<
>

Diez fascinantes testimonios para dimensionar la grandeza internacional de Raúl Quiroga

Raúl Quiroga se golpea el corazón frente a los hinchas de Módena, que lo eligieron como el mejor opuesto de la historia del club Lega Volley

Carlos “Buby” Wagenfpeil, con quien compartió Selección Argentina, se lo había dicho bien clarito: cuando llegara a Italia, Raúl Quiroga cautivaría al público “tano”. Su estilo potente y explosivo seduciría a todos. Se hizo esperar, pero la oportunidad llegó en 1983. Y el argentino se convirtió en uno de los atacantes más poderosos que pasó por la NBA del vóley.

“Pocas veces se vio un atacante tan excepcional como Raúl, un opuesto que podía ganar él solo un partido”, dice Wagenpfeil, desde España, en diálogo con ESPN. “Tenía un brazo increíblemente potente: la agarraba altísima. Era impresionante. Y tenía buena mano. La ponía donde él quería: podía pegar diagonal o paralela con potencia pura”, amplía el exjugador del seleccionado nacional que fue titular en el equipo que consiguió el tercer puesto en el Mundial Argentina 1982. “Como atacante, en su momento no había nadie como él. Y hubo muy pocos en el mundo con su nivel”, completa “Buby”.

Esteban “el Mono” Martínez, otro de los grandes de aquella época, fue el primer argentino en jugar en Módena, en 1982/83 y 1983/84. Después de un paso por la Liga de Brasil, compartió plantel con Quiroga en ese mítico equipo italiano en la inolvidable temporada 1985/86, la del Scudetto luego de diez años. “Tuvo su máxima expresión y participación en los años de oro de Módena. Hizo grandísima diferencia en una Liga muy difícil, sobresaliendo en el rol de atacante puro. En los momentos de máxima presión, Raúl crecía más y más. Era un jugador diferente”, describe “el Mono”.

“Cuando te contratan como extranjero, tenés mayor responsabilidad, porque debés ser muy útil y hacer la diferencia. Raúl tuvo la virtud de evolucionar y afinar su juego. Tenía una enorme potencia y la agarraba muy arriba, en el punto más alto. Y creaba gran afinidad con los armadores, como Dall’Olio en Módena y Waldo Kantor en la Selección”, añade Martínez. “Entre los Juegos de Los Ángeles 1984 y Seúl 1988 fue su gran etapa, pero tuvo sus mejores años sobre todo entre el título de Módena 1985/86 y el bronce olímpico de 1988”, apunta su excompañero.

En Módena es ídolo: jamás lo olvidarán

Después de algunos muy buenos partidos en el Mundial 2002, Santiago Darraidou fue contratado por Módena. Era otro mundo: ni soñar con WhatsApp o redes sociales. Las llamadas telefónicas eran carísimas. Recién llegado, “el Zurdo” salió a comprar unas tarjetas telefónicas prepagas para llamar a Argentina. “Al salir a la calle, una mujer me reconoció y me dijo: ‘Ah, vos sos el nuevo jugador, el argentino que contrató Módena. ¿Qué necesitás?’. Le expliqué que iba a comprar la tarjeta en una tabaquería en la que vendían esas cosas”, inicia el relato Darraidou. La mujer lo acompañó a comprar la tarjeta y lo invitó a su oficina para que pudiera hacer la llamada telefónica.

“En el camino me explicó que era fanática y que era de la barra del equipo. Cuando entramos a su oficina, ¡tenía un portarretrato con una foto de Raúl! La mujer me dijo: ‘Es el hombre más lindo que vi en mi vida y el mejor jugador que pasó por este club’. ¡Es una cosa de locos la idolatría que despertó en Módena!”, completa “el Zurdo” en contacto con ESPN.

El periodista italiano Fabio Rossi, de la Gazzetta di Modena, quedó maravillado desde la primera vez que lo vio: Quiroga, en modo superhéroe, hizo un partido descomunal con el Asti Riccadonna y venció como visitante a la poderosa Panini Módena. “Por primera vez escribí que un jugador lograba hacer puntos desde primera y segunda línea, pero también desde una tercera línea, porque Raúl golpeaba en salto y tan fuerte que resultaba decisivo incluso en el servicio”, rememora para ESPN.

“Después de la gran desilusión de 1984/85, en una temporada extraordinaria en la que Módena no pudo ganar el título, la Panini ganó el campeonato en Bolonia. Esa noche Raúl se convirtió en leyenda: tomó 116 pelotas y colocó 77 en el suelo. A partir de ese momento sería conocido como ‘el Bombardero’”, amplía.

Aunque más tarde jugó en Montichiari, Treviso y Spoleto, su apellido está indisolublemente asociado a Módena. “Su nombre siempre estará fuertemente vinculado a Módena, donde nadie, incluso 36 años después de su último partido en el equipo, ha podido olvidarlo”, asegura Rossi, quien se convirtió en amigo de Quiroga. “Raúl era un campeón, pero un campeón amigo de todos. Nunca rechazó una foto con los aficionados ni una entrevista a un periodista. Entraba a una tienda y era una estrella. La gente de la ciudad lo amaba y lo amará. Si llegas a Módena y detienes a cualquier persona, todos podrán decirte quién es Raúl: ‘Uno de nosotros’”, completa Rossi, emocionado.

Gianluca Pasini, uno de los periodistas más influyentes del ambiente del vóley italiano, recuerda con claridad la influencia del argentino en la liga más poderosa del planeta. “Raúl Quiroga fue parte de un selecto grupo de jugadores extranjeros que podían inclinar la balanza y romper cualquier equilibrio. Fue un atacante que dejaba huella”, explica a ESPN el hombre de La Gazzetta dello Sport.

“No fue casualidad que, en sus tres temporadas en el equipo, la Panini haya ganado dos títulos y perdido otro de manera increíble. Tampoco es coincidencia que Montichiari haya logrado sus primeras coronaciones con él en cancha, incluida una Recopa de Europa”, precisa Pasini.

Una mano pesada que lo convirtió en leyenda

El italiano Paolo Tofoli fue bicampeón mundial en 1990 y 1994, ganó la Liga Mundial en cinco ocasiones y se coronó en cuatro Europeos. Fue el armador titular del mejor seleccionado masculino del siglo 20, según la FIVB. Jugaba en Padova cuando Quiroga brillaba en Módena. Y luego lo tuvo como compañero en Sisley Treviso.

“Raúl fue un jugador con una gran personalidad y una tremenda potencia en el ataque y el saque. Era una persona de carácter fuerte y no tenía miedo de atacar los últimos puntos. En los momentos difíciles de un set, cualquier armador sabía en quién podía confiar”, describe Tofoli. “Jugamos juntos en Sisley Treviso en la temporada 1991/92. Fuimos segundos en la fase regular y perdimos en semifinales con Ravenna”, amplía el exarmador. “Nos enfrentamos en el Mundial Brasil 1990, en el que Argentina tenía un equipo fuerte, con él y otros jugadores como Conte, Kantor y Castellani, que también jugaban en nuestra liga”, concluye.

Kantor, quien brilló en el mismo puesto que Tofoli, tanto en la Selección Argentina como en distintos clubes italianos, también tiene los mejores recuerdos. “Tenía una potencia increíble y pegaba una pelota alta que lo haría un jugador reconocido inclusive en el vóley actual. Y era sobre todo un ganador: logró ‘scudetti’, campeonatos italianos, Copas Italia, Supercopas de Italia, la Recopa de Europa. En Módena es reconocido como un grande. ¡Y mirá que han pasado jugadores legendarios por ese equipo!”, se enorgullece Kantor, quien también pasó por ese club.

Dueño de una memoria admirable, el exarmador guarda detalles que pintan a Quiroga de manera notable. “Era un tipo que jugaba siempre con cara de enojado. Y si eso lo hacía todavía más temible. ¡Y las quería a todas! En un punto, yo lo sufría: cada vez que estaba por tocar la pelota, sabía que Raúl la quería”, rememora entre risas. “Tenía un chiflido muy característico y te lo hacía en medio de la jugada, para que lo escucharas y le prestaras atención. Con o sin chiflido, cuando la cosa estaba complicada había que dársela a él, porque sabías que iba a ser punto”, agrega.

Marcos Milinkovic fue el sucesor del sanjuanino en la Selección: otro opuesto de mano terrible, aunque con algunas características distintas, más adaptadas a su época. “Raúl siempre fue un ídolo. Y en cualquier charla de vóley salía su nombre. Cuando jugué en Italia siempre me decían que fue uno de los jugadores más fuertes que vieron en toda su vida”, detalla Marcos.

Alberto “Manzana” Roitman, exentrenador de Selección Argentina, tiene grabadas dos actuaciones colosales de Quiroga: la del primer título en Módena y la de la Copa Top Ten en Corea del Sur, en 1985, con la camiseta celeste y blanca. “En su primer Scudetto, en Bolonia, atacó prácticamente solo él. Fue impresionante”, apunta el técnico. “En la Top Ten fue devastador. En ese período era el mejor atacante del mundo”, afirma.

De esa Copa Top Ten, al técnico le quedó una anécdota imborrable. “Kantor le levantó lo que hoy sería una ‘pipe’: una pelota de segunda línea, por posición 6, y Raúl atacó tan fuerte que le pegó en la cabeza a un coreano que estaba dentro de la línea de tres metros. Fue increíble”, remarca Roitman.

“Me acuerdo de ese torneo. Raúl ‘volteaba muñecos’ coreanos de una manera que era hasta graciosa. Los coreanos se ponían tipo kamikazes a defender y él los sentaba a pelotazos”, dice Kantor, desde Italia, con una sonrisa. Nada pacato ni acomplejado contra los anfitriones del torneo, en la misma Seúl en la que tres años más tarde ganarían el bronce olímpico, el sanjuanino no era un viento Zonda, sino un tornado arrasador. “A los asiáticos les encanta defender y hacerlo con Quiroga era algo deseado. Pero en ese torneo los volteaba a pelotazos”, agrega.

Daniel Castellani, el capitán del bronce en Seúl 1988 y del podio en el Mundial 1982, es el encargado de los últimos trazos en las 10 personalidades que colorearon esta pintura sobre Raúl Quiroga. “Raúl tenía dos características principales. En nuestra época era un jugador diferente por el nivel de potencia. Una potencia que inclusive le permitiría jugar en el vóley de hoy. Y la segunda, era muy, muy competitivo. Mientras más difícil se ponía un partido, más cerca estabas de ver la mejor versión de Raúl. Podía ser en el cierre de un set o de un partido. Ahí aparecía el Quiroga imparable”, apunta el entrenador del Olympiacos griego y de Las Panteras.

“Me gusta destacar que era un compañero muy frontal, que siempre te iba de frente. Un tipo muy honesto. Además, es uno de los mejores amigos que me dio el vóley. Siempre está pensando en que nos juntemos. Él fue el mentor de la mayoría de las últimas reuniones del grupo de la Selección. Por eso me pone muy feliz el hecho de haber mantenido una amistad a lo largo de tanto tiempo”, se regocija.