Hasta el año pasado los Rockies experimentaron con la receta de tener lanzadores de cartel como Mike Hampton y Denny Neagle, por quienes soltaron la friolera de 153 millones de dólares.

Pero ninguno dio la talla en la altura de Denver y con más pena que gloria Hampton fue transferido a los Bravos durante el receso en una negociación en la que estuvieron involucrados los Marlins.

La del 2002 fue la cuarta compaña de las últimas cinco en la que los Rockies (73-89) terminaron con un saldo negativo.

El rotundo fracaso del ensayo con el pitcheo convenció a los directivos del equipo de que lo mejor era intentar de nuevo con una táctica que antes rindió dividendos, la de los batazos de vuelta completa.

Los años de gloria de los Rockies, a fines de los 90, fueron cuando bateadores de largo metraje como Larry Walker, Andrés Galarraga y Vinicio Castilla hacían temblar a todo pitcher que subía al montículo del Coors Field.

El jardinero derecho Walker se mantiene con el equipo y junto al primera base Todd Helton conforma el núcleo de una novena capaz de producir carreras a granel. Ambos vienen de ser galardonados con guantes de oro en sus respectivas posiciones.

En el cambio de Hampton, Colorado se hizo con los servicios del guardabosque central Preston Wilson y el receptor Charles Johnson.

A este par se les sumó el antesalista puertorriqueño José Hernández, un ex Cervecero, y de buenas a primeras los Rockies cuentan con un quinteto que podría sonar entre sí más de 150 vuelacercas.

Lo malo es que Hernández (188 ponches) y Wilson (140) tienden a abanicar la brisa demasiado, misma deficiencia del torpedero dominicano Juan Uribe (120).

Los Rockies trataron de desprenderse de Walker (338, 26 jonrones y 104 remolcadas), pero el toletero vetó a última hora un cambio que lo hubiese enviado a Arizona, rivales de división.

Walker tendrá este año a Wilson (243, 23, 65) y a Jay Payton como compañeros en los jardines, el primero en el central y al ex Met en el izquierdo.

Payton pareció tomar un segundo aire tras su frustrante paso en Nueva York, donde nunca pudo afianzarse, algo que obedeció primordialmente a las lesiones.

El capitán del infield es el fuera de serie Helton (329, 30, 109), quien compiló números excepcionales para alguien que jugó con dolores en la espalda.

La adición de Hernández (288, 24, 73), quien fue seleccionado para el juego de estrellas, mejora la situación en la antesala, pero lo de los ponches es cosa seria. Era casi una certeza que hubiese roto el récord de ponches, pero su ex mánager en Milwaukee lo sentó la última semana de la campaña.

El quisqueyano Uribe (240, 6, 49) se juega una última oportunidad para demostrar que es el torpedero del futuro de los Rockies. Uribe cometió 27 errores y si su producción ofensiva declina, no sorprendería que el piloto Clint Hurdle le quite la titularidad.

En Johnson (217, 6, 36 en 83 juegos) los Rockies por fin contarán con un catcher de primera línea. Su producción con el madero ha venido en declive, pero el cambio a Colorado podría sentarle bien.

La tónica en el cuerpo de lanzadores es la juventud. Jason Jennings (16-8) viene de ganar el premio al novato del año en la Nacional, el primer pitcher en la historia del equipo que recibe un trofeo importante.

Denny Stark (11-4, 4.00) también lució bien en su primera campaña y los Rockies planean darle la oportunidad al prospecto Aaron Cook.

Neagle (8-11, 5.26), a quien los Rockies trataron infructuosamente de transferir, seguirá aportando la cuota de experiencia, mientras que Shawn Chacón (5-11, 3.26) será el quinto abridor.

Para poder sobrevivir al Coors Field es necesario tener un buen bullpén y hasta ahora el dominicano José Jiménez ha cumplido con la tarea asignada como cerrador, a juzgar por los 41 rescates que se apuntó en el 2002, incluyendo 21 en casa. Su compatriota Nelson Cruz, Vic Darensbourg y Todd Jones conforman un grupo aceptable que para cubrir los innings intermedios.