BUENOS AIRES -- Suplentes en el campeonato local o titulares en la Copa Libertadores ya da casi igual, River ha encontrado un funcionamiento colectivo que le otorga algo que es muy complicado de conseguir en el fútbol: confiabilidad. Todo lo que Marcelo Gallardo decide le sale bien, lo que pone funciona y lo que imagina se produce, y esto no es porque se trate de alguien con poderes sobrenaturales, sino que es lo que ocurre cuando la confianza grupal se encuentra en alza y, por supuesto, cuando se cuenta con un plantel dotado.

River
TélamRiver ganó también con suplentes en el torneo local.
Es más o menos lo que pasaba en la década del '90 con el equipo de Ramón, que los suplentes peleaban codo a codo con los titulares y aquellos que debían ingresar se ensamblaban a un equipo que estaba configurado para ganar. Regresando a estos tiempos, los números son más que indulgentes con Gallardo.

Un elevado porcentaje de puntos cosechados y haber colocado a River nuevamente en los primeros planos del fútbol internacional (ahora se clasificó al mundial de clubes) hacen que el Muñeco, con un corto recorrido como entrenador, esté consiguiendo un sitio de privilegio entre los entrenadores más emblemáticos de la institución.

Esto independientemente de lo que ocurra en la final que va a disputar con Tigres, porque un resultado no va a modificar un sistema de trabajo. Quizás el mayor mérito esté en lograr los objetivos con un plantel que, por supuesto, tiene cualidades más que destacadas, pero que no posee figuras descollantes. Tal vez el sacrificio y el haberse codeado con el barro en otros tiempos, lo cual lo llevó a saber cómo se viven las malas, sean algunas de las claves para comprender el poder de reinventarse que tienen estos jugadores.

Sobre los méritos de Gallardo hay que agregarle otro que no es menor, el de saber elegir a los refuerzos. El uruguayo Tabaré Viudez era el futbolista que había pedido, con mucha insistencia, en el inicio de la temporada. El frustrado intento de principio de año no fue impedimento para que el técnico continuara con su idea de tenerlo en el plantel. Y en apenas un puñado de minutos en cancha hizo que la gente entendiera el por qué de tanta obstinación. Un pase gol en Paraguay, ante Guaraní, que cerró un partido que se le estaba complicando al Millo, y un gol en el estadio Monumental, frente a Colón, por el certamen doméstico, hicieron que la gente le esté ofreciendo el cariño en los primeros pasos dentro del club.

Ahora se le viene a River la definición de ese objetivo soñado. La Copa Libertadores, ese objetivo/obsesión que se planteó al principio de la temporada está a un solo paso con formalizarse. No será una final sencilla, Tigres ya lo ha complicado en el partido que disputaron en Monterrey y le sacó un empate en Argentina, sin embargo, el alma y las ganas que tiene este plantel de River siempre deja abierta la puerta a cualquier pensamiento. En diez días las cartas ya estarán echadas, por lo pronto, los hinchas no quieres despertarse de este hermoso sueño...

Comentarios

Usa una cuenta de Facebook para agregar un comentario, sujeto a las políticas de privacidad y Términos de Uso de Facebook. Tu nombre de Facebook, foto y otra información personal que hagas pública en Facebook, aparecerá en tu comentario, y puede ser usado en las plataformas de medios de ESPN. Más información.


Marcelo Gallardo
Fotobaires.comGallardo predijo que el equipo iba a aparecer en la Copa
BUENOS AIRES -- Si hay algo que no se le puede negar a Marcelo Gallardo es su condición de gran estratega, de observador de las circunstancias que se van presentando a lo largo de la competencia. Esa visión lo ha llevado a conseguir que su equipo vaya superando contingencias adversas.

A manera de reivindicación hay que decir que en el post partido con Temperley dio una nueva muestra de sus dotes. Casi con un espíritu profético, se animó a aseverar que River, que no venía jugando bien ni había ganado en las tres presentaciones del reinicio de la temporada, iba a mostrar un fuego sagrado en la Copa Libertadores. Y hay que darle la derecha al técnico porque fue así.

Ese equipo opaco, con escasas luces y algunos errores que invitaban a imaginar que su gran anhelo de ganar podría quedar trunco, apareció en una forma notable. No es casualidad que lo haya hecho justo cuento el entrenador lo predijo. Esto se trata de un mérito suyo, pero también de sus jugadores, que son los intérpretes, los que salen al campo y saben perfectamente cuál es el momento de pegar el volantazo. Porque más allá de lo que pueda arengar el conductor, si los que juegan están en otra sintonía la historia no se modifica.

El grupo parece haberse moldeado a medida de las exigencias de demandan los certámenes que tienen llaves de ida y vuelta. Quizás sea un exceso decir que es un equipo copero, pero no edulcoramos los conceptos si hablamos de cierto virtuosismo a la hora de enfrentar los compromisos más complejos y que se dirimen con un mano a mano. Da la sensación de que allí aparece un fuego sagrado que River, en su extensa vida deportiva, anheló tener.

Es verdad que para apuntalar tales ideas siempre hace falta sustentarlas con realidades empíricas. Y existen. Un título en la Copa Sudamericana y una semifinal de Libertadores, más allá de lo que pueda ocurrir después, son argumentos para validar el pensamiento. Más allá de lo que suceda. Porque no siempre se debe opinar con los títulos obtenidos, si así fuese serían muy pocos los equipos que obtendrían méritos para ser destacados.

Hoy River se ha convertido en una especialista en este tipo de compromisos y los culpables de que esto haya sucedido son el cuerpo técnico y los futbolistas. Sería injusto separar a uno de otro a la hora de repartir elogios, porque ambos tienen la misma cuota parte de responsabilidad.

Todavía le resta un escalón más para acceder a la final, sin embargo nada puede empañar lo hecho hasta el momento. Hay un estilo, una idea, una convicción y un grupo de jugadores que sabe como plasmar, todo eso que parte de una cabeza, adentro del campo.

El hincha de River relojea hoy a la distancia, sin ninguna añoranza, la época en la cual jugar la Copa se volvía un calvario. Ahora disfruta del momento, lo vive de otra forma. Y esa confianza es respaldada por lo que se le trasmite desde adentro de la cancha.

El Millo está cerca de vivir un momento histórico. Si continúa por el mismo camino y no se deja llevar por la magnitud de lo que tiene frente a sus narices, este grupo puede seguir escribiendo la historia grande del club.

Comentarios

Usa una cuenta de Facebook para agregar un comentario, sujeto a las políticas de privacidad y Términos de Uso de Facebook. Tu nombre de Facebook, foto y otra información personal que hagas pública en Facebook, aparecerá en tu comentario, y puede ser usado en las plataformas de medios de ESPN. Más información.


BUENOS AIRES --No es un detalle menor el que expresó Marcelo Gallardo en la conferencia de prensa luego del empate ante Temperley, cuando dijo que este River se motiva en los compromisos decisivos, sin red, como sucederá en la llave contra Guaraní por la Copa Libertadores.

El pasado avala los dichos del entrenador, porque en esos mano a mano se vio la versión más letal de un equipo que viene exhibiendo muchos altibajos. Y no sólo en este reinicio de temporada, sino que es un característica que lo viene acompañando desde el primer semestre del año.

Pero claro, cuando los resultados se dan, hay cosas que quedan sepultadas bajo la implacable e irracional lógica de los triunfos.

Volviendo al presente, el Millo, en esta vuelta a la actividad, cosechó su tercer partido sin paladear una victoria (con una derrota y dos empates). ¿Es un síntoma preocupante? En parte sí, porque no está fino en la creatividad ni en la definición, pero aquí volvemos a la reflexión del comienzo, la que realizó Gallardo acerca del fuego sagrado que se enciende en este equipo cuando las situaciones son límite.

A simple vista el receso no favoreció a River. Porque aquel equipo que culminó con la moral por las nubes después del histórico resultado conseguido en Belo Horizonte ante Cruzeiro, hoy no tiene algunos intérpretes importantes (como Teo y Rojas), ni parecen estar todos sus protagonistas en el nivel más elevado.

Pero….y aquí coloque nuevamente la frase del inicio. Todos los caminos parecen llevarnos allí. Lo que hay que preguntarse es si ese pensamiento hoy tiene un sustento compatible con la realidad. Los partidos que se deben utilizar para cotejar esto son los del semestre pasado, no hay otra alternativa. Y allí sí aparece un guiño cómplice. Da la sensación de que este equipo está buscando ensamblar algunas piezas. Pocas, pero determinantes.

El volante izquierdo aún no tiene la eficacia que pretende Gallardo. Nicolás Bertolo era el elegido para quedarse con esa plaza, pero en el debut se desgarró. Luego el técnico probó con un discontinuo Pity Martínez y también con Sebastián Driussi: ninguno lo convenció como para asegurarse el puesto.

Para reemplazar a Teo tiene bastantes alternativas y dentro de ese ramillete de posibilidades Javier Saviola se perfila como el candidato más firme a sucederlo.

Pero es la contundencia el casillero que Gallardo desea llenar lo más rápido posible. Porque sabe que afinando la puntería logrará corregir la parte del juego que lo desvela.

Si bien River no despliega el fútbol de otros tiempos, genera una cantidad suficiente de situaciones de gol que, de aprovecharlas, podría encarar de forma más tranquila a sus compromisos. La contracara sería que no suceda eso de que se agranda en las difíciles y que siga en la meseta que atraviesa, ahí estaríamos ante el momento más traumático de Gallardo al frente del equipo.

Por esto es que la llave con Guaraní no sólo develará los enigmas que deja este análisis, sino que además impondrá el estado de ánimo que regirá al mundo riverplatense en lo que queda del año.

Comentarios

Usa una cuenta de Facebook para agregar un comentario, sujeto a las políticas de privacidad y Términos de Uso de Facebook. Tu nombre de Facebook, foto y otra información personal que hagas pública en Facebook, aparecerá en tu comentario, y puede ser usado en las plataformas de medios de ESPN. Más información.


BUENOS AIRES -- La sensación del hincha de River es ambigua. Alegría y preocupación. Felicidad e inquietud. Y el sostén de ambos pensamientos es perfectamente entendible.

Por un lado, la vuelta de ídolos emblemáticos y de refuerzos que ilusionan, genera que el mundo Millonario esté trazando analogías con el pasado más glorioso. Que Javier Saviola y Lucho González se sumen a Fernando Cavenaghi y a Pablo Aimar, es un disparador irrefutable para que el corazón palpite con emoción y nostalgia. Aquellos que no los vieron jugar, seguramente han recurrido al archivo o escuchado a los más grandes para poder dimensionar lo que River tiene en su plantel.

Sin embargo, la contracara la muestra una realidad futbolística que no es del todo auspiciosa. Dos partidos oficiales en la temporada con una derrota ante Central (y eliminación de la Copa Argentina) y un empate ante Tigre (en el marco del campeonato local), ambos sin grandes demostraciones de destreza, lo cual preocupa a propios y extraños de cara al compromiso que el equipo de Marcelo Gallardo tiene como objetivo central: la Copa Libertadores.

A esto hay que agregarle que el receso siempre demora los procesos de ensamble de cualquier equipo, y en el caso del Millo, si bien las bajas de la formación titular fueron pocas (Ariel Rojas y Teo Gutiérrez), le está costando encontrar esa idea de equipo sólido y solidario que dejó, por ejemplo, cuando eliminó a Cruzeiro en Belo Horizonte.

Los mencionados refuerzos aún no están en plenitud, lo mismo que el uruguayo Tabaré Viudez (quien además aún no posee el cupo de extranjero liberado) y Lucas Alario, quien ya comenzará a paladear lo que es River cuando se enfrenten el sábado próximo ante Temperley.

No se puede hablar de alerta, pero sí de una cierta inquietud porque los plazos se acortan y el margen de maniobra es más bien escaso. Desde el cuerpo técnico no quieren acumular contratiempos, por esto es que ya comenzaron a hacerles entender a sus jugadores que Guaraní no será un rival menos.

Para prevenir cualquier posible relajamiento, Gallardo y sus ayudantes se han preocupado de refrescar la memoria, y en cada ocasión que mantienen una charla les recuerdan que los paraguayos ya eliminaron a Corinthians y a Racing. Por eso, a pesar de esa imagen de cenicienta, desde el cuerpo técnico pretenden modificar la fisonomía de corderito que muchos le ven.

Para River, no se trata de una empresa imposible ni mucho menos, aunque sí se deberán mentalizar de que la única forma que tienen para salir de esa llave con una sonrisa será elevando el nivel exhibido hasta este momento.

Más allá de los nombres rutilantes, de los jugadores ya experimentados y de los que están dando sus pasos con la camiseta del Millo, es innegable que tiene que mejorar en varios aspectos de su juego. Y en particular en la definición, un mal que lo viene aquejando desde el semestre pasado. Tiene futbolistas para jugar bien. Si lo hace, el futuro será auspicioso, pero si no levante el rendimiento, de aquella sensación ambigua se quedará con la más dolorosa, esa que no le aventura un futuro cercano con alegría….

Comentarios

Usa una cuenta de Facebook para agregar un comentario, sujeto a las políticas de privacidad y Términos de Uso de Facebook. Tu nombre de Facebook, foto y otra información personal que hagas pública en Facebook, aparecerá en tu comentario, y puede ser usado en las plataformas de medios de ESPN. Más información.


Pablo Aimar
Fotobaires.com
BUENOS AIRES -- La inactividad, producto de tres intervenciones quirúrgicas y un talón maltrecho que no encontraba el camino de la rehabilitación, habían generado la duda sobre si ese cuerpo diminuto, esmirriado, que casi no ha sufrido una transformación con el correr de los años, se encontraba apto para salir a un campo de juego. Esos interrogantes se generaban desde afuera, pero también pasaban por la cabeza del propio protagonista.

Avances que al poco tiempo se veían frustrados por el dolor, no hacían otra cosa que generar pesimismo y dudas. En su interior, Pablo Aimar se había juramentado que alguna vez su hijo, ese que no podía creer que su viejo era uno de los emblemas de River y que había hecho vibrar de emoción al estadio Monumental, al cual el niño miraba maravillado cada vez que pasaba por su puerta, iba a tener la posibilidad de verlo salir a la cancha con el equipo y jugar en el verde césped (como decía el gran Ángel Labruna).

Quizás cumplir con ese sueño de padre fue lo que le dio fuerzas para seguir adelante en los malos momentos. Pero existía un condicionante además del tema físico: su autoexigencia. No por ese anhelo iba a permitirse que el hincha lo viese en un estado que pudiese derrumbar su imagen del pasado. En este combo de deseos y convicciones, Aimar fue sintiendo que aquellas durísimas y extenuantes sesiones de kinesiología con Jorge Bombicino estaban reportándole los resultados que tanto había imaginado en sus sueños. La vuelta se avizoraba en el horizonte cercano.

Con el correr de las semanas su talón comenzó a responder. Y esa mejoría se vio potenciada, como es obvio, por ese deseo que fue acumulando desde hacía tanto tiempo. Así fue como empezó a participar en las prácticas de fútbol, luego se animó a jugar un partido con la reserva (en el cual, como un mimo agregado, anotó un gol), hasta que llegó el gran día. Marcelo Gallardo lo incluyó en la lista de concentrados para el partido con Rosario Central. Ahí Aimar, el de la carrera extensa y exitosa, el que se encuentra en el tramo final de su camino futbolístico, volvió a sentirse como el Payasito, como el pibe que llegó desde Río Cuarto lleno de ilusiones. Un pertinaz cosquilleo en el estómago, similar al de la noche previa al 11 de agosto de 1996 cuando iba a debutar en primera división, lo hizo darse cuenta de que ni la experiencia ni la fama pueden manejar la adrenalina que desata el deseo.

El domingo, con toda su familia y amigos ubicados en la platea Belgrano baja, jugó esos veinte minutos que tantas veces había imaginado en su cabeza. En medio de una ovación volvió a ponerse la camiseta de River. Un caño para comenzar la faena, algunas paredes exquisitas y una sonrisa dibujada en su rostro que delataba su felicidad. El primer paso estaba dado. Ahora va por más, por ampliar su gloria, por seguir demostrando que puede pasar el tiempo pero el talento y la magia no se pierden...

Comentarios

Usa una cuenta de Facebook para agregar un comentario, sujeto a las políticas de privacidad y Términos de Uso de Facebook. Tu nombre de Facebook, foto y otra información personal que hagas pública en Facebook, aparecerá en tu comentario, y puede ser usado en las plataformas de medios de ESPN. Más información.


BUENOS AIRES -- Días después del escándalo de la Bombonera, cuando Marcelo Gallardo hizo su primera aparición pública, entre otras cosas les pidió a sus jugadores de cambiar el chip, de olvidar todo lo que había sucedido y poner la cabeza de lleno en el partido ante Cruzeiro.

La idea no estaba equivocada, porque la magnitud de lo que padecieron y, en definitiva, del logro alcanzado, le otorgaba a esa noche de la Boca una sensación de objetivo alcanzado. Y no era así.

Eliminar al oponente de toda la vida de la llave era solo un peldaño en una escalera que tiene su máxima estatura en la final de la Copa Libertadores. Más allá de que los hinchas, en la previa del Superclásico, decían que si lo sacaban a Boca después no les importaba más nada, la realidad marca que el Millo no gana este título desde el año 1996 y se trata de una de las deudas históricas del club.

El técnico, que nació y se crió en el club, sabe que eso es así. De ahí la exhortación a no quedarse sólo con una conquista parcial.

En este contexto, la realidad marcó que River nunca logró reencontrarse con la versión de sus mejores épocas. Sí con esa faceta de equipo apurado, nervioso, impreciso, sin ideas, que no piensa y que corre casi sin sentido. Ante un deficiente funcionamiento colectivo, tampoco aparecieron las individualidades.

Desde que en el comienzo de la temporada Leonardo Pisculichi dejó de ser el hombre que metía la pausa, que hacía jugar, que aprovechaba la pelota parada y que tenía presencia de gol, el equipo nunca se acercó a lo que fue en el otro semestre. Nadie pudo recoger el guante y asumir ese rol de conductor.

Tanto es así que hoy Gallardo hasta modificó su convicción táctica para poder mitigar dicha falencia. Pero el fútbol no aparece. Y no sólo eso, tampoco está preciso en la definición. Ni encuentra mecanismos opcionales. Es un River con más corazón que fútbol, cuando el entrenador siempre soñó con que la ecuación fuese inversa.

En el caso del choque contra Cruzeiro, si bien la llave no está definida, jugando como visitante deberá modificar algunos aspectos de su juego. Uno de ellos será el defensivo. Porque el equipo brasileño, con muy poquito que hizo en ataque, le llegó con peligro cierto de convertir en una cantidad de oportunidades que desnuda un desequilibrio en el rival. Y aquí surge lo del River apurado y nervioso. Ese combo poco aconsejable para ir a buscar un resultado, es el que lo llevó a padecer pese a las escasas aspiraciones de ataque que tuvo su oponente. Cruzeiro lo esperó para salir de contra y el Millo no consiguió abrir a esa cerrada defensa y desacomodó sus líneas ofreciendo muchos espacios.

Hace tiempo que venimos hablando de un equipo inestable. Desde lo emocional y desde lo futbolístico. El jueves volvió a exhibir esa patología. Perdió de local y ahora deberá viajar a un estadio muy complicado, con una carga histórica que le es negativa (nunca le ganó una llave a Cruzeiro).

No todo está perdido ni terminado, pero el volantazo que tendrá que pegar, obligadamente, Gallardo será tan abrupto lo encarrilará en la ruta o lo dejará definitivamente en el pasto.

Comentarios

Usa una cuenta de Facebook para agregar un comentario, sujeto a las políticas de privacidad y Términos de Uso de Facebook. Tu nombre de Facebook, foto y otra información personal que hagas pública en Facebook, aparecerá en tu comentario, y puede ser usado en las plataformas de medios de ESPN. Más información.


River v Boca
Getty ImagesEn el medio se librará la madre de todas las batallas
BUENOS AIRES -- Quizás les resulte redundante, pero es imposible de soslayar algo: con el Superclásico que define todo ahí nomás, a la vista, es imposible concentrarse en el presente. Pero el partido ante Racing estaba en el calendario y tenían que jugarlo, aunque les resutara incómodo (palabras del propio Marcelo Gallardo).

Y más allá de que los protagonistas no serán los mismos, el imán que representa la Copa Libertadores y tener a Boca enfrente absorbe cualquier intención de no dejar volar la mente. Por esto es que sobre el empate ante Racing sólo hay que decir River tuvo un partido muy flojo, que no pudo sumar de a tres en casa, con lo cual se habría acercado al líder del campeonato.

Escuchar que desde las tribunas se exhortaba a los futbolista a ganar el jueves en la Bombonera, es un indicador de que la cabeza del hincha no tiene bifurcaciones, el objetivo está más que claro. "La batalla de la Boca, el final", así se podría rotular un partido que llega con una carga de tensión, nervios, estrés, emotividad, pierna fuerte y fútbol a cuenta gotas.

Es sencillo, ya no queda margen. No habrá otro cotejo en el corto plazo que le permita al derrotado redimirse, y ya se sabe que quien festeje contará con el plus extra de que permanecerá en la Libertadores.

La única duda en River está centrada en quién será el reemplazante de Teo Gutiérrez, expulsado en la ida. Con el 1 a 0 a favor, la lógica, a priori, indicaría que con Ariel Rojas el técnico Gallardo fortalecería la lucha en la mitad del campo, donde estará la clave del encuentro. Pero también pueden hacerse otras lecturas.

Gonzalo Martínez de entrada le estaría aportando velocidad de tres cuartos de cancha hacia adelante, con un Boca que estará necesitado de convertir para achicar la ventaja en contra. Ideal para usufructuar espacios. También está en carrera Leonardo Pisculichi, aunque algunos metros atrás porque no se encuentra en un buen nivel futbolístico. Sus cualidades son conocidas: pausa, buena distribución de pelota y precisión en el balón parado.

Fiel a su costumbre, el entrenador de River disipará los interrogantes el mismo día del partido. Desde esta columna vamos a fijar posición. Rojas seria la alternativa más acorde a un compromiso que tendrá unos veinte primeros minutos en los cuales Boca buscará, con la localia y la necesidad de revertir el resultado adverso, avasallar al Millonario. Y ahí River tendrá que aguantar que pase esa presión. Además le aportaría equilibrio a la banda izquierda, un sitio del campo en el cual, con las bajas prestaciones que esta teniendo Leonel Vangioni, el rival podría encontrar algunas grietas.

Pero claro, estas son todas especulaciones previas que después el fútbol se encarga de tirarlas, o no, por la borda. Cada partido es diferente y una mínima incidencia puede modificar el escenario en apenas un segundo.

Está claro que no va a ser un enfrentamiento relajado ni mucho menos. Y que se llevará la victoria (o clasificación) el que cometa menos errores. Se disputará con vehemencia y todas las miradas estarán puestas en el joven arbitro Herrara, eje de una disputa de poderes.

River jugará fuerte, como lo viene haciendo ante Boca. Un clásico bien clásico. Sin red, a todo o nada. Así será el final de la trilogía, cargada de estrés, felicidad y angustia.

Comentarios

Usa una cuenta de Facebook para agregar un comentario, sujeto a las políticas de privacidad y Términos de Uso de Facebook. Tu nombre de Facebook, foto y otra información personal que hagas pública en Facebook, aparecerá en tu comentario, y puede ser usado en las plataformas de medios de ESPN. Más información.


Marcelo Gallardo
APGallardo quedó conforme con su equipo
BUENOS AIRES -- Los clásicos coperos han empezado a tener una estructura de juego para River. Que no es la misma en el torneo local, eso está claro.

Con el cuchillo entre los dientes y sin negociar esfuerzo, como decía el Cholo Simeone. Un equipo luchador, combativo, que marca presencia, temperamental, que neutraliza los circuitos de juego del rival. Quizás sin tanto lirismo, es cierto, pero con la templanza que demandan los clásicos. Resignando un poco la estética, pero cambiándola por otros aspectos que son tanto o más importantes.

No existen las fórmulas mágicas que garanticen la eficacia, pero sí hay una tendencia estadística que refleja momentos y situaciones, y dentro de este último tópico los números indican que el estilo que aplicó River, que fue bastante similar al de los choques por Copa sudamericana, le reportan los resultados que desea. Con sufrimiento, con vaivenes, pero, a la vez, con una notable personalidad.

El típico partido de Libertadores. Y aquí tiene mucho que ver la presencia de Leonardo Ponzio en la mitad de cancha, alguien que entiende casi a la perfección cómo se disputan estos partidos. Además de su experiencia, está atravesando un gran momento futbolístico. Después de casi un mes de inactividad volvió a ser el eje del Suérclásico, hasta que esa mencionada inactividad le pasó factura en su físico y tuvo que dejar el campo.

River se impuso en los primeros noventa de los ciento ochenta minutos que dura la fase de octavos de final. Gallardo está haciendo lo imposible para que sus jugadores comprendan que esto todavía no terminó y que deben mantener la concentración para lo que se viene. Y en rigor de verdad este plantel ya tiene mucho rodaje y sabe cómo son estos temas, que de nada sirve un festejo parcial si después en el global la historia es otra. De hecho, casi los mismos futbolistas han participado de la conquista de la Sudamericana, en la cual también se disputan partidos de ida y de vuelta como los que protagonizan River y Boca.

En la Bombonera la historia será diferente. Sin Teo Gutiérrez, habrá que ver si el entrenador se define por fortalecer la mitad de cancha (con el ingreso de Ariel Rojas), zona donde se dirimen los partidos de este tipo, o si apuesta por algo más ofensivo.

¿Estará en el imaginario del Muñeco no resignar la idea de marcar, al menos, un gol, para obligar a Boca a anotar tres para quedarse con la llave?

Tendrá una semana para pensar e imaginar una y mil veces el choque en su cabeza. En el medio estará Racing por el torneo local, donde los suplentes tendrán su oportunidad. Porque no Gallardo no debe ni quiere arriesgar.

Hoy el horizonte está puesto en el tercer Superclásico, el último, el decisivo, el que definirá quién sigue en la Copa y quién se quedará lamiéndose sus heridas para tratar de curárselas, con la complejidad que eso demanda en este tipo de compromisos.

Comentarios

Usa una cuenta de Facebook para agregar un comentario, sujeto a las políticas de privacidad y Términos de Uso de Facebook. Tu nombre de Facebook, foto y otra información personal que hagas pública en Facebook, aparecerá en tu comentario, y puede ser usado en las plataformas de medios de ESPN. Más información.


BUENOS AIRES -- A lo largo de las diferentes entregas nos hemos venido preguntando cuál es el verdadero River, qué es lo que le está sucediendo a un equipo que no puede encontrar regularidad ni parecerse en algo a aquel que descolló a lo largo del semestre pasado.

Boca v River
Profocus/ Fernando Sánchez ChecaEl juvenil se ganó la titularidad en el equipo de Gallardo

 Algunos dirán que lo sucedido en el primer Superclásico debe ser retirado de este análisis. Porque se trata de un partido diferente, porque la realidad estaba marcando que el cotejo se encaminaba hacia un empate, porque en ese tipo de compromisos alcanzar la excelencia no es sencillo, etc, etc.

En algún punto no se trata de conceptos errados, pero de ninguna manera hay que invalidar el análisis. Y la realidad nos demuestra que River no se encuentra, ni individual ni colectivamente, en un buen nivel.

Independientemente del resultado, existen jugadores que no consiguen elevar su momento futbolístico. Eso redunda en el funcionamiento grupal. No están equilibrados los esfuerzos. Por eso no es posible cumplir con lo que pretende el entrenador. Ya se sabe que la idea de Marcelo Gallardo demanda de una entrega plena y general, y cuando esto no sucede las consecuencias se observan en el campo.

Aquí es donde habrá que comenzar a pensar en que el entrenador debería ser más flexible en sus pensamientos. No todos los partidos ni los contextos en los cuales se disputan son los mismos. Cada compromiso es diferente. Quizá, jugar en el Bombonera en el inicio de tres partidos en forma consecutiva requería de tener la cabeza bien fría y de ser un poco más pragmático. Como suele decirse, saber cerrar el partido.

Pero el técnico, en el segundo tiempo, cuando el encuentro se encaminaba para un cero a cero, no realizó cambios pensando de esa forma. Se dejó llevar por su discurso y terminó pagando. No siempre el golpe por golpe es productivo. ¿Pecado de juventud? Es probable. Sí se trata de eso, es algo perfectamente solucionable.

Pero claro, si la historia pasa por convertirse en fundamentalista de una idea, ahí la cosa se vuelve más compleja. Que se comprenda bien esta reflexión: los superclásicos son diferentes a todo, por lo que dejan en lo anímico, en el ambiente, en el vestuario, en la gente, para mal y para bien, enaltecen o denostan, por eso es que se deben disputar con un manual de opciones un poco más flexibles. Con matices.

A veces es bueno cerrar los partidos con la calculadora en la mano, sin que esto represente una claudicación a un estilo. Gallardo había alertado de la importancia que tenía en lo anímico en primer choque. Con la derrota, River deberá recomponer su cabeza y mejorar su juego. Las diferencias futbolísticas no son abismales como para que no pueda conseguir un cambio en el corto plazo. Con inteligencia y una estrategia podrá lograrlo. En la respuesta anímica estará una de las claves. Y en la mencionada apertura de conceptos. Porque la Copa Libertadores es el gran objetivo del Millo en el semestre y esa llave aún está por disputarse.

Faltan esos 180 minutos donde la estrategia resultará decisiva.

Comentarios

Usa una cuenta de Facebook para agregar un comentario, sujeto a las políticas de privacidad y Términos de Uso de Facebook. Tu nombre de Facebook, foto y otra información personal que hagas pública en Facebook, aparecerá en tu comentario, y puede ser usado en las plataformas de medios de ESPN. Más información.


BUENOS AIRES -- Las estadísticas vinculadas a las previas de los Superclásicos suelen ser lapidarias para River. Más allá de los tiempos y de los protagonistas, el magnetismo que tiene ese partido suele absorber las energías (y la concentración) hasta el punto de diezmar sus fuerzas.

Y si encima todo está condimentado por algo especial, como por ejemplo tres choques con Boca en 15 días, dos de ellos por Libertadores, y una vigilia que ponía en juego nada menos que una Copa, el impacto por un mal juego en el cotejo anterior a los de la cartelera central se vuelve más traumático.

Fotobaires.comEl equipo de Gallardo no tuvo una buena noche

Para el equipo de Marcelo Gallardo era una gran oportunidad la de derrotar a Huracán, alzar la Supercopa Argentina y encarar la saga que se le avecina con la moral por las nubes. Sin embargo, el peso de esas previas tortuosas se mostró implacable. River exhibió una cara muy pobre en San Juan y se volvió de allí con las manos vacías. Además, por cierto, de una valija llena de interrogantes.

Porque más allá de que se trate sólo de una mala noche, en la lectura no se puede soslayar que el traspié se produce cuando su archirival asoma en el horizonte. También se vuelve inevitable preguntarse cuál es el verdadero River, si el punzante y contundente que goleó a Banfield, o el irresoluto y previsible que no pudo con Huracán. Porque a lo largo del semestre ha estado coqueteando con esos extremos.

La deuda pasa hoy por conseguir un nivel más parejo que logre instalarlo en el medio de esas dos posiciones tan antagónicas. En este análisis no se puede (ni se debe) olvidar todo lo que fueron los días que se recorrieron hasta llegar al enfrentamiento con el Globo. En ellos les resultó muy difícil, al menos en lo público, posicionarse únicamente en la Supercopa. Los tres compromisos con Boca se llevaron la atención. Lo cual, de alguna manera directa o inconsciente, generó un efecto de distracción para River.

El cuerpo técnico trabajó mucho para evitar que esto sucediese, pero las pruebas avalan la certeza de que la labor fue infructuosa. Ahora sí tiene que empezar a mentalizarse en dos semanas que serán estresantes. Adentro del campo y fuera de él. Esto sin colocar en la balanza las posibles consecuencias, ya sean positivas o negativas.

Las primeras dispararían la autoestima hacia la estratosfera y harían olvidar la frustración que generó en haber perdido una Copa. De hecho hace apenas un par de meses le tocó paladear el gratísimo sabor de haber eliminado a Boca en un mano a mano contextualizado en un certamen internacional. Las segundas no hacen falta profundizarlas demasiado. Los coletazos de perder este tipo de partidos siempre dejan una huella profunda.

Quizás la goleada, con buen fútbol incluido, ante Banfield, un equipo demasiado permisivo, creó una imagen distorsionada de la realidad de River, que hoy no pasa por resolver sus compromisos con sencillez. Todo lo contrario, le cuesta el doble de lo que le costaba el semestre pasado. Y así, con esta idea, deberá mentalizarse para lo que viene. Tendrá que luchar y sufrir mucho para finalizar la trilogía con una sonrisa.

La mala actuación del sábado en San Juan no le resta posibilidades. Un solo cotejo no es medida de un ciclo exitoso. Además, los clásicos son diferentes a todo lo otro. Incluso hasta podría llegar a ser un toque de atención en el momento justo. Estará en la inteligencia del plantel saber transformar esa mala experiencia en un potencial festejo inolvidable.

Comentarios

Usa una cuenta de Facebook para agregar un comentario, sujeto a las políticas de privacidad y Términos de Uso de Facebook. Tu nombre de Facebook, foto y otra información personal que hagas pública en Facebook, aparecerá en tu comentario, y puede ser usado en las plataformas de medios de ESPN. Más información.


AL INICIO