El pasado 16 de agosto, Amina Kahn, periodista de Los Angeles Times, publicó una afirmación que incluyó una cifra escalofriante: "Aproximadamente uno de cada 1.000 hombres y niños negros en Estados Unidos mueren a manos de la policía, según un nuevo análisis que involucra a agentes de la ley. Eso los hace 2.5 veces más propensos a fallecer que los hombres y niños blancos en un encuentro en las calles con representantes de la ley".
"Las probabilidades de ser asesinados por la policía son más elevadas que las que tienes de ganar muchos juegos de lotería", agregó, en el mismo artículo citado, el líder del estudio Frank Edwards, un sociólogo de la Universidad de Rutgers.
El miércoles, y tras el despiadado ataque policial en Kenosha al joven Jacob Blake, víctima de siete impactos de bala al ingresar a su vehículo ante la desesperación de sus familiares -incluyendo sus hijos, niños que oscilan entre los tres y ocho años de edad- Milwaukee Bucks, la franquicia de cercanía a la comunidad de Blake, boicoteó su partido de playoffs frente a Orlando Magic. Desató, así, una reacción hasta entonces inédita en el mundo del deporte.
La burbuja, hasta ahora sin filtraciones, finalmente estalló en mil pedazos. La NBA suspendió los restantes partidos de la jornada, hubo miles de manifestaciones dentro del mundo del básquetbol y fuera, y aún no se sabe a ciencia cierta si la temporada continuará.
Solo hubo dos franquicias que abogaron, en las reuniones posteriores dentro de la burbuja, por cancelar la temporada: Los Angeles Clippers y Los Angeles Lakers, esta última la franquicia donde milita LeBron James.
"No importa cuanto dinero tengas, no importa qué tan famoso seas, no importa cuántos te admiren, es muy duro ser negro en América", dijo James en 2017 luego de que le grafitearan su casa en Los Angeles con insultos racistas.
James es la voz más poderosa dentro del mundo del deporte en este apartado. A diferencia de otras estrellas de peso, ha estado siempre presente para defender a propios y extraños en situaciones vinculadas al racismo. Como ocurrió antes con Kareem Abdul-Jabbar o Bill Russell en el mundo del básquetbol, o con los boxeadores Jack Johnson en los años '20 y Muhammad Alí en los '70, con el beisbolista Jackie Robinson en los '40, la tenista Althea Gibson en los '50, los atletas Tommie Smith y John Carlos, haciendo vibrar el puesto de medallas en los Juegos Olímpicos de México con su saludo a las Panteras Negras, y recientemente el jugador de NFL Colin Kaepernick, James se ha erigido en el símbolo del deportista comprometido.
"Para ayudar a la gente a entender mi misión, no necesito inscripciones en mi camiseta", dijo LeBron al ser consultado por ESPN acerca de los mensajes diferentes que utilizaron los jugadores dentro la burbuja contra el racismo.
LeBron sabe que es el número uno y como tal, cada vez que se pronuncia el mundo se paraliza. Y en ese camino, a diferencia de la polémica frase de Michael Jordan en The Last Dance ("Los republicanos también compran zapatillas"), James ha decidido no ser simpático con quien no lo merece. Sumergirse en lo más profundo de su comunidad, meter las manos en el barro y aprovechar su infinito talento dentro de la cancha para ser una luz fuera. Porque si él lo hace, si él decide jugar el juego, muchos a su alrededor lo harán. Esa es la posibilidad que tiene el número uno de cambiar las cosas. Y a medida que pasan los días, LeBron deja de ser un jugador de básquetbol para transformarse en un ícono.
El discurso del Rey no nació en Orlando. No es nuevo ni original lo que dice, solo que ahora el mundo se ha dedicado a prestarle la atención suficiente. Recordemos que James, en 2012, junto con sus compañeros de Miami Heat, participaron de las protestas por el tiroteo de Trayvon Martin, que junto a Carmelo Anthony, Dwyane Wade y Chris Paul se pararon en el Microsoft Theater, en el inicio de los ESPYS, para pronunciarse contra el racismo. Que ha cuestionado innumerables veces la política del presidente Donald Trump en cuestiones de discriminación racial. Que utilizó el poderío mediático de la NBA para, junto a otros colegas de altísimo nivel, vestir las remeras "I Can't Breathe" (no puedo respirar) en 2014 como tributo por la muerte de Eric Garner (quien gritó esas palabras tras ser asfixiado por la policía en una detención) y que repitió el procedimiento al ser la voz cantante en el despiadado asesinato de George Floyd, que tuvo las mismas características que el de Garner y que estuvo a punto de evitar la disputa del mini-torneo en la burbuja.
"LeBron James fue entrevistado por el hombre más tonto de la televisión, Don Lemon. Hizo que LeBron parezca inteligente, algo difícil de hacer. Me gusta Mike!", twitteó el presidente Trump en 2018.
Por supuesto, atletas comprometidos como LeBron James molestan. Y mucho. Está muy fresca la declaración de la célebre periodista Laura Ingraham, citada a estos días, cuando invitó, previo a un All-Star Game, a quien entonces jugaba en los Cleveland Cavaliers "To Shut Up And Dribble" (cállate y bota el balón), sólo por hacer comentarios vinculados a la política.
If you still haven't figured out why the protesting is going on. Why we're acting as we are is because we are simply F-N tired of this treatment right here! Can we break it down for you any simpler than this right here???? 🤦🏾♂️. And to my people don't worry I won't stop until I see https://t.co/e4pJ0PvwJj
— LeBron James (@KingJames) June 4, 2020
"Lo mejor que hizo fue ayudarme a crear más conciencia" durante el "mejor fin de semana" en la NBA, dijo entonces LeBron. "Puedo sentarme aquí y hablar sobre la injusticia social".
"Definitivamente no nos callaremos y botaremos el balón... Simbolizo mucho para la sociedad, demasiado para los jóvenes, demasiado para tantos niños que sienten que no tienen una salida hoy en día", agregó.
No solo es racial el compromiso de James con la comunidad. En 2004, creó la LeBron James Family Foundation en Akron para ayudar a chicos y jóvenes adultos a mejorar su educación y poder encontrar nuevas oportunidades. En 2017, se asoció con la Akron Public School District y con la Universidad de Akron para garantizar becas escolares de cuatro años para estudiantes de secundaria. Señala ET que LeBron envió, gracias a su gestión, a más de 2.300 chicos a la escuela con un compromiso pactado de 105 millones de dólares.
James, de 35 años, se ha dado cuenta que su marca es la más importante de todas. Que el miedo ya es anacrónico, que hay que desvestir tiranos despiadados disfrazados de santos cada vez que se pueda. Y para eso necesita de la ayuda de su masa de seguidores, de sus colegas, de su entorno más fiel, que incluye otros deportistas, entrenadores y directivos. La responsabilidad social empresaria, con LeBron, gozó de beneficios y situaciones jamás abordadas con anterioridad. Su alcance en redes sociales (71 millones de seguidores en Instagram, 47.1 millones en Twitter y 23 millones en Facebook) lo posiciona como dominante en todo sentido.
A mediados de este año, LeBron y un grupo de destacados atletas y artistas crearon "More Than a Vote", un nuevo grupo destinado a proteger los derechos de voto de los afroamericanos, como respuesta a la furia racial rumbo a las elecciones de otoño en Estados Unidos. "Por todo lo que está pasando, la gente finalmente nos está escuchando. Sentimos que finalmente tenemos un pie en la puerta", dijo James a The New York Times. "Sí, queremos que salgas y votes, pero además brindaremos un instructivo. Daremos las bases de cómo votar e informaremos de lo que quieren hacer, del otro lado, para evitar que voten nuestros afroamericanos".
"Me inspiraron los Muhammad Ali, los Bill Russell, los Kareem Abdul-Jabbar y los Oscar Robertson, quienes se pararon en tiempos que eran aún peores que el actual", dijo James. "Espero que algún día la gente me reconozca no solo por lo que hice en el básquetbol, sino por cómo afronté la vida como afroamericano", completó LeBron al New York Times.
James se erige, cada día que pasa, en el atleta definitivo. Como en otras artes, el compromiso de cambio permite la evolución. El crecimiento en todo sentido. Su verdadera "Decisión", entonces, ya no es más la de 2010, sino la del año 2020. Y todas las que la precedieron en su lucha contra el racismo. El Rey es definitivamente el Rey por estas cosas, por sumarse a las causas y participar de forma activa, sin concesiones. Por tener voz y voto, sin reparos. Por desenmascarar a los que juegan a la escondida. Por ser y parecer. La huella que quedará, entonces, es profunda: el deportista que brilla dentro de la cancha puede ser mucho más grande afuera. Y ese legado permitirá trascender.
Decía Eduardo Galeano: somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.
LeBron, hoy más que nunca, lo cree, lo hace y lo dice.