<
>

A Martino lo protegen la ignorancia de Yon de Luisa y compañía

CINCINNATI -- Gerardo Martino se ha vuelto esclavo de sus palabras. Se aprisionó en esa, su “jaula de las certezas”, de la que hablaba Dostoyevski.

Goza de privilegios, de canonjías. La ignorancia de sus propios patrones lo fortalece, lo vuelve omnipotente. El títere asalariado se convierte en el titiritero existencial de las marionetas de cuello blanco y voz afectada.

¿Quién puede confrontar a Martino y pedirle explicaciones? ¿Quién con la personalidad y la autoridad para hacerlo? ¿Yon de Luisa o Gerardo Torrado? El primero no sabe, el segundo no puede, y ninguno de los dos quiere, aunque ambos deben.

¿Quién? ¿El amo y señor del futbol mexicano? Emilio Azcárraga Jean sigue jugando a las muñecas y las tacitas de té de sus telenovelas, sus chillones grupitos musicales exprés, y de la selección mexicana sólo espera el balance de fin de mes.

“Tranquilo jefe, al Mundial vamos, aunque con los gringos perdamos”, es la respuesta cuando Emilio pela los ojos, si lo hace, después de bochornos como el de esta noche de viernes en el TQL Stadium de Cincinnati.

Ya no hay dignidad en las oficinas presidenciables de los clubes mexicanos. Los amos del juego, son esclavos de su pusilanimidad. No hay valientes, sólo castrados entre los dueños de equipos. Ganado vacuno que rumia y brama, pero no protesta.

Jesús Martínez ha sido exiliado del futbol mexicano. A Jorge Vergara lo silenció la paz generosa de la muerte. ¿El resto? Agazapado, remojado en los orines de su cobardía. ¿Y los briosos colosos del norte, los bravísimos de Monterrey? Esos cintos piteados y esas botas puntiagudas, son el atuendo hormonal de sus miedos.

No hay quien confronte a Gerardo Martino. No hay quién le exija explicaciones. Ni quién le reclame por esos jugadores timoratos; por estrategias mal paridas, ni por el descarado gesto de encogerse de hombros, la mímica del valemadrismo, tras tres humillaciones consecutivas ante Estados Unidos.

La pesadilla no había terminado en Columbus, sólo se ha mudado a Cincinnati. Ohio y su noche de agua nieve del viernes, agendan más pasajes de terror para el Tri. Una nueva saga de horror comienza.

Nadie se engaña, excepto, claro, los bobos o los lacayos; los tontos o los serviles. Gerardo Martino habla de alternancia en el control del juego del viernes. “Ellos acertaron dos veces, nosotros ninguna”, dice el Houdini argentino en otro acto de escapismo.

Ciertamente, el 2-0 tiene más de fetichismo que de realidad. Estados Unidos pudo hacer tres… o cuatro, o más. Pero, tal vez, sólo quiso invocar y evocar el himno pueril y populista de su hegemonía. “¡Dousacerouuuu!”.

¿Para qué arruinar esa ópera magnífica y burlona, despiadada e hiriente del “dousacerouuuu”? La tribuna mexicana se desgarra las vestiduras con #ElGrito, y los juglares de la tribuna estadounidense se regodean con ese salmo, con ese tedeum, nacido en 2001 y que fue brevemente interrumpido en 2016.

Más tarde, en conferencia de prensa, en un consciente cinismo o en un inconsciente desvarío, Gerardo Martino montó la horca, con la longitud expresa de su propia lengua.

1. MAQUILADOR...

El Tata ha pintado y repintado su raya. Es un asalariado. Lo suyo no es entregar un producto de calidad. Lo suyo es maquilar un producto, rústico si es necesario, que incluya el boleto al Mundial de Catar 2022. Trabaja a destajo… y trabaja poco.

Para Martino, perder con Estados Unidos es un calvario ajeno. Perder tres veces con EEUU en menos de cinco meses es congoja y suplicio sólo, única y exclusivamente de los mexicanos. Él se refugia en el caparazón de la indiferencia. Su salario de 4 millones de dólares por año, paga su sudor, pero no su sangre ni sus lágrimas.

Alguien con autoridad moral, hormonal, masculina y jerárquica, ya le habría abofeteado a argumentos: para México perder con Estados Unidos, es como para Argentina perder con Inglaterra. Cierto, Martino no es Carlos Salvador Bilardo, ni tiene a ningún Maradona. Pero, mexicanos siguen muriendo en Estados Unidos, y ningún argentino muere ya en las Falkland.

Por eso, cuando el Tata dice que perder con EEUU les duele sólo a los mexicanos, él se solidariza con Gregg Berhalter y sus hunos. Ese desdén al dolor de su afición, es un acto de traición que tolera y prohíja su contrato multimillonario. El Titanic lo reseña: las ratas de dos patas saltan primero.

2. CONTEMPLACIÓN…

En conferencia de prensa, Martino se inmola. Vio fenecer a su equipo en los estertores del primer tiempo. Y en el descanso, en el vestuario, él fue incapaz de evitarlo, fue incapaz de encontrar un antídoto. Le faltó el conocimiento o le faltó la palabra.

Arranca el segundo tiempo y México continúa su agonía. ¿De qué sirvió que el Tata viera el iceberg, si no hizo nada para evitarlo? Identificar el problema y no solucionarlo, refleja incompetencia, como estratega o como líder o como ambos. El Tri se le murió de nada en sus brazos.

Reconoce que su equipo carece de un combustible poderoso: intensidad. Esa se abastece desde dentro del jugador, pero también, desde la personalidad y la autoridad de un líder. Martino no amamanta de bravura a su clan. Acaso, es un huachicolero de su propio adrenalina.

3. CORDERITO AL HORNO

En otra de sus reflexiones desafortunadas, Martino acepta que Estados Unidos y Gregg Berhalter le han jugado en tres ocasiones de la misma manera. Y en las tres se ha ido de bruces. Sabe cómo lo va a arrollar de nuevo el tren estadounidense, y se queda ahí, inmóvil, perplejo, paralizado, atónito, abnegado.

Es decir, Estados Unidos no modifica su plan de juego. Es tan estricto, rigorista, riguroso, que no puede violentarlo. Y así, tres veces, con el mismo concepto, Berhalter maquilló de payaso a su homólogo. Tropezarse tres veces con la misma piedra, no es un accidente, tal vez ni torpeza, sino suicidio selectivo.

Dejando en claro que perder con EEUU es una calamidad exclusiva de los mexicanos, y no de él, asalariado de los mexicanos, mantenido por los mexicanos, termina por contaminar al grupo, que se siente abandonado. Su presunto mentor se ha ido al bando contrario.

Se viene la cita en Edmonton, con una cancha de esa textura complicadísima para el futbol de México. Una derrota combinada con victorias de Canadá y Panamá, enviarían a México al desconsuelo del repechaje, aunque todavía con 18 puntos por delante.

Mientras tanto, ¿alguien moverá las aguas en el futbol mexicano? ¿Algún valiente? 17 dueños de equipos, viven agazapados, azorrillados, esperando que la iniciativa llegue de la oficina oval de Televisa.

Sin embargo, tal vez Emilio piensa igual que su padre, El Tigre Azcárraga Milmo.

Alguna vez dijo: “México es un país de una clase modesta muy jodida… que no va a salir de jodida. Para la televisión es una obligación llevar diversión a esa gente (jodida) y sacarla de su triste (y jodida) realidad y de su futuro difícil”.

Y ya se sabe, “hijo de Tigre, pintito”.