BUENOS AIRES -- Cuando los objetivos van quedando cortos no hay otra posibilidad que ampliar, obligatoriamente, los que se vienen.

Si en la pauta previa que efectúa todo cuerpo técnico figura como prioridad el ganar de local, ante una contingencia se deben recuperar esos puntos no cosechados en los enfrentamientos de visitante. Por supuesto que esto podrá ocurrir hasta que haya margen de maniobra, porque después, cuando las fechas avanzan, lograr triunfos se vuelven inexorables y llega un punto en el cual las segundas posibilidades se agotan.

A River le está comenzando a suceder algo así, porque al no haber podido vencer a Tigres en el estadio Monumental (y perdido en la altura de Oruro), ahora quedó sujeto a traerse una victoria de alguna de las dos excursiones que le quedan por el exterior, sea Perú, la primera en el calendario, o México, la segunda.

A la hora de los merecimientos sí hay que refrendar al idea que expuso Marcelo Gallardo después del partido, de que River se quedó demasiado corto en relación a lo que buscó, pero, a la vez, hay que tener claro que no se puede vivir de merecimientos y que estas competiciones con objetivos cortos y renovables demandan de una permanente efectividad. La cual no está teniendo. Y obliga a minimizar la cantidad de errores, algo que tampoco ha podido conseguir. Con un agravante: tanto en la altura de Oruro como en su casa, cada equivocación se tradujo en anotaciones rivales y por este motivo es que hoy está, calculadora en mano, sacando cuentas de cuántos puntos deberá sumar para poder atravesar la fase de grupos.

En lo futbolístico sí exhibió una mejoría. Principalmente en el segundo tiempo. Más allá de que el pésimo estado del campo de juego no les permitía ser demasiado finos, esa conjunción de intentar jugar y desear ir hacia delante, les posibilitó maniatar a un oponente que se salió de su libreto habitual de jugar abierto y que se cerró muy bien atrás (más aún cuando se puso en ventaja). Una faceta impensada pero que le reportó buenos dividendos a Tigres.

A River se lo ve demasiado apurado, ansioso. Desde el comienzo del partido y con el marcador cero a cero, se chocaba con su propio vértigo. El cual era innecesario, porque no le permite pensar ni ser claro. Lo obnubila. No hace más que restarle ideas. ¿Por qué juega así? Porque las obligaciones hoy caminan por encima de su autoestima. Ante la posibilidad de no poder, suple su inconsistencia con tesón, y la verdad es que hay momentos en los que es más saludable tener la cabeza despejada y correr menos.

Este River que en otro tiempo había encontrado la fórmula del fútbol vistoso y efectivo, hoy la perdió. Y se maneja por impulsos. Está claro que jugar bien no es lo mismo que correr mucho y entregarse. Tiene material para buscar por otros caminos, para transitar esos senderos estéticamente más agradables y, fundamentalmente, que llevan a epílogos más efectivos. Pero tendrá que bajar un cambio y darse cuenta de que sin tanto nervio también se puede.

Seguir los consejos de aquellos manuales que lo llevaron a recuperar el éxito hace muy poco tiempo atrás, durante todo el año pasado.

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FotoBairesRiver ganó los dos partidos que jugó de visitante
BUENOS AIRES -- En cualquier corriente de pensamiento dentro del fútbol es indudable que una victoria siempre es importante. Después, según esos ideales, podrá disfrutarse más o menos según las formas. Pero sumar de a tres relaja, sirve para aventar dudas y para fortalecer el ánimo. Esto, que parece casi una obviedad, es la introducción para contextualizar lo que le ocurrió a River en Córdoba, lo cual fue una plataforma de lanzamiento anímico pensando en el objetivo máximo que tienen los Millonarios, que es la Libertadores. Después de una derrota (ante San José en Oruro) y un empate (contra Quilmes en casa), el propio Marcelo Gallardo reconoció que andaban necesitando de un mino para el ánimo. Y el triunfo sobre Belgrano se los ofreció. Con el agregado de que sucedió en la previa al choque que marcará el debut del Millo en su casa en al Copa, ante Tigres de Monterrey.

Ya se sabe que Gallardo disfruta cuando gana jugando bien, pero, como todo humano, conoce de matices, y en este caso el entrenador entendía a la perfección que era momento para mirar las cosas con un ojo algo menos agudo. Al menos para el análisis coyuntural y no tanto para las correcciones a futuro. Por eso festejó mucho y por ese mismo motivo también comprende que el despegue futbolístico debe producirse ya. Sensaciones casi antagónicas que su unen en una sola idea, que no es otra que dimensionar la trascendencia que tiene encarar el compromiso copero con la autoestima bien alta, sin dudas ni vacilaciones.

Pero claro, en esa evaluación interna que siempre realiza el director técnico, y con los tres puntos ya en el bolsillo, el enigma a resolver en forma casi inmediata está vinculado con el juego. El desafío que tiene por delante es el de devolverle a River esa "frescura" que tanto demando y a la cual ya añora. Además de encontrar los caminos para que renazcan los circuitos de juego.

Algunas cosas van cambiando, como por ejemplo que los delanteros conviertan goles, un detalle no menor. Teo Gutiérrez lo hizo ante Sarmiento (en dos ocasiones) y contra Quilmes, y ahora se le abrió el arco, por partida doble, a Rodrigo Mora. Quizás no alcanza para elevar el funcionamiento hasta alcanzar lo que observamos en el semestre pasado, pero sí brinda bastante tranquilidad que los encargados de meterla adentro del arco rival lo hagan.

Las deudas continúan estando en la generación de juego y en la defensa, que ha perdido esa seguridad que ostentó hace poco tiempo. Objetivos que deberá corregir el entrenador en el corto plazo, jugando a prueba y error, desandando una competición tan trascendente como la Libertadores. Con un oponente como Tigres frente y a sí y con la necesidad (casi obligatoria) de sumar de a tres como local.

La sonrisa continúa siendo apenas una mueca, que se la observa con destellos relucientes por el lustre que le sacó los tres puntos cosechados en Córdoba. Pero a nadie le escapa que en la Copa tendrá que superarse, porque se enfrentará a rivales que no perdonan. Tigres será la prueba para saber si continúa por el camino de la mejoría o si se empantana en arenas tan débiles que no le permitan hacer pie. En unas horas River dará la repuesta adentro del campo, donde se debe hablar siempre....

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BUENOS AIRES -- En la búsqueda de encontrar una regularidad futbolística, River continúa atravesando por demasiados vaivenes, con profundos picos de rendimiento. Elevados en algunos casos y muy bajos en otros. Tal el caso del partido con Quilmes.

Allí el equipo de Marcelo Gallardo tocó un indeseado fondo. El entrenador suele definir con el término "frescura" a los momentos en los cuales logra plasmar la idea futbolística que él pretende para el Millonario. Pues bien, desde hace ya hace bastantes fechas que no encuentra colocar esa palabra en plenitud para graficar lo hecho en un cotejo determinado.

Este indicador, para nada positivo, habla de una merma de funcionamiento. La pretemporada había sido de búsqueda en ese aspecto y en muchos casos resultó infructuosa. Sin embargo, la Recopa obtenida ante San Lorenzo y la victoria en Junín, ante Sarmiento, en el debut del torneo, mitigaron en parte esa idea de que River no lograba encontrar el funcionamiento que había tenido en el comienzo del semestre pasado. El domingo, Gallardo fue bien claro: "fue el peor partido desde que estoy al frente del equipo".

Existen algunos atenuantes que sirven para comprender el por qué de tan bajo funcionamiento. Uno de ellos está vinculado a las secuelas del desgastante viaje a la altura de Oruro. Con todos los contratiempos que genera jugar a poco más de 3.700 metros.

Pero también hubo otro inconveniente, aunque en este caso por algo interno. El campo de juego del estadio Monumental está muy deteriorado a causa de un tratamiento que le hicieron al césped y que no funcionó. Esto, para un equipo que intenta desplegar un fútbol como el que propone Gallardo, es un condicionante real y concreto.

Ahora bien, ¿por todo lo narrado es que perdió dos puntos contra Quilmes? En absoluto, son sólo un par de cosas que inciden, pero de ninguna forma son datos excluyentes. La realidad es que River no viene jugando en un gran nivel y tampoco está encontrando en sus individualidades un sostén a ese bajón.

Quizá el hombre que no aparece y al cual está extrañando sobremanera es Leonardo Pisculichi. Decisivo en la campaña anterior con sus habilitaciones, sus goles y sus intervenciones en la pelota parada, pero intrascendente en lo que va del año. Ausente dentro del campo. Y en el caso del choque con Quilmes hay que incluir en ese mal rendimiento a toda la defensa, sin excluir a Marcelo Barovero. Hicieron uno de esos partidos donde todo sale mal. Tanto fue así que, en su propia casa, estuvo dos veces en ventaja y en ambas ocasiones no logró sostener la diferencia.

¿Es preocupante lo que le sucede a River? No al punto de pensar en una crisis, pero sí deberá trabajar mucho para encontrar regularidad, para recuperar la confiabilidad, algo que, en este inicio de temporada, no está sucediendo.

Tiene material, capacidad e historia como para encarrilar este presente, que no es el apocalipsis, pero sí se encuentra inmerso en una incertidumbre que parecía privativa de otros tiempos.

El desafío de lo que se viene para técnico y jugadores es claro: enderezar el rumbo para volver a ser....

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BUENOS AIRES -- No siempre la planificación acertada en el fútbol es un reaseguro de que se va a conseguir un resultado positivo.

Ni teniendo buenos jugadores, ni siquiera jugando un buen partido. Porque lo azaroso es un condimento infaltable, ese que lo vuelve impredecible.

A priori, el viaje de River a la altura de Oruro, a esos más de 3.700 metros, era observado con un temor lógico. Es difícil que un equipo se traiga de allí un resultado positivo. En el mundo Millonario lo sabían, pero, sin embargo, que sea previsible no amortiguó el golpe de la derrota. Por el contrario. La forma fue la que transformó el traspié en doloroso. Por lo inmerecido y porque San José consiguió la diferencia que le posibilitó sumar de a tres en los últimos diez minutos de partido. Cuando los dirigidos por Marcelo Gallardo ya paladeaban un empate con sabor a victoria.

Podrá cuestionarse la eficacia de Marcelo Barovero en las dos acciones que culminaron en gol o el no haber definido algunas chances para marcar, pero el análisis debe ser más profundo y menos resultadista.

Observando desde esta óptica lo que resalta a la vista es que River dio un paso adelante en esa búsqueda del ideal futbolístico. Pero en el inicio hicimos referencia a la planificación y en ese rubro las sucesivas sesiones en la cámara hiperbárica, una serie de estudios que apuntabas a medir el rendimiento de los futbolistas en esas condiciones hostiles, más un cocktail de medicinas que se utiliza para mitigar esa falta de aire que genera jugar en la altura, fueron importantes para observar en cancha a un equipo que le jugó de igual a igual a un oponente que, en el llano, es claramente inferior, pero que en Oruro se hace muy fuerte (lleva 17 cotejos invicto, con 15 victorias y dos empates).

En cierto que se quedó con las manos vacías, aunque no siempre el balance hay que realizarlo mirando el marcador final. Y este es uno de los casos en los que la carpeta de apuntes de Gallardo y de sus asistentes se ha ido con muchas anotaciones positivas, más allá de haber comenzado la Copa Libertadores perdiendo, porque se trata de puntos que dejó en el camino y que estaban dentro de la lógica.

Ahora, de aquí en más tendrá que hacerse fuerte de local e intentar conseguir sumar en alguno de los dos compromisos que le restan como visitante (ante Juan Aurich y/o Tigres de Monterrey).

La carrera por ese objetivo tan ansiado comenzó con un traspié, sin embargo eso no condiciona lo que viene. En absoluto. San Lorenzo dio muestras en la edición pasada de que, para llegar al título, no importa el sitio en el cual se clasifique, la cuestión es ser eficaz en el momento de la verdad. Esa será la consigna que tendrá River por delante de ahora en más....

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Durante el semestre pasado, y particularmente sobre el final de la temporada, se generó un debate acerca de la decisión de Marcelo Gallardo de utilizar al equipo titular durante casi todos los partidos de las competiciones de las cuales participó River. El contrapunto se inició cuando fue al Cilindro de Avellaneda a dirimir gran parte de las chances de quedarse con el título local, y lo hizo con un equipo alternativo. La puesta no le funcionó. Ahora, con el tiempo transcurrido, da la sensación de que el entrenador Millonario está dispuesto a modificar su estrategia para esta temporada. En el nacimiento del certamen nacional y de la Copa libertadores, el gran objetivo histórico de River, apeló a una precoz rotación. A priori, una decisión acertada que apunta a no cargar de minutos a la base del equipo, tal vez como resultado de haber tomado nota de circunstancias del pasado. O quizás haya sido la altura de Oruro la que llevó al entrenador a cambiar. Cualquiera sea el motivo, lo que se observa es que será una metodología a la cual echará mano con asiduidad. Y no está mal...

En rigor de verdad, a simple vista parece que no cuenta con un plantel cualitativamente importante como para encarar ambas competiciones con dos equipos paralelos que posean el mismo poderío. Los refuerzos del Pity Martínez y de Camilo Mayada han jerarquizado la plantilla, pero aún hay sectores donde la brecha entre titulares y suplentes es muy notoria.

De todas formas, y pese a que Gallardo es consciente de las limitaciones de su plantel, no se siente amedrentado. Por el contrario, el DT quiere volver a pelear en los dos frentes, aunque palpó en carne propia durante el semestre pasado lo complejo que es ese intento. En este contexto de búsqueda y de intentos por incrementar los logros conseguidos, River ha comenzado con buen pie la competencia. Como se sabe, consiguió la Recopa Sudamericana, pero también fue auspicioso el debut en el torneo de 30 equipos: un 4 a 1 en Junín ante el ascendido Sarmiento marca que el camino futbolístico no ha sido modificado a pesar de algunas vicisitudes.

¿Puntos destacados de la goleada? Lo que más feliz debe haber dejado al Muñeco fue la vuelta al gol de Teo Gutiérrez, después de unos meses de abstinencia. También la tranquilidad que le ofrece saber que el Pity Martínez puede ser un asistidor implacable en el caso de no contar con Leonardo Pisculichi. Y lo otro involucra a Carlos Sánchez, ese jugador que había tenido un pico de funcionamiento que no pudo sostener sobre el final del semestre. Hoy va en camino de recuperarlo. Con el condimento de que su levantada trae en su mano goles, algo que suele escasear.

No se debe soslayar que la historia recién comienza, pero tampoco se puede dejar de opinar que sigue buscando gloria con las armas que le devolvieron a River la identidad futbolística. Lo cual es muy bueno. Más allá de los resultados. Aunque, es obvio, títulos y buen juego son el maridaje perfecto, el ideal que todos persiguen, y Gallardo no es la excepción...

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BUENOS AIRES -- Se acostumbró a ganar. Aprendió a jugar finales, a encarar los partidos definitorios con una mentalidad positiva. Sabiendo que sus fuerzas le alcanzan para vulnerar al rival que le toque enfrentar. Al buen fútbol que intenta desplegar, y que por momentos lo consigue, ahora le agregó una cabeza muy fuerte. No hay fórmulas mágicas, River tiene un buen plantel, un entrenador que sabe lo que quiere y su autoestima está por las nubes, todo ese combo lo está llevando a dar una vuelta olímpica por semestre. Quizás la obtención de la Recopa Sudamericana viene acompañada de un sabor especial. Porque en la antesala de esta competición el equipo de Gallardo sufrió un durísimo revés ante Boca, en el partido disputado en Mendoza, y más allá de que se trate de un choque de verano, lo cierto es que esas caídas suelen generar un cimbronazo importante. Pero River sacó pecho en la adversidad y demostró que realmente ese discurso de que la preparación apuntaba a la zaga con San Lorenzo, tenía un sustento la realidad se encargó de validar.

No se puede negar que el Millo ya no es tan contundente en el juego como en otros tiempos, pero su sabiduría radica en aggiornarse a sus momentos. Busca jugar dentro de los parámetros estéticos ya conocidos, pero cuando el fútbol bonito no aparece, sale a la luz el temperamento. Y si se encuentra maniatado por el rival, las individualidades gritan presente. Tal el caso de Marcelo Barovero, quizás el hombre más desequilibrante en las finales junto con Carlos Sánchez. El arquero tuvo no menos de cinco tapadas determinantes sumando la de ambos partidos. Tan decisivas que, de no haber estado acertado, quizás la historia sería diferente. La referencia para Sánchez, en tanto, no está vinculada únicamente con que anotó los únicos dos goles que tuvo la serie, sino porque además ha vuelto a ser influyente. Por su despliegue, por su aporte en ataque, por su colaboración a la hora de recuperar la pelota y porque puso su temperamento en beneficio del equipo. En un River sin tantos picos individuales elevados, los dos futbolistas mencionados se quedan con un sitio en el podio.

En medio de la alegría que siempre ofrecen los festejos, los técnicos como Gallardo, que suelen observar más allá, seguramente deben buscar puntos flacos de su equipo, cosas para corregir. Y en estas finales que ha disputado el Millo, tanto en la Sudamericana como en la Recopa, se dio algo curioso: en ninguno de los cuatro partidos anotaron los delanteros (ante Nacional de Medellín, Pisculichi convirtió en Colombia, mientras que Mercado y Pezzella lo hicieron en el Monumental; en tanto que Sánchez fue el artillero de la Recopa). Este no es un dato menor, por algo el entrenador viene haciendo hincapié en las prácticas en los trabajos de definición. Este es un motivo por el cual las cosas le cuestan el doble. Tal vez la mancha más notoria en un equipo con pocas fisuras.

Pero claro, hoy es tiempo de festejo para River. Un club que recuperó su memoria ganadora y que lo hizo en un plano donde el pasado no le fue demasiado indulgente: el internacional. Nutrir su vitrina de copas con esa connotación le da un sabor especial a la celebración. Y la nueva vuelta olímpica trae implícito un nuevo objetivo: la Copa Libertadores pasa a ser hoy su máximo anhelo...

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MENDOZA -- Y de golpe todo se le derrumbó, aquello que se presagiaba como un verano tranquilo, de puesta a punto, de calentar motores y ajustar detalles para la ardua competencia que tendrá adelante, terminó siendo una tortuosa pretemporada. Casi una pesadilla. Porque, sin exagerar, para River los compromisos preparatorios fueron nocivos. Perturbaron la tranquilidad idílica con la que había terminado el año pasado. Abrieron un enorme interrogante para el futuro.

Marcelo Gallardo
FotoBairesEl Muñeco ya piensa en el partido ante San Lorenzo
Ya no por los pésimos resultados ante Boca ni por la última goleada, sino más bien por el nivel de juego. Aquel fútbol que despertó elogios, que agotó calificativos, que removió un aletargado fútbol argentino que venía de coronar campeones chatos y oscuros, todo se hizo añicos en un mes.

Es cierto, lo obtenido no se lo quita nadie y todo lo expresado formó parte de una realidad que convulsionó a propios y extraños, pero cuando se realizó ese análisis fino e indulgente, también figuraba, implícita, la posibilidad de que el Millonario alguna vez mostrara un lado B, y eso sucedió con una premura llamativa. Por esto es que se debe ser tan crítico como en su momento hubo que destacar bondades.

Hoy River es un equipo lento, previsible, largo entre sus líneas, sin ideas y, lo que es peor, que transmite una alarmante sensación de desgano. Ni siquiera a nivel individual pudo sacar los clásicos adelante. Es más, hasta apeló a faltas violentas que redundaron, por ejemplo en el choque de Mendoza, en que se quedara con tres hombres menos.

Los futbolistas tienen ante sí la compleja tarea de devolverles a sus cabezas la elevada autoestima que enarbolaban en el semestre pasado. Una frase común dice que el fútbol da revancha pronto, y en este caso es así, porque podrá canjear los desencantos del verano por una copa en apenas quince días, aunque para que esa transferencia de sensaciones se produzca deberá vulnerar a un rival de jerarquía como San Lorenzo, en el marco de la Recopa Sudamericana.

El final del análisis está dedicado a Marcelo Gallardo. El padre de esta criatura bipolar. El sorprendente entrenador que transformó en revolucionario a un equipo que no venía jugando en un nivel destacado. Es hora de mostrar que sus dotes no son sólo para los tiempos de gloria. Para mantener un semestre tranquilo tendrá, inevitablemente, que sacar a relucir la muñeca que se necesita para pilotear la nave en plena tormenta. Porque el fútbol está plagado de estos momentos.

En rigor de verdad, son más los días en los cuales se debe remar contracorriente que aquellos en los que se puede hacer la plancha. Tomemos está frase con sentido metafórico y no literal, porque muchos dirán que nadie se relaja ni aún estando bien, pero sí, inconscientemente, puede producirse un quedo cuando se alcanzan objetivos. Y es ahí donde debe aparecer en escena la mano del entrenador. Tiempo entonces para que Gallardo haga lo suyo.

Pero el salir a flote no depende exclusivamente de él, muchos futbolistas tendrán que recuperar el nivel, la voracidad, la concentración, la contundencia y las ganas, el deseo de ganar cosas. River aún puede dar el volantazo. Es cierto que se estrelló nada menos que ante el rival de toda la vida, ese con el que ningún hincha quiere perder, pero eso ya es irreversible. Ahora tiene la impostergable misión analizar el mazazo tremendo que recibió para mejorarlo y convertirlo en algo positivo. La competencia oficial está a la vista, ahí cerquita en el horizonte, aún puede iniciarla con optimismo. Depende de sí mismo.

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 MAR DEL PLATA -- Con una mueca de felicidad Marcelo Gallardo va a encarar el primer Superclásico del verano.

Marcelo Gallardo
Fotobaires.comGallardo no perdió a ninguno de sus titulares

La llegada de dos refuerzos ha modificado, con lógica, el estado de ánimo del entrenador de River, quien estaba empezando a perder la pulseada con la ansiedad habida cuenta de que la pretemporada se acerca al epílogo y la plantilla Millonaria no sufría modificaciones.

Gonzalo Martínez y Camilo Mayada, ambos solicitados por el Muñeco, le acercaron algo de paz.

El choque con Boca asoma en el horizonte y pese a que aún los de Núñez no han conseguido ganar en lo que va de la fase preparatoria, el funcionamiento de los titulares durante gran parte del partido con Peñarol y en lo que ha observado en los entrenamientos, deja tranquilo a Gallardo. La calma se sustenta también en que, contrariamente a lo que venía sucediendo en años anteriores, el equipo base no necesita casi de retoques. A priori, aquellos que lleguen lo harán para nutrir a un plantel que cuenta con once inamovibles pero que viene medio flaco con el recambio.

El semestre pasado la falta de alternativas conspiró contra las posibilidades de River en el torneo local, de ahí la intención que tienen de dar un salto de calidad en ese rubro. Más allá de la mesura a la cual todos los directores técnicos suelen aferrarse a la hora de pronosticar campañas, en el caso del Millo hay cuestiones insoslayables.

Por un lado, fue el equipo que revolucionó el fútbol argentino con un estilo ofensivo, insaciable y dinámico. Y más allá de que los rivales le fueron tomando la mano a la forma de jugar, cuando estuvo fresco en lo físico logró generar anticuerpos para superar escollos. Esto hace presuponer que en un semestre donde tiene, entre otras cosas, un objetivo tan motivante como lo es la Copa Libertadores, lo anímico potenciará a lo futbolístico y sumado a ese crecimiento cuantitativo y cualitativo del plantel, todo va a redundar en que la esperanza del hincha se mantenga bien alta.

Tampoco es un detalle menor que, hasta el momento, River no se haya desprendido de ningún titular. Mantener la base será fundamental para Gallardo, porque los que están ya tienen internalizada su idea futbolística y lo que pretende de cada uno adentro del campo. Sólo deberá trabajar para afianzar nuevos conceptos, un detalle menor al lado de lo que representa configurar de cero a un equipo. Y este optimismo se percibe en la gente. Cada entrenamiento de River, cada salida y llegada del hotel, cada arribo a un estadio, estuvo (y está) acompañado de demostraciones de cariño y de felicidad tan grandes que denotan la confianza que el hincha tiene en lo que puede producir este equipo.

Así entonces, con perspectivas inmejorables, con su cabeza en gran forma y con la posibilidad de jugar un buen fútbol, se acerca River al choque con Boca, pero, además de ese partido puntual, también arriba en esa forma al comienzo de un año plagado de compromisos y de copas. Habrá que ver si logra convertir en realidad las irrefutables e inmejorables presunciones.

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River PlateESPN.com
BUENOS AIRES -- Aunque fueron muchos los años de prosperidad en la historia de River, seguramente el 2014 será recordado como uno de los más destacados. Por muchos aspectos.

Y en el análisis no hay que englobar sólo a los logros deportivos, que por supuesto son una porción importante a la hora de realizar evaluaciones, sino también a distintas contingencias que han sabido superar con el devenir de los contratiempos. Cuando se consigue tapar algo malo con buenas decisiones, inexorablemente el camino a recorrer será próspero. 

Allá a principio de año, con Ramón Díaz como entrenador, River venía un de mal semestre deportivo. A tal punto que hasta en algún momento se llegó a dudar sobre la continuidad del riojano. Con un plantel que no brindaba seguridades ni respuestas desde lo futbolístico, comenzó a desandar un recorrido que los más optimistas auguraban como, con suerte, regular.

Sin embargo, y en base de una sucesión de buenos resultados, después de un inicio errático en el torneo se produjeron algunos cambios del director técnico que redundaron en una mejora del funcionamiento. River empezó a ganar partidos, se fortaleció la autoestima individual y colectiva del grupo, la tabla le ofreció un guiño a los sueños Millonarios y así fue como, después de seis años de abstinencia, volvió a paladear un título. Que tenía mucho de especial, porque representaba el regreso a un sendero histórico después de aquellos tiempos negros y olvidables que desembocaron en la pérdida de la categoría.

Fotobaires.comRamon Diaz pegó un portazo tras el título
Una vuelta olímpica, la clasificación para la Copa Liberadores, un plantel que se revalorizaba, todas eran rosas para la flamante dirigencia que había asumido encabezada por Rodolfo D'Onofrio. Sorpresa o no, en un deporte donde los números son los que gobiernan, el "clic" ya estaba hecho. Encandilados por el éxito, nadie sospechó que en medio de festejos y de alegría, ese "clic" histórico, que abría paso a una nueva era, se iba a transformar en el "crack".

Casi como un golpe con una barra de concreto en sus cabezas, los dirigentes recibieron la noticia impensada: de manera unilateral, sorpresiva e irrevocable, Ramón Díaz dejaba el cargo. Agregando más gloria a su gloria, pero quizás exhibiendo un costado muy personalista, pegó el portazo. En la intimidad se conocieron los motivos, que no eran otros que sospechaba de que la dirigencia no lo quería. Ahí fue donde, con los efluvios de la victoria aún flotando en el ambiente, tomó una medida con doble efecto, porque irse agrandaba aún más su imagen ante el hincha, pero, a la vez les dejaba un menudo problema a los dirigentes.

Si en condiciones normales agarrar el cargo de entrenador después de Ramón Díaz ya de por sí representa un tremendo lastre, hacerlo luego de una vuelta olímpica y con un supuesto malestar con la conducción del club aumentaba todavía más esa sensación. ¿Quién soportaría un puñado de derrotas en semejante contexto? ¿Cómo haría el director técnico entrante para hacer olvidar la inmaculada imagen del riojano? ¿De qué manera repercutiría esto en la flamante dirigencia? ¿Quién cuenta con espaldas lo suficientemente anchas como para tomar ese fierro caliente? El nombre del elegido no tardó en aparecer.

Marcelo Gallardo ya figuraba en la carpeta de D'Onofrio y de Enzo Francescoli desde la etapa de campaña electoral. Así fue como desempolvaron el nombre del Muñeco, quien vio amortiguado el impacto mediático asunción por coincidir su llegada al club con el furor mundialista. Con una corta pero productiva foja como entrenador (una experiencia en Nacional de Montevideo con un título), Gallardo se hizo cargo de un plantel que se fue fragmentando.

Carlos Carbonero, hombre clave en el equipo campeón, mientras participaba del Mundial, fue vendido; Eder Álvarez Balanta y Teo Gutiérrez llegaron tarde a la etapa de preparación justamente por estar con la Selección Colombia; a último momento fue negociado Manuel Lanzini y también dejaron el club el Keko Villalva, Jonathan Fabbro, Leandro Chichizola. Todo esto sin contar que las infiltraciones desmedidas a las cuales fue sometido Fernando Cavenaghi para poder participar de la recta final y decisiva del campeonato, le jugaron una mala pasada y lo alejaron del semestre que se avecinaba.

Boca vs River
APEl Muñeco Gallardo consiguió una gran versión del equipo
Con este panorama desalentador, el Muñeco comenzó a imaginar lo que se venía. En forma paralela, la posibilidad de incorporar se acotó porque las exigencias del mercado se topaban con una pobre realidad económica de River. Lucas Pratto y el Pity Martínez fueron sueños incumplidos. En su lugar arribaron Julio Chiarini y Leonardo Pisculichi, quien había descendido con Argentinos Juniors. En un plantel muy corto, los retornos de Carlos Sánchez y de Rodrigo Mora, proscriptos de la "era Ramón" empezaron a ser observados con una cierta idea esperanzadora.

Nadie, ni el más optimista, iba a imaginarse en esa pretemporada en Miami lo que allí se estaba gestando. Menos aún después del pálido debut ante Gimnasia en el campeonato local. Porque a partir de ahí vino el despegue, la eclosión. La vuelta de River a sus raíces históricas. Por lo que el equipo desplegaba adentro del campo sólo de hablaba del milagro que estaba protagonizando Gallardo. El nombre de Ramón no se mencionaba.

Sánchez y Mora terminaron siendo estupendos refuerzos; Pisculichi se puso en forma física y dio la sensación de que en su ADN traía incorporada la mística de River. Teo Gutiérrez se volvió un implacable goleador, todo esto en un equipo que llevaba el sello de un entrenador que sorprendía a propios y extraños con una idea futbolística que parecía olvidada. En las críticas de la prensa sólo se hablaba de ganar, gustar y golear, que era lo que hacía el Millo. Pero claro, en un plantel con poco recambio participar de tres competencias a la vez podría ser determinante en los tramos finales.

Casi como una bofetada del destino, en el mejor momento de River, con un Matías Kranevitter que se había convertido en el dueño de la mitad de cancha, la desgracia se hizo presente. El volante central sufrió una fractura en el quinto metatarsiano que lo alejaba del semestre. Golpe letal. Que el equipo lo sintió, pero que terminó siendo el trampolín para el regreso (y posterior reconocimiento del hincha) de otro "borrado" por Díaz: Leonardo Ponzio. Aunque al principio pagó algo cara la prolongada inactividad que arrastraba, en los cotejos decisivos, cuando el equipo ya sentía el desgaste, su coraje y corazón fueron decisivos.

Fernando Cavenaghi
FotobairesEl Torito defendió a Vangioni
El destino le puso a Boca en la semifinal de la Copa Sudamericana, una prueba tremenda para una formación que venía con una sobrecarga de minutos en cancha. Pero para redondear ese año estupendo, eliminó a su rival de toda la vida en un partido épico (con Ponzio como figura descollante) y ese envión anímico le alcanzó para ganarle la final a Atlético Nacional de Medellín y festejar un título internacional después de 17 años. En el ámbito local hizo un gran torneo, pero esa falta de recambio, una tarde desafortunada ante Olimpo y un Racing increíble, lo privaron de la doble corona.

Con todo color de rosa, Cavenaghi volvió a jugar, cumplió su sueño de marcar el gol 100, Kranevitter también tuvo una notable rehabilitación y pudo regresar antes de tiempo. El clima de fiesta eclipsó a la figura de Ramón Díaz, que a priori se sospechaba iba a tener una marcada presencia pese a su ausencia. Por eso, quien a principio del semestre asomaba como irremplazable, finalmente no lo fue. La revolución futbolística impuesta por Gallardo logró lo que nadie sospechaba allá por el mes de julio. Con el agregado de esa vuelta a las raíces históricas de River que le permitieron, por momentos, jugar realmente muy bien.

Por todo lo narrado y por la forma en la cual quedó posicionado para la temporada venidera, el 2014 quedará en la historia grande.

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BUENOS AIRES -- Final de una temporada que tuvo para River un balance más que positivo. Un título internacional tras 17 años de abstinencia y la satisfacción de haber realizado una gran campaña en el certamen local, sólo superado por un implacable Racing, le otorgan a Marcelo Gallardo la tranquilidad de poder irse de vacaciones con la convicción de que ha cumplido objetivos en su primer semestre como entrenador del club que lo vio nacer futbolísticamente.

En la última fecha del campeonato hizo lo que debía, vencer a Quilmes, pero no recibió la mano que necesitaba de Godoy Cruz. Por esto es que, pese a esa imagen positiva que dejó el equipo, la bronca por saber que podrían haberse quedado con la doble corona se vio reflejada en el plantel y en el cuerpo técnico.

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Aquel partido contra Olimpo en el estadio Monumental, que terminó empatando, fue el que lo alejó la posibilidad de campeonar. Además, por supuesto, de la notable racha de victorias que hilvanó el Racing de Diego Martín Cocca. Porque, en un torneo normal, con los 39 puntos cosechados le hubiese bastado hasta para dar una vuelta olímpica. Sin embargo esta vez no le alcanzó y se quedó con un sabor amargo.

Ahora todo River debe pensar en lo que se le viene. En un semestre con una agenda muy cargada, la cual ya en el segundo mes del año contempla, por ejemplo, la disputa de la Recopa Sudamericana ante San Lorenzo, cuerpo técnico y dirigentes deberán sentarse y comenzar a pensar, por un lado, en refuerzos, pero además en establecer una ingeniería financiera que les permita mantener a la mayor cantidad de integrantes del actual plantel.

Algo que no le será sencillo de conseguir a la directiva, porque se sabe que, cuando un equipo sale campeón, sus futbolistas comienzan a ser codiciados de otras instituciones, principalmente del exterior. Con dólares que acá son imposibles de conseguir y de ganar.

Por lo pronto, entre los potenciales para irse figura Teo Gutiérrez, quien ya exhortó públicamente a los dirigentes para que aparezcan los dólares necesarios (los cuales son muchos) para mantenerse en el club. Habrá que observar detenidamente qué definen los dirigentes. Como en todos los libros de pases, el enigma de si el colombiano llega a tiempo a la pretemporada o no, dependerá de lo que arregle a futuro. Está confirmado que, por ahora, ofertas formales por él no arribaron.

Otro que podría dejar el club, porque su entorno cercano asegura que han recibido ofertas por él, es Rodrigo Mora. Al uruguayo lo andan buscando del exterior y, cuando esto sucede, se sabe que la propuesta económica es tan seductora que destraba cualquier operación compleja. Después están las negociaciones por la renovación de los vínculos con Maidana, Mercado y Rojas, entre otros, quienes todavía están lejos del cerrar sus números con el club.

Así las cosas, entonces, se vienen días de muchas reuniones y definiciones. La obnubilación por el juego atildado del equipo de Gallardo ya quedó atrás, ahora es tiempo de refuerzos y de desembolsar dinero para mantener equipo y para reforzarlo.

A una dirigencia que la coyuntura económica la llevó a ser austera, se le presenta un desafío importante y no se podrá fallar. Todo por la Libertadores de 2015.

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