Una medalla de plata y dos de bronce. Ese fue el botín de Sudáfrica en los Juegos Olímpicos de Roma, en 1960. Los primeros Juegos televisados a nivel global y en directo, por los que la CBS pagó 660 mil dólares, de los que el COI se quedó solamente 33 mil y el resto, 627 mil, fueron a parar al Comité Olímpico Italiano.
Los Juegos Olímpicos que ya se presentaban como un evento a nivel planetario… Y que motivaron que tras aquella cita en la Ciudad Eterna los miembros del COI aparcasen su indefinición, histórica, en materia política y en una decisión, más histórica aún, expulsasen a Sudáfrica del movimiento olímpico.
El Apartheid, instaurado oficialmente en 1948 aunque presente en Sudáfrica desde el siglo XVIII, motivó que el Comité Olímpico Internacional tomara una decisión en 1960 que se mantuvo inalterable hasta 1991 y que provocó que el país no participase en los siguientes 7 Juegos Olímpicos.
1968: MÉXICO, DECISIÓN CAPITAL
México fue la sede de los Juegos de 1968, los primeros que se celebraban en un país en vías de desarrollo, y demostraron al mundo la independencia de sus mandatarios, tanto a nivel político como deportivo, quienes, estos últimos, lograron el favor de todo el movimiento olímpico en una decisión que pasaría a los libros.
Avery Brundage, presidente del COI entre 1952 y 1972, respondió a las presiones recibidas tras la no participación sudafricana en 1964 invitando por su cuenta y riesgo a Sudáfrica a los Juegos de 1968. Su decisión fue contestada por la inmensa mayoría de miembros del ente, que protestaron aún más cuando el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas condenó oficialmente al gobierno de supremacía blanca de Rodesia y acompañó con una nueva condena, no era la primera, a Sudáfrica…
Y el gobierno mexicano, saltándose los deseos de Brundage, anunció que negaría cualquier visado a ciudadanos, deportistas, turistas o políticos nativos de ambos países.
La decisión mexicana fortaleció a los miembros olímpicos, que no cedieron ante Sudáfrica ya nunca más. Ni los boicots sufridos en Moscú (1980) y Los Ángeles (1984) motivaron que pudiera abrirse la puerta a Sudáfrica, cuyo aislamiento perjudicó de manera evidente a sus deportistas durante esas tres largas décadas, tanto a nivel olímpico como a todos los niveles…
EL PERDÓN
Hasta que en 1990 se abolió oficialmente el Apartheid y auspiciado por Juan Antonio Samaranch, entonces presidente del COI, el movimiento olímpico reabrió la puerta a Sudáfrica. Así, a toda prisa y en señal de “perdón y unidad”.
Barcelona tuvo el honor de ser la ciudad en la que Sudáfrica volvía a ser parte del deporte mundial.
“Recuerdo cuando me invitaron a los Juegos Olímpicos de Barcelona. Todo el mundo en el estadio me dio la bienvenida con una canción. En ese momento el futuro parecía muy sombrío, pero escuchar aquella canción en boca de personas del planeta entero me hizo sentirme orgulloso de ser sudafricano”, le dijo tres años después, en 1995, Nelson Mandela a François Pienaar en víspera del Mundial de Rugby que se disputó en su país, cuando él ya no era un apresado, sino el presidente de Sudáfrica.
Mandela, Madiba, fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1993, tres años después de ser liberado tras 27 encarcelado y uno después de que su figura rivalizase por unos instantes en el Estadio Olímpico de Montjuïc con Carl Lewis, el Dream Team, Fermín Cacho o Javier Sotomayor.
Barcelona 92, los Juegos de la XXV Olimpiada que se mantienen en el imaginario y para muchos, quizá exageradamente o quizá no, los mejores de la historia, dignificaron a nivel mundial la figura de Nelson Mandela… Y devolvieron al plano a Sudáfrica.
Elana Meyer ganó la medalla de plata en los 10,000 metros de atletismo y la pareja formada por Wayne Ferreira y Piet Norval la lograron en el doble de tenis, en que perdieron la final frente a Boris Becker y Michael Stich. Fue un botín escaso… Pero fue un regreso a la normalidad del deporte. El retorno más esperado.
“El deporte tenía el poder de cambiar el mundo… el poder de inspirar; el poder de unir a la gente de una manera que otras cosas no hacen. Es más poderoso que un gobierno para romper las barreras raciales”, dijo Mandela apenas ser proclamado presidente de Sudáfrica. Pocas palabras se demostraron tan ciertas y sabias como las suyas.