+ Jugará en casa, con el calor y cobijo de su gente, pero ello no significa forzosamente que la selección mexicana aproveche todo ello para ganar un evento con el que ha "coqueteado" en los últimos 20 años. México será tan favorito como lo establezca y marque su futbol y no por las condiciones que podrían encontrar a su alrededor en la Copa América del Centenario.

LOS ANGELES -- ¿Favorito? Cuidado porque ese traje suele quedarle "apretado" a la Selección Mexicana. México promete ser tan favorito como lo establezcan sus condiciones en la cancha y no en la tribuna.

Una cosa es ser "el favorito" en las tribunas, en las calles, del entorno y otra más es confirmarlo en la cancha de futbol. Históricamente, el futbol mexicano sabe muy bien a lo que me refiero.

No es el gran favorito, pero tampoco se trata una de misión imposible. Digamos que nunca antes había tenido el privilegio y la oportunidad de jugar la Copa América tan cerca del "calor" de casa. México saldrá, a partir del domingo, como el dueño emocional o pasional de la Copa América del Centenario. La pregunta es: ¿Puede ser también el dueño futbolístico?

Ganar la Copa América no sólo parece ser una asignatura pendiente, también, se trata un sueño largamente añorado por el futbol mexicano. Desde que lo hizo por primera ocasión, hace ya más de 20 años, la selección mexicana casi siempre encontró la manera de mostrar una faceta ampliamente competitiva en el torneo. Cuando México ha ido a competir ante las grandes selecciones sudamericanas sin las ataduras de la CONCACAF, lo ha hecho de manera digna y substanciosa en lo deportivo. Hoy, el olfato por el negocio, por el dinero, ha atraído a históricos del futbol mundial --Brasil, Argentina, Uruguay-- hasta un territorio que futbolísticamente, en temas pasionales y por ende económicos, le favorece a México. Pero conociendo la historia misma del futbol mexicano, su comportamiento en torneos realizados bajo el cobijo emocional de su gran afición y cuando el jugador se siente de algún modo protegido y al mismo tiempo presionado, aparecen las dudas y las debilidades históricas de nuestro futbol.

México está amparado, esta vez, por un grupo de futbolistas que actúan con regularidad y prestancia en las competitivas ligas europeas. Algunos expertos creen que se trata de la mejor generación en la historia. Esa hipótesis sólo será confirmada el día en que ganen algo de relevancia en el futbol internacional. Lo cierto es que Andrés Guardado, Héctor Herrera, Miguel Layún, Raúl Jiménez, Javier "El Chicharito" Hernández, "El Tecatito" Corona, Diego Reyes, Héctor Moreno y hasta el veterano Rafael Márquez le dan una solidez mental y futbolística que podría garantizar resultados. A la par de ellos, y tras una nueva "tormenta" el verano anterior que termino con el fin de la era de Miguel Herrera, el futbol mexicano ha descubierto en su nuevo entrenador, el colombiano Juan Carlos Osorio, a un hombre serio, trabajador y que puede entregar resultados a largo plazo. He ahí las bondades con las que cuenta el futbol mexicano para afrontar este torneo.

Pero la historia en la cancha promete ser más complicado de lo que pinta en el papel. México debe empezar este domingo ante histórico y competitivo Uruguay, que si bien no tiene a su máxima figura, el delantero del Barcelona, Luis Suárez, es siempre un futbol que encuentra los motivos para arrancarle a sus rivales los mayores defectos. México tendrá que sortear un grupo complicado que además incluye a Jamaica y a Venezuela para después, en la ronda de eliminación directa, afrontar a Chile o a Argentina en partidos de carácter definitivo. No hay mucho margen para el error.

Se trata de una Copa América donde si bien la mayor parte de las figuras de los equipos sudamericanos parecen cansadas físicamente y agobiadas mentalmente por la larga competición europea de clubes, prometen defender, "a capa y espada", su reputación en el futbol continental y mundial. Enfrentar a una Brasil sin Neymar y a una Brasil más preocupada por el certamen futbolístico de Rio de Janeiro 2016, podría no ser tan sencillo como parece. Lo mismo sucederá con Argentina, que mantenía dudas sobre el estado físico de su gran figura Lionel Messi y lo mismo podría suceder con Uruguay --ya hablábamos de la ausencia de Suárez. Pero esas tres selecciones suelen esconder o suplir sus carencias como lo hacen "los grandes": con la camiseta y la historia por delante. Habrá que sumar a Chile, el campeón de la última Copa America, que tiene excelente futbolistas --Arturo Vidal y Alexis Sánchez, entre ellos-- y a Colombia, que también viene amparada por una generación de grandes figuras. Ecuador promete ser competitivo y lo mismo Estados Unidos, Costa Rica y la propia Jamaica por el área de la CONCACAF.

Ganar la Copa América no es un misión imposible, pero tampoco se ve como algo muy posible por ahora. Por delante de los intereses deportivos de México, yo coloco a potencias del futbol sudamericano, plagados de figuras que actúan en algunos de los mejores clubes y de las mejores ligas del futbol europeo. Ganarles a ellos, aunque sea cerca de casa, bajo el cobijo de tu maravillosa afición y con ciertas ventajas que podrían brindarte los intereses apegados al futbol, no será una tarea sencilla.

México no es favorito pero es el favorito. Que contradicción. Pero al final del día, los cimientos y hasta los sueños de desarrollo del futbol mexicano están siempre bajo la imagen de una contradicción. No sería nada raro que México protagonizará la Copa América del Centenario, como tampoco sería nada raro que terminará siendo un fracaso.

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La Copa América celebrará su edición N° 45 desde que se organizó por primera ocasión en 1916.

Para celebrar los 100 años del torneo más antiguo de selecciones nacionales en el mundo, Conmebol y CONCACAF acordaron organizar la edición Centenario con equipos de ambas confederaciones.

El año pasado, Chile se consagró campeón tras derrotar en penales a Argentina.

Será la primera ocasión en la historia que un país de la CONCACAF organice el torneo, los Estados Unidos, que participarán por cuarta ocasión en su historia en el torneo, primera desde el 2007.

Por su parte, Argentina tratará de poner fin a su sequía más larga de títulos de selección mayor, que se prolonga a la edición de 1993, cuando derrotaron a México.

Chile tratará de convertirse en la cuarta selección bicampeona de América, uniéndose a Argentina, Brasil y Uruguay.

Para México, es una oportunidad inmejorable para poner fin a su racha de dos ediciones consecutivas sin avanzar de la ronda de grupos.

En cuanto a goleadores, Argentina y México podrían estrenar goleadores históricos en esta edición de la Copa América.

Lionel Messi está a seis goles de empatar a Gabriel Omar Batistuta como máximo goleador en la historia de la Albiceleste e incluso podría superarlo, mientras que Javier Hernández está a dos anotaciones de Jared Borgetti (46) como el artillero más temible en la historia del Tri.

Uno de las mayores ausencias será la de Neymar, quien no estará con Brasil para enfocarse en los Juegos Olímpicos de Río 2016, donde se espera sea la mayor figura de su selección.

En los últimos cuatro partidos de torneos importantes que Brasil ha jugado sin Neymar (dos de Copa Mundial y dos de Copa América), la Canarinha tiene dos derrotas, por una victoria y un empate, incluyendo su paliza en casa 1-7 ante Alemania.

Uruguay, Argentina y Brasil se han combinado para ganar 37 de las 44 ediciones previas de la Copa América, con los charrúas a la cabeza al sumar 15 ediciones en total.


BREVE HISTORIA DEL TORNEO


En principio, el torneo contaba con entre cuatro y seis selecciones invitadas que se enfrentaban en duelos directos a un partido, consagrándose campeón el que tuviera mejor registro a su favor y recibió el nombre de torneo sudamericano hasta 1967.

En 1972 nació la Copa América que permitió la participación de más países, implementando fase de grupos, donde calificaban los mejores para avanzar a una ronda de eliminación directa.

A partir de 1993, la Conmebol decidió comenzar a invitar equipos de otras confederaciones, principalmente de la CONCACAF, aunque también Japón ha participado (1999).

México ha sido el invitado que más lejos ha llegado luego de proclamarse subcampeón en las ediciones de 1993 y 2001.

Al tener dos invitados, la Copa América solía contar con tres grupos de 12 equipos, en los que avanzaban los dos primeros lugares de cada grupo y los dos mejores terceros lugares.

La Copa América Centenario tendrá 16 selecciones en total, por lo que los dos primeros lugares de cada grupo avanzarán a los Cuartos de Final.

De acuerdo al Soccer Power Index de ESPN, Colombia, Brasil, Uruguay y Argentina son los favoritos para ganar sus respectivos grupos.


LAS SEDES


Estados Unidos será la primera sede de la Copa América fuera de la Conmebol y para ello preparó 10 estadios en 10 ciudades distintas para albergar al menos un partido en el torneo.

  • Lincoln Financial Field, Philadelphia, Pennsylvania.

  • Camping World Stadium, Orlando, Florida.

  • MetLife Stadium, East Rutherford, New Jersey.

  • Rose Bowl, Pasadena, California.

  • NRG Stadium, Houston, Texas.

  • Soldier Field, Chicago, Illinois.

  • University of Phoenix Stadium, Glendale, Arizona.

  • Levi's Stadium, Santa Clara, California.

  • Gillette Stadium, Foxborough, Massachusetts.

  • CenturyLink Field, Seattle, Washington.

A pesar que se realizará únicamente en territorio de los Estados Unidos, México probablemente sea el segundo local del torneo con más de 12 millones de mexicanos viviendo en territorio norteamericano.

DATOS QUE NO DEBES OLVIDAR


Messi jugará su cuarta Copa América, un torneo en el que apenas ha anotado tres goles en 16 partidos y tiene apenas una anotación en sus últimos 11 encuentros.

También, Messi tratará de ganar su primer título a nivel selección mayor con Argentina, al tiempo que pone fin a la sequía de títulos de la Albiceleste desde hace 23 años, a pesar de alcanzar la final recientemente en Copa del Mundo y Copa América.

Luis Suárez se lesionó el tendón de la corva en la Final de la Copa del Rey y se perderá al menos el primer partido de la competencia, contra México. Desde el 2014, Suárez promedia .75 goles por partido, el mejor promedio de Uruguay.

Suárez tuvo el mejor año de su carrera con Barcelona, anotando 40 goles en La Liga y se convirtió en el primer jugador, fuera de Messi y Cristiano Ronaldo, en consagrarse campeón goleador de España desde que lo logró su compatriota Diego Forlán en la temporada 2008-2009.

James Rodríguez será el encargado de guiar a Colombia tras la baja de juego de Radamel Falcao. James fue el líder anotador en la Copa del Mundo del 2014 con seis goles, ganando la bota de oro de la competición.

Finalmente, Paolo Guerrero empató en el liderato de goleo de la Copa América en el 2015 con Eduardo Vargas de Chile con cuatro tantos. Si logra igualar su hazaña, se convertirá en campeón goleador del torneo por tercera ocasión consecutiva.

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LOS ÁNGELES -- La Liguilla ya hace un lugar en su Nido para las Águilas. Es inevitable que se metan ahí. Pero eso no basta. La clasificación es una obligación, ni siquiera está a discusión. Y los americanistas de escritorio y vestuario lo saben, y los americanistas de tribuna lo asumen.

Lo malo de la realidad del América es el realismo de sus cifras: siete juegos de local, con cuatro derrotas y tres victorias. Nueve de 21 puntos posibles. Miserable porcentaje.

En el vulnerado Nido, las Águilas han recibido más goles que de visitantes. Y obviamente ha marcado más de huésped incómodo que como un anfitrión más abusado que aguzado.

¿Y con quién ha perdido en el Azteca? Con Atlas, Tigres, Chivas y Querétaro, de los cuatro, en este momento, sólo los regiomontanos están en Liguilla.

Antes de ultrajarlo este sábado, el Querétaro era el quinto peor equipo de visitante. Y llegaba sepultado de vergüenza: 11 goles en los últimos cuatro juegos de peregrino. Ese Querétaro sometió al América.

Es entendible, cierto, respetable, irrefutable, la apreciación de que los adversarios se subliman ante las Águilas. Muchos jugadores rescatan ante el América su contrato del próximo torneo. Es innegable ese cinismo.

Pero, si los adversarios se crecen en el Azteca, ¿qué ocurre con los jugadores americanistas que no respetan su propio club?

¿Acaso esa camiseta que enardece y enerva a los adversarios termina por reprimir y espantar a los que inmerecidamente la portan?

¿Recordarán y entenderán el sentimiento de los jugadores que llegan a México y los mismos nacionales que uno de sus anhelos es jugar con Chivas o América?

Pero, cuando finalmente llegan a el Nido, en lugar de aprovechar con dignidad y masculinidad esa oportunidad, se espantan, huyen, se inhiben, se cohíben.

En especial aquellos que llegan con la parafernalia majestuosa de contrataciones rimbombantes y salarios dispendiosos. Y la tribuna no perdona. La tribuna se indigna, más tal vez que en las mismísimas oficinas del club.

Y ve que Carlos Darwin 'Cuentero' dejó de ser el Quintero de Santos, con su futuro millonariamente garantizado.

¿Y el 'Rifle' Andrade, que hasta pide atención al seleccionador Pékerman, por qué súbitamente de una jornada a otra se convierte en La Carabina de Ambrosio?

¿Y Miky 'Arrullo' pasó de ser un caudal a un Arroyo de mediocridad? ¿O porque a Martínez la afición lo cuestiona como 'Osguanguito'? ¿Y Paolo 'AutoGoltz', cuándo dejará de perpetrar errores casi sospechosos?

A veces este América conmueve. Porque se asemeja más al que le tundió el Atlas 3-1 al inicio del torneo, o al timorato del Clásico ante Chivas, que al que de repente le tundió con vocación a -cierto, otro desahuciado- Cruz Azul.

¿Hay más preocupaciones? Sí. Estas Águilas cierran el torneo con enfrentamientos en los que hay rencillas envenenadas de por medio. Con sangre en los ojos y en el hígado de sus contendientes.

1. Visita al Toluca, que cierto, es un endeble local, pero ha sido mejor que las Águilas en el torneo, en futbol y en números.

2. Recibe, en esa casa del horror en que se ha convertido su propio Estadio Azteca, a un Mohamed que puede meterse a Liguilla causando un tropiezo a su aborrecido ex patrón.

3. Vaya cierre de temporada regular: Pumas, el dominante del torneo, que a pesar de esas inflexiones en su accionar, también sabe el perfecto cierre de torneo que podría tener, más el nutriente anímico para la Liguilla misma.

Sí, la situación del América ya se recrudece con esta cuarta derrota de local en siete juegos. Y encima encara a tres equipos en posiciones de Liguilla.

¿O descuidarán el torneo para enamorarse de la posibilidad de una improbable odisea ante el Barcelona?

Cargas extras de trabajo aguardan a Ambriz y Peláez para estremecer, para sacudir, a esos espíritus asustadizos de sus jugadores, para que reaccionen en el desenlace de la competencia.

Recordemos, por la aritmética de este torneo, ya no es posible pensar en que con 24 puntos se clasifique, por lo cerrado de los pelotones.

América pues, ante sus propias emboscadas.

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LOS ÁNGELES -- 75 aniversarios. Este viernes 23 de octubre, Pelé copará las redes sociales. El mejor futbolista de la historia nació hace 75 años en Tres Corazones, Brasil.

Convaleciente aún, Edson Arantes do Nascimento hoy mira en retrospectiva y lo sabe: ha sido el futbolista más famoso durante los últimos cinco decenios al menos.

Hoy no compite con esa inmediatez de las redes sociales que instalan alrededor del mundo, en segundos, las hazañas de Messi o de Cristiano Ronaldo.

Pelé era, en su entonces, noticia del día después. Messi y CR7 son relámpagos de la inmediatez en 140 caracteres.

Pero el nombre de Pelé sigue siendo punto de referencia mundial. A Messi se le compara con él y con Maradona. A CR7 se le consuela con merecer un nicho inmediato debajo de los tres.

El mismo Lionel tiene una deuda que cada día se eterniza más con su selección nacional. Y crece cuando se le sopesa con los incuestionables alcances de Pelé con Brasil (tricampeón) y con Diego.

Incluso Garrincha, caudillo brasileño de los títulos de Suecia 1958 y Chile 1962, podría cuestionar al mismo Messi, mientras éste no levante en el balcón de la Casa Rosada la Copa FIFA.

Pero es Pelé quien llega a los 75 años de vida. Nunca jugó en Europa porque Brasil lo declaró patrimonio nacional y sólo vistió la camiseta del Santos, pues al Cosmos de Nueva York fue ya sólo en labores de servicio social a un balompié en gestación.

¿Mejor que Maradona? Ganar tres Copas del Mundo, con una consagración sublime en México 1970, más los mil 283 goles marcados en mil 363 partidos, junto con la memoria de las fantasías que hacía con la pelota, son una plataforma innegable de su grandeza.

De gambeta cadenciosa y una inteligencia por encima de lo normal para improvisar e inventar, en acciones colectivas o individuales, era además un rematador letal con ambas piernas.

Y un genio que a la trigonometría de las violentas defensas a ultranza la anulaba con la simpleza de su imaginación.

Su cabeceo era impecable, al grado que tal vez sólo él y el basquetbolista Michael Jordan habrán tenido esa capacidad de resorteo y de lo que es llamado un segundo impulso en el aire, para desafiar la gravedad y prácticamente permanecer en el aire con despliegue físico para incluso rematar el balón.

El gol que le marca a Italia en la Final de 1970, superando al colosal Giacinto Facchetti, es una prueba de ello. Los prodigios técnicos de hoy habrían podido recrear una escena de Gravity con ese portentoso remate.

Siempre rodeado de notables como Garrincha y Didí en sus inicios, hasta los Tostao, Rivelino y Jairzinho en 1970, ejerció desde mozalbete en Suecia '58 esa personalidad que le acompañó durante su gestión incuestionable como O'Rei.

En el Estadio Jalisco en 1970, el futbol le negó dos goles, en jugadas que fueron pioneras en la manifestación de magia e inteligencia del mejor futbolista de la historia. Un disparo desde su propia cancha, que pasa cerca del arco de la entonces Checoslovaquia, y un amague sobre el arquero uruguayo Ladislao Mazurkiewicz, para ir a recoger la pelota detrás del frustrado y engañado portero, pero el balón se iría a un lado del poste.

De la suma de sus goles habría que descontar uno con el Santos. Relataban algunos periodistas brasileños una anotación al Sao Paulo, en la que se deshace de medio equipo, saca al portero, y la pelota entra al arco, pero por fuera, pegada al poste, a través de una red rota.

El árbitro marca el tanto. Vienen los reclamos, y el silbante contestó: "Sé que no fue gol, pero la jugada fue tan perfecta, que merece ser gol". Esa acción, con la decisión del juez, hoy, en Twitter, habría reventado el escándalo a nivel mundial. Entonces, quedó como anécdota, de la trascendencia mágica de O'Rei del futbol.

En Chile, el Mundial lo gana solo Garrincha. Pelé es criminalmente asaltado a patadas y marginado del desarrollo de la Copa. Lo mismo ocurriría en Inglaterra '66.

Debió aprender Edson a hacerse justicia, ante la complacencia arbitral por el afán criminal de sus adversarios por amputarle las piernas, especialmente jugando fuera de Brasil.

Y sus venganzas eran crueles. Pelé toleraba una falta. Y una segunda. A la tercera, advertía al divertido carnicero: "Ni una más. Ni te acerques". No le creían. Por el contrario, querrían ganarse la distinción de echar a Pelé del campo.

Pero no sólo Pelé advertía al camorrero. Lo hacía el resto de sus compañeros en Brasil o en el Santos. Le recomendaban al cercenador que se fuera al otro lado del campo, que ni se acercara a O'Rei.

Algunos dicen que fueron cinco. Otros que diez. Otros que fueron aún más las víctimas de Pelé. Difícil precisarlo.

Ney Blanco de Oliveira, ex jugador de América, Atlas y Toluca, compañero de Pelé en el Santos, amigo íntimo y compadre además, recordaba con escalofríos la escena.

"Lo veíamos venir. Ya los había advertido Edson, pero no creían. Tiraba la pelota adelante, como por error, y llegaban barriendo, buscando a Edson y a la pelota. Y él aguantaba. Y cuando la pierna pasaba frente a él, clavaba el golpe y ya sólo oíamos como sonaba como rama seca la pierna rota. Nunca lo protegían los árbitros contra la violencia, y tuvo que aprender a protegerse, de la manera más dura y más ruda, porque luego se arrepentía y buscaba al jugador", recuerda Ney Blanco.

Su vida personal estuvo llena de detalles escalofriantes y chuscos, que reflejaban también su compleja personalidad, aunque nunca se refugió en guardaespaldas o negó un autógrafo.

Mitos o realidades, en el vestidor de Santos hablan de que perdió su virginidad con el utilero del equipo. A Xuxa, su ex esposa, le pidió que primero perdiera la virginidad, pues no le gustaba perder el tiempo en esos escarceos.

Incluso, antes del juego clave ante Inglaterra en el Mundial de 1970 salió de la concentración en las Suites Caribe de Guadalajara para una cita amorosa. Miope como era, con un par de bebidas encima, de noche y agotado, Pelé creyó que el camino seguía después de unos arcos en el hotel. Se estrelló contra el muro. Pérdida total de un Ford Falcon del año. Ese día pudo quedar fuera del Mundial, pero con esa notable fortaleza y un ángel de la guarda en horas extras, ni siquiera sufrió un rasguño.

Y uno de los detalles inolvidables y más impactantes ocurre en 1969, en la era esplendorosa de O'Rei. El Santos era reclamado en todo el mundo. Y peregrinaba. En avión a veces, en tren en otras, o en barco.

Esa vez realizaba una gira por África. Una sangrienta guerra se detuvo para ver jugar a Pelé. Visitando zonas devastadas por el conflicto, el Santos paró durante varios días las encarnizadas batallas en el Congo y en Nigeria. Los enemigos pactaron una tregua sólo para contemplar a O'Rei

A los 75 años, este viernes 23 de octubre, Pelé aún seguirá siendo El Rey del Futbol. Un reinado universal e imperecedero.

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RIO DE JANEIRO (Enviado especial) -- La Copa del Mundo es lo más grande que hay. A veces se usa esta expresión con liviandad, como un lugar común. Por ejemplo: "esta milanesa es lo más grande que hay". Está claro que hay cosas mucho más grandes que esa milanesa, pero para explicar lo sabrosa que es se utiliza esa figura. Bien, en este caso no hay exageración alguna, porque la Copa del Mundo es lo más grande que hay, literalmente.

No hay evento de la humanidad que se compare con el Mundial de fútbol. Despierta más emociones que ninguna otra cosa en los pueblos de todo el planeta y hace que, por un mes, sólo se hable de la pelota. Eso uno lo sabía desde antes de viajar a Brasil. Siempre ha respetado y valorado la trascendencia cultural de este campeonato y por eso no hacía falta vivirlo en el lugar de los hechos para comprender lo que significa. Sin embargo, estar allí, en el centro de todo, pone en verdadera dimensión lo que esto representa.

No hay región más futbolera que Sudamérica. En ningún otro continente se vive el fútbol con esta pasión. Por eso, que la Copa se haya celebrado aquí le dio una intensidad particular. En cada estadio había una energía especial, diferente a la que se ve en cualquier otro estadio. Quien haya asistido a clásicos nacionales, finales de Copa Libertadores, Champions League o Copas continentales sabe de qué se trata. Cada reacción esta exacerbada.

Esta Copa quedará en el recuerdo por muchas situaciones. Cada uno tendrá su momento destacado, de acuerdo a su nacionalidad o a sus gustos. Algunos eligirán la derrota impresionante de España ante Holanda, otros las victorias de Costa Rica contra Uruguay e Italia, otros cada uno de los goles de James Rodríguez, otros el remate al travesaño de Pinilla, otros la entrega conmovedora de Javier Mascherano en cada juego. Hay para todos los gustos.

Otra de las cuestiones que hizo de este el mejor Mundial que muchos de los que estamos vivos recordemos fue la paridad que hubo. Ninguna Selección se sintió ganadora antes de jugar. Brasil, el gran candidato, jugó frente a Camerún, el peor del torneo, y estuvo a punto de quedar abajo en el marcador. Argentina, con Messi, casi empata ante Irán. Costa Rica protagonizó, quizás, la triple sorpresa más grande de la historia. Argelia llevó al tiempo suplementario a Alemania. Colombia eliminó a Uruguay con una claridad impresionante. Cualquiera podía ganar y cualquiera podía perder. Pero esto no significó una merma en el nivel de juego, sino un incremento en lo que hace del fútbol el deporte rey: la competencia.

Como si fuera poco, Brasil 2014 entregó el resultado más increíble de todos los tiempos. Sí, todo puede ser discutido en el fútbol pero hay momentos en los que uno se da cuenta de forma automática que serán eternos. La goleada 7-1 de Alemania sobre Brasil en las semifinales será recordado como el partido más extraordinario de todos. Sólo el tiempo le dará la trascendencia que tiene, pero con un poco de lucidez uno puede ver lo grande que ha sido ese resultado.

Porque el Maracanazo es una marca que el pueblo brasileño tendrá por siempre, ni el paso del tiempo ni los cinco títulos ganados calmaron ese dolor. Aquel día, el Scratch perdió 2-1 la final contra Uruguay. Fue el batacazo más grande jamás visto. Pasaron 64 años y todos creían que había llegado la oportunidad de enterrar aquella frustración. Lejos de eso, se generó una herida aún mayor. Nadie sabe cuánto tardará el fútbol brasileño en reponerse de semejante humillación.

Luego de la derrota, los torcedores no dejaron de darle importancia al Mundial, todo lo contrario. Ese día, la nación entera lloró la desgracia, pero al día siguiente todos se pusieron la camiseta de Holanda para alentar al adversario de Argentina. Sí, como si no hubiese pasado nada, los brasileños se quitaron la canarinha y se pusieron la naranja. Ese día volvieron a sufrir, pero ya habían encontrado una manera de gambetear el dolor. En la final, sus vecinos cayeron contra Alemania y ellos celebraron el gol de su propio verdugo. Si alguien entiende esta situación, que la explique.

Cuando uno tiene la inmensa fortuna de vibrar con un Mundial en el país organizador, puede ver a la perfección como cada aspecto de la vida social está marcado por el fútbol. El Mundial está omnipresente. En cada charla callejera, en cada canal de televisión, en los diarios, en las escuelas, en los trabajos, en los medios de transporte. La Copa del Mundo llena todos los espacios, incluso los que ya estaban llenos. Se habla del marcador de punta de Bosnia como si fuese un amigo y se busca enseñarle a parar el equipo al entrenador de Suiza. Nadie está ajeno a la gran fiesta.

La Copa del Mundo es lo más grande que hay. Ver un Mundial en vivo y en directo, estar en la cancha mientras sucede algo que quedará en la historia, es el máximo sueño de cualquier futbolero de ley. Y todos los que nos dedicamos al periodismo sobre fútbol somos, primero, amantes de este juego. Por eso, hoy, el día después al final del Mundial quiero agradecer por este sueño cumplido. A la vida y a la pelota.

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RIO DE JANEIRO (Enviado especial) -- Es hoy. El día que le da sentido a todo lo demás. El día que puede cambiar para siempre la historia de un grupo de jugadores. Y quizás la historia de un pueblo entero. Porque el fútbol es mucho más que un juego, es una de las formas más nobles que tiene la humanidad de relacionarse. Por eso, el resultado del partido que jugarán Argentina y Alemania es tan trascendente. Porque será una de las mayores alegrías que una nación puede vivir. Así de simple y así de grande.

Siempre es mejor no hablar en primera persona, porque las experiencias individuales siempre son subjetivas y cada hombre la vive de manera singular. Sin embargo, en un momento como este se hace muy difícil expresar sentimientos sin usar ese tiempo verbal. Quien esto escribe será testigo de la final de la Copa del Mundo en el estadio Maracaná. Traducir en palabra las sensaciones de estas horas previas es simplemente imposible. No hay palabras, o por lo menos yo no las tengo, para describir la emoción que genera un evento como este. No hay nada igual en el mundo. De eso si no hay dudas.

Se mezclan los sueños de la infancia, la primera pelota, los partidos con los amigos, las vivencias en las tribunas de todo el país, la vida como hincha y la experiencia como periodista. Es un cúmulo de sensaciones que crean una especie de estado de fragilidad emocional que pocas veces en la vida se da. Uno quiere creer que lo que se juega es sólo un encuentro futbolístico, pero en realidad tiene una carga mucho mayor, más significativa.

En un punto, es lógica pura. Uno abraza al fútbol como una pasión única. El fútbol llena muchos huecos, se transforma en una compañía, en un punto de unión con los seres queridos, en un sitio donde sentirse importante, en un lugar de pertenencia. Entonces, cuando se juega una final del mundo, que es el duelo más importante de todos, las emociones afloran como nunca. Y más aún uno de los protagonistas es tu Selección.

Todo esto es así en cualquier Mundial. No importa dónde y cómo se juegue. Sin embargo, lo que sucedió en Brasil 2014 potenció todavía más estos sentimientos. Porque esta es una de las naciones más futboleras del planeta, porque en Sudamérica se vive el fútbol con más intensidad que en ningún otro lado, porque el nivel de juego fue el mejor en mucho tiempo y porque muchos partidos ya forman parte de la historia por dramatismo y por jerarquía.

El 7-1 sufrido por Brasil, las victorias de Costa Rica contra dos campeones del mundo (dejando afuera a un tercero en el camino), la eliminación de España, los goles de Messi, el fútbol de Alemania, las apariciones de Bélgica y Colombia, la paridad en cada uno de los choques. Todo esto fue lo que convirtió a esta Copa del Mundo en la mejor de la era moderna. Esta sentencia es casi unánime. Esta es otra de las razones por las cuales la final de hoy es tan relevante.

Quien sea campeón, será uno de los cinco Seleccionados más importantes de todos los tiempos. Y quizás uno de los tres. ¿Por qué? Simple, porque si es Alemania habrá derrotado a los dos grandes sudamericanos, como visitante y desplegando un juego de muy alto vuelo. En tanto, si es Argentina, se habrá coronado en la casa de su clásico rival tras derrotar al verdugo del mismo. Además, ambos tienen argumentos propios: la Albiceleste cuenta con el fútbol de Messi y la Nationalmannschaft busca consagrar a una generación de lujo.

A horas del encuentro esperado por todos, Río de Janeiro se transformó en una ciudad más de Argentina. Unas cien mil personas llegaron desde el vecino país para acompañar a la Selección que dirige Alejandro Sabella. Aunque esta cantidad de hinchas podría llenar el Maracaná con comodidad, la mayoría no tiene entradas y verán la final en las calles cariocas. Este escenario le da aún más mística al partido.

Es hoy. Tardó mucho, pero el día ansiado por todos al fin llegó. Los neutrales lo esperaron desde aquella noche de 2010 en la que España venció a Holanda. Los alemanes desde que Brasil los dejó sin nada en 2002. Y los argentinos desde aquel lejano 1990 en el que este mismo rival les quitó la oportunidad de ganar el tricampeonato.

Pasaron 24 años desde el penal de Andreas Brehme en Italia. Mucho ha sucedido en el fútbol argentino desde ese día. Han habido cambios, han nacido y muerto grandes jugadores, han habido equipos inolvidables y también mediocres y han crecido amantes del fútbol que necesitaban de un partido como éste.

Desde ese humilde lugar, un cronista elige sincerarse en medio de la emoción por la final mundialista y suelta un deseo: ganen. Por mí, pero también por mi país. Por los pibes que corren detrás de una pelota y sueñan. Por las familias de todos. Por los que van a venir. Por los que se fueron. Por todos. Ganen, es su gran oportunidad. Devuelvan al fútbol argentino al lugar que le pertenece.

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Una pesadilla

FECHA
13/07
2014
por Damian Didonato

RIO DE JANEIRO (Enviado especial) -- A los brasileños no les importaba este partido. O mejor dicho, no los movilizaba. La increíble derrota 1-7 contra Alemania todavía retumba -y retumbará por muchos años- en los torcedores y por eso el duelo por el tercer puesto ante Holanda carecía de trascendencia en sí mismo. Lo que sí tenía relevancia era la despedida de la Selección local de la que iba a ser "su Copa del Mundo" y terminó siendo la vergüenza más grande de su historia.

Este sábado, Río de Janeiro amaneció invadida por argentinos. No es una figura metafórica ni nada de eso, es la más cruda realidad. Pasear por Copacabana es toparse con cinco argentinos por cada brasileño. A pesar de sentirse visitantes en su propia casa, los torcedores colmaron el Fan Fest carioca. De hecho, antes del inicio del encuentro debieron cerrar las puertas porque la capacidad ya estaba completa.

"Vine para despedir al Scratch", "estoy acá para repudiar a estos jugadores", "vinimos porque es el último partido del Mundial", "queríamos estar para festejar un triunfo en el último juego". Estas son sólo algunas de las razones que dieron los brasileños ante la pregunta "¿Por qué viniste al Fan Fest?". Después de la goleada alemana, uno podía esperar que poca gente apoyara al combinado anfitrión, pero tanto el estadio Nacional de Brasilia como la playa de Copacabana se mostraron repletos de camisetas amarillas.

Es cierto que en cada uno de los Fan Fest del Mundial uno puede encontrarse con hinchas de todas partes del mundo. Incluso de países que no se clasificaron. Por eso, no es correcto decir que los brasileños coparon el festival. Había mayoría, claro, pero también se podían ver holandeses, alemanes, mexicanos, colombianos, españoles y, claro está, argentinos. Cientos de argentinos. Dentro del área FIFA pero también fuera. Por todos lados.

Los vecinos armaron su propia fiesta ajena al partido por el tercer puesto. Es cierto que celebraron los goles de Holanda, pero le dieron la espalda a lo que sucedía en Brasilia y se concentraron en seguir alentando a su Selección, que el domingo irá en busca del título. Casi todas las canciones están dedicadas a sus clásicos rivales, que en esta ocasión tenían algo más de que preocuparse.

La Canarinha dio vergüenza, una vez más. Perdió 3-0 contra Holanda y quedó cuarta en el Mundial, pero la caída odría haber sido aún peor si la Naranja no hubiera regulado en muchos momentos del juego. El análisis futbolístico quedará para otro momento, pero es indispensable comentar el bajísimo nivel colectivo e individual de todo el equipo brasileño. Como frente a Alemania, no tuvo argumentos futbolísticos, anímicos ni físicos para contrarrestar las virtudes holandesas y volvió a tener errores defensivos imperdonables. Fue una caricatura de lo que se esperaba.

El público que acudió al Fan Fest estuvo como ausente desde el comienzo mismo del encuentro. La imagen de Neymar fue la primera que apareció en la pantalla tras una arenga forzada del maestro de ceremonias y eso levantó un poco a la multitud. Fue ovación para el crack malogrado. E indiferencia para el resto del plantel. El himno fue cantado tímidamente y el comienzo del juego no tuvo los aplausos característicos. Era como si todos hubieran ido a cumplir un trámite, a decir estoy presente.

Una goleada como la de Alemania hace tambalear hasta los preceptos más sólidos de una estructura futbolísticas. Y hasta pone en jaque a la historia. Será un golpe que Brasil tardará años en asimilar. Se notó en el primer partido post 1-7 y se seguirá notando por mucho tiempo. La gente está dolida. Ni siquiera se vio bronca ni enojo. Sí dolor y resignación. Por eso, no hubo entusiasmo nunca. Y menos todavía después de un penal en contra antes de los dos minutos.

La reacción fue algo así como "sigue la pesadilla". Tras la aparatosa caída de Arjen Robben se escuchó un "noooooo" tímido. Era como si el partido ante Alemania siguiera jugándose. Robin Van Persie definió con tranquilidad y Brasil ya perdía de nuevo. La gente hablaba con su compañero, se quejaba del arbitraje sin demasiada vehemencia, tomaba cerveza y pensaba en qué pasará en el futuro.

Antes de los 20 minutos Daley Blind convirtió el segundo tanto y ya no quedaron dudas: el Maracanazo había sido una gran campaña en comparación con este Mundial 2014 ignominioso. Holanda ganaba 2-0 y manejaba el trámite del juego a su antojo. La gente miraba en silencio mientras escuchaba el triste relato en portugués y de fondo los cánticos extasiados de los argentinos. Si eso no es una pesadilla, entonces qué es.

El resto del encuentro transcurrió entre la abulia y algunos silbidos aislados. El principal destinatario de los abucheos fue Luiz Felipe Scolari, en tanto que el único que despertó algún tipo de reacción positiva fue Hulk cuando ingresó. Ni siquiera había fuerzas para repudiar al peor Seleccionado de la historia del fútbol brasileño. No hubo llantos porque las lágrimas se terminaron el pasado martes, pero sí decepción. Una silenciosa decepción.

Tras la caída 0-3 y el cuarto puesto confirmado, algunos hinchas se quedaron en el Fan Fest para presenciar el show musical posterior, mientras que los que se fueron se encontraron con la fiesta de Argentina en la Avenida Atlántica. Cientos de hinchas cortaron el tránsito para festejar el hecho de jugar la final del mundo en la cara de sus acérrimos adversarios. Lo único bueno para los locales: queda sólo un día para que se termine este Mundial.

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MÉXICO -- Brasil, con sus más de 200 millones de torcedores, no pudo despertar de la pesadilla. Esa que lleva en la cabeza por más de 64 años. Y tal vez nunca lo haga. No en casa. Su historia y su camiseta han sido arrastradas y vapuleadas. Y hemos visto uno de esos partidos que quedan en una vitrina aparte.

Saludos lectores del futuro. Cuando encuentres esto, por accidente, ten por seguro que tiene un valor incalculable en la historia del futbol. Del deporte. Ocurrió y fue verdad. Y un pueblo entero lloró sin cesar.

La historia cambió ese día de 1950. Ghiggia hizo el 2 a 1 y evitó que Brasil se hiciera mayor en propia casa. Lo tuvo que buscar afuera, fajándose en Europa. Lo hizo en Suecia, ciudad alejada de Alemania apenas por 829 kilómetros. Los alemanes, entonces, eran amigos.

Y en aquella final del Mundial del '50, Obdulio Varela motivó a los suyos diciendo: "los de afuera son de palo". Justo un martes de junio de 2014 los de afuera quedaron igual. Como palo. No fue casualidad que Ghiggia no fuera invitado a la inauguración de este Mundial.

En una semifinal electrizante, faltó Thiago Silva en 10 minutos, e hizo falta Neymar en los 80 restantes. El misil alemán vino desde la esquina, aterrizó en la bota derecha de Müller (apellido más alemán imposible) y noqueó a un Brasil que se detenía con alfileres.

Todo esto después de un Brasil valiente de arranque. Quiso dar y recibir pero se equivocó de escenario. Y de rival. En el diccionario alemán no aparece la palabra "compasión". Y los de Low lo hicieron pagar.

Phillip Lahm hizo surco por derecha. Khedira se sintió en pleno ritmo tras su año lleno de lesiones. Müller se dio tiempo hasta para reclamar a Schürrle por no dejarlo agrandar la cuota. Y Klose, de Klose hablaremos más adelante.

El golpe al '10 fue fulminante. Nadie lo imaginaba. Alemania echó por delante la historia, la camiseta, los tanques, a la Merkel y al Mercedes.

En 7 minutos le hizo 4 a Brasil. En su casa. Y con un baile descomunal que ni en el amateur es permitido. La marea iba y venía. Llanto en la tribuna, incredulidad en la cancha y una media sonrisa alemana socarrona. Esa que igual da ternura que miedo. Y apanicó a todos. En la cancha, en la tribuna y en la Residencia Oficial. En octubre hay elecciones, Dilma ha sufrido un golpe donde no imaginó: en una cancha de futbol.

Scolari pensó al medio tiempo si hablar, modificar o buscar una remota isla en la Polinesia para correr cuanto antes. Decidió por lo segundo y mandó a Ramires y Paulinho. El miedo había invadido cada decisión. No sé si Brasil creció o Alemania aflojó. Creo más en lo primero. Pero cuando el "Penta" volteó la cara tenía 7 en el costal. Ver para creer.

Lo de Brasil tal vez pasó por creerse superior por ganarle la Confederaciones a España. O a media España. O a lo que quedaba de España. Felipao apostó por lo mismo y bien dicen que las segundas partes nunca fueron buenas. En 1950 les ganaron un Mundial, aquí les arrebataron la Copa y de paso los atropellaron. Pentagoleada de escándalo.

Las carreras de 23 futbolistas quedarán marcadas (incluido Neymar) y la historia los pondrá contra el paredón una y otra vez. Brasil deberá levantarse, si es que queda algo, para buscar el 3er puesto de su Mundial. Su gente y su historia se lo exigen. A Alemania de poco le servirá la goleada si no redondea con su 4º título mundial.

Y Klose, ese mitad delantero mitad gimnasta, hizo su gol 16 en Mundiales. Superó a Ronaldo... en Brasil y contra Brasil. Las historias del futbol son fantásticas. Klose quedará con letras de oro en la historia de los Mundiales. Nunca fue el mejor. Nunca fue muy técnico, ni muy veloz, ni muy potente. Nunca fue TT en Twitter y su Facebook apenas llega a 57,000 "likes". Es todo y nada a la vez. Y su nombre quedará ligado a un partido que queda para la historia. De brasileños y de alemanes.

Brasil sufrió, allá en 1950, el Maracanazo sin Copas del Mundo en su vitrina. Y hoy tiene 5. El "Penta" volverá. El que lo dude que dé un paso al costado. Brasil está herido. Pero nunca de muerte.

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RÍO DE JANEIRO, Brasil -- ¿Cuánto propuso Brasil? ¿Cuánto de los fundamentos del jogo bonito usó? ¿Dónde está el amo y señor feudal con la nómina más poderosa del Mundial? ¿Cuándo maravilló para ser mejor que Colombia?

La pregunta sigue: ¿y dónde está Brasil?

La victoria de los amazónicos se explica, se justifica, se contabiliza, pero no se le embadurna con la grandeza de los adjetivos.

Para hablar del triunfo de Brasil uno recurre a los inventarios, no, como uno lo desearía, a los argumentos maravillados con el asombro.

No es una victoria sucia o flagrantemente percudida, pero menos una victoria fragantemente consumada. Pero que la euforia entendible de los brasileños, no permita que se arrime incienso donde sólo pueden arrimarse cuestionamientos.

1.- Dos goles con errores de Colombia. ¿Qué hacía Sánchez cuando Thiago bufaba a su espalda? ¿Qué hizo Ospina al atacar mal el disparo de David Luiz, pensando en la postal histórica antes que en sus deberes?

2.- ¿Cómo ornamentar o cómo esconder o cómo camuflar que Brasil necesitó de una falta cada tres minutos para contener a Colombia?

3.- ¿Cómo razonar ante la tarjeta roja que mereció Julio César en el penalti? O como pasó ante México, Thiago terminó en la cancha a pesar de la reincidencia.

4.- La victoria puede no conseguirse con brillantez y luminosidad, así pasó con Alemania sobre Francia, pero, seguramente, no debe consumarse con las costras repugnantes de los tres cuestionamientos anteriores.

En esa raquítica frontera que marcan el resultado y el trámite del juego, de nuevo se impactan verdades irrefutables que hasta suenan contradictorias: Brasil no merecía ganar, pero tampoco, necesariamente, merecía perder. Colombia, no merecía perder, pero, sin duda, tiene derecho a rebelarse -cierto, inútilmente ya- ante la serie de emboscadas, ajenas y propias, que le impidieron ganar.

A Colombia le llegó la medianoche en su personaje de Cenicienta en el Mundial. Pero, al igual que la fantasía del cuento, las arpías confabularon contra ella.

Imperdonable el error de marca de Sánchez cuando era su único cometido, y tenía ventaja geográfica sobre Thiago en la disputa del balón. Y Ospina, en un Mundial donde los porteros marcan referencia, él marcó la nefasta diferencia: ese balón era suyo, más allá del impacto dirigido de David Luiz.

Y el árbitro, con su larga estela de sospechas en el futbol español, ensucia el juego. Se equivoca y quiere compensar. Compensa y se equivoca nuevamente al recompensar.

Colombia podrá irse como se han ido otras selecciones en este Mundial: ultrajada por el arbitraje, y también, claro, por sus propios errores.

Lo cierto es que con la evidencia de su futbol y de sus buenos futbolistas, la selección de Néstor Pékerman dejó la pregunta más vigente que nunca en esta Copa del Mundo: ¿Y dónde está Brasil?

Una falta cada tres minutos marca incuestionablemente que, en general, hizo uso en el momento y en el espacio de la cancha más adecuados, de la infracción que frena más que la que hiere, además de que otro par de ocasiones, dramatizaciones baratas le regalaron tiempo, le regalaron posesión, mientras que Colombia empezaba a dudar cuantos vestidos de amarillo había en la cancha.

Claro, a nadie debe extrañarle que Brasil sabe golpear. Tal vez no hay afanes de mutilar al contrario, pero sí de destazar las intenciones del contrario, y que además en la mezquindad de los jueces, sabe que encontrará un saldo bajo de tarjetas amarillas.

¿Le alcanza a Brasil para superar a Alemania? Parece difícil.

Especialmente porque ni Brasil tiene la respuesta a la pregunta testamentaria de Colombia: ¿Y dónde está Brasil?

Sí, está en Semifinales, pero sin asumir la responsabilidad absoluta que corresponde a un Pentacampeón Mundial, anfitrión y favorito para ganar su propio torneo.

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