BUENOS AIRES -- De a poco River va optimizando su rendimiento. Se está reencontrando a sí mismo y día a día exhibe más similitudes con aquel equipo que logró revolucionar el fútbol argentino con su estilo de juego. Seguramente que en esa búsqueda de volver a ser, una camino que aún sigue transitando, tienen mucho que ver los jugadores, porque muchos de ellos están elevando su nivel, pero sin dudas que también la mano del entrenador se está haciendo notar. Por un factor fundamental: cuando los demás equipos le fueron tomando la mano a su sistema, cambió.

Reconoció en la intimidad, y varió. Hoy puede jugar con tres o cuatro en el fondo, atacar por cualquiera de las bandas en forma indistinta, suplir a un hombre decisivo como Rodrigo Mora con un Fernando Cavenaghi que no se estaciona en el área esperando que le llegue un balón de gol, sino que se tira atrás y por momento hace casi de enganche, pero además convierte, y porque el equipo tiene temperamento. No se viene abajo desde lo anímico ni siquiera aún cuando se enfrenta cara a cara con la adversidad. Lo mostró en la copa Libertadores e hizo algo parecido en el certamen doméstico cuando la historia no era la de hoy, que está en la punta del campeonato. En síntesis, ha sabido reinventarse.

Es cierto que esta vez la goleada lo consiguió ante un equipo que permite jugar, que es casi naif, que no mide consecuencias y que, por lo general, pierde los partidos ante los rivales de riesgo porque confunde osadía con ingenuidad, pero no deja de ser meritorio sacarse de encima a oponentes con contundencia aunque se trate del Banfield de Matías Almeyda (el propio Walter Erviti reconoció las falencias del Taladro). Y volver a ganar, gustar y golear le sirve para fortalecer su espíritu de cara a la Supercopa que disputará ante Huracán el próximo sábado, pero por sobre todas las cosas porque necesita estar bien arriba desde lo mental y desde lo futbolístico para que trilogía con Boca que se le avecina.

Y en estas semanas cruciales es bueno para Gallardo saber que el recambio también le funciona. A tal punto que en algunos casos hasta lo hacen dudar al técnico sobre si algunos futbolistas deben o no ser titulares. Sale Gabriel Mercado y Camilo Mayada rinde; ingresa Sebastián Driussi y demuestra que está en un gran nivel; lo expresado de Fernando Cavenaghi; destellos interesante del Pity Martínez, reemplazante de Leonardo Pisculichi, en fin, variantes para una plantilla que el semestre pasado padecía por ser muy corta.

Va de menor a mayor. Con vaivenes aún, eso no se puede negar, porque existe mucha diferencia de funcionamiento entre un partido y otro, pero de a poquito se va mostrando más confiable. Huracán es el primer objetivo, aunque sin dudas que siempre con la cabeza puesta en esos tres Superclásicos, porque, como se sabe, son esos compromisos que representan un mojón: según el resultado que se obtenga puede modificar o no el futuro. River ya lo vivió en la Sudamericana, ahora quiere repetir aquello en la Libertadores...

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La explosión del final, cuando el partido con San José y el de Juan Aurich contra Tigres ya eran historia, no se compadecían con la instancia de la copa Libertadores que se estaba disputando. Cualquiera que hubiese estado en el estadio Monumental sin conocer que culminaba la fase de grupos, seguramente hubiera imaginado que River estaba pasando a la final o hasta consiguiendo un título. Y era lógico, porque en ese festejo había más que una clasificación. Se exteriorizaba lo que fue una sucesión de resultados poco felices, de un grupo que nunca le sentó bien, y, por supuesto, además se celebraba por una victoria de Tigres de Monterrey en Perú que pocos daban como factible. Lo ocurrido con San Lorenzo en la edición pasada de la Libertadores, cuando entró en octavos de manera casi milagrosa y terminó dando la vuelta olímpica, exacerbó esa sensación de algarabía. Impericia propia, principalmente a la hora de resolver cotejos con trámite favorable, lo llevaron a padecer más de la cuenta. Pero como en el fútbol la desazón se convive a un paso de la ilusión, ahora, luego de casi haberle dado un sorbo a la posibilidad de quedarse con las manos vacías, logró dejar a un costado ese amargo brebaje y ha conseguido fortalecer su autoestima hasta un punto que nadie sabe si tiene techo. Si a este factor anímico le sumamos hay un plantel que ya demostró su jerarquía y que también dio señales de que sabe disputar las llaves de ida y de vuelta como las que se vienen, ahí se sustenta toda esa ilusión a la cual hicimos referencia.

El gran momento de Rodrigo Mora, quien le agregó goles a su habitual sacrificio, fue quizás lo más destacado no sólo en la noche del miércoles, sino también en los partidos definitorios que jugaron los Millonarios. Entre los que siguen en deuda figura Leonardo Pisculichi, quizás la ausencia futbolística que más viene sintiendo River, porque con su talento aletargado el equipo de Núñez no está consiguiendo repetir las notables producciones del semestre pasado.

Está claro que, conforme supere instancias los rivales serán de mayor jerarquía, por esto es que los dirigidos por Marcelo Gallardo deberán ir elevando el nivel de su fútbol porque en estos cara a cara ya no corren los padecimientos vinculados a lo azaroso. Ya no se depende de resultados ajenos, todo se dirime por lo que hace uno. Está mencionado que River posee material con qué mejorar, sólo que este tipo de cuestiones se demuestran en el campo y no tanto con palabras. Ahora, en tren de especulaciones, existe una posibilidad muy firme de que en los octavos de final se reedite esa semifinal de Copa Sudamericana que River y Boca protagonizaron hace un puñado de meses, con festejo para los de Núñez. Con todo el estrés y la carga emotiva que un choque de semejante magnitud trae aparejado. Pero esto se sabrá en poco tiempo. Lo concreto por el momento es que el Millo, que parecía desahuciado, sigue con vida y sin resignarse a dejar a un costado a esa gran ilusión copera que tiene como pauta principal para este semestre.

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BUENOS AIRES -- Hay situaciones que resultan curiosas en el fútbol, y una de ellas la está atravesando River. Y no tiene que ver con su errática participación en la Copa Libertadores, como podrían conjeturar algunos con un elevado grado de certeza. El sitio hacia donde apunta este inicio es a la coyuntura, al mejor momento que está exhibiendo el Plan B (o equipo alternativo) de Marcelo Gallardo, que por estos días supera largamente en funcionamiento al Plan A (o formación titular).

Los presuntamente suplentes son los que han elaborado las últimas más destacadas performances del Millo. Como, por ejemplo, sucedió al La Paternal contra Argentinos Juniors. Allí pudo observarse una versión sólida de River, con pocas grietas, bastante por arriba en rendimiento de la fluctuante alineación preferida del entrenador, que ostenta vaivenes que lo colocan dentro de la categorización de "equipo endeble".

Es verdad que los compromisos que debe afrontar el conjunto titular son bastante más estresantes y complejos. Por la categoría de los oponentes y por lo que se poner en juego. Y pensar esto es un motivo más que importante para tener en cuenta. Pero no se puede soslayar que se invirtió la tendencia respecto del semestre pasado, cuando se decía que River tenía sólo un equipo y que los suplentes eran cuestionados porque no rendían cuando les tocaba participar. Hoy es al revés, se han convertido en los abanderados del aplomo y hasta han forjado su temperamento al punto de dar la sensación de estar templados para cosas grandes.

Estos conceptos, por cierto, no intentan imponer la idea de que es momento de un cambio rotundo, porque quizás, a esta altura de la competencia, no sería la solución en la Copa Libertadores. Sí, en cambio, debería ser mirado con algo de preocupación de parte de algunos protagonistas que no vienen teniendo un buen rendimiento. En este contexto, quienes la reman de atrás le van metiendo cada vez más presión al técnico y ni hablar a los propios compañeros que se sentían intocables.

Líder en el torneo local, dependiendo de Tigres en el certamen Sudamericano, las realidades son bastante antagónicas, y cada una, la buena y la mala, tienen intérpretes que en su mayoría son distintos. Gallardo es de mirar mucho estas cosas y sin dudas que en su libreta de apuntes todas estas cuestiones las tiene bien resaltadas. ¿Es posible que se venga un cambio masivo? No, no forma parte de la metodología del director técnico, pero sí se puede sospechar que en el corto plazo algunas posiciones que parecían inmodificables comenzarán a tener caras diferentes a las que estamos acostumbrados a ver.

Desde la cima y con un funcionamiento que se va solidificando, River encuentra el sustento necesario en el banco de relevos, algo impensado en el inicio de la temporada. Mientras, Gallardo analiza y piensa si es tiempo o no de mover fichas, y espera que los titulares encuentren rápidamente el virtuosismo que están teniendo los más "pichones"...

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BUENOS AIRES -- Parece que si no es sufriendo no vale. Casi como una consigna indeseada, River se está acostumbrando a transpirar más de la cuenta para quedarse con un resultado positivo. Y más allá de que en el fútbol las cosas casi siempre se dan por una concatenación de circunstancias, en el diagnóstico actual del Millo su propia impericia para definir figura como la causa más notoria de sus padecimientos.

Le ha pasado en partidos que iba ganando, no supo cerrar y le empataron (como ante Unión que ganaba 2 a 0 y le igualaron, y lo propio le sucedió con Juan Aurich) o como le ocurrió el domingo en el bosque platense, donde en un escenario que le estaba siendo muy favorable, Gimnasia le remontó una diferencia de dos goles y debió aparecer el oportunismo de Rodrigo Mora sobre el final para sellar una victoria que parecía perdida.

River genera mucho y convierte poco. Aquí vale citar la palabra del propio entrenador, Marcelo Gallardo, quien destacó que en el semestre pasado la ecuación que se daba era inversa, porque usufructuaban casi todo lo que creaban y de esa forma cerraban los cotejos con excesiva facilidad. Hoy le ocurre lo opuesto y es ahí donde el técnico pone el ojo, en mejorar ese rubro. El cual puede perfeccionarse con el trabajo, pero no se puede soslayar que es casi imposible en una práctica recrear en forma fehaciente situaciones de estrés, ansiedad, presión y hasta temor que aparece en un partido.

Por eso, más allá de que lo entrenen, a la hora de la verdad la cabeza les está mandando las órdenes equivocadas. Ese es el punto más negativo de un equipo que está a tiro de la punta. Pero existe otra arista antagónica que merece ser destacada. La referencia en este caso es para la versatilidad que está consiguiendo.

River puede ponerse diferentes trajes y con casi todos logra buenas actuaciones. Puede jugar con tres o cuatro en el fondo; con uno, dos y hasta tres puntas; con uno o dos armadores, en fin, ha incorporado varios sistemas tácticos que lo enriquecen como equipo, pero, a la vez, hacen que sus rivales no le tomen la mano tan rápidamente. Corrigiendo, de esta forma, algo que sí sufrió en el otro campeonato, eso de que los oponentes le fueron encontrando los anticuerpos a la forma de jugar del Millo conforme transcurrían las fechas.

Hoy tiene a mano un abanico más amplio de opciones. Ahora, así como en el campeonato fue encarrilando la marcha, tiene como consigna impostergable lograr hacer lo mismo en la Copa Libertadores, donde el partido contra Tigres en Monterrey del día 8 de abril tiene una trascendencia vital para la continuidad de River en el certamen. Aunque el calendario le coloque a San Lorenzo en primera instancia, lo real es que la cabeza apunta inexorablemente para la fecha mencionada. Ahí lo espera la gloria o Devoto, y en ese compromiso deberá demostrarse a sí mismo que el dilapidar jugadas de peligro es una cosa del pasado reciente. Porque si se pone fino en el ataque, seguramente que vivirá jornadas mucho más relajadas y placenteras...

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BUENOS AIRES -- Parece una postal de otros tiempos, de aquellos que, lógicamente, el hincha de River prefiere no recordar. Esos en los cuales ganar un partido, eso tan nimio, era una odisea. Algo tan pequeño y tan rutinario en la historia del Millo.

Sin ir más lejos, este mismo equipo conducido por Marcelo Gallardo, hace un puñado de meses se sacaba los compromisos con solidez. Pues bien, tanto ha mutado su fútbol y tan frágil se volvió su cabeza, que por estos días la imagen de invencible se transformó abruptamente.

Ganando uno a cero en el Monumental, Godoy Cruz con un hombre menos, así y todo, cuando el árbitro Ceballos lanzó al aire la pitada del final, el respiro de alivio fue general. Porque los mendocinos, sin ser profundos, inquietaban, entonces los fantasmas parecían empezar a cobrar vida nuevamente.

Fotobaires.comRiver venció 1-0 a Godoy Cruz y se acercó a la cima
Como ocurrió ante Unión y ante Juan Aurich, que le igualaron siendo inferiores en el trámite general. Este River que está para el diván empezaba a flaquear. Desde su cabeza, su autoestima. Por esto, quizás, una victoria esperable y que no deberían ser más que tras puntos de rigor, termina teniendo una valor doble. El de fortalecer el ánimo y el de convertirse en un punto de partida para volver a llegar a ser lo que fue hace muy poco.

El rostro, entre contracturado y feliz, de Gallardo en la conferencia de prensa, denotaba que había transitado por un partido estresante. Porque él mejor que nadie observa en el día a día cómo están los jugadores y qué necesitan para recuperarse. "Flotaba en el ambiente una mala onda", dijo el DT, y más que eso, era una tensión transformada en temor. La gente sospechaba que podía repetirse lo de Juan Aurich (aunque sin tantas chances de gol).

Con fundamentos, porque en el primer tiempo nuevamente volvieron a dilapidar situaciones de peligro muy claras. Lo cierto es que el triunfo lo festejaron casi como si hubiesen ganado una final. De aquí en más se verá si el objetivo total está cumplido, si además de la cosecha de tres unidades puede decirse que River inició el camino hacia una esperada rehabilitación futbolística.

Pero como le viene ocurriendo en los últimos tiempos, la alegría no puede ser completa. Las lesiones lo están acosando y el domingo no hubo excepción en este rubro. Cuando promediaba el segundo tiempo, el Pity Martínez, después de un pique, se tomó el posterior de la pierna izquierda. La primera evaluación de los médicos es fatiga muscular, esperan confirmar ese diagnóstico...

Así está River, en la búsqueda de su propia identidad. Dio un buen paso desde el resultado, que no es poco, ahora sueña y desea que haya una continuidad en la Copa Libertadores, donde, como se sabe, no tiene más margen de ceder puntos. Para trasladar esto al torneo Sudamericano la recuperación de su autoestima deberá ser más firme. Y por supuesto lo mismo le cabe a su fútbol. Porque ahí está la clave principal. Una cosa arrastra a la otra. Si vuelve a jugar bien, la cabeza se le acomodará sola.

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BUENOS AIRES -- "Cómo hacer para explicar lo inexplicable", se preguntó Marcelo Gallardo en conferencia de prensa después del empate ante Juan Aurich. Y si bien la respuesta tiene una alta dosis de veracidad, porque River terminó llevándose un punto con sabor a nada después de haber tenido más de diez chances claras de convertir, tampoco debe soslayar el entrenador que ser recurrente en este tipo de cuestiones deja de poner al problema en el rincón de lo azaroso.

Es mucho más que algo fortuito. Dilapidar ocasiones de peligro ante el arco rival en forma recurrente tiene que ver con una falencia severa, con verse desbordados por la ansiedad, superados por la responsabilidad u otros temas.

Claro, usted dirá "cómo un equipo que fue campeón en el año que pasó puede padecer de esta patología". Pues bien, se sabe que el fútbol son momentos, y los jugadores de River no están atravesando por el mejor presente.

La merma en el nivel de piezas clave para el esquema que pretende imponer el técnico es notoria. Teo ya no mete todo como lo hacía hace apuenas unos meses; Pisculichi no le encuentra la vuelta a su fútbol; Kranevitter no es el patrón de la mitad de la cancha; la defensa ya no se destaca más por su solidez; Rojas hace rato que no es el motor del equipo y así podemos analizar cada costado del equipo que vamos a encontrar fisuras. Con el componente anímico negativo que esto conlleva.

Como señalamos en anteriores entregas, muchos se animan a "mojarle la oreja" a River, hasta con la idea de hacer historia. Juan Aurich fue al Monumental siendo consciente de sus limitaciones, con la idea de defenderse y llevarse algo. Y vaya que alcanzó su objetivo, porque ese punto que arañó, jugando claramente peor que su oponente, podría ser el que mañana le otorgue la soñada clasificación a los octavos de final.

Como contrapunto obvio, el empate, entonces, le genera un importante dolor de cabeza a Gallardo y pone a su equipo contra las cuerdas, obligándolo a ganar lo que queda y mirando (casi con una mueca de ruego) lo que va sucediendo con sus rivales del Grupo. ¿Qué le pasa a Teo, que desperdicia ocasiones muy claras? ¿Qué sucede con Mora, que un día marca de a dos y de repente se le moja la pólvora? Hoy los interrogantes y las dudas han tomado un protagonismo impensado. Las soluciones todos parecemos tenerlas, pero la cabeza de grupo (el DT) no le encuentra la vuelta. ¿Será hora de meter mano y realizar cambios?

Gallardo es un agradecido a este plantel, pero aquí los laureles se validan a cada minuto, y un jugador cuando no está funcionando bien quizás encuentre su motivación sentado en el banco junto a los suplentes. Esto debería caberle a cualquiera. Habrá que ver si es la idea del Muñeco.

Por ahora lo único concreto es que añora aquellos bellos tiempos donde todo lo que tocaba se convertía en oro. Camina sobre barro y con lo compleja que está la clasificación en la Libertadores, ese lodo podría transformarse en una arena movediza que se trague todo...

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BUENOS AIRES -- Intentemos este ejercicio, el de tomar cualquiera de las notas de los últimos partidos jugados por River, "hacer copiar y pegar", leerla imaginando el último choque ante Arsenal y se darán cuenta de que las similitudes son increíbles.

En lo bueno y en lo malo, en los aciertos y en los errores. Quizás podrán diferir algunos matices, como por ejemplo que en uno empezó ganando por dos goles y se lo empataron, mientras que en el del lunes la ecuación fue inversa, pero lo cierto es que en todos está como argumento común la diferencia de momentos futbolísticos muy marcada dentro de los noventa minutos. Alarmante a esta altura, porque pasan las fechas y en lugar de atenuarse esa brecha, se incrementa. Ahora es sencillo llegarle a posición de gol. Aquel tesoro que acuñaba con orgullo, el de defenderse muy bien pese a atacar mejor, ha dejado de ser una bandera a enarbolar.

Arsenal, por ejemplo, había anotado un solo gol en cuatro jornadas, sin embargo a River le convirtió tres y tuvo, por lo menos, otras tantas posibilidades claritas de seguir marcando. Ahí está el tema, ya no impone su presencia, el respeto desde el juego, y todos los equipos que antes lo enfrentaban pensando en cómo neutralizar su fútbol ofensivo y eficaz, hoy, como en épocas no muy lejanos y olvidables, han vuelto a creer en que vencerlo ya no es una utopía.

Y no es bueno que esto le ocurra, porque no le resultó sencillo conseguir que quienes lo tengan cara a cara se sientan intimidados antes de salir a la cancha. Los motivos de este cambio están a la vista: el equipo dejó de ser compacto, está muy largo, no tiene a sus puntales en un buen nivel, carece de esa presión alta de la cual tanto se habló, y el agobiante calor le ganó la pulseada a esa frescura que tanto ponderó Marcelo Gallardo. Hoy, entonces, es un equipo normal, común, con buenos futbolistas, sí, pero sin practicar el esquema táctico que tan buenos resultados le reportó.

Basta observar la cosecha de la temporada para entender que lo expresado transita por ese camino: en el certamen local, ganó dos partidos e igualó tres y en la Copa Libertadores perdió uno y empató dos. Es decir que obtuvo el 46 por ciento de los puntos. Son sólo números, pero que en esta ocasión se ven refrendados por un presente demasiado fluctuante.

De cara al gran objetivo de River, que ya se sabe es la Libertadores, el cambio de funcionamiento deberá ser abrupto e inmediato. Se acabó el tiempo de las palabras, el calendario le impone victorias y el jueves, ante Juan Aurich en el Monumental, no tendrá otra alternativa que sumar de a tres. Será a todo o nada sin red. Ya hemos expresado en anteriores entregas que es una empresa posible, que depende únicamente de River, de volver a ser y de creerse que puede serlo. Prueba decisiva para este plantel que despierta de a ratos, pero que necesita disminuir el tiempo de su siesta. Ellos también lo saben, el desafío está en el detalle no menor de corregir errores.

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Juan Aurich v RiverGetty Images
BUENOS AIRES -- Muchas veces en el fútbol, cuando se habla de las estadísticas hay quienes las cuestionan aduciendo su gestación en tiempos diferentes a los actuales. Y como para refrendar esa idea agregan que se trata de momentos y equipos diferentes, por lo cual es imposible confrontar lo que sucedió con lo que puede pasa o pasar. Desde lo racional, suena atendible.

Sin embargo, en este deporte existen karmas que superan a la lógica. Tal el caso de River con la Copa Libertadores.

A lo largo de su historia ha sufrido todo tipo de infortunios, los cuales no es momento de enumerar. Sí, en cambio, esta idea nos otorga el marco ideal para introducirnos a lo que está viviendo el Millo en el torneo sudamericano.

Nunca en este certamen algo le resulta sencillo, por el contrario, todo parece terminar codeándose con la contracara de la felicidad. Si juega bien, no aprovecha las chances que genera y esto redunda en que sus rivales hacen gala de una notable eficacia. O su autoestima se va minando por algunas contingencias. O simplemente juega tan mal que eso le impide sumar de a tres.

En Chiclayo el inconveniente a superar era una cancha de césped sintético en muy mal estado. En parte consiguió minimizar ese escollo, pero como se trata de Copa Libertadores debe sufrir, ergo, las cosas no le salieron redondas. Muchos pensarán que sería caer en un simplismo analizar sólo desde esa arista, casi azarosa, el empate ante Juan Aurich, pero no hay demasiadas explicaciones tácticas ni técnicas como para entender cómo River no cosechó su primera victoria en el certamen. Tal como le viene ocurriendo en este semestre, su mala puntería a la hora de definir termina siendo determinante en el resultado. Más una clara endebles defensiva. Y los goles que no hace se los marcan...

La preocupación de los hinchas pasa por saber si la igualdad complica la clasificación. Sería una necedad pensar lo contrario. Pero no lo limita al punto de depender de un milagro para conseguirla. Acá la gran dificultad es el errático nivel que exhibe River. No es un equipo confiable ni contundente. Dista mucho de aquel once que descolló en el inicio de la segunda mitad de 2014. En eso radica el mayor problema. Porque jugando bien, todos los rivales son perfectamente ganables, sea en el Monumental (donde le quedan Juan Aurich y San José) o fuera de casa (Tigres en Monterrey).

A priori, da la sensación de que Tigres con su victoria en la altura de Oruro se ha cortado en la puja por la primera plaza para la próxima fase, con lo cual River y Juan Aurich pujan por la segunda. Por eso resultará decisivo el choque que ambos disputarán en Núñez el próximo jueves. Porque realmente ya no le queda margen para otras patinadas.

¿Puede imponerse al conjunto peruano? Debe y tiene con qué. El tema es volver a mostrarse confiable y saber usufructuar todo lo que genera. Si no lo hace, ahí sí el gran objetivo de la temporada se convertirá en una tremenda frustración.

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@CARPoficialRiver enfrentará a Juan Aurich el próximo jueves
BUENOS AIRES -- La Copa de los contratiempos. Si bien aquellos futboleros de alma suelen decir que para salir campeón se le debe ganar a todos y superar a las adversidades, tampoco deja de ser cierto que en el día a día las vicisitudes que se presentan suelen modificar a las planificaciones y equiparar fuerzas.

Más allá de que en River ya tratan de no hablar más sobre el grupo que les tocó, que involucra el combo que nadie quiere "ganarse", esto es altura (casi cuatro mil metros), una cancha de césped sintético y un viaje a México, todo juntito en la fase de grupos, el silencio es sólo una estrategia para no minar el ánimo de los jugadores. Porque, en la intimidad, todos se siguen preguntando cómo puede ser que lo fortuito les haya jugado una tan mala pasada. Con el tercer partido en el horizonte cercano, el Millonario apenas ha cosechado solo un punto. Obviamente que esto supera a los contratiempos mencionados y es producto de ineficacia propia (no pudo vencer a Tigres en su casa), pero observar la tabla desde abajo es una posición incómoda y que a priori nadie sospechaba que podría darse.

Este errático momento impone la necesidad de sumar de a tres. Ya el margen de error lo han agotado, por eso en esa cancha de sintético de Chiclayo, la cual se encuentra en malas condiciones, River deberá dejar a las excusas de lado y ponerse la ropa de candidato. Un piso sinuoso, con imperfecciones, se asemeja mucho a aquellos potreros que todos supieron transitar en épocas de juventud.

La memoria emotiva tendrá que florecer entonces. Recordar cuando, en aquellos primeros pasos por el fútbol, la pelota no rodaba bien, los botines no poseían la tecnología de estos días y cuando cada ver que iban al piso se levantaban con esa insoportable "frutilla", el raspón en la piel que después ardía toda la semana. Dentro del envase profesional, un contenido amateur, como en los viejos tiempos. Obviamente que se trata de una idea metafórica, esto es Copa Libertadores, con las presiones que de por sí impone y nadie se puede abstraer de que existen, pero a la hora de pisar la alfombra sí que, quizás, configurar la cabeza con aquellos recuerdos podrá servirles a los jugadores para tener presente que en el escenario encontrarán algo que alguna vez les fue familiar.

Juan Aurich, será, desde la cosecha de puntos, el objetivo a superar. Casi en forma obligada. Para no tener que andar observando de reojo a los otros partidos del grupo. La victoria hará que dependa de sí mismo. Pero, a la vez, el equipo peruano también tiene en claro que hacerse fuerte de local podrá ser su única carta para conseguir un soñado pase a la próxima fase. Marcelo Gallardo lo sabe, así como entiende que de una vez por todas su equipo deberá mixturar al virtuosismo con la eficacia. Porque la endebles a la hora de definir es la que lo está llevando a padecer en la Copa y, por ejemplo, en el torneo local le impidió sumar de a tres ante Unión. Tal vez el hecho de jugar sin mucho más margen lo haga madurar en forma obligada.

En horas, la realidad nos dará su veredicto.

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BUENOS AIRES -- La bipolaridad de River ya está dejando de ser sólo un trauma para convertirse en un inconveniente. Bastante serio por cierto, porque esas diferentes caras, tan desiguales todas ellas, que exhibe a lo largo de noventa minutos le están impidiendo cosechar lo que merece.

Cuando juega bien no convierte, cuando su funcionamiento es endeble paga su ineficacia con errores defensivos (léase, goles recibidos), y así sucesivamente, siempre el costado negativo supera al positivo.

Es por esto que, en lo que va de la temporada, no ha podido afianzarse ni en su fútbol ni en la suma de unidades. Porque, está claro, hay ocasiones en las cuales un equipo se lleva más de lo que por su trabajo debería obtener, pero no es lo que le está ocurriendo al Millonario. Un ejemplo sin posibilidad de ser refutado es lo que le sucedió en el primer tiempo que disputó ante Unión.

River desplegó el mejor fútbol de este semestre y, casi con seguridad, de la segunda parte de la temporada pasada. Sin embargo, esa mala relación que tuvo con el gol le impidió traducir en cifras concretas lo que todos observamos. Justamente es lo mágico de este deporte, donde muchas veces la realidad se burla de la lógica.

Por esto es que Marcelo Gallardo se fue tan contrariado. Porque en el análisis global virtudes propias lo llevaron a los umbrales de un partido casi perfecto, pero esos narrados vaivenes lo devolvieron a un territorio plagado de inseguridades, Por eso dilapidó tantas ocasiones de gol, por eso de ganar dos a cero (con sabor a tres) pasó a ser igualado, por eso se fue con una unidad en lugar de tres, por eso la bronca generalizada...

Tan buena fue la actuación de la primera etapa que, aquellos jugadores que no suelen estar juntos en una formación inicial, empezaron a sembrar interrogantes acerca de la conveniencia de que sean ellos mismos los protagonistas de la alineación titular. Pero claro, esa idea se hizo añicos en el segundo tiempo, cuando lo bueno se volvió malo y los aplausos se convirtieron en murmullos. Todo en un suspiro. Es en ese pequeño lapso que la firmeza se vuelve duda y la figura pasa a transformarse en uno más, bien terrenal, con esos cabildeos que sorprenden e incomodan al cuerpo técnico.

En el ámbito de la Copa Libertadores, River tendrá la posibilidad de redimirse. Bah, en realidad tendrá la necesidad de hacerlo. Porque justamente por esas mencionadas falencias es que también está padeciendo en el certamen sudamericano.

Ahí Gallardo deberá aventar dudas de aquellas cabezas que las tengan y apuntalar a fuerza de confianza pura. Una labor que no será sencilla, pero deberá encararla con premura y eficacia. Es que todo lo que hace ya no tiene red, se han consumido los márgenes de tolerancia muy rápido. Y, paradójicamente, esto lo hizo pese a algunas buenas actuaciones, por lo general esporádicas y dentro de un mismo encuentro. Volver a ser, volver a creer, son las consignas más firmes y en las cueles tendrá que trabajar el cuerpo técnico. Urgido por el tiempo y perseguido por la necesidad de lograr buenos resultados.

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