras somos esas bellas muñecas de porcelana. No creo que las personas se hayan detenido a pensar en todo el estado atlético que se requiere para practicar este deporte. Pero eso es totalmente comprensible porque el público solo ve el producto terminado. Nuestra tarea es llevar algo que es ridículamente técnico y difícil y hacerlo parecer perfecto y que no requiere esfuerzo y está libre de errores. Creo que muchísimas personas se sorprenderían si supieran la cantidad de entrenamiento que tenemos que hacer. Yo estoy en la pista de hielo 6 días a la semana, entreno físicamente 3 a 4 horas por día sobre el hielo y, fuera de la pista, hasta 2 horas por día. Este deporte es mi vida. Siento intensamente que soy una atleta de pies a cabeza. Soy una feroz y voraz competidora. Soy testaruda, soy una adicta al trabajo, y tengo la obsesión de ser tan perfecta como pueda serlo.

Me crié como una machona; no estoy en esto por las mallas y los brillos. Lo que realmente me atrajo al deporte fue la velocidad y la sensación de fluir sobre el hielo – es como si uno estuviera volando. Me crié en una familia militar. Mi padre era más duro que un clavo, ¿pero saben qué? Mi hizo tan dura como un clavo. Si algo salía mal alguna vez o si yo tenía un mal día, nunca se me permitió sentir pena por mí misma. Mi padre solo me decía que no fuera una pelele. Eso podría no parecer como el mejor abordaje parental [riéndose], pero eso es lo que la mayoría de los niños necesitan escuchar en esta época.

El patinaje es este muy extraño equilibrio: Tienes que ser tan fuerte como puedas serlo físicamente, pero tan liviano como puedas. Así que tienes que ser realmente inteligente de donde sacas tu fortaleza porque todo lo que tienes en tu cuerpo deberás levantarlo por el aire. Así que aunque no parezcamos ser atletas musculosas, somos muy fuertes en relación con lo que pesamos.

Cuando estamos cayendo de esos saltos, impactamos en el piso con algo así como 500 libras por pulgada cuadrada de fuerza. Es una tremenda cantidad de fuerza. La mayoría de nuestra fortaleza muscular reside en nuestros glúteos, nuestro núcleo y los músculos de la zona lumbar – todo lo que te va a mantener en la posición correcta. Tienes que tener la fortaleza suficiente para empujar contra esa fuerza y poder aterrizar correctamente después del salto.

Yo estoy en el aire durante 0.7 segundos, pero estoy suficientemente consciente de que, si un salto falla, sabré dónde poner mis manos y cómo salir con seguridad de esa situación. Hasta este momento, me he estado cayendo profesionalmente durante 21 años [riéndose]. Ya no es demasiado intimidante. Es probable que no tenga tanta sensibilidad en una de mis nalgas por haber caído sobre esa nalga todas las veces. Pero a lo largo de los años, uno aprende a caer de la manera correcta, uno aprende a amortiguarse y usar sus brazos para absorber el impacto.

“LA LONGEVIDAD ES RARA EN ESTE DEPORTE”.

Físicamente, el patinaje requiere un tipo de físico muy joven. Todos los días, estamos impactando con nuestras articulaciones y nuestros cuerpos sobre el hielo. En la temporada de entrenamiento más intensa, no hay un solo día en que me despierte y me sienta lista para partir a entrenar. Uno no llega a tener la sensación de una recuperación total. Pero creo que como atleta de élite, esa es la sensación que perdura – despertarse y sentir los músculos tensos y doloridos y tener que ir y comenzar todo de nuevo. Es esa exigencia la que hace obsesionar a muchos atletas de élite.

Soy una de las atletas de más edad en patinaje artístico ahora mismo. La longevidad es muy rara en este deporte. A veces siento que soy la mamá de los vestuarios. La mayoría de las patinadoras artísticas llegan a la cima de su rendimiento entre los 15 y los 18 años, tal vez a los 20 si uno lo extiende. En mis primeros Juegos Olímpicos, yo tenía 22-23 años, así que estaba bastante pasada de mi “apogeo de patinaje artístico”.

Cuando era adolescente, mi ídolo era Tara Lipinski. Leí una entrevista en la que ella y Johnny [Weir] hablaban sobre diferentes deportistas y lo que esperaban de ellos después de Sochi. Y leí que ella se había sorprendido de que yo estuviera compitiendo todavía y que pensaba que yo me retiraría. No hay nada más decepcionante que tu propio ídolo sea quien te dé de baja. Pero en ese momento, me hizo reflexionar en que si ella estaba pensando eso, seguramente muchas más personas estarían pensando lo mismo. Eso es algo que realmente me motivó para convertirme en una deportista más fuerte y me ayudó a ganar mi medalla plateada [en los Campeonatos de Patinaje Artístico de 2016].

Estas niñas más jóvenes están haciendo combinaciones triples-triples, pero al final del día no tienen que soportar las caderas de alguien con 26 años, y francamente, el cuerpo de una mujer está en desventaja con el cuerpo de una muchacha. Creo que esa es una de las razones por las que la competición es más sencilla para una adolescente de 17 años que para mí, pero realmente creo que la mentalidad también es importante y una tiene que cambiar a medida que suma años.

Una quisiera ser lo más pequeña posible para lograr los saltos que uno intenta. Esa es la realidad del deporte, es la realidad de la gravedad. En patinaje, hay una gran presión en ser pequeña. Cuando me inicié en el deporte, competía contra un conjunto de deportistas internacionales predominantemente japonesas. Así que en cada competición que participaba, miraba a estas mujeres que eran tan pequeñas naturalmente – y yo tengo unos genes noruegos muy robustos [risas]. Estaba acomplejada por mi peso y mi conformación corporal y por el hecho que cuando me miraban podían ver que mis brazos eran musculosos y mis piernas eran muy musculosas. En esa época, estaba obsesionada con el entrenamiento. La comida me gustaba demasiado como para dejarla de lado [risas], así que me subía a la bicicleta y pedaleaba, pedaleaba, pedaleaba, pedaleaba. Solo conseguía terminar agotándome. Mi cuerpo no estaba hecho para ser de ese tamaño – y nunca lo será – así que solo conseguía destrozarlo.

Ahora, pienso que mi cuerpo me hace lucir como una mujer sobre el hielo. Y creo que muchas personas prefieren ver a una mujer sobre el hielo antes que una muchacha. Si estoy patinando para interpretar una historia de amor, siento que es mucho más creíble verme como una mujer de 25 años que ya ha estado enamorada y no como una jovencita de 14 años.

“ME SENTÍA ATRAPADA DENTRO DE MI CUERPO”

He sufrido unas cinco conmociones cerebrales. En 2009, una de esas conmociones fue originada por una muy mala caída sobre mi espalda y mi cuello cedió haciendo que mi cabeza golpeara contra el hielo. Mi cuerpo comenzó a darse por vencido. Fue tan malo el proceso que yo sufría temblores corporales generales, apenas podía caminar, ni siquiera podía hablar cuando me atacaban. También tuve palpitaciones cardíacas. Esa fue la situación más traumática que mi cuerpo tuvo que superar. Y se acercaban las pruebas clasificatorias para los Juegos Olímpicos – ese momento en que una no sabe si va a poder completar su temporada es aterrador”. Mi cuerpo estaba haciendo todo lo posible para trabajar en mi contra. Me sentía atrapada dentro de mi cuerpo. Experimenté estos síntomas durante unos 3 meses y en esos 3 meses nadie pudo diagnosticar qué era lo que estaba mal y yo no tenía alivio. Me preocupaba pensar que estos síntomas pudieran hacerse crónicos y me obligaran a vivir con ellos.

Consulté a un neurólogo, también a un cardiólogo, consulté a casi todos los especialistas que se me ocurrieron. Finalmente, conocí a un quiropráctico que me sugirió revisar mi cuello. Lo que terminó por confirmar que las vértebras de mi cuello estaban presionando mi médula espinal. Las vértebras se habían desplazado, presionando mi médula espinal y literalmente poniendo en cortocircuito a todo mi cuerpo, incluso a mi corazón. Tuve que someterme durante dos meses a ajustes realmente dolorosos, de manera de recuperar la fortaleza de mi cuello y poder colocar a mis vértebras en la posición correcta.

Las conmociones definitivamente reordenaron en mi cerebro la manera en la que proceso la información. Mi memoria de corto plazo no es tan increíble; hablar conmigo es un poco como hablar con Dory, de la película "Encontrando a Nemo" [risas]. Realmente me afectó la manera en la que aprendo los programas, porque una tiene que memorizar las coreografías y estas suelen ser muy complicadas. Así que para mí, volver a entrenar mi cerebro para poder aprender coreografías y ser capaz de recordarlas, ha sido mi desafío más grande.

También me he transformado en ridículamente disléxica – corporalmente disléxica. Mi coreógrafa tiene que estar cerca mío físicamente, haciendo los movimientos junto a mí. Eso me ayuda a procesarlo mejor y luego es una repetición tras otra. Hago que me filmen, para poder verlo después. Y cuando puedo verlo, lo observo una y otra vez hasta que comienzo a sentirlo.

¡Y cuando estoy compitiendo seguido, puedo llegar a olvidar mi siguiente movimiento! He llegado al punto en que estoy en el centro de la pista durante la competición y tuve cinco segundos de pánico porque no podía recordar mi programa y tuve que improvisar una pequeña parte del mismo. En esos casos una hace un poco de estilo libre, y trata de no entrar en pánico, mantenerse calma hasta recuperar la memoria.

Durante mis comienzos en patinaje, la secuencia de pensamientos era caíste, te golpeaste la cabeza, sacúdete, levántate e inténtalo de nuevo. Pero creo que el mundo del deporte está tomando las conmociones cerebrales mucho más en serio y creo que esa mentalidad está comenzando a introducirse gradualmente en el patinaje artístico. En el pasado, no se acostumbraba a admitir abiertamente "¡Eh, tuve muchas conmociones, tengo problemas de equilibrio, mi memoria no es la misma, pero igual quiero participar en los Juegos Olímpicos, así que no tengan todo eso en cuenta!" Simplemente no se hacía eso. Pero creo que ahora, como las conmociones cerebrales se están tomando más en serio, los deportistas se sienten más cómodos al referirse a ellas.

He trabajado en el fortalecimiento de todos los músculos de mi cuello y eso me ha ayudado porque cuando caigo, tengo la fortaleza suficiente en mi cuello para soportar la caída. En patinaje artístico, la mayoría de las veces es el traumatismo cervical el origen de las conmociones. Ni siquiera es necesario que tu cabeza golpee el hielo para sufrir una conmoción, así que tener fortaleza en el cuello me ha ayudado mucho en ese aspecto de mi vida.