Tokio 2020 será recordado como unos juegos marcados por una pandemia que condicionó su esencia y dejo en Paris 2024 la esperanza de que todo vuelva a su curso
Con una remembranza de lo ocurrido durante las últimas dos semanas en territorio Olímpico, Tokio 2020 dijo adiós a unos juegos diferentes, marcados por una pandemia que condicionó la esencia misma de la justa; sin fiesta en las calles de la capital nipona o fraternidad entre los atletas de las diferentes naciones dentro de la villa pero, sobre todo, sin el público que da vida a los recintos y hace vibrar sus gradas mientras los atletas realizan hazañas que empujan el límite de lo humano.
El Estadio Olímpico de Tokio dejó a un lado su faceta deportiva y alzó nuevamente la cortina de lo histriónico, para dar inicio a la ceremonia que cede la batuta a París, Francia, como nueva capitál olímpica en 2024.
Como primer acto, la bandera japonesa entró en escena escoltada por personalidades destacadas de su país, entre ellos personal de salud, luego fue tomada por autoridades para ser izada mientras su himno nacional retumbó en cada rincón del recinto. Posteriormente, la Marcha de la Paz, con las banderas del resto de naciones participantes, brindó color al evento con una comparsa que desfiló en un gran círculo central. Por último, los atletas que aún se encontraban en Japón se reunieron con sus abanderados para formar parte de la gala.
Una vez que todos los involucrados se congregaron sobre la pista, una cascada de luces bañó a los presentes, posteriormente ascendió para formar los aros olímpicos por encima de sus cabezas y Tokyo Ska Paradise Orchestra entró en acción para poner ambiente, acompañado de acróbatas, bailarines y ciclistas de BMX.
Un breve interludio del DJ Matsunaga dio paso a la cantante Milet, quien entonó el Himno al Amor en japonés y francés al ritmo de un suave ska, y luego la orquesta retomó los reflectores antes de hacer silencio para que el presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, diera las medallas del maratón femenino a las keniatas Peres Jepchirchir (oro), Brigid Kosgei (plata) y a la estadunidense Molly Seidel (bronce), mismas que fueron entregadas por primera ocasión en conjunto al de la rama masculina.
La entrega de medallas continuó para premiar al belga Bashir Abdi (bronce), el neerlandés Abdi Nageeye (plata) y al keniata Eliud Kipchoge, oro olímpico por segunda ocasión en maratón masculino.
Despues de que fueron presentados algunos de los nuevos atletas que formarán parte del Comité Olímpico, el ritmo de un enorme tambor retumbó para presentar a Yamada Aoi y Sato Kensaku, protagonistas de un momento de remembranza, para recordar a los seres queridos que tocaron nuestras vidas y ya no están entre nosotros.
También se mostró un video de la danza tradicional de los ainu, un pueblo que hoy en día habita, en su mayoría, en la isla de Hokkaido, y se presenta en público en el transcurso de actos ceremoniales, banquetes, así como en el contexto de festivales culturales recién creados.
A continuación hizo acto de presencia la música y danza para los difuntos Nishimonai Bon Odori, utilizada por los habitantes de la prefectura de Akita durante el periodo de agosto en el que se cree que los espíritus de los difuntos visitan a los vivos.
El Estadio Olímpico de Tokio, con pebetero incluido, cambió poco a poco de color para traer los tonos de la bandera francesa y comenzar con el acto de transición hacia París, mientras el sonido de La Marsellesa se entonó es sitios icónicos de de la capital francesa y en una estación espacial de manera simultánea.
En un parpadeo, la fiesta olímpica se trasladó al Campo de Marte en la Ciudad Luz y un enorme despliegue de aficionados, por cuyas cabezas pasó un esuadrón de aviones con humo tricolor, dio la bienvenida al espíritu de la justa, junto con el presidente Emmanuel Macron en la punta de la Torre Eiffel, quien enunció el lema olímpico "plus vite, plus Haut, plus fort, ensemble" (más rápido, más alto, más fuerte, juntos).
"Arigato", expresó el recinto deportivo mediante sus pantallas, el pebetero se cerró mientras la llama lentamente se extinguió y así culminaron los Juegos de la XXXII Olimpiada, aquellos que serán recordados por fungir como un faro de luz en medio de una emergencia sin precedentes en la historia moderna de la humanidad, con la esperanza de que en París quede sepultada la incertidumbre, para dar paso a una nueva justa estival llena de vida, acorde con un mundo que haya dejado atrás este lapso sombrío.